sábado, 31 de julio de 2010

LA FLOR DE LA SANABRIA




De vuelta a casa, tras estos cuatro días que no me han dado para mucho, o acaso sí. He cambiado los aires y los calores por otros parecidos, he mudado los paisajes y las vistas por otros también similares, he fomentado la amistad, sentimiento que necesita, como todos, que le den una vuelta de vez en cuando para que no se diluya, y, en definitiva, he desconectado del diario durante unas jornadas.

Cuando realizo esta visita, suelo llevarme el texto de Unamuno de “San Manuel” para releerlo en su sitio natural. Esta vez se me ha olvidado. Pero he contemplado el lago desde Valverde de Lucerna, desde San Martín de Castañeda, subido allá en lo alto y mirando siempre de reojo a las aguas del fondo. Mi habitación, esta vez en un albergue juvenil, miraba también al lago y desde ella contemplaba las aguas serenas y eternas a mis pies, con todo el valle del Tera acunándolas. He recorrido el cañón de este río serrano y pedregoso persiguiendo las aguas por los caozos (cadozos) y por las mellas de las rocas, para terminar bañándome en sus remansos. Jesús me ha servido de guía peña arriba y peña a bajo. He contemplado los restos de la presa que, en un aciago día de hace más de cincuenta años, arrastró la vida de muchas personas que vivían tranquilas en el asiento del valle.

Y he pasado calor. Siempre quiero huir del calor en verano. Y Sanabria es un sitio adecuado para ello. Pero este año parece que no hay resquicio ni en el tiempo ni en el espacio para darle esquinazo a estos sofocos. Con todo, las horas de sombra son allí más llevaderas, a la orilla del agua y al fresco de la noche.

Jesús y Sinda nos han acogido con la amistad de siempre y Leticia nos ha regalado la ternura y los empeños de sus pequeños caprichos. A todos, gracias.

He tenido centro de operaciones en un albergue juvenil y la circunstancia me ha llevado mentalmente a muchos años atrás en todos los sentidos. Para fastidio de economistas y de papanatas de hotel y arena, dejaré constancia de lo barato que resulta pernoctar en lugares de este tipo y de las muchas prestaciones que ofrecen. Que no, que no todo es PIB ni POB, coño, que existen otras posibilidades menos ostentosas y más apacibles, y que la felicidad no consiste en alcanzar éxitos económicos y mucho menos en estar todo el año supeditando esfuerzos para conseguir unos días en los que asentar el culo al lado de otros tantos lagartos que se tuestan en espera del cáncer de piel.

A la vuelta hemos parado en Tábara para contemplar su magnífica torre y la iglesia, hoy convertida en pequeño museo. Desde allí nos hemos desviado hasta Moreruela y hasta los restos del centro templario, majestuoso y aún altivo frente al paso de los siglos. Entre sus restos se sienten de manera directa muchas sensaciones: el paso del tiempo, la grandeza del Temple, la estructura socioeconómica de la época, los restos de la misma hoy, la influencia de la religión en esta cultura, la imagen de los copistas y de los miniaturistas en el trabajo de códices, el ejército de empleados sirviendo a los monjes…

Zamora nos recibió por un rato en sus calles medievales y en su Duero abierto a los pies de las murallas. Y también con su calor de mediodía. No estábamos en la mejor disposición de gozar de sus calles y de su inigualable románico. Otra vez será.

Y Salamanca nos esperaba con mis hermanos para comer juntos y pasar el resto de la tarde a la sombra y al amparo de la charla.

Lo demás fue viaje y vuelta a Béjar cuando la luz se esfumaba por el horizonte.

Y hoy de nuevo aquí, asustado por tanto calor que me domina y me empequeñece, que me achica y me desarma, que me deja expectante y mirando al mapa para suplicar que bajen los calores porque tengo ganas de imponerme un ritmo de actividad que no solo responda a la supervivencia sino al deseo de medir la vida y su empuje con mis ganas y con mis proyectos.

A ver si hay suerte.

lunes, 26 de julio de 2010

EN EL MOMENTO OPORTUNO

Por mis manos y mis ojos han pasado páginas de todas las facturas. A veces he pensado que leía hasta los papeles del váter. Esta manía me ha perdurado hasta casi ahora mismo. No estoy seguro de que ya no continúe sin solución de continuidad hasta que los ojos me aguanten. Sé muy bien que cada edad tiene sus lecturas, pero lo que no todo el mundo conoce es que las edades no son las mismas para todas las personas.

Mi llegada a la lectura fue muy peculiar y muy tardía. En mis años de estudios universitarios anduve bastante condicionado por las exigencias académicas pues las becas restringían libertades y excesos. Por entonces no me reconozco tampoco como un potro salvaje precisamente. Después ya fue todo distinto.

A cierta edad uno debería releer un poco más y acostumbrarse a comprender que los creadores más jóvenes van abriendo caminos nuevos y deslindando realidades distintas que no siempre me pertenecen.

Mis obligaciones académicas me han mantenido en las perspectivas últimas por la obligación de seguir con mis alumnos rompiendo esos campos nuevos y de no desengancharme de sus inquietudes. Tal vez desde ahora será ya diferente pues nada me obliga ni me acucia.

He dedicado un rato a la relectura de los Pasos, de Lope de Rueda. El personaje y la obra figuran en cualquier manual y se hacen representantes de ese primer teatro que se suelta de las ataduras clásicas y se instala en la verdad última del teatro en todos los tiempos: el simple asunto de divertir y de hacer pasar un rato.

No encuentro en ellos ni un solo valor más, aunque el que he apuntado antes no es pequeño, sobre todo como lenitivo para las comunidades que necesitan alegrías inmediatas y que no son capaces de frecuentar espacios de pensamiento. Tengo la certeza de que cualquier joven estudiante podría componer un par de ellos por semana y no desmerecerían. Hoy Lope de Rueda sería un mal entretenedor de marujonas y de analfabetos con sus escenas groseras y simplonas. Por supuesto, no me olvido de que él vivió en el S XVI y de que aquella realidad era bien diferente. Que me perdone por un juicio tan severo.

¿Qué ocurrió para que aquellos estén en la historia y todos los demás en el olvido?
Quizá sencillamente aquello de estar en el momento oportuno y en el lugar adecuado. Lo primero siempre tiene el plus de lo novedoso y de cualquier indicio se extrae un dogma casi.

Sospecho -más bien ando convencido de ello- que eso mismo ocurre con casi todo en la vida. Si esto fuera acierto, convendría aconsejar que nadie se descuide en la búsqueda de los ambientes propicios en los que su actividad se vaya a desarrollar para que esta tenga éxito.
Me apena escribir estas palabras, porque es renunciar a casi todos los principios y entregarse sin condiciones al marketing y a la apariencia, pero no sé si quedan más remedios.

Se me caen de las manos los ejemplos de hechos y de personas que tienen una suerte absolutamente desigual en la vida, siendo así que sus esfuerzos y sus actividades resisten cualquier comparación entre ellos.

