sábado, 31 de enero de 2009

Y NO QUERÍA SALIR


Y no quería salir por los anuncios de los hombres del tiempo. Continúan asustados con las críticas que les llovieron, les nevaron y hasta les granizaron hace no mucho tiempo encima. En este país todo parece que se está normalizando en el peor sentido, o sea, en el de convertirlo en norma legal y tonta que todo lo resuelve con juicios a gogó, con abogados pillos y sutiles que buscan sin descanso los efectos de la letra pequeña y que ganan litigios o los pierden -en esto siempre empatan- empantanando en ello a la justicia.

Pero yo iba a otras cosas -que a estos les den por ese sitio-, y digo que andaba un poco asustado con la predicción del tiempo. Por eso les dije a mis amigos Jesús y Manolo que tal vez reposaría en la cama, me levantaría con la luz ya en lo alto y me dedicaría al sillón bol (o ball, o leches), o sea, a mi butaca y a leer en mis libros.

Y no hice lo previsto. Me levanté y de nuevo reconocí en el cielo la claridad del día, alguna nube limpia en lo alto de la sierra. Y me dije que aquello era presagio de que el tiempo nos iba a aguantar hasta la vuelta sin lluvia ni tormentas. Y me fui con ellos a disfrutar del campo, a lo de siempre -no quiero repetirlo-. O tal vez sí porque es cierto y me gusta: la pequeñez del ser humano, la duración de todo lo que veo y contemplo, la fiel repetición de los ciclos naturales, esas leyes ocultas que van tejiendo todo y que lo explican a quien quiera entenderlo, los silencios que hablan, los aromas que empujan, lo bueno de una conversación tranquila y con sentido, una mesa de pan bien abastada, el horizonte inmenso…, la vida en su certeza.

Y nos fuimos camino del pantano, y lo vimos con sed después del vaciado y a pesar del invierno que llevamos, y nos nevó enseguida -más me equivoqué yo que los hombres del tiempo-, y nos ungió la nieve todo el tiempo con sus copos tranquilos, y vimos al ganado en trashumancia por los senderos y a algún otro atrevido que hollaba con sus pies la carretera, y fuimos al amparo de la ermita de la dehesa de La Garganta, y dimos gusto al cuerpo con buenos alimentos, y volvimos siempre entre nieve, y no deseé llegar hasta el coche pues tan bien me encontraba andando entre la nieve, y charlamos de todo aunque hoy el tema se nos fue hacia los predios de la religión, de la moral y de la ética, y sacamos las fotos de rigor -yo no llevaba cámara pero Manolo siempre anda al quite y Jesús le acompaña-, y volvimos contentos dejándonos ganar por el bautismo blanco, y juro y lo repito que no quería llegar pues tan bien me encontraba en el camino, nevado y todo blanco.

Y ha sido ya en la tarde, en esta media tarde en que escribo estas líneas, cuando el cielo se nos ha puesto claro y ha dejado sus huellas en la sierra, cargadita de nieve y reluciente, brillando contra el sol, a la espera -otra vez con los hombres del tiempo- a que esta noche vuelvan las borrascas y nos dejen más nieve. Yo la veré tranquilo en mi terraza, como la veo ahora allá en lo alto. Y serán otra vez los elementos los que me den la base para esta extraña urdimbre que es la vida. La miraré despacio, lentamente, como viéndola ir, como en silencio, no siendo que se rompa. Y yo con ella.

viernes, 30 de enero de 2009

Y YO AQUÍ, MASCULLANDO

Suenan conciertos para oboe de Bach. Mis oídos me enseñan que tengo que cuidarlos para que los sonidos me lleguen y yo pueda gozar de su presencia. El fondo de mi pantalla grande, que hoy es el horizonte, se me muestra con un gris oscuro amenazante, camino inevitable hacia la lluvia. La veré entre cristales mientras alguien se peine y la deje colgar y deslizarse para desprenderse en gotas hasta el suelo.
Yo seguiré caliente, o mejor calentito, al amparo amistoso de esta calefacción que me aleja del frío del invierno. Hoy es casi febrero y en mi pueblo, aquel pueblo entre sierras del Quilama, no han podido celebrar la fiesta de sus toros. Sigue al aire la música con su suave cadencia. Me alimento de almendras, estos frutos secos que tanto me gustan: son como un tentempié de media tarde. Leo desde hace dos días un libro deslumbrante. Se publicó hace dos años pero yo no había tenido noticias de su existencia. Gracias, Ana Rodríguez, por la sugerencia. De boca a boca funcionan bien las cosas si esa boca responde a la llamada del sentido común. “El espejismo de Dios” Richard Dawkins. Aquí queda recomendado para cualquiera que lea estas líneas ahora o en otros días futuros. No se pierde el tiempo entre sus páginas. Y se abren muchas puertas, se caen muchas sombras y se ilumina el día.

Pero escucho en la radio algunas historias de ricos y de pobres, de gentes que se sumen en el paro después de pingües nóminas en las multinacionales. La crisis llega a todo hijo de vecino. Y afloran realidades escondidas en otras coordenadas. Ahora las cuentan ellos, sin saber que hay personas que las padecen siempre, también cuando ellos mismos y el mercado funcionaban de lujo. Afirmaba un directivo de multinacional -ahora desempleado- que en su época de curro tenía prima especial por cada empleado que lograra despedir. Parece que en algún momento sus tripas no dieron más de sí y dejó el empleo. Hoy se lo hubiera pensado según como anda el patio. Otra mujer se lamentaba porque ella y su marido también mordían el polvo del desempleo. Y andaban de cabeza. Ella era mileurista y su marido cobraba varias veces lo que ella llevaba hasta su casa. ¿Habrá aprendido ahora que hay mileuristas por todas las esquinas, y gentes que, después de llenarse de horas de trabajo, se marchan a su casa con bastantes menos euros que esos?

Los dramas humanos se suceden y se multiplican por todas partes. Pero lo que se multiplica es que tenía factores, o sea, que ya existía, aunque no se manifestara con la misma fuerza y el sistema pudiera soportarlo acudiendo al remedo de la caridad. ¿Dónde la cara humana del sistema? ¿Dónde el valor del ser humano como tal? ¿Por qué el sometimiento a tantas injusticias, incluso por aquellos que más las sufrían y las sufren? ¿Por qué tanto esclavo y encima agradecido?
Hoy volveré al maestro para robarle una cita, aunque lo hago de memoria. De don Antonio Machado es la siguiente idea: “Nunca el ser humano puede alcanzar ninguna cualidad tan importante como la de ser precisamente un ser humano”. Sé que no es del todo literal pero la idea es clavada.

Pues eso, que el sistema es una mierda. Y yo aquí mascullando, sin bajar a la calle a tumba abierta.

Sigue sonando Bach en los oboes. La tarde ya declina y el cielo se ha vestido con un color negruzco. ¿Será por fin la lluvia? ¿Quién será la mujer que ofrecerá su pelo para lavarse y que parezca lluvia? Me mojaría a su lado como una esponja en ascuas.

jueves, 29 de enero de 2009

HAY LO QUE HAY Y BASTA

La tarde volvió a ser entre pasillos, en idas y venidas, en intentar calmar y sosegar el habla y el ambiente, en mirar y en besar, en sentir allí mismo la realidad más inexcusable, en comprobar de nuevo que hay lo que hay y basta, que hay que aprender del reino de la serenidad, en incoar la idea de que hay tal vez que echarse a vivir por algún tiempo con otras coordenadas y a ver qué pasa entonces, en sopesar labores y trabajos, en comparar diversas situaciones, en dar fe de que todo tiene sus propias causas…, en fin, en ver la vida por un caleidoscopio.

Cualquier situación va tomando perfiles diferentes con la repetición, porque la vida se impone por encima de todo y al descuido de todos sus detalles. Yo no sé si eso es bueno, pero sé que está ahí, en cualquier acontecimiento que se asienta en el tiempo y en la repetición. Hablo solo de perfiles pues la esencia sigue ahí sin moverse, mordiendo cacho a cacho la conciencia, rebotando por todas las esquinas y repitiendo ecos de continuo.

En fin, que fui y volví, que me quedé y me traje aquello que siempre va conmigo, que todo es un viaje de ida y vuelta por achicar distancias. Todo sigue en su sitio más o menos. Mañana será otro día. Y también mañana amanecerá Dios y medraremos.

¿OBJECIÓN? DE CONCIENCIA

Hay días en los que te agota algún trabajo, otros en los que te agota algún pelma y otros en los que te agota un horario. Por fin hay algunos más en los que lo que te agota es la suma de todo lo anterior.

Hoy seguramente ha sido uno de ellos. La convivencia resulta realmente difícil y hay reuniones de trabajo en las que las opiniones son tan diversas y tan diferentes que a uno únicamente le queda el resguardo del silencio. Así que me quedaré en él.

Pero hay otras noticias que alcanzan la diana en su lugar más céntrico. Se ha resuelto judicialmente el asunto de la objeción de conciencia en la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Y se ha hecho en contra de los que querían objetar. No es una sentencia más y a mí me resulta más cercana porque afecta a algo que tengo muy cerca en mi profesión.

El asunto general de la objeción de conciencia no se debería despachar con dos palabras, pero, en este caso, tal vez habría que hacerlo con una sola. No quiero seleccionar pues tendría que ser cualquier taco o expresión malsonante dedicados a estos objetores. Existe una figura jurídica que se llama acusación temeraria. Me parece que es el caso. Tendrían que haber condenado a los acusadores porque lo que buscaban no tiene ni pies ni cabeza. Tras todo este ruido no hay otra cosa que una sarta de mentiras, de integrismo y de lucha escandalosa por parcelas de poder. Me parece que la derecha se ha visto pillada por el tipo de oposición salvaje y sin sentido de la anterior legislatura y la inercia les ha llevado a este espectáculo bochornoso. En el fondo se contraponen elementos de oposición entre razón y religión, entre sabiduría y superstición, entre conciencia crítica y modorra mental. Y religión, superstición y modorra mental favorecen a los de siempre, a los inmovilistas y a los del “orden” para que todo siga como está. Me gustaría que, ya con la sentencia en la mano, se siguiera discutiendo sobre los contenidos y sobre los propósitos de esta asignatura naturalmente después de haber leído el texto jurídico y al menos alguno de los textos que se critican. Y, ya de paso, sobre los de todas las demás, tal vez para ver si sirven por sí mismas o si sirven en función de algo. Volveríamos de nuevo a repensar para qué enseñamos matemáticas o lengua, si para transmitir conceptos o para formar ciudadanos. Y volvería a aparecer la derecha y la izquierda. Y se volverían a poner de manifiesto los intereses de una ideología y de otra (si es que la otra es alguna ideología: yo lo dudo, por utilizar un eufemismo). Y tal vez hasta se pondrían de manifiesto otras situaciones sociales. Y acaso hasta alguno se rebelara y propusiera algún cambio de estructuras económicas y de poder. Y lo mismo hasta se caía alguna superstición. Y…

Estoy contento con esta noticia. Creo que tiene un largo alcance. Me preocupan dos variables. La primera es que el tribunal se embarque en dar consejos en algo que no le compete en absoluto: solo tiene que juzgar la legalidad o ilegalidad de lo que se le consulta, lo demás corresponde al legislativo. La segunda será la de seguir comprobando hasta qué punto este Gobierno se sigue “acongojando” en asuntos que tocan, aunque sea de refilón, a la religión y a sus representantes jerárquicos.

