Me matan estos calores. Y los otros. Todos me dejan agotadito y sin resuello. Estos días el sol se ha apoderado de todos los rincones y hasta en la sombra parece que anda el fuego buscándote. No me imagino los lugares abiertos y sin refugio. Ufff.
El caso es que mi ritmo de lectura y de escribir líneas decrece y se hace como apaisado y sin nervio real, el seso se me abotarga y ando como en supervivencia hasta que las temperaturas quieran ponerse en un nivel más normalito.
Me sucede exactamente lo contrario de lo que les pasa a muchas personas que dicen tener el ánimo siempre dispuesto para cumplir sus ideales y entregar sus afanes en beneficio de los demás. Aunque hoy leo un informe en El País en el que se dice que la crisis está llevando al ejército y a la policía a muchos aspirantes sin vocación. Vaya por Dios. Yo que siempre había pensado que todo este personal era inmaculado y estaba dispuesto a entregar todo por la patria. A ver si esto es que no es del todo verdad. Si no lo fuera, habría que mandar quitar del frontis de los cuarteles eso de “Todo por la patria”. Creo que incluso antes se completaba con la palabra Dios, “Todo por Dios y por la patria”.
El caso es que también en los últimos tiempos he oído que andan los guardias civiles pidiendo mejoras físicas en sus cuarteles para aumentar su seguridad. Y, además, hago memoria y tengo la impresión de que cada dos por tres se alza su protesta porque no están de acuerdo con sus ascensos. Y, por si fuera poco, andan como locos detrás de las medallas para colgarlas en sus pechos y para conseguir con ello una pasta añadida que llevarse al bolsillo.
No, definitivamente creo que esto de todo por la patria hay que revisarlo. Y revisar la historia de todos estos cuerpos, a los que se los llama beneméritos y hasta gloriosos y no sé cuántas otras cosas. Y la estructura jerarquizada en su funcionamiento, en la que lo que importa no es el desarrollo del pensamiento sino el de la docilidad y el del sometimiento a la orden del superior, o sea, el aborregamiento y la anulación del criterio y de la personalidad.
En realidad he propuesto alguna vez sustituir el lema de “Todo por la patria” por este otro: “Todo por la pasta”. Yo no tendría nada en contra; más bien al contrario, entendería que su trabajo se atendría a las mismas miserias y grandezas que el de los demás. Ni una más. Y, a la altura que corre la historia, reivindico para otras profesiones que tienen que ver, no con la fuerza, sino con la sanidad o con la educación, un reconocimiento y un medallero más grande y lustroso. ¿O es que los demás no hacemos nuestro trabajo en beneficio de la patria, ese concepto tan vago como peligroso si no se define con serenidad y razón?
Yo trabajo en un cuerpo que aspira (o debería aspirar, que ese es otro cantar) a conformar unas mentes reflexivas y críticas, preparadas para resolver los conflictos no a palo limpio sino con razonamientos y diálogo. Ni punto de comparación, coño. Y no andan los tiempos buenos para este colectivo. Ni para otros, que todos, de una forma o de otra, contribuyen al funcionamiento mejor o peor de la comunidad. ¿O no contribuye el trabajo de una cajera a que todo vaya mejor o peor?
Cuánta tontería y cuánto tópico para que todo siga igual y nada se mueva. Y en estos cuerpos jerarquizados y aficionados a la medalla (quiero decir a la pasta sobre todo), muchísimo más.
Así que abajo los cuarteles y hágase con los soldados y con los guardias civiles ciudadanos al servicio de los demás por un puñado de euros. Y, como los demás, orgullosos, o al menos conformes, con entregar a la comunidad más o menos lo que la comunidad les entrega a ellos. Ni más ni menos. Y menos gansadas y patrañas burdas. Que no podemos caernos todos y todos los días del guindo.
Por lo demás, mejor es no repasar la historia, que la temperatura está muy alta y la sesera se puede recalentar.
martes, 18 de agosto de 2009
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