Algunos, para más inri, son, además, engreídos y muy desagradecidos.

domingo, 25 de julio de 2010

LADRONES DE GUANTE BLANCO

Tuve oportunidad anoche de alargar mi tiempo mirando a la caja tonta. Presencié dos conversaciones, debates, alborotos, bullas, jaleos, follones, guirigays, pendencias, grescas, revueltas… Cualquier cosa menos un intercambio educado y razonable de opiniones e ideas.

En uno de ellos se vociferaba acerca de la situación laboral y social de los controladores aéreos; en el otro, dos periodistas se ponían a caer de un burro cuando la intención inicial era explicar las razones reales que podrían haber existido para la expulsión del periodista entrevistado de un periódico conocido: El Mundo.

Creo que ambos casos son buena prueba del nivel en el que se mueve el grueso de esta sociedad, nivel que tan bien les viene y les conviene a los medios de comunicación para engatusar al grueso de sus espectadores y lectores.

Dos datos que se manejaron: a) Con tres horas extraordinarias de un controlador se podía pagar la mensualidad de un mileurista (hay que recordar que hay muchos, muchísimos, trabajadores que no ganan esa cantidad). b) Al periodista al que se le iba a entrevistar (allí no hubo ni entrevista ni nada), le han indemnizado al menos con 750.000 euros (se habló hasta de tres millones). Una simple cuenta nos da, en el caso de menor cantidad, un periodo de más de cincuenta años de trabajo (más que toda una vida laboral) par que un mileurista llegara a ganar ese dinero.

En ambos casos el empeño parecía encaminado a demostrar si se estaba o no dentro de la ley siempre y, como mucho, se advertía de la situación de poder en la que se encontraban los aludidos y la aparente contradicción en la que incurrían los del colectivo al quejarse ahora de situaciones en las que, hasta ese momento, se hallaban tan contentos por los beneficios económicos que conseguían. En el caso del periodista, todo derivó en un enfrentamiento personal entre dos antiguos compañeros que habían sido colegas en el mismo medio y que ahora solo rezuman inquina y rechazo personal, casi como lo que hace cada día el periódico en el que han trabajado .

Debo de estar un poco sordo y andar un poco cegato, pero no oigo ni veo nunca que haya personajes de tertulia y entrevista que, serenamente, pongan encima de la mesa las injusticias de base de las que se parte. ¿Qué tiene de especial, como persona, un controlador o un periodista frente a cualquiera de nosotros? ¿No tenemos todos los mismos derechos y las mismas obligaciones en una sociedad democrática y humanitaria? ¿Cómo se pueden permitir, entonces, estas desigualdades económicas y de vida?

Vámonos a lo social y a esa zarandaja de las responsabilidades. ¿Los controladores, o el periodista, han recibido mayor y mejor formación que otros muchísimos miles de ciudadanos para desempeñar su trabajo? Parece evidente que no. ¿En qué se fundamenta, entonces, esta diferencia escandalosa? ¿Acaso en la responsabilidad que se les encomienda? Pues no me salen las cuentas. ¿De verdad que un controlador tiene más responsabilidad que un médico que sana o deja morir a un enfermo? ¿En serio que yo no contribuyo a la salud de la sociedad con una buena o mala educación de los ciudadanos, que nos dan o nos quitan después conflictos de todo tipo si son bien educados? ¿Los albañiles que se levantan a las seis de la mañana y que se cuecen en un andamio no se estresan? ¿Los autónomos que ven día a día peligrar sus pequeños negocios no sufren ansiedad? ¿Los periodistas que no se dedican al amarillismo y a la demagogia, como los del periódico del susodicho, no tienen perdón de Dios y hay que mandarlos al ostracismo y al olvido?

Y gritaré de nuevo que no pienso dejarme engañar por esa filfa de lo público y de lo privado. ¿No reciben ayudas los medios de comunicación desde el Estado? ¿Los anunciantes no repercuten ese dinero que les cuesta la publicidad en sus productos, que luego tengo que comprar yo? Por lo tanto, ¿no soy yo siempre el pagano, en lo público y en lo privado? ¿Alguien conoce alguna empresa importante que exista sin la publicidad? Que engañen a los analfabetos, yo aspiro a razonar un poco y me siento insultado cada vez que oigo pseudorrazonamientos como estos.

Qué falso de toda falsedad todo. No insulten ni a la buena voluntad ni al sentido común, por favor, no sean ladrones de guante blanco.

Hay que plantearse el sistema de una puta vez. Y ser radical, o sea, plantearse las raíces y ver la forma de plantar de nuevo el jardín. Si no, todo se queda en la superficie y en las formas. En la base tiene que volver a estar el ser humano, con derechos y deberes, con las mismas posibilidades, y con el esfuerzo de todos para todos, no con el enfrentamiento como lema. Porque, vuelvo a repetir, todos ellos, no faltaría más, están dentro de la ley. Como para no ser gente de orden. Y de derechas, naturalmente, que hay que conservar lo que se tiene y seguir montaditos en la ola, que nos va muy bien.

De este modo, todo se nos va en humo y en palabrería, en aparente libertad de expresión… Y todo queda justificado para que todo siga como está. Coño.

viernes, 23 de julio de 2010

POR LA CUERDA DEL CALVITERO



Y siguen los días de asueto, de descanso, de falta de perspectivas concretas… De naturaleza. Proclamo una vez más que, para mí, la naturaleza cada día es más fuente de reflexión y no solo de recreo.

Hoy mismo he hollado las cimas de esta sierra de Béjar en la que vivo. Lo he hecho desde primera hora de la mañana hasta casi media tarde. No es difícil patear esta sierra del centro de España a pesar de que alcanza casi los 2500 metros de altura, pero situarse a esa altura y recorrer su cuerda casi entera y disfrutar de sus cimas es algo extraordinario y que me llena de satisfacción.

Yo no soy un montañero. Nunca lo he sido. Solo me considero un paseante y un comensal en la fiesta continua de la naturaleza. Siempre me ha gustado el campo aunque mi relación con él no ha discurrido en todo momento por los mismos derroteros. Desde aquellas encinas, peñascales, jaras, chozos y carboneras, pequeños bancales y aguas encajonadas en el río de mi pueblo, el río Quilama, ese que da todo su caudal al Alagón, aunque este se lleve la fama y el nombre, hasta ahora mismo, han transcurrido muchos años, han pasado por mi mente muchas imágenes, por mi cabeza han desfilado cientos de descripciones, acaso miles, en lecturas, que tenían que ver con la naturaleza.

Poco a poco se ha ido asentando en mi conciencia una sensación de que la naturaleza tal vez represente la forma más desnuda de las reglas de la vida, las más permanentes y las que menos engañan. Siempre que estoy en el medio natural hago contraste con la vida urbana. Y frente a la variedad de la vida en la ciudad, me encuentro allí como desnudo y limpio, como elemental e inocente, como más perdido pero más hallado; es allí donde el silencio suena más, donde los elementos que permiten la vida se mezclan a la vista de cualquiera, donde la flora y la fauna cumplen mejor los ciclos naturales, donde la abstracción resulta más cercana y posible, donde soy más todo y más nada a la vez.