El Consejero de Educación de la Junta de Castilla y León decía hace un rato: “comprendo el desazón de los objetores”. Lo decía así, en masculino, seguramente desconociendo el significado -del uso ya se ve que no tiene ni idea- de esta palabra. Yo no siento la desazón; siento alegría por lo que se ha producido hoy. Y no llego a comprender cómo se puede haber llegado hasta aquí si no es desde la mala intención o desde la ignorancia más supina.

martes, 27 de enero de 2009

ASÍ, SIN MÁS, SIN MENOS

Me gusta imaginar cómo se pone en pie la ciudad, esta estrecha ciudad en la que vivo, igual que las demás, como todas las otras que se acuestan y vuelven a la vida cada mañana.

Esto no es lo que era, por supuesto. En los años pasados, a estas horas ya había muchos obreros atendiendo telares, soportando los ruidos de las máquinas, viendo tejer la vida y haciendo las urdimbres. Aquí se trabajaba día y noche, con turnos, sin descanso, dando pábulo al negocio y al progreso. Habría mucho que hablar sobre el asunto: los pocos tiempos libres, la falta de cultura, las escalas sociales, el desarrollo sin control, la rueda infinita del tiempo y del trabajo…

Hoy todo es diferente. Apenas imagino a algunas personas velando por la noche y al cuidado de que esta rueda no se pare: ambulatorios, residencias de ancianos, algunos vigilantes, los que preparan pan, los de la basura, cualquier trasnochador despistado y poca cosa más. Al resto lo imagino descansando, perdido entre las sábanas, reconciliado con su propio sueño, reponiendo esperanzas, deseando o huyendo de la siguiente aurora. Me asomo a las ventanas con mi imaginación y encuentro escenas de toda condición. No quiero describirlas pero me paro a verlas, a contemplarlas y a considerarlas. Soy un poco fisgón, bien que lo siento.

Escribo cuando la luz se afana en encontrar su sitio en esa divisoria imprecisa entre la noche y el día: está amaneciendo en Béjar. Se descubren los límites de las cosas, se alzan a la certeza los objetos, se aclara la mirada, el horizonte se está haciendo limpio y el día gana peso. A estas horas la mitad de los días ya estoy dando mis clases, tratando de aclarar algún concepto, poniendo en marcha la voluntad y el espacio de la mente. Sé que hay gente que ahora mismo se afana en poner en pie su propio cuerpo, en descubrir que están en otro hermoso día, en entender que las obligaciones aguardan pero que es una suerte enfrentarse a ellas y poder contarlo; sé que hay otras gentes que temen a las horas futuras, que solo ven color gris oscuro en el horizonte, gentes que siguen en su dulce sueño y gentes que se mantienen en él en duermevela y con poquitas ganas de volver a las calles y a sus ocupaciones.

Al fin todo es poner en pie la vida, las buenas y menos buenas ilusiones, los hechos imprevistos, el tiempo en la conciencia, los espacios de siempre y la rutina, las caras de los suyos, las de la risa puesta y las de la tristeza, todo lo que aguarda dentro y fuera en otro día más, en una fecha más, igual que cualquier otra.
Dentro de un rato, las aceras se llenarán de gente que las puebla, que las pisa y las gasta, que va y viene hacia ninguna parte, que se deja llevar por el reloj, por las prisas y por su propio instinto. Hasta que de nuevo la luz quiera marcharse y dejarlos otra vez en posición de firme y de descanso.

Y yo saldré también a caminar la vida: al pan, a dar mis clases, a mirar lo que pasa y lo que ocurre, a pensar en mí mismo, a tomar otro vino con una buena tapa, a charlar de lo bueno y de lo malo, a tender y a planchar que hoy hace falta, a leer otro rato sin saber hasta dónde resulta productivo, a sentirme querido y a querer un poquito, a pensar en los míos, a dar forma a unas líneas que se atreven tímidamente a ponerse en pantalla, a dar forma concreta a cualquier pequeño proyecto, a mirar el espacio y a ver pasar el tiempo. Como cada mañana, como siempre. Así, sin más. Sin menos.

lunes, 26 de enero de 2009

!!!UN BUEN CIUDADANO!!!

Según los cánones al uso, hoy me he convertido en un buen ciudadano y he actuado como un ser casi responsable. Eso según las reglas del mercado y del desarrollo este que se lleva por ahí.

Por la tarde, y sin demasiada previsión, nos hemos ido a Hervás y allí hemos dejado nuestros euros en compras de piel. En realidad yo he sustituido un chaquetón de veinte años largos de antigüedad y uso por otro de piel que me servirá otro porrón de años. O sea, que me he puesto en plan consumidor y he puesto un grano de arena para que se creen puestos de trabajo. El mismo empleado o dueño me lo recordaba también cuando le entregué mi tarjeta de crédito para que me cobrara. E incluso al salir del local el dueño volvía sobre el asunto, en este caso con menos certeza por su parte en que lo que decía fuera realmente cierto. En realidad reconocía que el sistema no funciona y hace aguas por muchas partes. Muy a punto estuvimos de entablar una charla teórica sobre el asunto, pero el espacio no lo recomendaba y la noche se echaba encima.

De fondo oigo al Presidente del Gobierno esforzándose en contestar a preguntas que le formulan espectadores en televisión. Y también él mismo suplica a todos un esfuerzo en esto del consumo.

Deben de tener todos un poco de razón si tanto se empeñan. Además, tienen sus teóricos que cavilan todos los días, aunque no acaban de ponerse de acuerdo ni proponen ninguna receta sabionda. Me parece que todos aspiran, como mucho, a sostener el sistema que tenemos y, de paso, a obtener para ellos y para sus allegados el mayor beneficio posible.

Sigo pensando que lo que realmente nos falla es precisamente el sistema y que su desarrollo incontrolado nos conduce al abismo. De hecho ya estamos en el abismo y en la sinrazón, en la especulación pura y descarnada, en el sistema de números y de dividendos en lugar de movernos en los predios de la realidad. Todo es ficticio, todo es mentira, nada se apoya en otra cosa que no sea apariencia y compraventa de ceros a la derecha y a la izquierda de las cartillas, el ser humano ha quedado como elemento secundario. Y así nos va.

Me gustaría entender por qué razón, si yo hoy he contribuido a animar un poco la economía, no me he renovado el vestuario cada menos años, o cada año, o cada mes, o cada día, o cada hora. Sencillamente demencial, inhumano y embrutecedor.

Y una variable de tono menor pero no desdeñable: en épocas de rebajas, los que pueden cargar de verdad para todo el año son los que realmente menos lo necesitan, o sea, los que podrían ir cualquier mes a renovar sus necesidades. Otra prueba más de que el sistema sigue al servicio de unos pocos y se sirve de todos los demás a su antojo.

En fin, proletarios del mundo, consumid, el sistema espera mucho de vosotros y no podrá continuar sin vuestro esfuerzo diario, volved a atiborraros de necesidades y de excesos, poneos al servicio de la rueda infinita. Y mañana ya veremos.

domingo, 25 de enero de 2009

LA VERDAD DEL MICROCOSMOS

Definitivamente, los espacios y los tiempos son reducidos y sus límites los ponen los propios usuarios. O sea, que partimos de nosotros mismos y a nosotros mismos volvemos. Nuestras vidas se resumen en unas cuantas experiencias y en el limbo quedan todas las demás infinitas posibilidades, todo aquello que pudo ser y que nunca fue ni será.

Articular las consecuencias de este hecho no sé si merece la pena siquiera. Es verdad que, con frecuencia, alzo la vista y la imaginación, mi mundo se expande y alcanza otros límites más extensos. Pero también es verdad que, cuanto más se aleja, menor parece que es su intensidad. Es cuando vuelvo a lo próximo cuando me encuentro más implicado, cuando entiendo que todo depende un poco más de mí mismo y cuando, al fin y al cabo, vivo la vida con un poco más de tensión. Por eso entiendo tan bien la importancia que tiene convivir razonablemente con los allegados, no dar aquiescencia gratuita a cualquier cosa que llegue de fuera y pensar que lo que pueden hacer los que andan a mi lado, si le ponen ganas y un poco de razón, no desentona en nada de los santones de cualquier asunto y de cualquier especialidad. Ya sé que no se lleva todo esto, y menos en el mundo publicitario y publicitado que me ha tocado vivir, pero cada día lo siento como algo más real. Y, si yo lo siento, al menos para mí es más real.

No quisiera caer en el provincianismo ni en el aldeanismo, peo no me aparto del provincialismo y de las variables locales, por ejemplo. Cerca de mí sé que hay gente que piensa y que no lo hace mal, que hay gente que escribe y que no desentona en absoluto, que hay gente que hace música y yo la puedo escuchar, que hay gente que trabaja tan bien y tan mal como los de otros lugares, que hay gente que educa y tiene mirada alta, que hay gente que ama y ama sin egoísmo, que hay gente solidaria y lo es desde unos principios, que hay gente que sufre y se pregunta las razones de esos sufrimientos, que hay gente que pasa por el mundo con cierto honor y con cierta coherencia… Y que hay gente que no tiene ni un pase y pasa sin pena ni gloria rozándome casi. Y quizás no sea poca en número.

Sé que puedo crear desde mi habitación y desde mi terraza, que puedo viajar desde mi biblioteca, que puedo conversar sin ir muy lejos, que puedo proyectar para todo aquello que me rodea, que puedo alzar mi voz para gritar o para aplaudir lo que se halla a mi lado, que tengo un campo inmenso en el que arar sin pausa aquí mismo. Y, por si fuera poco, tengo una ventana electrónica que me trae hasta mí mismo todo el mundo, la voz de todas las personas y las pulsiones de todos los lugares.

Proclamo la verdad del microcosmos, la intensidad del aquí y del ahora, la certeza del yo como argumento. Será sencillamente que soy un egoísta, acaso será eso.

