lunes, 10 de agosto de 2009

SOBRE UN ARTÍCULO

Me encontré esta mañana con un artículo de Julio Llamazares en El País que me dejó bastante reconfortado. En síntesis, venía a reivindicar el valor del espacio, de los espacios, del campo y de los paisajes, no como conformadores melifluos de historias de miel y arrope, tipo La Bejarana, sino como sustancia misma del ser humano, como ropaje que envuelve y certifica, como elemento permanente que nos aloja y nos convive. Porque vive con nosotros y nos hace vivir como ella quiere.

Repasaba Julio Llamazares algo de la historia literaria y del valor que a la naturaleza se le ha ido dando en ella. Coincido en que, fundamentalmente, poco hay de estos valores en nuestra literatura antes de los viajeros románticos por España, de nuestro propio romanticismo y, sobre todo, de nuestro 98. Yo considero maestro imprescindible a Antonio Machado sobre todo -entre otras variables- por esto.

Tengo la impresión de que, en la creación actual, sobre todo en la poesía, no corren vientos favorables para volver a la importancia y al valor de los espacios. Los espacios actuales son sobre todo urbanos y, donde esté una noche de copas y de amor en un bar, que se quite un atardecer que anuncie el fin o el ocaso de cualquier hecho. Qué le vamos a hacer, así están las cosas.

No creo que haya que luchar contra la realidad social enclaustrada en las ciudades. La sociedad es la que es, la configuración urbana también. Sencillamente reivindico la posibilidad de los espacios como concreción de las ideas. Incluso de las ideas más permanentes y definitivas. Una “aurora de dedos rosados” estaba ya en Homero, y las “mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura” las dejó san Juan para los restos.

Sospecho -tal vez porque lo deseo- que hay que volver a ello.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Estoy contigo, yo también los reivindico.