sábado, 22 de agosto de 2009

DE SANCHO Y LOS CARGOS PÚBLICOS

Me sigo deleitando en la lectura del libro de don Quijote. Son tantas las enseñanzas y los placeres que encuentro en él, que me gustaría que mucha más gente los descubriera y los compartiera.

Hoy, por ejemplo, la cosa va de cargos públicos. Sancho ha pasado sus diez días de gobierno insulano y anda harto de sus muchos quehaceres y de sus escasos comeres. Decide poner fin a su aventura y, para su desventura, cae con su rucio en una gruta de la que, después de pasarlas más estrechas que lo que la tierra le mostraba, es rescatado por la casualidad de un entrenamiento que su amo realizaba para otra extraordinaria peripecia, de la que también se extraen enseñanzas muy provechosas.
Cuando soma la cabeza y ve luz, un estudiante que allí estaba dijo: “-De esta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores: como sale este pecador del profundo del abismo, muerto de hambre, descolorido y sin blanca, a lo que yo creo.”

Por supuesto que no estaba el horno para bollos, y Sancho replica: “-Ocho días o diez ha, hermano murmurador, que entré a gobernar la ínsula que me dieron, en los cuales no me vi harto de pan siquiera una hora; en ellos me han perseguido médicos y enemigos me han brumado los güesos, ni he tenido lugar de hacer cohechos ni de cobrar derechos; y siendo esto así, como lo es, no merecía yo, a mi parecer, salir de esta manera.” Cap. LV.

Y Sancho vuelve a la carga en el Cap. LVII: “En efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo de él, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: “Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano.”

Cualquiera que haya leído sosegadamente este libro recordará cuántas y cuáles fueron las estrecheces que el escudero sufrió en su gobierno.

Traslado la imagen a cualquier gobernante actual y no me sale siempre una imagen muy positiva. Leo hoy mismo, por ejemplo, que un tal Aznar, aquel que consiguió poner al país al borde de un ataque de nervios, recibe de uno de sus ¿trabajos? más de cien mil dólares anuales; me desayuno casi todos los días con ejemplos de cargos que terminan acogiéndose a informaciones privilegiadas para obtener beneficios personales; rebajo la mirada, la dejo más corta, y me encuentro con gentes que embaúlan varios sueldos de trabajos que nadie sabe cómo pueden compaginar, salvo que sean solo de apariencia y no de entrega y constancia. Y en muchos casos, hasta fingen realizar sus actividades de forma altruista.

Sancho no engañaba a nadie ni se engañaba a sí mismo: estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguir el cargo de gobernador de la isla para obtener todos los beneficios personales posibles. La práctica nos lo ofrece harto y desengañado. La realidad actual nos muestra la aparente disposición de muchos a trabajar de forma desinteresada pero en la práctica los vemos enchufados a varias fuentes desde las que llenan sus bolsillos personales. Vaya por Dios, qué mal está el mundo: todo al revés: los que quieren no y los que dicen no querer sí.

Este Sancho posee más virtudes que las que parece.

Sé que la plantilla no se le puede aplicar a cualquier cargo público. Yo mismo defiendo con frecuencia esta actividad frente a casi todas las demás porque me parece que, a pesar de todo, hay mucha gente que emplea muchas horas en beneficio de los demás, mientras que en casi todas las demás profesiones anda todo el mundo, por definición, en busca del beneficio personal. Habría que andar al tanto y separar el polvo de la paja. Y dar cartelera pública a todos los ingresos. A todos. Y no hinchar el pecho, que nos lo pueden desinflar.

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