Y no excluyo por ello a todas las demás voces, no sé ser yo sin ser nosotros ni entiendo al ser humano sin ser un poco todos. Desde todos los sitios, desde todos los ángulos.

sábado, 24 de enero de 2009

ES UNA MELLA MÁS

Otra vez hoy mi día se me ha partido en dos mitades distintas en preparación y en emociones. Los meteorólogos no querían que los pillaran otra vez distraídos y auguraron para hoy casi el fin del mundo. Todo pintaba en bastos para quedarme en casa y dejar para otro día la salida al campo. Pero la mañana apareció serena y despejada, sin ventarrones que destrozaran todo, y allá que nos fuimos, por el camino de Montemayor, a hollar las carreteras, a sentir que este sol anuncia ya otras cosas, que hay brotes incipientes en algunos árboles, que el río baja bravo con todas las aguas del deshielo repentino, que el castillo encantado sigue en el mismo sitio, que hay ganado pastando por todas las praderas, que los puentes de la nueva autovía se van haciendo fuertes y pronto estarán listos, que el valle se recoge del frío y nos acoge con sosiego y templanza, y que en él nuestra charla fluye más cantarina. Así hasta el mediodía.

La tarde fue otra cosa. Salamanca y mi madre, su perorata eterna (hoy estaba un poquito más intranquila), los pasillos de luz, mis pensamientos, una vuelta, otra vuelta y una tercera vuelta para volver a empezar con otra vuelta, los pequeños paseos a pie y con nuestro apoyo, los graciosos saludos de Palmira, un vasito de zumo y su rechazo, Juan Pablo y su agradable compañía, Nena y la sensación de estar ahí siempre, llamadas de teléfono (“¿Cómo se da la tarde?”), las horas de la noche y el regreso, esa pequeña espina que queda siempre ahí dentro, la vuelta a lo mostrenco y ordinario, mi cabeza en camino de ida y vuelta, “un no sé qué que quedo balbuciendo…”

Es una mella más en mi barra del pan, de aquel pan que recogía siendo niño en la olorosa tahona de tía Tilde, y que pagaba alguien cuando ya no cabían más rajas en el palo. Es el pan de mi vida, de una vida sin más, como las otras, aunque me pertenece por completo.

viernes, 23 de enero de 2009

HAYA PAZ Y SOSIEGO

Dedico todos los días un buen rato a navegar por la profundidades de la red. Casi siempre desembarco en los mismos puertos y me baño en las mismas playas. Uno es animal de costumbres, qué le vamos a hacer. Y el tiempo es el que es y no da más de sí. Me gusta dar paseos por las aceras de los barrios de mala reputación, tanto en un sentido como en otro. Parecería que me fuera la marcha porque hay lugares en los que me huele todo a azufre. No sé por qué razón tengo que alimentar mi certeza de que al menos eso que leo en esas páginas, al menos eso, no será mi camino personal.

Podría reproducir ejemplos de este lado del río a montones, pero hoy anotaré algo del otro lado, de aquel en el que me siento más tranquilo y con el que me siento más identificado. Creo, no obstante, que habría que calmarse un poquito más y soltar las píldoras con más horas de intervalo porque, si no, el enfermo se nos puede quedar en la operación.

Ahí va la perla. No sé quién la ha escrito pero me recuerda a otra doble, publicada en Béjar Información, y que tenía que ver con el entonces presidente de gobierno, el inimitable Aznar, y con una subida desproporcionada de los sellos de correo como pretexto. Yo fui autor de la segunda parte. Aún hoy cuando la releo me río a carcajadas pero me digo: coño, qué mala leche reconcentrada.

“La puta, la gran puta, la grandísima, puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristo loco el rabioso y a Pedro-piedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes con la Humanidad.”

Así anda el patio. Vaya un desahogo. Cálmate, colega, que te nos vas en el intento. Con estos ímpetus no se puede dialogar. Pero vaya un ejercicio de adjetivación, de metáforas y de léxico que se ha marcado el tipo. Sospecho que alguna cualidad de denotaciones y de connotaciones positivas sí se podría añadir. Al menos para toda esa gente que no está en el aparato y que deja su vida a favor de los demás. Pero quizás es más importante comprobar en qué tiene razón o sinrazón toda esta ristra de ajos picantes que se amontonan en el escrito. Menudo repaso histórico. Aconsejo empezar por esos datos. Pero hágase con calma, por favor. Y sin apasionamiento desmedido. Hay comidas que saben mejor servidas frías: provocan una digestión más reposada.

N.B. El texto no tiene título: parece innecesario.

jueves, 22 de enero de 2009

MACEDONIA

A)Con frecuencia lamento lo que yo creo que es falta de personas que alcen la vista y miren tratando primero de describir la realidad que les rodea y que después se propongan la búsqueda de alguna solución que mejore el presente. Pues claro que las hay. Y lo mejor es que lo hacen sin aparente necesidad y sin que ello les suponga ningún beneficio personal, al menos inmediato. Admiro a esas personas y, cuando las descubro, procuro darles las gracias.

Ya conozco pros y contras de la acción individual pero la vida en sociedad resulta sencillamente inevitable. La dificultad cada día más esencial es la de la población y la organización de las vidas de las personas que la componen. La variante social como componente del ser humano me parece tan evidente que no se puede dejar en el olvido, ni siquiera en su definición. Vivimos en comunidad: me levanto y encuentro gente, me acuesto y sigo encontrando gente a mi lado. Y el día me ofrece relaciones de todo tipo. De muchas huyo y otras las procuro. Todas están ahí.

De tarde en tarde rebota hasta la superficie la presencia de alguien que se embarca en esa búsqueda de soluciones para todos de una manera racional. Me daré cuenta de ello pronto. De momento anoto mi contento por la existencia del intento. Los resultados serán los que sean y tampoco espero demasiado; las intenciones ya están puestas. Gracias.

B)La tarde me ha llevado hasta Manolo y la casualidad ha querido que tuviera encima de la mesa una antología de Ángel González. Enseguida nos hemos puesto manos a la obra con alguno de sus poemas. Ha sido solo un ratito, pero un ratito para salvarlo del olvido. Hace ahora un año que se marchó el poeta. Nos dejó su palabra. Y con ella sus ideas, su ironía finísima, su alma llana y su ejemplo. Me gustaría encontrar gente que de manera espontánea se prestara a la lectura y al comentario poético. Sé que hay gente por ahí pero yo no soy capaz de sacarla de casa. Lo pasaríamos muy bien.

C)Tengo varios ahijados creciendo y dando guerra. Se me van haciendo mayores todos ellos. Nunca he sabido yo qué es eso de ser padrino y siempre se han empeñado en que lo sea. No ejerzo de tal, pero los quiero a todos y algún día tendría que reunirlos en torno de una mesa, que tendría que ser grande pues son varios. Hoy cumple años Felipillo. Y se ha hecho ya mayor: dieciséis años. Él es un buen testigo del paso del tiempo y de lo que eso significa para mí. Felicidades, ahijado. Siéntate un rato, si eres capaz de estarte quieto, y échate a pensar en esta vida, en tu vida, en ti mismo y en todo lo que te rodea. Verás qué espectáculo tan variado. Y bébetela a sorbos sin descanso, no lo pienses, que toda es para ti. E invítame a un pastel, no seas tacaño. Un beso y un estirón de orejas.

miércoles, 21 de enero de 2009

TRATADO DE NATURALEZA HUMANA

Termino la lectura y reflexión de la parte fundamental del “Tratado de la naturaleza humana”, Hume. Seguiré rumiando pero más despacio. Me llama la atención su sentimiento final de melancolía y de desilusión, después de haber dedicado todo su esfuerzo en indagar las posibilidades de la mente humana, y de haberlo hecho con la mejor de sus intenciones.

Su obra supone un zapatazo al idealismo en su versión más irracional y un impulso enorme a la mente humana y a su capacidad de razón. Este zapatazo es racional y no pasional como el que le lanzaron al presidente beodo de los Astados Unidos que ha dejado el cargo. En alguna medida, es la base del empirismo inglés, que, junto con el idealismo alemán, forman las dos ramas fundamentales del pensamiento filosófico moderno. Pero, ay, los resultados y la investigación llevaron a Hume a la certeza de los límites evidentes de la mente y de la razón, a la confirmación de que podemos llegar a pocos sitios de manera segura y a la seguridad de que nos movemos en la vida a ciegas y a trompicones. Aunque tuvo los reaños para partir del hombre y para volver al hombre en sus investigaciones. Como para sacar pecho y proclamar dogmas. Ya, ya. Al final ser trata de otra versión de aquel “solo sé que no sé nada”.

Y es que siempre pasa: cuanto más se indaga, menos seguridades se producen y más aristas se le traslucen a la realidad. Conviene saber con qué honradez nos enfrentamos a la vida desde estas consecuencias. Hay quien levanta la cara como si conociera todo el horizonte. Pobrecillo. Y hay quien la esconde por miedo a mirar de frente. Pobrecillo también. Qué difícil es conjugar ambas posturas. Porque hay que vivir a pesar de todos los pesares, y hay que enfrentarse al tiempo y al espacio, y hay que levantarse cada día, y hacer como que se sabe, sabiendo que no se sabe nada, y engañarse a todas horas, pero sabiendo que se vive en el engaño, y articular las horas como si bien supiéramos lo que ha de sucedernos en el futuro.

¿Por qué, pues, el deseo de seguir en la lucha racional? Estas son sus palabras: “Siento crecer en mí la ambición de contribuir a la instrucción de la humanidad, y de ganar renombre por mis invenciones y descubrimientos. Estos sentimientos surgen en mí de un modo natural en mi disposición presente, y si tratara de disiparlos dedicándome a otra tarea o divirtiéndome en otra cosa, siento que me perdería un placer: y este es el origen de mi filosofía.” Al fin y al cabo, como él mismo reconoce, “los errores en materia de religión son peligrosos; los de la filosofía, solamente ridículos.” Tal vez por eso concluya así: “La Naturaleza humana es la única ciencia del hombre.”

Suscribo el planteamiento y me declaro egoísta y egotista. También con melancolía y desesperanza.

martes, 20 de enero de 2009

I HAVE A DREAM

Supongo que a estas horas, primeras del Día D, habrá muchas manos tecleando las letras del nombre OBAMA. Resulta casi inevitable por lo que supone de simbólico.
Reconozco, una vez más, mis reticencias con todo lo que llega desde la meca del dinero y del celuloide, pero también desde mi admiración por alguna de las señas que distinguen a esa comunidad. Mis contactos con norteamericanos únicamente se han producido por dos vías, la de los medios públicos de comunicación y la de la lectura de algunos de sus escritores y las clases con alumnos norteamericanos en Salamanca. Desde esa perspectiva pienso y anoto.