Así lo experimentaba hoy mismo en lo alto del Calvitero, mirando en plano cenital todo el circo de Hoyamoros, contemplando desde la Ceja las tres lagunas del Trampal, atravesando colgado el Paso del Diablo, ascendiendo hasta el Torreón, parándome a mirar con lentitud todo el horizonte de las sierras de Gredos, con el Almanzor haciendo de vigía allá en lo alto, con toda la sierra de Barco, con el valle del Jerte allí abajo, en lo hondo, con la vertiente extremeña de la sierra mirando a la comarca de Hervás, con todo el sur de Salamanca a mis pies, con la llanura más alejada, con el cielo inmenso siempre por montera.

Hoy ha sido mío todo el lomo de la sierra, el lomo de esta loba que alimenta a tantos valles, que da frente y compañía al cielo y a las nubes, que mantiene los neveros que le permite el calor -mucho más soportable allí arriba que aquí abajo en el valle-, que sigue con sus puertas abiertas para disfrutar, que será siempre fiel a quien quiera compartir con ella unas horas.

Conmigo vino Manolo Casadiego, este sí, montañero de verdad y compañero real de las sierras. La mañana fue casi perfecta.

Y todo ello sin necesidad de glosar floras y faunas, sencillamente con sentir los elementos de la vida: agua, sol, aire, fuego (sol), tierra (horizonte).

Echar las once en la Ceja, por ejemplo, no tiene parangón con desayunar en hotel de cinco estrellas. La Ceja las tiene todas pues está estrellada y mira al firmamento de tú a tú. Ah, y todo mucho más barato y saludable. Una suerte.

jueves, 22 de julio de 2010

UN POCO MORRIÑOSO

“Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento…”

Pues eso, que he vuelto a encerrar con llaves a mi señor don Quijote después de acompañarlo gozoso en sus aventuras por aquí y por allá. El vuelve a su aldea, que son las estanterías de mi biblioteca, con la intención de dedicarse a la vida pastoril a la que le hemos obligado.

Pero yo, antes de que se me escape de nuevo por esos mundos de Dios, quiero hacerle compañía en esa república de pastores que andan formando entre los del pueblo. Ellos ya tienen sus nombres adecuados y propicios a la vida pastoril, tienen sus pastoras y poseen los instrumentos musicales necesarios para el feliz término de tal industria. Tendré que ponerme al día en lo que a apelativo trata pues, en lo que toca al instrumento musical y a la afición de endechar, me parece que ya tengo andado un punto.

En esos caminos y en esas florestas tengo que preguntarle muchas cosas de sus andanzas asendereadas y tengo que departir con Sancho para que me solace y me asaetee con sus refranes y con sus buenos sentimientos. Y después… ya veremos, que amanecerá Dios y medraremos.

Este libro me engolfa tanto en él que siento como en ningún otro la suerte de los personajes el fin de sus aventuras. Es como si fueran las mías, como si recibiera clase diaria sobre ideas y comportamiento, como si se me ofreciera todo un mar de riqueza y de solaz. Cierro físicamente sus páginas una vez más, pero volveré a él cualquier día y cualquier hora; o acaso no me iré de él porque me encuentro como en casa. Hoy, repito, estoy un poco triste y morriñoso.

Pero es que, además, se me ha ido Sara. Muy de mañana, en brazos de su madre y dormidita, se me fue camino del norte. Ha pasado unos días con nosotros absolutamente contenta y feliz, con sus risas y sus arrumacos, con sus idas y venidas de brazo a brazo, con sus paseos de la manita, con el amor que todos le profesamos. Y mi niña ya se da cuenta de casi todo. La imagino ya en León o Asturias, con los ojitos como platos mirando y remirando, y echando de menos nuestros brazos y nuestras risas.

Por esto también, y sobre todo, hoy estoy un poco moquicaído y cabizbajo.

Como todo está lleno de contrastes y la vida se llena de pequeños elementos que se mezclan y se solapan, felicito a quien tengo que felicitar y me pongo de fiesta y de domingo. Un beso.

martes, 20 de julio de 2010

SERÁ POR ESO

Mucho me complace, me divierte y me distrae releer en esa fuente inagotable que es para mí el Quijote los vaivenes que los personajes se tienen con las comidas. Tan dispares don Quijote y Sancho, tan diferentes el caballero y el escudero, tan separados el idealista y el instintivo, tan alejados el liberal y el egoísta.

Hay infinidad de pasajes en los que detenerse para contemplar, reír, pensar y repensar: las bodas de Camacho, las ventas, los cielos rasos, la casas en los que los acogen, el palacio de los duques…

Mucha hambre pasa Sancho por esos mundos de Dios. Seguramente por eso, en cuanto tiene ocasión, se cose con el pan y las viandas hasta el punto de que terminan siendo uno.

De vuelta de la gobernanza de la ínsula Barataria, Sancho se encuentra con Ricote, aquel morisco que vuelve en traje de peregrino, como si anduviera en año de jubileo haciendo el Camino de Santiago con un grupo de tudescos. Pronto “se apartaron a la alameda que se parecía, bien desviados del camino real. Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota, y todos ellos eran muy gentileshombres, excepto Ricote, que ya era hombre entrado en años. Todos traían alforjas, y todas, según pareció, venían bien proveídas, a lo menos de cosas incitativas y que llaman a la sed de dos leguas. Tendiéronse en el suelo y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que si no se dejaban mascar, no defendían el ser chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama cavial y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de la colambre. No faltaron aceitunas, aunque secas y sin adobo alguno, pero sabrosas y entretenidas. Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja: hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudeso, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco.

Comenzaron a comer con grandísimo gusto y muy de espacio, saboreándose con cada bocado, que le tomaban con la punta del cuchillo, y muy poquito de cada cosa, y luego al punto todos a una levantaron las botas y los brazos en el aire: puestas las bocas en su boca, clavados los ojos en el cielo, no parecía sino que ponían en él puntería; y de esta manera, meneando las cabezas a un lado y a otro, señales que acreditaban el gusto que recibían, se estuvieron un buen espacio, trasegando en sus estómagos las entrañas de la vasijas.

Todo lo miraba Sancho, y de ninguna cosa se dolía, antes, por cumplir con el refrán que él muy bien sabía de “cuando a Roma fueres haz como vieres”, pidió a Ricote la bota y tomó su puntería como los demás y no con menos gusto que ellos.

Cuatro veces dieron lugar las botas para ser empinadas, pero la quinta no fue posible, porque ya estaban más enjutas y secas que un esparto, cosa que puso mustia la alegría que hasta allí habían mostrado.” Cap.LIV Segunda Parte.

¿Qué me recuerda a mí esto? ¿Este placer campestre me es ajeno? Sospecho que no pues, con algunos amigos, menudean los sábados en los que nos convertimos en caballeros de esos que “a las aventuras van”.

