viernes, 7 de agosto de 2009

EL BOSQUE, MENOS QUEMADO

He paseado por los pinos quemados esta misma mañana. Tenía ganas y, sobre todo, curiosidad por conocer en el propio terreno lo que había quemado el fuego.
Ya se nota el decrecer de los días y, a eso de las ocho, las sombras lo invaden casi todo aún. Mi paseo matinal me ha dejado un poco más tranquilo de lo que estaba antes de pasear por este bosque arbolado. Ha sido la ladera sur la que ha sido pasto de las llamas. En esta ladera, en la que ya se han producido otros incendios, iba creciendo una rala vegetación de pinos y acaso algún roble y castaño. El fuego ha parado su crecimiento de raíz.

Pero creo que el mal no es tan grande como el que me parecía desde mi terraza, por más que cualquier incendio es siempre negativo. La rapidez de las llamas y, sobre todo, la inclinación de esta ladera han hecho que el fuego haya corrido a gran velocidad a ras de suelo, y apenas se haya parado en consumir las copas de los pequeños árboles. Aún menos lo ha hecho con los pinos grandes de la parte alta. De este modo, se puede confiar en la recuperación de bastantes plantas de las quemadas y hay que esperar que no serán demasiadas las que se pierdan y se sequen del todo. Unas buenas lluvias pronto ayudarían mucho en este sentido. Lo peor es que cualquier lluvia arrastrará hacia el río el escaso poso de tierra que aún queda en esa ladera y, entonces, no será sencilla la repoblación en esas condiciones.

Ni me imagino la posibilidad de que el incendio haya sido provocado: nada se puede ganar con quemar aquello y no es fácil entender que haya mentes tan desviadas como para divertirse viendo cómo se quema el campo. Aún los tocones humeaban esta mañana y enseñaban los restos de los troncos quemados. Un coche de bomberos se acercaba a la zona, como para dar fe de que aquello no se iba a reanudar.

La cara más oscura se ofrece desde la carretera de Candelario. Desde allí tengo que hacer algunas fotos para dejar testimonio directo y real del incendio. Mi cámara anda buceando por el Mediterráneo o tomando el sol en Málaga. A ver si puede ser el lunes. Mientras tanto, aprovecho algunas imágenes de mi amigo Luis Felipe.
Desde mi terraza sigo casi con la misma vista del conjunto de los Pinos y de la sierra. El incendio se me ha ocultado por detrás del primer plano. Sé que el mal está ahí mismo, detrás del primer horizonte, pero si ha preferido ocultarse un poco a mi vista, yo no puedo hacer otra cosa que agradecérselo. Parece que todo quiso detenerse en el límite que da paso al depósito del agua, al predio de la Canaleja, a los centros de María Díaz y Campyco, y al centro del propio bosque de pinos.

Todo será menos negativo cuando lleguen las lluvias y empiecen a tomar cuerpo las primeras hierbas verdes. Porque la naturaleza seguirá su curso como si nada hubiera sucedido. Sus aires y sus ritmos continuarán impasibles, aunque nosotros nos sintamos estremecer ante cualquier aviso suyo.

Yo seguiré subiendo por los pinos, pasearé al amparo de sus aires frescos y puros, miraré desde ellos la presencia de la sierra, veré verdes los valles, intuiré el bullicio y la pereza de las gentes de la ciudad y pensaré Dios sabe en qué. Estos ratos perdidos por sus suelos son ratos menos perdidos.

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