Yo también tengo un sueño, pero me dura poco, despierto pronto de él y lo hago con alguna pesadilla. Cuando despierto, todavía veo a más de cuarenta millones de estadounidenses mendigando a la puerta de los centros médicos por no poder pagarse su curación, veo sus rascacielos lujosos desde donde se deciden tantas cosas que tienen como interés principal y casi único el beneficio de los accionistas, contemplo a buena parte de la sociedad sumida en una especie de mesianismo que los empuja hacia su interior pero desde la comodidad y no desde el razonamiento, me aturden los ruidos de las armas de combate “poniendo orden” en el mundo al son de lo que se decida desde unos despachos, y confirmo una escala de valores que en casi nada me complace y que tiene como meca la escala que transmite al resto del mundo esta comunidad a través de sus terminales, y que es seguida con papanatismo por el resto de los países. Y observo muchas más cosas que me dejan perplejo y con desasosiego.

Yo también tengo un sueño, pero me gustaría levantarme con más tranquilidad de él. Me gustaría que el imperio no fuera único, que las sinergias que puedan producir los seres que habitan el mundo no tuvieran la cortapisa de tener que orientarse hacia el único vértice de mando que se observa. Me gustaría que esa sociedad, aparentemente tan adelantada, diera cauce, sin ver fantasmas por todas partes y sin persecuciones, a la libertad de pensamiento y a la discusión serena sobre otras posibles formas de organizar la vida de las comunidades. Me gustaría que todas las realidades y los avances que allí se generan tuvieran como fin el bienestar de toda la comunidad internacional y no solo la de las grandes compañías. Me gustaría que, junto al valor de la persona como ser individual, se tuviera en cuenta la absoluta necesidad de considerar la dimensión social del ser humano, y que, como consecuencia, todas las energías y las políticas tuvieran un sesgo más social. Me gustaría que esa escala de valores que transmiten a diario al mundo tuviera más de normalito y de racional, y menos de estrellas de Hollywood, con su humo y su nada a cuestas. Me gustaría…

Yo también tengo un sueño, y espero que en parte se cumpla. Porque lo deseo y todos lo necesitamos. El nuevo presidente del imperio tiene un camino difícil pero cuenta con el impulso de todos los hombres de buena voluntad del mundo. Me gustaría que entendiera que ahora mismo es un símbolo y que no puede perder esa condición. Por detrás ha dejado la nada y la subnormalidad, ha dejado a un presidente subnormal, imbécil, beodo y mesiánico. Imposible alcanzar tanta estulticia y tanta sinrazón. Algo tenemos ganado por ahí. Pero, desde esa nada, no será sencillo reorganizar el campo quemado extendiendo los brazos hacia los demás países que aguardan ese empuje. Hay tanto lobo suelto, tanto interés pendiente, tanto egoísmo al acecho, tanto patrioterismo camuflado.

Yo también tengo un sueño. Estoy ilusionado pero no me hago ilusiones. Sé que muy pronto llegarán los errores y los egoísmos, y sé que lo que se esperaba azul y blanco se convertirá en gris y hasta en negro. Pero no empeorará: es imposible. Con poco me conformo. Y, como son tan de aparato y tan aparatosos y litúrgicos, que Dios los bendiga y que a todos nos coja confesados. Hala.

lunes, 19 de enero de 2009

LA IMAGINACIÓN AL PODER

Las impresiones que me producen las cosas dejan en mí una huella que no sé cuánto dura ni si tiene fin en algún momento. Sí sé que, según el caso que les haga, las impresiones son más o menos fuertes y que yo puedo encararme a ellas con distinta intensidad. Este proceso se me puede quedar en una creencia, en una conjetura, en una posibilidad, en una probabilidad o en una certeza. Si más tarde no reafirmo cualquiera de estas posibilidades con prácticas o repeticiones, sus contornos se me vuelven cada vez más débiles hasta quedarse en bruma y no sé si en nada.

Me pregunto cuáles y cuántas son las impresiones que a mí me pueden llevar a cada uno de estos niveles. Desde luego al de las certezas, muy pocas. Mi reino y mi estado natural es el de la duda. La certeza absoluta me parece que aplasta y que deshumaniza. Pero tengo que reconocer que me gustaría guardar un pequeño ramillete de certezas a las que poder acudir en todos los momentos de flaqueza y de desengaño. O sea, que me gustaría ser un poco más animalote en algunas ocasiones y ceder al mundo de la tranquilidad tanta desconfianza.

Como mi razón (¿solo la mía?) alcanza tan pocas veces el grado de la certeza, me queda el extremo de las creencias para situarme en el mundo de la tranquilidad. Pero me parece que también es el ámbito de la cobardía y de la falta de honradez intelectual. Pienso, claro, en el mundo religioso, pero también en el mundo de la razón, en el que también se trabaja con las creencias como grados leves de aproximación a la verdad.

Parece que me queda el mundo difuso de las conjeturas, de las posibilidades y de las probabilidades. Y así ando por el mundo, como a gatas, cayendo y levantándome, tomando certeza de la imposibilidad de controlar las cosas y buscando escapes en la creación ocasional de mundos personales en los que las impresiones las creo yo mismo y las realidades las forjo yo también a mi manera.

Es el mundo de la imaginación el que me permite liberarme y el que me lleva a instalarme en el mundo que yo creo, en la realidad que me interesa, que puede ser próxima a la externa, si es que esta existe fuera de mis impresiones, o puede no parecérsele mucho. Y desde el mundo de la imaginación, al de la creación. No hay más que un paso, una simple actitud. Y un cambio cualitativo muy visible. Es este otro mundo que también te puede doler y te puede sangrar y te puede hacer reír y te puede hacer vivir… Y que te obedece por momentos, o se enfrenta contigo. Pero al que tú le puedes hacer frente o arrojarlo al olvido. No es poca cosa.

N.B. Yo no soy hijo ni nieto del 68. No me enteré de nada en aquel momento. Como casi todo el mundo, salvo los hijos de cuatro privilegiados y ricachones. Pero sirva el título para su recuerdo.

domingo, 18 de enero de 2009

ES BASTANTE QUE SIENTAN TU PRESENCIA

Yo percibo las cosas a mi modo porque nacen en mí y hacia mí vuelven. Pero otros también perciben las mismas realidades (¿las mismas?) que yo y me hacen llegar de vez en cuando perfiles para mí desconocidos o interpretados de otra manera. Cuando paro mis pasos y me siento a escuchar a esas personas, me entra cierto desasosiego pero entiendo que merece la pena echar un repasillo a esos consejos.

A veces esas indicaciones tienen que ver con realidades sobre las que se pide no actuar demasiado, o al menos hacerlo de otra manera; e incluso, en ocasiones, se hace ver que tantos cariños pueden provocar algún desajuste no buscado en las personas a las que se los dispensas. Parece imposible en la teoría y hasta contradictorio. Pero hay casos y casos. Y hay circunstancias varias. En alguna es bastante que sientan tu presencia y es menos conveniente alterar el ritmo normal de los acontecimientos. Está muy bien vivir dejando que los demás también vivan y que se acostumbren a comer cada día la misma ración de presencia y de cariño. Un hartazgo provoca desequilibrio y alteración del ritmo. Aunque me duela mucho, prometo que lo voy a tener en cuenta

Quizás no me hace falta ser más explícito porque yo bien me entiendo y sé muy bien cuál es la persona a la que aplico la reflexión.

Hoy también hacía frío en la ciudad y las luces marcaban su presencia. Y yo las contemplaba desde aquella atalaya.
Por lo demás, anoto la importancia que tiene para el ser humano la repetición de acciones. Esa repetición serena los sentidos, atempera la dura realidad y da sosiego al ritmo de las cosas. Menos mal.

sábado, 17 de enero de 2009

CUMPLEAÑOS


HOY serán mis sentidos para ti,
dedicaré mi fuerza y mis impulsos
a descubrirte un poco más si puedo.

Te miro y necesito tu mirada
porque, si tú me miras
con tu mirada limpia y despejada,
serán mis ojos limpios
y todo será diáfano y profundo.
Huelo tu rastro en todos los pasillos.
Toco cualquier objeto y todo es blando,
como los hondos valles de tu cuerpo.
Todo me sabe a ti.
Y los ecos, los ruidos, los sonidos,
son siempre tu palabra.

Somos ecos tejidos por el tiempo,
enlaces anudados sin remedio
en un azar gozoso.

Cumples de nuevo años y, a tu lado,
quiero sentir la vida y sus latidos.

viernes, 16 de enero de 2009

CON BUENAS GANAS ME QUEDO

¿Qué puedo yo salvar de esta jornada? Es más de media tarde y el sol se ha retirado. La noche se avecina y llevo mucho rato rastreando por el mundo a través de la red. Suceden muchas cosas pero en ninguna puedo incidir para cambiarla en algo. Nada de lo que anda por ahí me resulta ajeno pero a la vez lo siento tan lejos como aquello que me está vedado y que yo no puedo tocar porque, entre mí mismo y ese mundo, se interpone un cristal a prueba de balas que trasluce casi todo pero que no me deja otra opción que la de mirar y no tocar. Nene, eso no se toca.

Sin embargo, todo eso me araña, me golpea en el cuerpo y me hace tambalear demasiadas veces. Luego supuro un poco y, con frecuencia, destilo algunas líneas de todo lo que fermenta en los adentros. Solo tendría sentido todo esto si yo fuera capaz de trasladar algunas consecuencias a mi actuación diaria, a mis pequeñas cosas, a mis pasos y a mis ocupaciones, a mis palabras y, sobre todo, a mis acciones.

¿En qué me afecta a mí que haya dimitido el presidente del Real Madrid, un tal Ramón Calderón? Pues llenará espacios y tiempos durante la semana. Tal vez yo me duerma esta noche con palabras de fondo en las que se glosen hasta el detalle su actuación y sus glorias y miserias. ¿Y qué? ¿A mí qué se me da? Mañana abriré internet y todas las primeras páginas estarán llenas de los mismos datos. Y la televisión, y la radio, y los periódicos…

E incorporaré a mi vida, hasta que los medios quieran, el runrún de los dirigentes del fútbol, como si la comunidad se jugara su vida en el intento. Después, cuando ellos lo deseen, de acuerdo con las leyes del comercio, se sustituirá el telón de fondo por otras imágenes, y a seguir dejándose llevar por la inercia.
Dicen las normas del periodismo que las noticias se eligen, entre otras razones, por la celebridad de los personajes y por el interés que pueda mostrar el receptor ante lo que se le ofrece. Qué falsedad de toda falsedad. El medio es el mensaje y nada más. Si ya está muy estudiado y contado todo. El asunto tiene mucho más que ver, como siempre, con intereses económicos y con estados de opinión que favorezcan las escalas de valores que interesan.