Será por eso.

lunes, 19 de julio de 2010

ESOS TIPOS BRUMOSOS

Esta mañana, como hago casi todos los días, me he levantado cuando el sol aparecía por lo alto de la montaña y el reloj se encaminaba hacia las ocho. He repetido las mismas rutinas cotidianas: unos minutos de ejercicios físicos, aseo y vestido. Inmediatamente después he salido de casa con Nena y me he dirigido a los Pinos para dar un paseo de casi una hora. Antes de salir de casa, hemos intercambiado algunas palabras, pocas, pensando en el día, en los quehaceres, en las visitas que aguardamos, en los víveres necesarios, en el tiempo atmosférico…

En el trayecto (nosotros hemos ido en coche) nos hemos cruzado con personas que iban a trabajar o a tomar el fresco del campo. Ni una palabra de intercambio. Alguna era desconocida, casi ninguna era identificable por nosotros. Ni una sola palabra con ellas.

En mi paseo solitario por los pinos me he cruzado con seis personas, en tres grupos, que también paseaban por el paraje. Adiós, buenos días y nada más. A la vuelta a la ciudad las calles ya acogían a muchos coches y a bastantes personas que iban de un sitio a otro. Muchas también desconocidas para mí, otras no. Apenas los mismos clichés: buenos días o adiós. Hoy ni siquiera me he detenido un momento con Jesús en el Parque. Vuelta a casa, ducha, desayuno, arreglos del hogar, lectura de noticias, repaso de alguna página en la red, lectura, escritura…

Hasta después de la comida hoy solo volveré a dar los buenos días a los de la tienda de comestibles: tengo que comprar el pan y algo de fruta. Y veré el telediario.

Sé que a mi lado hay personas, muchas personas, que mi realidad es la relación con esos otros seres, de carne y hueso o de los otros, también, y sobre todo, conmigo mismo, que nada es lo que es si no hay dualidad o multilateralidad, que todo se mide en relación con el número de implicados, que los demás me rozan por todas partes.

A pesar de todo, la convivencia se me hace resbaladiza y gris. Y en este asunto me pongo de ejemplo, pero sospecho que es cualidad que implica a todo ser humano.

Y es que pasan los otros a nuestro lado, brumosos o perdidos, escondidos debajo de sus pieles, con sus vidas a cuestas y en silencio, lejos pero tan cerca, mirando hacia otro lado, con las distancias físicas cruzándose y haciendo madeja pero fabricando distintos trajes, en una multitud de solitarios que gritan sin oírse, que reclaman ser ellos en minutos de gloria, que no se resignan a quedarse en el olvido.

Por desgracia, no sucede nada demasiado diferente cuando las distancias físicas se acortan, se sienta un grupo en torno de una mesa y se acotan un espacio, un tiempo y una idea. Son tan desconocidos los contextos desde los que se configuran las opiniones, se ponen tan al descubierto las diversas formas de organizar la vida, se jerarquizan las palabras y las ideas de manera tan diferente, que, en cualquier momento, surgen o el sinsentido, o el malentendido o la risa como forma para salir del paso sin necesidad de ser más explícito.

Así vamos tirando por la vida, buscando factores comunes, elementos mínimos de convivencia, asideros que nos resulten compartibles, pasarratos.

Con frecuencia me oculto y me retiro ante situaciones que no comprendo bien. No sé si es la mejor fórmula para mantener la supervivencia en niveles aceptables. No lo sé. Luego rumio en silencio y a veces lo describo con pudor en varias líneas.

domingo, 18 de julio de 2010

DUBLINESCA

Algunas frases tomadas del libro de Enrique Vila-Matas “Dublinesca”:

-Qué poco importa, cerca de cumplir sesenta años, donde uno mire, uno ya ha estado allá. Pg. 63.

-Al final, como decía Yeats, se tenga suerte o no, deja huella el afán. Pg. 69.

-Las mismas habilidades que se necesitan para escribir se necesitan para leer. Los escritores fallan a los lectores, pero también ocurre al revés y los lectores les fallan a los escritores cuando solo buscan en estos la confirmación de que el mundo es como lo ven ellos… Pg. 71.

-Nunca nada se hizo sin entusiasmo. Pg. 78.

-San Agustín cuando le dijeron que dijera qué era el tiempo para él: “Si no me lo preguntan, lo sé, pero si me lo preguntan, no sé explicarlo”. Pg. 84.

-¿Cuál es la lógica entre las cosas? Realmente ninguna. Somos nosotros los que buscamos una entre un segmento y otro de vida. Pg. 102.

-Citando a Behan: “Lo único importante en este mundo es “tener algo que comer y algo que beber y alguien que te quiera.” Pg. 107.

-El mundo es siempre más amplio en primavera. Pg. 115.

-Citando a Maurice Blanchot: “¿Y si escribir es, en el libro, hacerse legible para todos, e indescifrable para sí mismo?” Pg. 115.

-Cualquier crisis es solo, en el fondo, la proyección de nuestra angustia existencial. Pg. 121.

-Uno de los temas de meditación del budismo es la idea de que no hay sujeto, sino una serie de estados mentales. Y otro de los temas es pensar que nuestra vida pasada fue ilusoria. Pg. 153.

-Recordando a Onetti: Un hombre con fe es más peligroso que una bestia con hambre. Pg. 180.

-Iban a comerse el mundo y ahora se limitan a comentarlo. Pg. 186.

-Toda vida es un proceso de demolición. Pg. 187.

-No hay distancia más grande que el espacio entre dos mentes. Pg. 224.

-Citando a S. Beckett: “Mucho mejor, al final de todo, que las penas se pierdan y regrese el silencio. A fin de cuentas, es como has estado siempre. Solo.” Pg. 225.

-Citando a Gauger: La ausencia de genialidad de todos los escritores (se debe) al profundo desaliento que recorre nuestra época, a la ausencia de Dios y, en definitiva, a la muerte del autor, “aquello que ya anunciaran en su momento Deleuze y Barthes”. Pg. 264.

-Cuando tratamos de comprender la vida mental de otro hombre, nos damos cuenta muy pronto de cuán incomprensibles, cambiantes y brumosos son los seres que comparten con nosotros el mundo. Es como si la soledad fuera una condición absoluta e insuperable de la existencia. Pg. 276.

-Dispuso de tanto tiempo libre en aquellos días que se le escurrió por entero, estúpidamente hacia la nada. Pg. 295.

-Citando a John Cheever: “No estamos nunca en nuestra época, estamos siempre más allá.” Pg. 312.

-Ha admirado siempre a los escritores que cada día emprenden un viaje hacia lo desconocido y sin embargo están todo el tiempo sentados en un cuarto. Pg. 313.

Tras estos hitos hay un fondo de 325 páginas de reflexión e ironía inteligente acerca de la escritura y de su edición. Libro especial.

viernes, 16 de julio de 2010

PARS PRO TOTO

Sigo perplejo observando cómo la gente se apropia de la representación de todos cuando apenas se sostiene a sí misma. Seguramente ya me habré asombrado aquí de este fenómeno que toma la parte por el todo y se queda tan fresco y oreado.

En técnica literaria esto se denomina sinécdoque y responde al esquema lógico de “pars pro toto o totum pro parte”. O sea, lo dicho, que uno se apropia la representación de todo hijo de vecino sin encomendarse ni a Dios ni al diablo (¿por qué escribo Dios con mayúscula y demonio con minúscula?) y dando por hecho que eso responde a la verdad más absoluta.

