Platón, Aristóteles y Jenofonte nos dan cuenta y noticia de la existencia de Sócrates, de su vida y de su forma de proceder. Aquel muchacho, hijo de cantero y de comadrona, que se salió a la calle para conversar con los demás, con aquellos que se consideraban sabios, y que acaso estaban muy bien instalados en la estructura social y política, y que pronto comprendió que realmente no sabía nada (“solo sé que no sé nada”) porque todo quería repensarlo sin prejuicios y al cobijo de lo que le fueran dictando la razón y el sentido común.
Nunca dio clase de once a una, ni acumuló trienios, ni pidió traslados, ni fue nombrado doctor honoris causa. Vaya por Dios. Y, por si fuera poco, lo condenaron a muerte por no reconocer a los dioses y por corromper a la juventud. Por no hacer, ni siquiera escribió un libro, pues pensaba que cada uno tenía que escribir su propio libro, el más importante, el de su vida.
Es que, perdona, colega, pero se te ocurren unas cosas… Pero ¿qué es eso de no creer en los dioses? ¿No ves que entonces se nos caen los palos del sombrajo y todo se derrumba como si estuviera hecho de paja? ¿En quién se apoyan, en ese caso, los poderosos para mantener el orden que les conviene con el fin de que no sufran merma sus intereses? ¿Y encima querías corromper a los jóvenes? ¿Querías que pensaran? Qué cabroncete. No jodas, no hagas esas cosas. Con lo bien que andan con eso del botellón, con las fiestas de los pueblos, con los horarios laxos, con el ir tirando, con ir preparando el camino para encontrar un huequecito en el sistema al menor precio (ya sabes: una carrerita, un puestito bueno, un sueldito a fin de mes, el cochecito, los colegas, unos días en la playa…), o, como mucho, con asomarse un poquito al sistema pero volverse con la sensación de que eso no hay quien lo cambie y hay que aprovecharse de él como mejor se pueda.
Supongo que te habría gustado más haberlo intentado con las personas mayores, pero entiendo que lo dejaras por imposible. Cualquiera remueve de sus asientos a los esclavos agradecidos, que apenas sobreviven pero que alaban y corean a los que con el mismo o menor esfuerzo se alzan como héroes entre sus semejantes. Parecen anestesiados y con el mono subido de dar palmas a los que los mueven como si fueran marionetas. Y ya pedirte hacerlo con los sátrapas, que monopolizan las interpretaciones de esos dioses en los que tú no creías, y con los poderosos que los mantenían, es cosa de no creer y no hay para qué decirlo..
Es que mira que tienes unas cosas… O sea que quieres que la gente piense, que pese, que sopese, que relacione, que describa pero que saque también consecuencias… Pero ya sabes, amigo, que esto tiene dos peligros tremendos. El primero es que iguala a todos los seres, pues todos tienen la capacidad de pensar y de organizar su propia existencia a partir de ese pensamiento. Qué barbaridad, qué revolución. Ríete de la Revolución Francesa. El segundo es casi consecuencia del primero: si el ser humano se echa a pensar, se nos puede convertir en un ser muy peligroso pues puede protestar y querer cambiar lo que no le parezca correcto. Y el sistema es el sistema, compañero. Déjalo y no lo cuestiones. Vive y deja de meterte en líos.
Lo ves, buen hombre… Es que pides unas cosas… Y todo esto hace dos mil quinientos años. Qué fuerte.
Y qué grande, y qué estupendo, y qué maravilloso.
¿Sabes que intento con alguna frecuencia cultivar tu método inductivo para alcanzar alguna consecuencia y me doy de bruces con los demás? A la segunda o tercera pregunta, ya se me impacienta el personal y me responde con cajas destempladas: ¿Pero adónde quieres ir a parar con tanta pregunta? Dame la solución o dime lo que tengas que decirme ¿Sabes con quién me suele resultar más positivo? Pues con algunos de mis alumnos, con los más jóvenes sobre todo. Cuando terminamos de hacer una tarea, me suelen preguntar: “¿Y ahora qué hago?” Y yo les respondo: “Y yo qué sé, lo que te pida el sentido común, tú verás”. De momento se quedan asombrados, pero al poco tiempo los veo que se ponen a hacer cosas. Y casi siempre, claro, lo siguiente guarda relación lógica con lo anterior. Son juegos lógicos inmediatos y cortitos. En otras ocasiones hacemos reflexiones un poco más extensas, regidas por la lógica y por la provocación.
Este mundo de las prisas y de los resultados inmediatos invita poco a ello, pero andamos en prácticas. En las que sabemos hacer, que tampoco son muchas, lo reconozco. Yo no espero que nadie nos condene a muerte por corrupción. Pero también ahora condenan, aunque sea al silencio, que no es condena leve.
Así que gracias, tío, que sigas corrompiendo mucho tiempo, y que nos des aliento cuando en pequeñas cosas tratemos de imitarte. Vale.
martes, 11 de agosto de 2009
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1 comentario:
Entrada memorable Antonio demuestras una fina ironía y un sarcasmo muy inteligente, para que decir más...a veces tendriamos que revisar más y profundizar en nuestro aprendizaje, pero... es tan comodo dejarse llevar!!!!.
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