¿Qué me queda por hacer? ¿Dormir? ¿Promover en mí la ceguera y la sordera? ¿Retirarme a un convento de clausura a leer, a escribir un poco y a cantar gregoriano? Con buenas ganas me quedo. No sé muy bien dónde esconderme.
Si todo parte de mis sentidos y vuelve a ellos transformado, me gustaría que, por el camino, las sensaciones se impregnaran de algo de color y de razón, de un poco de sentido común y de una escala de valores que no me deje casi siempre en la estacada y en la más absoluta de las miserias.

Ando engolfado en Hume y tampoco es que me ofrezca caminos de salvación precisamente. O sea.

jueves, 15 de enero de 2009

Y NO SUPE QUÉ HACER

Las gentes dialogaban en voz baja delante de la puerta del tanatorio. Eran bastantes las personas que se hallaban en aquella especie de acera. Dentro imaginé más gente, gente de la más allegada, de la más próxima al fallecido. Porque se aproximaba la hora del entierro, marcado para las cinco en punto de la tarde. Y, aunque el día pintaba gris y oscuro, había mucha gente dialogando en la puerta del tanatorio. Solo se distinguían por el tono débil y apocado de su voz; por lo demás, podrían haber sido paseantes del Parque a media mañana.

Y hablaban de sus cosas, de las cosas que no tienen mucho sentido, de las minucias de cada día, de lo que sube la cesta de la compra y de la crisis, del perro y de los niños, de la nieve, del frío.

Y dentro estaba el muerto, con sus deudos. También estos eran deudos, pero los otros, los de dentro, eran los que tienen que estar a pie de obra, acompañando al que dice adiós, al que ya no responde ni se entera, y, sin embargo, se siente honrado con tener a la gente pendiente de su cuerpo. Todavía alguno de los más serenos se afanaba en confirmar algunos actos del entierro: las coronas, los coches, algunos familiares que llegaban tarde…

Muy cerca del féretro, la viuda mostraba silenciosa su cara indefensa y desconcertada, hundida en sus recuerdos y asustada ante el futuro que se le echaba encima. Todo el pasado era ahora para ella hermoso. Había borrado del horizonte cualquier momento negativo y apenas conservaba los días azules junto a su marido. Pero no decía nada. Tampoco oía a los otros.

Los miré un breve tiempo mientras me aproximaba hasta la peluquería, muy cercana al tanatorio. Tampoco yo supe qué hacer salvo pasar sin hacer ruido y procurando no llamar la atención.

Cuando salí de la peluquería, el cortejo fúnebre se estaba poniendo en marcha. Los coches enfilaban la calle camino de la iglesia. Yo me paré un momento hasta que la calle quedó despejada. Tampoco ahora supe qué hacer ni qué pensar. En lo alto del nido se posaba una cigüeña. Era la primera vez que la veía en el presente año. El cielo seguía gris y la tarde se estaba oscureciendo.

miércoles, 14 de enero de 2009

DESDE EL SER HUMANO

Cuando un ser humano se inicia en el conocimiento, se sumerge en una mezcla extraña que lo lleva al descubrimiento paulatino de sí mismo y de los elementos que se hallan fuera de sí. El niño pequeñito descubre de repente sus manos y el valor que poseen para coger cosas; cualquier día se da cuenta de la situación de sus ojos o de sus pies, y acaso al día siguiente se sorprenda ante el espejo identificando las partes de su cara. Cualquier otro día descubrirá su sombra como primera proyección de su cuerpo, o entenderá que hay algo que se llama gusto y que selecciona alimentos, o la necesidad de cubrirse porque hace frío.

Junto a estos elementos que se mantienen en él mismo, aparecen otros que llegan desde afuera y que le hacen tomar conciencia de las otras cosas. Ahí están sus padres, o los otros niños, o el pueblo en el que viven, o un concepto sencillo que se asoma a su mente. Seguramente después llegarán la lectura y la escritura, y los deseos de ir aclarando conceptos y verdades que se ocultan a una mirada limpia e inmediata. Y ahí fraguará alguna lógica que lo acerque al razonamiento y que lo llevará hasta donde su desarrollo o las casualidades quieran instalarse.

En todo el recorrido, por muy largo que resulte este camino, no hará otra cosa, si no quiere perder lastimosamente el tiempo, que irse descubriendo a sí mismo en todas las posibilidades. Nada tendrá sentido si no parte del mismo ser y vuelve a él mismo para su aprovechamiento. Al fin y al cabo, todo conocimiento debe tener su asentamiento en los sentidos de la persona y ellos son el principio y el fin del recorrido.

Por eso, si las realidades exteriores son tales, lo son, en cuanto al conocimiento se refiere por lo menos, como creación de los propios sentidos, pues ellos las perciben, cuando no las crean desde sus propios intereses.

¿Cómo se puede llegar, por tanto, a demostración de la existencia de realidades si no es partiendo de la realidad del ser humano? Acercarse y penetrar la realidad humana, desde sus elementos físicos, tendría que resultar tarea prioritaria para todos. La verdadera ciencia, acaso la única ciencia, es la ciencia del hombre, la del conocimiento de sus realidades, de sus partes, de sus posibilidades de conocimiento, de la encarnación de sus anhelos y de sus aspiraciones. Y toda la fundamentación de esa ciencia del hombre tiene que basarse en la experiencia continua y en el ordenamiento lógico que de esa experiencia realicemos. De todo tipo de experiencias, pero que sean experiencias razonables y de base humana; entre otras cosas porque todas lo son, a no ser que tengan que ver con imposiciones irracionales y, entonces, poco o nada tienen que ver con el ser humano.

Tengo la impresión de que vivo en un mundo preñado de supersticiones y de imposiciones irreales en las que el ser humano es más sujeto pasivo que creador activo de sus realidades: religión, loterías, supersticiones, costumbres, escalas de valores sociales…

A por el hombre y sus primeras realidades. A por mí mismo. Con mis escasas posibilidades y con mis miserias.

martes, 13 de enero de 2009

HAY DÍAS...

Hay días que son levantados del polvo por el azar hasta convertirlos en algo más pulido. Aquí me refiero, como siempre, a unos simples momentos, a esos que yo también quiero levantar del olvido, como débil señal de que “algo ocurrió tal día”.

En la contraportada de El País, escribe hoy Rosa Montero un delicioso artículo: “Guerrera”, que se envenena todo por el uso equivocado de una palabra. Recuerda en él ha historia real de una anciana de 82 años que, un día “mustio y helador”, apareció a las puertas de un instituto con la pretensión fascinante de querer “aprender a escribir”.

Me emociono solo con reconstruir mentalmente la escena e imaginármela allí solita, a la puerta, helada de frío pero con la esperanza entera. La profesora que la encontró se puso manos a la obra y en ello anda, casi creando escuela, pues se le han apuntado otras dos amigas. Después reproduce unas consideraciones numéricas acerca del número de analfabetos en el mundo y en España. Termina con esas palabras: “Una de ellas -analfabeta-, la muy guerrera Mari, que en el invierno de su vida decidió lanzarse a la calle una mañana oscura en busca de una escuela en donde la enseñaran. Cuántas veces habrá soñado con poder aprender. Y cuánta fuerza y cuánta inteligencia hay que tener para perseguir ese sueño hasta cumplirlo”.

En cuanto leí el artículo decidí cambiar el rumbo de mis dos clases. Había aquí mucha enseñanza moral y mucha enseñanza lingüística. Como yo estoy convencido de que debo “enseñar para algo”, aproveché el texto para arrimar un sermón de no te menees acerca del valor de la enseñanza y, en concreto, de la lectura y de la escritura para todo el desarrollo vital. Y, cuando ya me iba quedando satisfecho, conduje mis explicaciones hacia el uso de ese “la” con valor de primer complemento (“la enseñaran”), y no de segundo, como se hace en el artículo, cambiando de ese modo todo el significado de la oración y convirtiendo a mi pobre Mari en un objeto de exposición, como si se tratara de una estampa o de una maniquí en escaparate. “La enseñaron”. Pobrecita mía. ¿Qué enseñaban de ella? ¿El pelo? ¿Sus vestidos? ¿Su boca desdentada? ¿Las arrugas propias de su edad? Qué disparate. De modo que todo lo que era un artículo sugestivo se convirtió en algo grotesco y rechazable.

O sea, que dimos clase de sociología, de pedagogía, de didáctica y, para rematar, de gramática. Y se nos fue el tiempo. Allí sigue aguardando el tema nosecuantos. Que nos espere sentado porque mañana vete a saber lo que puede surgir en el camino.

lunes, 12 de enero de 2009

NI UN POCO DE DECORO

Otra vez he dejado a Salamanca sumergida en la noche, colgada en un espacio que se me hace lejano en cuanto doy dos pasos hacia casa. Porque esta ha sido otra tarde de mimos y cuidados, de salmodias imprecisas y de paseos continuos por un pasillo eterno. He visto la ciudad anochecida después de un proceso de lenta oscuridad. Las luces salpicaban todo el espacio y se hacían más presentes y más densas a medida que las tomaba la noche. Yo dejaba correr mi vista para no quedarme ciego, pero volvía de nuevo a caminar sin tregua por aquellos pasillos imprecisos.

Tuve tiempo de devanar de nuevo la inutilidad de tantas cosas, la falta de sentido de casi todo, la sensación de impotencia ante lo irremediable, que se regodea en el tiempo y en la repetición.

Estamos muy poco preparados para encarar con ánimo la muerte. No estamos educados para dar por bueno el paso del tiempo y sus irremediables consecuencias. Pero seguramente para lo que estemos peor entrenados sea para soportar con decoro la degradación del ser humano. Es en ese trayecto en el que peor me siento, donde más pierdo pie, donde me anego y me ahogo tantas veces.

Ando buscando apoyo donde puedo. No es poco el que me ofrece algún estoico. He vuelto otra vez a Séneca. Compro cualquier boleto con tal de que me sirva de consuelo. No estoy para más fiestas.

domingo, 11 de enero de 2009

TRISTES COINCIDENCIAS



El discurrir del tiempo propicia casualidades tristes y alguna vez gozosas. Otra vez buena prueba de lo poco que podemos guiar los hechos y los días. Acostumbro a pasar con frecuencia casi diaria por la cueva de mi amigo y hermano LF Comendador, también por sus escritos y por su blog. Hoy ha sido la última vez que hemos intercambiado palabras entre el humo de una infusión y las burbujas de una coca cola. La coca cola era suya, claro, que yo gasto pocos productos americanos.