No es fácil sobrevivir sin dar por sentadas bastantes cosas; no progresaríamos si tuviéramos que demostrar todas las afirmaciones. Pero conviene que demos por buenas o por malas las que realmente estén probadas y no las que se acomoden a nuestros deseos y a nuestro provecho. Y aquí volvemos, una vez más, al difuso límite en el que navegan tantas veces los barcos de nuestros argumentos.

¿Se puede afirmar que la ley de la gravedad es universal? Parece que sí. ¿Hay que demostrarla cada vez que queramos aplicarla. Parece que no. ¿Se puede argumentar que los españoles son amantes del sol? Aquí ya convendría actuar con prudencia y no generalizar, aunque parece que la experiencia demuestra que es verdad en muchos casos. ¿Puedo afirmar que el pueblo de Béjar está contento con la actuación de la situación sanitaria en la ciudad? Parece que las dudas se acentuarían y yo me tentaría la ropa antes de afirmar tal cosa. ¿Me permitiría esta situación afirmar que la población de Béjar está descontenta con la situación sanitaria? Creo que no.

Así podría ir graduando hasta situarme en el mar de la niebla y de la confusión.

Pues los supuestos portavoces de las mayorías, sin haber consultado con nadie, se multiplican por todas partes. Estos días pasados he oído a muchos representantes políticos, casi todos ellos minoritarios en representación, atribuirse la portavocía de todos los españoles: “Los españoles piensan”, “los españoles quieren”, “los españoles necesitan”. Y no tienen ni el pudor de un “nos parece que”, “pensamos que”, “seguramente…”. Nada de nada. Otro tanto ha ocurrido con los representantes catalanes. Tienen las ideas tan claras que uno empieza enseguida a dudar de la veracidad de sus afirmaciones tan rotundas. Y hasta puede que en la realidad tengan bastante razón, pero no tienen el derecho de arrogarse representación que nadie les ha otorgado.

Desde el parlamento podemos bajar escalón y situarnos en comunidades autónomas, en diputaciones, en ayuntamientos, en comunidades de vecinos y en cuadrillas de amigos tomando el sol en el parque.

La sinécdoque por excelencia es la del equipo de fútbol patrio. Todos hemos ganado la copa del mundo, todos hemos rematado y hemos marcado el gol de la victoria, este no es mi equipo sino nuestro equipo. Cuidado con el discrepante porque en este terreno puede ser lapidado. Otro tanto sucedería si se me ocurriera cuestionar el patronazgo de la Virgen del Castañar como patrona de Béjar o la bondad o maldad de dedicar esfuerzos y dinero a jalear la antigüedad de la plaza de toros del Castañar.

Las aparentes verdades, repetidas por los altavoces públicos, se convierten en tópicos. Los tópicos se petrifican con el uso. El uso mantiene lo que conviene del tópico a los medios que los pregonan y que los mantienen. Los usos los mantienen los que poseen los medios públicos para ello. Lo usuarios de esos medios públicos corren el peligro de dejarse llevar y de dar por bueno todo lo que le digan que es bueno y malo lo que le presenten como malo. Las costumbres son los moldes que conservan congelados esos usos. Si no se remueven las entrañas desde la razón y desde el progreso, corremos el peligro de la manipulación continua y de que todo se convierta en apariencia y mentira.

Yo no aspiro a que todos seamos “versos sueltos”, pero tampoco quiero comulgar con ruedas de molino sin notar nada extraño en la garganta.

jueves, 15 de julio de 2010

"TODA AFECTACIÓN ES MALA"

Seguramente habrá más ejemplos porque este pozo es insondable y, por ello, resulta inagotable, pero al menos recuerdo un par de ocasiones en las que se hace referencia a la “afectación” en el libro del Quijote. Son estas:

a)Cap. XXVI, segunda parte. Habla Maese Pedro, aquel reconvertido Ginés de Pasamonte, o Ginesillo de Parapilla, como lo bautizó el asendereado y apedreado caballero después de uno de los episodios más agrios que se desarrollan en la obra. Se dirige al muchacho que le acompañaba en sus correrías: “-Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala.”

b)Cap. XLIII, segunda parte. Ahora es don Quijote el que se dirige a Sancho para aconsejarle, en los días previos a su aventura de gobernador de la ínsula. Después de los consejos morales, le sermonea con los consejos de comportamiento físico, social y de vestimenta: “Anda despacio, habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala.”

Los usos vienen concretados, pues, para la forma de manifestarse con la palabra, que es algo así como la manera de trasladar a los demás los propios pensamientos.

Afectación es tanto como falta de sencillez y de naturalidad, presuntuosidad en la manera de ser y de hablar, de escribir…, y de actuar, en suma.

A mí, como casi siempre, este consejo me da para mucho y me deja con el sabor agridulce de lo que comparto para según qué ocasiones y contextos.

Si no le busco aristas, lo firmo, lo rubrico y lo enmarco. Nada mejor que saberse poner a la altura de las circunstancias, ponerle lindes reconocibles al contexto en el que te mueves y actuar en consecuencia. Siempre he dicho y he enseñado que el sabio no es el que habla sin que le entienda la gente sino el que sabe acomodarse a la situación y suelta un taco en el momento que es necesario o elabora las formas si el auditorio por naturaleza lo pide: no es lo mismo tomar un vino en una bodega de mi pueblo que pronunciar una conferencia (mucho mejor lo primero, sin duda).

Pero no me gustaría que esto se entendiera solo en el extremo del nivel coloquial, de tal manera que no tuviéramos preocupación por la precisión y por la coherencia en las formas verbales. Hasta tal punto exijo esto, que me gustaría que hubiera cortapisas y rechazos a la hora de elegir representantes con aquellos que no controlan la expresión y se mueven con el impulso del viento solamente. Los niveles públicos no son precisamente los más loables; los ejemplos que se dan, tampoco. Sé que no existe paralelismo absoluto, pero confío mucho en una relación bastante directa entre una buena expresión y una buena estructura mental.

De modo que toda afectación es mala, pero toda ignorancia y dejadez es peor.

Maese Pedro se ganaba la vida engañando a los habitantes de los pueblos entre otras razones porque comunicaba sus engaños con palabras llanas. Sancho tampoco se “afectó” en el gobierno insulano, pero fracasó. Hay para todos los gustos.

Y todo esto si hablamos de la expresión oral. Bastantes más cortapisas presenta la expresión escrita, y aún más la creación poética. Esa afectación o sobreactuación, sin embargo, me resulta absolutamente insoportable en otros ámbitos de la vida: moda, dinero, costumbres, muebles, automóviles,…

De modo que me acojo a la advertencia de Cervantes y procuraré no olvidarla. En según qué contextos.

Y amanecerá Dios y medraremos.

miércoles, 14 de julio de 2010

EL ESTADO DE LA NACIÓN

Cada mañana, cuando me levanto, cumplo con algunos rituales. Uno de ellos es el de pensar en algún hecho colectivo que vaya a mantener ocupada la atención de buena parte de la comunidad. Hoy me salen algunos al encuentro: Fiesta nacional francesa, debate de la nación, restos de cuarto orden de los triunfos deportivos… En fin, como cada día, aquellos hechos que los medios quieran elevar a la cúspide de nuestras miradas.

Pero hay otras formas de levantar el día, más humildes y menos glamurosas, aunque tengo para mí que más sabrosas también. Por ejemplo.

Aprovecho estos días de verano claro, caluroso y diáfano para pasear por los Pinos. Hasta allí subo con Nena, que aún no goza de vacaciones. Desde Montemario inicio mi paseo entra la brisa y los primeros rayos del sol. A estas alturas, cualquier observador fino puede darse cuenta de que al sol ya le cuesta un poquito más asomarse por lo alto de la sierra. Son solo algunos minutos, pero todo va poco a poco dando otro perfil.

Por las calles de Béjar apenas se desperezan algunas personas a las ocho de la mañana. Las que empiezan su trabajo a esa hora ya estarán en sus puestos y las demás dormirán el sueño plácido de los que no tienen ni prisa ni obligaciones.

Con mi cayada como ayuda y compañía rítmica, enfilo la subida por la Fuente de la Hoja. Los rayos me avistan de perfil y son muy flojos ahora. Es la brisa la que me roza la piel y la que me saluda fresca entre pinos, castaños y robles. Los helechos ya han crecido también y alzan la vista altaneros desde el suelo. Bebo un trago en la fuente para seguir con mi costumbre de pensarme más naturaleza y sigo en mi devaneo físico y mental por el sendero que atraviesa el pinar. Alguien dijo algún día que este paraje es el pulmón de esta ciudad estrecha bejarana. No diría yo tanto, pero sí aseguro que es un jardín fresco y reconfortante en el verano caluroso que me invita y me incita a pasear por él en cuanto tengo oportunidad.

Cada cierto trecho me encuentro con alguien que pasea con algún perro. Definitivamente, no son mi predilección los perros. Procuro serenamente apartarme de la senda para que no se me acerquen, aligero el paso y sigo mi camino monte arriba. ¿De dónde sale tanto perro? ¿Qué razas son estas que asuntan a cualquier paseante? ¿Por qué no van controlados por sus dueños?

El camino es sabroso y propicio al pensamiento. Todo él es un dosel de ramas y de hojas. Bajo ese palio camino sin prisas y subo hasta las cascadas, que siguen y seguirán incansables vertiendo las aguas monte abajo, camino de la mar que es el olvido.

Enseguida cambio la orientación y aparecen las lomas de la sierra a mi vista. Quedan todavía algunos diminutos neveros, que ya no aguantarán demasiados días el empuje del calor. Pero la vista desde esta otra ladera es fantástica. Es un inmenso mar verde el que se ofrece ante mis ojos, con el río en lo hondo y con el cielo limpio en lo más alto. El sol sigue despertando sin complejos. La brisa permanece. Mis pulmones se llenan de aire y de satisfacción.

Por los Pinos hago ochos, recorro los senderos, me acerco hasta el frente de Navahonda, me encuentro con paseantes que van y vienen. Con alguno me paro y lo saludo.

El señor Benjamín tiene ochenta y muchos años. A diario camina por los Pinos solitario y lento. Me dice que sube hasta los Praos Domingo y que echa la mañana para subir y bajar. Y así cada día desde hace una eternidad. No le queda otra eternidad para seguir caminando al señor Benjamín, pero yo sí se la deseo mientras le recuerdo el viaje que en una vieja furgoneta hicimos hasta Barcelona hace ya tantos años. El señor Benjamín casi no lo recuerda. Yo tengo imágenes más nítidas que las suyas.

Alguna hermosa mujer camina llevando como compañía algún perro y se deja y se pierde por entre los pinos mañaneros. Los empelados de Aqualia revisan a diario los niveles en los estanques y algún encargado de repartir pan vuela en su furgoneta por la senda que conduce hasta la Canaleja. ¿Adónde va el pobre imbécil? ¿Qué quiere ganar con esas carreras sin sentido? ¿Qué se juega en la tontería? ¿Qué circunstancias le empujan a actuar con esas prisas y con esa insensatez? ¿Qué escala de valores es la suya? ¿Quién ha contribuido a que la haya forjado de esa manera? De poco le sirve que algunos caminantes le señalen con las manos su imprudencia: parece que esas reconvenciones le dan más alas. Pobre imbécil. Para más señas, la furgoneta era de Panbesa y el pan que cuecen y hornean es malísimo: a la porra con el conductor y con la panificadora.

Cuando regreso al asfalto, la ciudad se ha puesto un poco más en pie. Los coches circulan por la carretera, los transeúntes se mueven y menudean por las aceras, algunos se reúnen con sus cayadas y sus indumentarias deportivas para pasear y llenar la mañana en los parajes lujuriosos de esta ciudad montañera.

El Parque de la Corredera está casi vacío. Hoy no veo ni a los empleados que lo cuidan. Pronto se llenará de personas ociosas que llenarán sus bancos al amparo del sol y en la degustación de su fresco. Esa es ya otra capa del discurrir diario de una comunidad cualquiera, esta por ejemplo.

Cuando llego a casa, me ducho, desayuno y realizo algunas tares domésticas. Ya estoy dispuesto para teclear y dar cuerpo a estas pequeñas sensaciones de diario y de mañana.

A lo lejos andarán los de siempre enfrentados y como si se jugaran la vida por complacer los instintos de los de su grupo, que aplaudirán o jalearán a la menor ocasión. Y casi todo se nos irá en esa catarsis que se produce al ver que unos vencen a otros, que una figura apabulla a otra o que una parte gana por goleada frente a otra que muerde el polvo de la derrota y que debe prestarse al escarnio de la comunidad. Los medios de comunicación se encargan de enlatar todas estas bajas pasiones y de mostrárnoslas como si de grandes tratados filosóficos se tratara. Y nosotros seremos otra vez los espectadores de ese circo del mundo en el que todo es artificio y traza, todo espejo de vanidades y todo apariencia y fachada exterior.

Ellos querrán que ese sea el estado de la nación. Me parece que, más bien, el estado de la nación es el otro. Aunque no dé lectores ni dividendos, ni atice el morbo, ni cree escalas de vencedores y de vencidos, ni ande bebiendo los vientos por el PIB ni por el POB.

domingo, 11 de julio de 2010

!! A POR ELLOS !!

Yo quiero ser normal. ¿Cuántas veces lo voy a decir? MI lema sigue siendo “querer y ser querido”. Pero para ello tengo que dejar tantos pelos en la gatera, que mis ánimos decaen con demasiada frecuencia y no encuentro el sosiego que persigo.

Por ejemplo.

Escribo estas palabras en la mañana del juicio final, en el día de la bestia, en el momento de la gloria y de la venida del espíritu. Naturalmente, quiero decir que esta tarde noche se celebra el partido final de la copa del mundo de fútbol. Y ahí está España jugándose los garbanzos, alcanzando la gloria, colgándose el laurel, subiéndose al carro triunfador, alcanzando el Olimpo, pasando de la categoría de simples mortales a la de héroes y acaso dioses.