Salí de su imprenta con el libro de Julio César Navarro “Todo sigue así”, pero también con la peripecia de su fallecimiento esta misma mañana. No conocía de nada al poeta albaceteño. Me fui directamente a acompañarlo en su despedida final desde mi casa, precisamente leyendo sus versos y conociendo algo de su trayecto vital.

No importa para nada ahora mi aprecio o desafecto por su poesía. Lo realmente emotivo para mí es la coincidencia temporal de la lectura, resumen de su experiencia literaria, con su fallecimiento. Estas mismas líneas son rigurosamente contemporáneas con su capilla ardiente. Así que experimento la supervivencia de la creación a su propio creador de una manera tangible. Aquí están sus anhelos, aquí está su energía, aquí viven sus imágenes y sus preocupaciones. “Tengo en casa / una vida intrusa entre los muebles”. Es el final de uno de sus poemas. Hoy esa vida intrusa se marcha de viaje sin fecha de retorno. Se perderá el billete, Barajas se habrá hundido, nadie reclamará su equipaje. Pero habrá germinado en sus poemas. En ellos será intruso. Como todo el que crea desde cualquier materia y ordena su vivir, sus emociones, en un verso, en una canción, en una reflexión o en un buen plano.

“Aquellos veranos / ya sentíamos la prisa de vivir, / se nos iba la edad de entre las manos”. Hoy se acabó el verano y se dio fin a todo lo demás. Yo he alargado un rato ese recuerdo de una persona a la que no conozco leyendo sus poemas cuando la noche fría le está diciendo adiós.

sábado, 10 de enero de 2009

QUÉ BUSCAS EN LA VIDA?


¿Qué buscas en la vida,
trajinando en los templos y en las plazas,
aligerando el hielo de las noches,
entrando en los prostíbulos
en busca de consuelo y compañía?

¿Por qué buscas calor, por qué esos gritos
cuajados de silencio y de abandono?

Desnúdate y aguarda la mañana,
déjame que coloque una mano en tu hombro,
que te empuje a las sombras del camino.
Apenas serás siempre
una humilde maleta bien vacía,
un proyecto en el aire
que se hace y se deshace a cada hora,
un partir y un morir, un devaneo
en busca de un país indefinido
al que no llegarás
por mucho que lo intentes:
nadie sabe su nombre y las estatuas
impiden ver su entrada.

viernes, 9 de enero de 2009

COMO POR NIVELES

La vida se consume en la acción y acaso lo demás sean sucedáneos y malas fotocopias. El ser humano nace con el único sentido de actuar, de realizar acciones, por más que estas no alcancen ningún sentido real.

Por eso el primer nivel de análisis y de definición es el biológico. O sea, que soy un ser que nace, crece, se multiplica y muere. Esencialmente eso. Acaso solo eso. Por más que me rebelo y me revuelvo con ansias de encontrar otros niveles que me justifiquen y que me den sentido.

Me miro y me remiro, y, en este nivel me siento pleno. He tenido el privilegio de que los tiempos se apiadaran de mí, de que me salvaran de la nada y del olvido, y de que me dieran la oportunidad de asomarme al mundo para ver cómo se desarrollaba esta comedia. ¿O esta tragedia? Crecí de aquella manera, en unos espacios y en unos tiempos tan evocadores desde la mirada del presente, que con frecuencia me llaman a su regazo, en las manos del recuerdo. Por el mundo corren mis hijos, fruto de esa reproducción a la que parecen someterse los parámetros regulares del ser humano. Y ya lo hacen por su cuenta, con una preparación más o menos adecuada para poder defenderse de los lobos. Solo me queda rendir cuentas a la muerte como final de trayecto.

Esto es lo que ha venido haciendo casi todo el mundo desde tiempos inmemoriales. Y casi todos lo han hecho a edades más tempranas, hasta hace cuatro días, pues pasar de los cuarenta o de los cincuenta, para estos niveles biológicos, empieza a tener escaso sentido. Hay un momento en el que la cuesta abajo empieza a dar certezas del estorbo en que se puede ir convirtiendo el individuo. Si se llega a la jubilación, el cuadro está repleto y ya no hay más que cargas para la naturaleza. Y para la comunidad. Las generaciones se van sucediendo y solo las inmediatas en la serie parecen mantener la obligación de soportarse y de ayudarse. Los avances médicos solo vienen a poner en evidencia las quejas de la naturaleza y las reflexiones de muchos científicos por esa obsesión en mantener la duración de la vida humana. Parece duro el cuadro, pero estoy dispuesto a desarrollarlo. Nos daría un cuadro de pintura negra de Goya por lo menos.

Sobre ese nivel de supervivencia biológica, se alza la actividad humana de aquellos que tienen cubiertas sus necesidades vitales y apuran sus horas en el desarrollo de otras actividades de tipo intelectual y cultural. Y enseguida me surgen las preguntas: ¿Qué hacen estas actividades que no se someten al intento de mejorar las condiciones de exigencia del mundo natural? ¿Por qué no se le conceden las mismas oportunidades a todos los seres de participar de los dos niveles? ¿Qué coños hago yo aquí conjeturando sobre teorías y no dedicando esfuerzos a mejorar los medios para que la gente que me rodea tenga unos ritmos de vida natural mejores? ¿Para qué escribo yo poemas que se detienen en la belleza de un amanecer o me sosiego en el significado de esta o la otra metáfora o símbolo cualesquiera? ¿Debo romper el blog y dedicar mi tiempo a otros menesteres? ¿En nombre de qué se desarrollan actividades en ese nivel cultural que aparentemente no repercuten en la armonía con la naturaleza? Me propuse, hace ya mucho tiempo, salvar con la palabra al menos un momento de cada día. ¿Merece la pena?

Y, sin embargo, sé que no sería humano sin ese segundo nivel de experiencia vital, sin esos apartes de reflexión frecuente, que mi vida sería menos intensa y sabrosona sin abstraer un poco. Quizás por eso la tendencia -también en la poesía- hacia la reflexión y hacia la carga de contenido.

Pero hoy prefiero dejar estos apuntes secos y provocadores por si algún alma caritativa me ofreciera su aliento y su consejo. O, vete tú a saber, me pusiera en mayor confusión aún que la que ya me habita. Ya seguiremos. Vale.

NB. Debo entender estas notas de aplicación estrictamente personal e intransferible. De otra manera, mi apocamiento no me permitiría darlas a la luz.

jueves, 8 de enero de 2009

NUNCA ES LO MISMO

Con la precisión de un reloj suizo he vuelto a las aulas y el factor meteorológico propio de estos días me ha acompañado. No recuerdo ni un solo año en el que no se hagan presentes de manera apabullante o la nieve, o el frío, o el aire, en esta vuelta de segundo trimestre a clase. Este año ha sido el frío intensísimo. En esta ciudad el frío es siempre seco y se puede combatir con facilidad: abrigo y nada más. De modo que embozado salí a la calle para dirigirme a clase.

Los jóvenes siempre tienen la misma edad y, sin embargo, yo cada vez me voy poniendo un poco más vejete. Este contraste cada vez lo puedo observar con más nitidez. Pero ese contraste también me pone cada día más en la certeza de lo que significa esa juventud. En ellos todo es empuje, todo son risas, todo es inmediatez, todo es vista al frente, todo es impulso, todo es gozo presente, todo es… juventud. Este día de comienzo de segundo trimestre supone un hito importante en el que descansar, echar un trago y mirar. La imagen es interesante

No sé si es lo mismo lo que sucede en el sector de los que nos dedicamos a su educación. En ese sector noto que los dientes siguen afilados, y a veces retorcidos, que los intereses no se van de la superficie, que todo se rige por las relaciones laborales más estrictas y que cada cual guarda su viña con cuidado y hasta con celo. Seguramente yo también lo haga con los mismos intereses, qué sé yo.

Con estos mimbres se sigue haciendo el cesto del segundo trimestre, este que nos llevará hasta la primavera y al buen tiempo, a los días largos y al buen ánimo. Y todos, todos, inmersos en el mundo complejo de la educación, un mundo en medio de ese otro más amplio y genérico de la vida, de la vida de todos nosotros.

Mientras tanto, todo se pone en rebajas. Yo mismo también estoy en rebajas, con necesidad de ponerme en valor, de pedir algo por mis entretelas, de ofrecerme a quien quiera dar algo por mi compañía, de comprar la compañía de los demás para formar un buen conjunto y abrigarnos para pasar el frío del invierno y de las demás estaciones. Es enero y ya estamos a ocho. Consérvate bueno.

miércoles, 7 de enero de 2009

Y NADA HAY ESPECIAL EN EL AMBIENTE

La experiencia del día se recoge con el paso de las horas. Y suelen las primeras ser de reposición de lugares comunes, de hechos ya previstos y de acciones no nuevas. Es el paso del tiempo el que te va poniendo en contacto con lo novedoso, con aquellos elementos que estaban ahí agazapados esperando pero que no pertenecían a la agenda ya escrita.

Hoy es media mañana y nada hay especial en el ambiente. Solo frío, frío intenso, que muestra la crudeza del invierno, el gustito que da saberse dentro y al abrigo del calor de la calefacción, la rapidez con la que el mundo vuelve a su monotonía de las horas diarias, el ritmo de las calles, la lentitud de paso de las últimas horas de ocio, ya llenos el cuerpo y la mente de comidas y de tiempos muertos, la certeza del año nuevo, que va quemando etapas sin descanso, la sensación de que vuelven los horarios, la tierra ahí fuera aterida y oscura.

Para mí suenan los altavoces con música de Vivaldi (Stabat Mater) y yo me dejo adormecer un poco con sus sones. A la espera de que despierten otros bien distintos esta tarde cuando vaya a estar con mi madre unas horitas.

Es un pasar el tiempo como con pocas ganas de que la otra realidad me golpee con fuerza, como pidiendo calma y sosiego, como hablando quedito para no despertarme, como moviendo la batuta con una parsimonia que me mece y me acuna.

Y, sin embargo, bien sé que debo despertar, que ahí fuera anda la gente, que pasan muchas cosas que a mí me pertenecen. Pero esa es la otra parte de este día. Que me deseo tranquilo y sosegado. Lo será solo en parte, bien seguro. Pero hasta aquí el apunte de estas primeras horas.

(Once de la noche)
Qué hermosa fue la tarde con mi madre. Me la encontré algo sola, sentadita en su silla y perorando para consigo misma. Alguna flema se le había desprendido y no me la habían atendido las cuidadoras. Me enfadé fieramente pero me contuve, tomé un pañuelo limpio y realicé lo que tenía que estar hecho.