Pues que no hay manera de integrarme en esa marea que lo invade todo. Entonces me da por analizar las causas y me sale un esquemita sencillo pero demoledor. Me gusta el fútbol (me gusta quizás más el baloncesto), veo partidos por televisión, tengo preferencia por algún equipo, creo que admiro el buen fútbol… Pero no logro entrar en el nivel del forofismo ni de la pérdida de cierta compostura. ¿Y por qué no, si parece que lo hace todo el mundo? Pues me salen razones, no sé si alguna tendrá peso o serán tontería mías, en cuyo caso tendría que hacérmelo mirar.

Veamos.

No conozco otro deporte que mueva más intereses económicos, sociales y hasta políticos que este asunto del balón que entra en la portería. Si esto fuera real (y tengo para mí que sí lo es), acaso habría que empezar a explicarlo desde estos parámetros económicos. Los medios de comunicación que tienen los derechos de las retransmisiones ya se encargan de convertir cualquier anécdota en categoría y en noticia espectacular: hay que darle al morbo, provocar sensaciones, convocar anunciantes y mejorar la cuenta de resultados económicos, que es lo único que realmente importa, no el deporte ni los deportistas. El análisis del vaticinio del pulpo es paradigmático. O sea, que, resumiendo mucho, todo es sencillamente mentira y a todos nos quieren embaucar -y nos embaucan- con los inventos de los medios.

Si este asunto de la manipulación fuera real (y también tengo para mí que lo es) habría que atender a qué fines está sirviendo y a qué intereses se supedita. Los medios de comunicación no los poseo yo ni los poseen los que tienen dificultades para llegar a fin de mes, los atesoran las grandes fortunas, aquellos que tienen sus propios intereses y un perfil social y político determinado y con escasas excepciones.

No logro entender por qué con tanta seguridad se habla del panem et circenses clásico y no se ve la misma estructura en estos asuntos de nuestros días. Tiene que ser mi torpeza que no da para más.

Que un hecho de esta naturaleza una simbólicamente a muchos miembros de una comunidad no es un hecho al que yo le encuentre inconvenientes. Me parece bien y no pondré pegas porque se produzca; que otros asuntos de importancia infinitamente superior (tiene que ser mi torpeza la que los ve así) no susciten nada más que separación o, en su caso, indiferencia, es algo que no logro encajar en mi aspiración al sentido común. Algunos ejemplos.

Se acaba de producir un fallo del Tribunal Constitucional ante un ejemplo estatutario. Las reacciones de unos y de otros me parecen de locos, y, que me perdonen, de analfabetos mentales (tiene que ser mi torpeza otra vez): ni jerarquización de leyes, ni división de poderes, ni serenidad por parte de casi nadie, ni constatación de que las leyes solo pueden recoger una parte de la rica realidad diaria, ni un poco de educación en las manifestaciones del otro asqueroso nacionalismo centralizado, ni nada de nada…

El Gobierno ha planteado una encubierta privatización de las Cajas de Ahorros. Era este uno de los pocos medios que vertebraban la socialización de la economía y de las actividades sociales de este país, a pesar de todos los pesares, que son muchos y muy dolorosos pesares. Solo una parte exigua de la izquierda se rebela por ello mientras que la derecha aplaude hasta con las orejas.

La productividad anda por los suelos y uno tiene la impresión de que seguimos en el país de la picaresca, ese en el que lo más aplaudido es aquello que conduce al provecho propio con el menor esfuerzo.

Y no quiero seguir poniendo ejemplos tan graves como actuales.

Pues dale con la roja, o con la nacional, que los hay que son rojigualdos hasta para esto.

Coño, que gane la roja, que yo me alegraré, pero que consideremos alguna cosa más en la que podríamos realizar algún esfuerzo para ponernos de acuerdo y convivir un poco más tranquilos y sin la mira puesta en el rabillo.

Porque mañana la injusticia social va a seguir ahí, los ERES van a continuar (y los pagamos todos, como todo lo demás, que esa es otra engañifa), la dignidad humana acaso va a seguir siendo un valor solo nominal y de libre cambio económico, los sueldos van a seguir siendo desiguales… Y la concepción de la vida seguirá discurriendo por las sendas del dinero, del PIB y de todas esas zarandajas, en una visión corta y miope que seguirá sirviendo a todos esos que ahora nos apabullan con juegos de circo y malabarismos a gogó.

O sea, que gane la selección, que viva España y todo eso. Pero que sigamos viviendo todos. Y, si puede ser, con un poquito más de espíritu colectivo.

!A por ellos! Habría que determinar con serenidad quiénes son ellos.

viernes, 9 de julio de 2010

ERA NUESTRO SILENCIO

Este nuevo tránsito más lento por las horas y los días -en parte por el calor y en parte por la flojera de los horarios- me da un poco más de tiempo para la nostalgia y para el recuerdo.

Ayer mismo paseaba por las sombras que permitía mi plaza a primeras horas de la mañana. Lo hacía empujando el carrito en el que mi nieta Sara dormía plácidamente. Se había despertado antes de lo esperado y me pareció que lo mejor era sacarla al airecillo de la calle. Se durmió enseguida. La miraba y la contemplaba cómo dormía a pierna suelta, en su carrito, ajena a mis pensamientos y dejada de cualquier preocupación.

Hace un par de años también paseaba a mi madre en su carrito y ajena a su manera al paso del tiempo y de las horas, en aquel despedirse lento y tristísimo.

Ayer se me reprodujeron las imágenes y acaso sentí sensaciones similares. Agarré con fuerzas el carrito y me olvidé de todo. De todo menos de ellas dos. Mi madre en su final, mi nieta Sara en sus comienzos.

Y yo en medio de la vida, viendo correr el tiempo sin poder hacer nada para cambiar su rumbo y su velocidad.

Solo me falta tiempo, ya solo quiero tiempo, solo me gana el tiempo, me aguarda solo el tiempo.

Paseábamos los tres en el silencio de la mañana. Cada uno en su silencio. Y yo viviendo a gritos mi silencio.

El día se puso cálido en medio del silencio. La plaza daba voces en medio del silencio

jueves, 8 de julio de 2010

SOBREVIVO

Apenas puedo dar señal de que sigo viviendo. O eso creo. Los calores me matan, me dejan sin resuello y no encuentro la forma de combatirlos. Apenas unos ratos de lectura y huida hacia donde puedo del sofoco y del sudor.

Pero ha estado Sara con nosotros. Y eso es otro cantar muy afinado y con un son perfecto. Lo siento también por sus calores. Más que por los míos. Menos mal que no ha perdido ni su sonrisa ni sus imitaciones ni su felicidad. Y si ella está feliz yo no puedo decir que no lo estoy. Sus manitas agarradas a las mías ya empiezan a dar los primeros pasos y su figurita se yergue como una reina en pequeñito. Pronto serán sus primeros tropiezos en solitario. Ahí andamos.