Y enseguida me la llevé al pasillo. Muy poco a poco me la fui calmando, le susurré el silencio y ella se sintió acompañada y más serena. Me besaba y yo le respondía con los mismos besos. La noche se fue haciendo compañera nuestra en los largos pasillos. Las luces hicieron más visible la ciudad desde la atalaya en la que está subido el Centro del alzheimer.

Y así, muy poco a poco, se me fue poniendo silenciosa. Dábamos paseos de esquina a esquina y cada vez se espaciaban más sus melodías. Yo me sentía feliz contemplándola en silencio, erguidita en su silla y mirando a los lados, como descubriendo por primera vez los exteriores del pasillo. A veces me veía y se veía reflejada a través de los cristales. Y yo la saludaba con la mano. Y movía sus manitas como invitándome a seguir caminando.

Nos pasamos en ese plan susurrante dos horas y media largas. Ya a última hora, tal vez por su cansancio, acaso porque pronto le tocaba la medicación, se puso un poquito más nerviosa y alterada. Pero siguió erguidita y hasta se atrevió a caminar un ratito cogida de mis manos, por el pasillo interno.

Me la llevaron a la hora de cenar después de cambiarla. Se fue por su propio pie, apoyada en los brazos de dos cuidadoras y después de recibir un fuerte beso de mi parte. Y la vi trasponer las puertas del comedor mientras yo recogía mi abrigo para salir hacia el coche.

Me embargó, como siempre, la tristeza, pero hoy fue menos tristeza y un poco más de tranquilidad. Quedaba en buenas manos, aunque no en las mismas manos porque eso es imposible.

Te quiero ver siempre así, madre, serena en tu retiro, tranquila aunque alejada, sosegada aunque por tus caminos. Yo viviré más sosegado si te encuentro otras veces como te he visto hoy. Recuerda que Palmira, tu compañera rubia, me piropeaba todo el tiempo: “¿Quién es esa, tu madre?” “Sí” “Qué buen hijo, ya no quedan muchos así”. Y al rato de nuevo: “¿Quién es esa, tu madre?” “Sí” “Dios te lo pagará, que Dios te bendiga”. Tengo que hacerme acreedor a esos piropos pero me tienes que ayudar con tu tranquilidad y tu silencio. Un besote infinito. Y que descanses, reina.

martes, 6 de enero de 2009

OTROS REGALOS

Supongo que estos reyes tan cachondos que han trabajado tanto en tantas partes tendrán por fin algún rato perdido para pasarse de nuevo por aquella tierra que hollaron hace tanto tiempo y para echar una manita a aquel tuerto tremendo. Yo no sé qué se les puede haber perdido por aquí con lo que tienen pendiente en sus propias casas.

Hoy veía en la tele los contrastes de las imágenes de los niños jugando alegremente con sus regalos y las de aquellos otros que no jugarán más. En unos, la risa y la emoción; en otros, los ojos yertos y la sangre fría. En unos, la vida por delante; en otros, la vida toda por detrás. Unos, heraldos de la alegría; otros, heraldos de la desesperación y de la muerte. Unos, sentido de la existencia de los que les rodean; otros, sentido de todo el odio futuro de los que los sostenían en sus brazos.

Y miro hacia las causas y de nuevo aparece la santa religión, y el odio acumulado, y la negación del otro, y la falta de razón, y la falta de confianza en el ser humano como tal, y los asuntos económicos, y las ganas de poder, y eso de la raza, que nadie sabe qué es, y un mal sentido de la supervivencia… Y sigo viendo a los dioses jugar al escondite y al prurito de quítate tú para que me ponga yo mientras sus súbditos se destruyen en su nombre.

Los niños de Occidente abrían sus ojos como platos, entusiasmados ante lo que se les ofrecía; los de Gaza los cerraban para siempre, tal vez por no poder resistir todo lo que también a ellos se les está ofreciendo. Los niños occidentales se han salido del mundo real por un día para instalarse en el de la ilusión; los de Palestina se han ido de él, con el horror a cuestas, para siempre. Los niños de Occidente no saben que otros niños reciben cañonazos de regalo y la muerte en bengalas luminosas. Acaso también piensen que son otros regalos diferentes. Los niños de Gaza no han tenido la suerte de soñar que los regalos de los niños de Occidente se los han traído unos reyes de Oriente.

Ese niño que nació en Palestina hace ya dos mil años no sé qué coños hace que no pone remedio a tanta sinrazón. ¡Ni siquiera en su tierra! Los niños de Gaza quieren tener al lado una mula y un buey que les den buen calor. Porque ahora están muy fríos en tristes sepulturas. Seguro que renuncian al oro, incienso y mirra. Con menos se conforman.

Así que venga, niño, y reyes de regalos y fanfarrias, a trabajar sin tregua en este asunto. No sería mal regalo. Aunque quiebren las grandes superficies.

lunes, 5 de enero de 2009

POR SI ACASO

Se me ha hecho tarde ya para escribir la carta, esa que cada niño escribe ilusionado a los Reyes Magos cada año. Yo mismo la he deletreado varias veces. Siempre para protestar. Y nunca me han hecho caso. Así que ya desisto. Porque además he descubierto que los reyes son los padres. Que, oye, que eso es un triunfo y una desilusión, no cabe duda.

Así que, por si acaso, voy a pedir que me dejéis en paz. No quiero saber nada de vosotros. Gastad vuestros esfuerzos en complacer a otros, esos que se desviven por tener más regalos cada año, en forma de vestidos o aparatos, en injusticias varias, en guerras a gogó, en religiones todas al unísono mascando la tragedia, en crisis que golpean a los más pobres, en ilusiones en rebajas que duran un minuto en caramelos, en fin en lo que buenamente se os antoje.

Os pedí muchas veces otras cosas. Todas las que se oponen a las grises señales anteriores. Y no me sentí nunca complacido. ¿Adónde vais con oro, incienso y mirra? ¿Qué estrella es la que os guía? Poned pie en tierra, cojones, y dejaos de bobadas, proclamad la injusticia y levantad la espada del amor contra tanto convencionalismo. Y dad algo al más pobre, que siempre son los mismos los que mejor se abastecen de vosotros. ¿Y no podíais cambiar la escala de valores? ¿Pero qué cara es la vuestra que se agota en apoyar las ñoñas tradiciones que se sustancian en regalos sin cuento y en gastos a todo pasto? ¿Dónde queda el valor de la persona? ¿Y sus lazos de amor y de ternura? ¿Para eso es necesario entrar a saco en los grandes almacenes? Venga ya, gilipollas. No sois más que mensajeros del más cruel y vil capitalismo.
Enfrentaos de una vez a las caridades que reparten los restos y las sobras entre los más débiles. Alzad en esos campos la justicia. Robadles la riqueza a los más ricos y repartidla toda a cara descubierta. Exigid los mismos esfuerzos a los que tienen vida y no fomentéis los privilegios, coño, que se os nota demasiado y eso no hay quien lo aguante.

Y a mí dadme un poco de fuerza para no callar demasiado y para no desentonar con mis acciones frente a mis palabras, y un poco de salud que bien la necesito. Y, por encima de todo, si seguís permitiendo el sufrimiento entre mis allegados, os correré a gorrazos (en realidad os mataría a hostia limpia), os colgaré de un palo de vuestras partes pudendas y estaré dando vueltas y revueltas hasta el próximo año.

Ya volví a caer en mis propias redes. Había prometido pasar de vosotros y he dejado estas líneas por si acaso.

Salamanca y Béjar
son dos poblaciones
que en la Nochevieja
me regalan sones.

Unos de tristeza,
otros de alegría,
según sean las notas
de la melodía.

Si mi madre llora,
yo lloro también;
si ríe un momento,
yo río otra vez.

Sueña y calla, madre,
que, callada, estás
más guapa que un ángel
por la Navidad.

Pediré a los Reyes
un solo regalo:
tus hermosos sones,
mi risa a tu lado.

Salamanca y Béjar
serán de alegría
con las dulces notas
de tu melodía.

domingo, 4 de enero de 2009

GANARLE UN PASO AL TIEMPO

Pues para ganarle un paso al tiempo y no sentir el peso del vacío te marchaste a Madrid, a la gran urbe -acaso la gran ubre- a gozar de un regalo de tus hijos: “Vale por dos entradas para el Circo del Sol”, en el mejor sitio y de las más caritas. Ahí tienes. Ni en sueños te hubieras podido imaginar que alguien te invitara a ti precisamente al circo. Así que te cogiste tus cositas y pusiste, de bonne heure, rumbo a los madriles.

Y sentiste la misma sensación de siempre en cuanto traspasas el túnel de Guadarrama, esa sensación que te acumula la realidad en un conjunto informe e infinito, que te almacena sucesiones de hechos absolutamente diversos en el mismo tiempo y en un espacio casi visible. Bajando hacia Villalba y extendiendo la vista, uno tiene la impresión de que la teoría del caos infinito -o de la armonía infinita, que viene a ser lo mismo- conviene que la sigan trabajando los científicos y los poetas, porque algo tienen que haber de cierto.

Y qué bien que te estuvieran esperando los que siempre te sirven de anfitriones. Enseguida hacia el mercadillo, ese que tú rechazas por completo, pero que te permite contemplar un ejemplo insuperable de las contradicciones absolutas de este sistema absurdo que sufrimos. A veces te aprovechas y, como en un desplante, te abasteces de lo que mejor te viene en gana y dejas a los otros boquiabiertos y sufriendo visiones. Pero esta vez fue un buen momento para huir y acercarte a ver con tus ojitos algo que te apetecía mucho y que te resultó tan atractivo: el Cementerio Civil de Madrid. Tres sensaciones inmediatas por encima de las demás: el estado de dejadez en el que encontraste el recinto, la mezcla indiscriminada de tumbas con cruces en un cementerio civil, y la enorme cantidad de nombres en lengua extranjera en las lápidas.

Nada más entrar, a la izquierda, te topaste con la tumba nada menos que de Pasionaria, y con la de Pablo Iglesias. Casi nada. Cuánta historia, cuántos símbolos, cuántos recuerdos, cuántas ideas a tu cabeza en un momento. Recorriste a pie las estrechas calles del cementerio y descubriste nombres muy solemnes grabados en las piedras: políticos, algún poeta romántico… Pero tuviste la suerte de toparte con las tumbas que guardan los restos de los hombres grandes de la Institución Libre de Enseñanza, con Giner de los Ríos y sus compañeros, allí, muy cerquita de Pablo Iglesias y de Dolores Ibarruri. Y allí te detuviste, y pensaste, y sentiste, y te emocionaste más que en ningún otro sitio del recinto. Por un ratito volviste a creer en el ser humano, en su capacidad, en su sentido común y en su buena voluntad como motores, y les agradeciste de verdad su ejemplo y su trabajo. Qué buen rato pasaste. De los de no olvidar en mucho tiempo, acaso nunca más.

Y volviste al rastrillo, y al amparo del mejor cocido del mundo cocinado por tu hermana, y a la charla y al gusto de encontrarte con gente, con tu gente, con los que siempre aguardan y te quieren.

Y luego a ver el circo, Le cirque du soleil. Y fuiste como un niño durante dos horas y media, y te llenaste de fantasía, de colores, de música, de sonidos, de ejercicios gimnásticos imposibles, de profesionalidad insuperable, de organización perfecta, de otro mundo en este mundo, de romperte las manos en aplausos, de encontrarte feliz y satisfecho plenamente. Y todo gracias a la feliz ocurrencia de tus hijos que apostaron por algo que, en principio, no encajaba en ningún esquema y resultó ser un regalo perfecto.

Y luego a ver la noche navideña por el Madrid antiguo de los austrias. Y si es Madrid fantástico de día, mucho más por la noche, con sus luces al viento, con sus edificios ahora también tomados por las luces en medio de la noche, con su bullicio eterno, con esa rapidez que no se para a ninguna hora, con ese latido intenso en cada esquina. Que Madrid es Madrid y ya está todo dicho.

Y aun hoy por la mañana tuviste oportunidad de darte un repasillo por el Prado. Unas colas muy largas y la escasez de tiempo te impidieron ver la obra en exposición de Rembrandt. Para otra vez será. Pero volviste a tus clásicos: a tu Velázquez con su Cristo (tu obra pictórica favorita), una salas de Goya, con su sala de Pinturas Negras como capilla Sixtina del arte moderno, y algo del Greco.

Y a toda carrera, a Ávila, a comer con tus hijos, contento y satisfecho, a compartir con ellos tus alegrías y a desearos muchos días como estos.

Y a la misma carrera, a Salamanca. Otra vez a tu madre, que siempre está a la espera de tus ojos. Y sus ratitos de silencio y de serenidad, y sus largos ratos de zozobra y perorata. Qué contrastes en tan escasas horas, aunque esta orquesta la llevas de fondo durante todas las horas del día y de la noche. Ahora el tiempo volvió a sus proporciones. O se salió de ellas, que esa es otra.

Y se llegó la noche y la hora del reposo. Y volviste a tomar la dirección a casa, a esta ciudad estrecha bejarana. Y llegaste de nuevo con la contradicción en la memoria, con la alegría y el gozo, con la tristeza y el desconsuelo a cuestas.

Y aquí andas resumiendo en unas líneas lo que es mucho más denso y más intenso.

sábado, 3 de enero de 2009

!MILITANTES?

En las formaciones políticas conviene distinguir muy bien entre los militantes y los que viven de los puestos oficiales que generan esos partidos. Y, entre los militantes, es muy interesante no confundir a los que participan con un soporte de ideas con los que lo hacen por razones familiares o incluso de conveniencia. Tampoco es moco de pavo diferenciar entre los militantes de una ciudad y los que lo hacen en poblaciones pequeñas. En fin que hay muchas variantes y el conjunto es un conglomerado de difícil digestión.

Existen los genéricos de la derecha y la izquierda que se mantienen, a pesar de todos esos que dicen que no son políticos (todos son de derechas) y los que dicen que todos son iguales (también son todos de derechas).

En una pequeña ciudad se milita a veces en un partido como testimonio público de la tendencia en la que uno se mueve, pero con los dientes de sierra y los altibajos que cualquiera puede imaginar, y con las contradicciones que aporta el discurrir diario, que son muchas. De manera que los perfiles se difuminan muchas veces y lo que realmente permanece es la conciencia última de unos valores generales que se manifiestan en cuanto uno abre los ojos. Por eso, si las circunstancias externas se modificaran, también las militancias se precisarían un poco más y las actuaciones también.

Siempre he pensado que para militar en una tendencia o en otra no es necesario nada especial. Basta con abrir los ojos, con salir a la calle y ver cómo visten unos y otros, qué costumbres se usan en unos barrios y en otros, quién gana las elecciones en cada distrito y, por tanto, a quién representa cada cual, pensar en los trabajos y en los salarios tan diferentes, echar una ojeada a las viviendas, a los coches, a los titulares de las acciones, a las pandillas que se forman… En fin, a todo eso que cualquiera que quiera puede ver a cada momento. El primer día puede pasar todo esto desapercibido pero a la semana conviene fijarse un poco en ello, y al mes molestarse en buscarle un porqué, y al siguiente mes protestar por lo que no te guste, y al siguiente seguirlo haciendo con más fuerza, y al año gritar que conviene modificarlo y que acaso haya que hacer algo por ello. Y siempre seguir apoyando esas evidencias con pensamientos, con lecturas y con códigos ideológicos.

La pertenencia a un partido concreto o a otro puede llegar a ser pura casualidad. Interesa la tendencia (derecha o izquierda), la nominación concreta no tanto.
En el PSOE de Béjar sucede algo realmente insólito que merecería una atención concreta. Casi todos los dirigentes de los últimos treinta años que han vivido con sueldos generados por el partido, o sea, parlamentarios, diputados…, han salido por la puerta de atrás y con el enfado en el cuerpo. Mi opinión de todos ellos, en lo que se refiere a estos hechos, no es precisamente la mejor. Al menos los considero unos desagradecidos con la organización que les ha permitido tantas prebendas personales. No tengo ningún interés en descender a detalles personales porque ensombrecerían más la consideración.

Sigo pensando que el error está en no considerar que los puestos son siempre provisionales y, sobre todo, en no querer aceptar que hay muchísimas personas que pueden desarrollar las mismas funciones con la misma o mejor eficacia. Y que quedan muchas más por el camino tan preparadas o más que ellos mismos. Pasar de un puesto “importante” y, sobre todo, bien remunerado a otro impersonal no está al alcance de cualquiera. Seguimos personificándolo todo y así nos va. Como si fuéramos la mismita derecha con sus vencedores y sus vencidos, con sus buenos y con sus malos, con sus triunfadores y con sus fracasados.
Algún día desarrollaré este asunto. Si me encuentro con ganas. Tengo la ventaja y el peligro de que esto lo veo desde muy cerca y a la vez con bastante distancia.

viernes, 2 de enero de 2009

HORROR VACUI

Una mañana perdida es el reflejo de todas las que se pueden perder en el mismo plan y con la misma inercia. Creo que ya he recogido alguna vez la sensación extraña que me produce ese hecho de sentarse en el sillón a dejar correr el tiempo, sin la comezón de gastar las horas en algo que me modifique o me sitúe en disposición de cambiar algo. Me refiero a las pequeñas cosas, que mover el mundo es asunto que me sobrepasa.

Y llenar una mañana que sustituye a otras laborables es tarea sencilla. Levantarse sin prisas. La ducha que no falte, tampoco el desayuno. Después hacer la cama y a la calle, a hacer esos mandados que tienes pendientes desde hace tantas fechas. Una cola en el banco, otra en la Caja de Ahorros, la misma en otro banco, una visita a la farmacia, el pan y para casa. Después de reposar unos minutos, lectura de la prensa, un poquito de orden en algunos libros y ya casi la hora de comer. Pues a ayudar un poco en la comida, a poner la mesa y a saciarse. Así, con tan poca cosa, se llena una mañana de vacío. Pero enseguida la sensación de no haber hecho nada, de haberte dejado por el camino unas horas para tan poca cosa.

Siento horror al vacío y no sabría qué hacer sin ocupaciones, no me veo feliz en los tiempos muertos. Y eso que dedico muchísimos “tiempos muertos” a ocupaciones que para otros seguramente no significarán nada. También en esto habrá mucho de costumbre. ¿Qué me habría pasado a mí si mi suerte hubiera sido la del ama de casa, tan sufrida pero tan en la inercia, según yo la veo? Por eso hay ratos en los que siento necesidad de marcharme por ahí fuera; son esos en los que no sé cómo ocupar mis manos ni mi mente.

Quizá el tiempo esté para ser llenado. Tal vez esa sea la mayor venganza que de él podamos hacer. O acaso la peor, quién sabe. En cualquier caso sigue burlándose a su gusto de todos nosotros.

jueves, 1 de enero de 2009

¿DE QUÉ DUERME LA GENTE?

Ahora la gente duerme en un triste contraste con la noche y con la madrugada. Post festum, pestum , “después de la tempestad viene la calma”. ¿De qué duerme la gente? ¿Qué acumula en sus sábanas de Holanda? ¿De qué se olvida el cuerpo?

Esta vieja costumbre de recibir el año a grito pelado, de forzar la comida y la bebida hasta niveles de difícil digestión, este botellón colectivo -este sin elementos místicos; o tal vez sí- en que se convierte el mundo entero, ¿qué razones oculta? Todo el mundo se pinta y se acicala, se somete a las leyes de la presunción, de la apariencia, se muestra, se insinúa, se sumerge en las luces de la noche o en las sombras de la madrugada y, satisfecho el cuerpo, se tumba a descansar, a eliminar el tiempo de sus vidas, a ser pasto del fuego y de la hoguera.

No tuve mucho tiempo para soñar el cielo y las estrellas en la noche más vieja y en el día más nuevo. Solo un corto paseo para intuir el paso de muchachas, enlutadas por fuera (será la moda el negro) y vacías por dentro, y el grupo de los pijos trajeados que les seguían las huellas hacia un local propicio y escondido. Lo demás ruido y luces, sensación de vacío, cierta falta de ganas en propiciar la risa y el diálogo, y el recuerdo continuo de aquellos que no estaban invitados a la fiesta, o porque ya no estaban o estaban de otra forma, sin saber que otra vez el tiempo se había hecho presencia para indicar que todo sigue igual, que no admite razones ni paradas, que sigue sin descanso su camino y aquí nos deja a todos, legañosos y heridos de cansancio.

Las calles están hoy semidesiertas. Poco a poco volverán a recoger la epidemia humana poblando sus aceras. Los vahos de la resaca se elevarán al cielo y tornará la faz de cada día. Y cada uno a lo que hay que hacer. A hacer, hacer, hacer, en este sinsentido que nos llena y que nos habita. Si el ser se reconoce, ya está siendo, por más que no sepa muy bien hacia dónde tiene que orientar sus pasos ni dónde está la meta.

Así que a ser y a estar, arrojados al mundo sin remedio. Hoy casi me dictaba Sartre. Empiezo, una vez más, intertextual.