Ah, y con el asunto de la “roja” a cuestas. Que yo también me animo y me pongo contento al ver a tanta gente contenta. Aunque me gustaría que el personal se alegrara también y sobre todo por otras muchas cosas que ve pasar a diario y tengo la impresión de que ni siquiera las saluda. A ver si hay suerte el domingo y hablamos de ello en medio del triunfo. Si seguimos sobreviviendo y la ola de calor nos abandona.

domingo, 4 de julio de 2010

"COMO UNA DONCELLA TIERNA"

A falta de otros ritmos y ocupaciones, me pierdo en el campo y en la lectura. No encuentro mejor forma de sobrellevar los calores y de defenderme de otros hechos que me desagradan y ante los que de momento me mantengo con la lengua prieta y mordida.
Sigo con ritmo lento en el Quijote, degustando las correrías del caballero y los arranques de Sancho; pero, sobre todo, me interesan sus consideraciones, los diálogos que cruzan cuando la ocasión se pone propicia. Desde ellas, alargo la mirada e intento proponer las mismas condiciones para los días que me ha tocado vivir. Es ahí donde encuentro la salsa de este enorme guiso. Cada párrafo es un gusto y cada capítulo un tratado.

En el Cap. XVI se extiende en consideraciones acerca de las artes, y en concreto de la poesía, que bien podían reconsiderarse en cualquier reunión al efecto o ser aplicadas a cualquier poeta al que se le escapen los humos. Las letras, las ciencias, el arte, la milicia. “A los padres toca el encaminarlos (a los hijos) desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las buenas y cristianas costumbres, para que cuando grandes sean báculos de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad; y en lo de forzarles que estudien esta o aquella ciencia, no lo tengo por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso, y cuando no se ha de estudiar para pane lucrando, siendo tan venturoso el estudiante que le dio el cielo padres que se lo dejen, sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vieren inclinado; y aunque la de la poesía es menos útil que deleitable, no es de aquellas que suelen deshonrar a quien las posee. La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde, que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo.”

Para tratase del S XVII ya parece suficiente. Quedan las consideraciones después de trasladar las ideas a los comienzos de nuestro siglo. Son demasiadas. Y no todas caminan en el mismo sentido.

viernes, 2 de julio de 2010

"TODO ES ARTIFICIO Y TRAZA"

“Todo es artificio y traza”. Podría ser un buen octosílabo para rematar un poema. O para arrancar como verso inaugural. No lo es y, además, tiene copyright. Las palabras las pronuncia don Quijote (Segunda Parte Cap. XVI) y van dirigidas a Sancho. Acababan de dejar al aparecido caballero disfrazado Sansón Carrasco (el único disfraz de caballero vencido y a la vez vencedor del caballero manchego) y se habían enzarzado en un ir y venir de consideraciones, en un diálogo con los papeles cambiados pues ahora es don Quijote el que razona con serenidad, ya que no con certeza, ante un Sancho que no quiere tragar con la tostada de los aparecidos Sansón Carrasco y Tomé Cecial.

Asistir a los prolegómenos de los combates entre los escuderos es asunto de maravilla y de gusto extraordinario, hasta dejarlos colgados con aquel “Amanecerá Dios y medraremos”. Atender a la previa del encuentro entre los dos caballeros es tanto un ejercicio de burla como de maneras y formas estereotipadas que causan gran regocijo.

El de los Espejos, el guasón de Sansón Carrasco, bien advierte a don Quijote en qué suerte ha de quedar el vencido. Nada arredra a don Quijote: su ilusión, su “irrealidad” es superior siempre a cualquier dificultad. Leoncitos a mí…

Pero el arreglo literario -mal resuelto en este caso, según mi criterio- sirve para que, por una vez otro caballo haga bueno a Rocinante y su lentitud y falta de fuerza sirven de artilugio para que don Quijote dé con los huesos del de los Espejos en el suelo. A partir de este resultado victorioso, todo estaba permitido. Poco imaginaba nuestro caballero don Quijote que ese mismo aparente caballero sería el que lo dejaría vencido y sin ánimos en la playa de Barcino.

Y ante la mirada de del caballero… “apeándose de Rocinante, fue sobre el de los Espejos y, quitándole las lazadas del yelmo para ver si era muerto y para que le diese el aire si acaso estaba vivo, y vio… ¿Quién podrá decir lo que vio, sin causar admiración, maravilla y espanto a los que lo oyeren? Vio, dice la historia, el rostro mismo, la misma figura, el mismo aspecto, la misma fisonomía, la misma efigie, la perspectiva misma del bachiller Sansón Carrasco”.

Pues ni por esas. Todo lo trasciende nuestro caballero al encantamiento. En él se refugia y hasta en él confía. Todo es artificio y traza. En demasiados casos modernos, para mal; en la bondad de nuestro caballero, muy para bien. Pues él es un caballero “de esos que dicen las gentes / que a sus aventuras van.”

jueves, 1 de julio de 2010

IR A TONDAS

¿Ir a tonda? ¿Ir de tonda? ¿Ir a tondas? Me cuesta aquilatar esta expresión tan bejarana. No acabo de encajar su origen ni su etimología, pero sé que era muy utilizada entre los habitantes de la ciudad estrecha. Hoy tal vez no se conozca tanto porque no se practique eso de ir a tondas. Y menos ahora en el buen tiempo. En otoño, con las castañas en sazón, es cosa bien distinta. Lo saben muy bien los montes del Castañar. La conozco usada en plural pero me quedan dudas, sobre todo porque no alcanzo una etimología que me satisfaga. En todo caso, ir a tondas siempre implica apropiarse de frutos de manera poco legal.

Pues a ello que nos fuimos, como adolescentes reveníos. Por los caminos serranos de Candelario, de La Garganta y de Hervás. Dejamos el pantano repleto de agua y avistamos, como tantas veces, las lomas de La Garganta y los edénicos valles de Hervás. En ellos nos hundimos, en su frescura y en sus regatos.

El regato Balozano sigue bravo y fresco en su corriente, monte abajo. Hasta él nos acercamos para contemplarlo. Qué pozas tan umbrosas. Allí también las ninfas se relajan y a nosotros no nos hubiera importado darnos un refrescante baño. ¡!No penetra casi el sol en todo el día!! ¿Se puede pedir algún sitio más atractivo y sugerente? ¡!Y todo gratis!! Apenas cuesta un poco de ánimo y unos pasos por la senda. No quiero saber nada del calor de las playas, por favor.

Entre sombras anduvimos, ascendiendo hasta la pista Heidi. Alguna vez he criticado al ocurrente que tuvo la idea de darle tal apelativo a esta hermosa senda que cruza toda la sierra de Hervás a media altura.

Íbamos a pasear, claro. Pero también íbamos a reponer existencias de yerbas naturales que tan buenos guisos hacen con los sólidos y con los líquidos durante todo el año. Queríamos mejorana, buscábamos orégano, cogeríamos cerezas, acaso recogeríamos también hipérico. Y todo estaba allí, en el campo, en las laderas de Hervás, a la mano, al lado del camino, diciendo cógeme.

Y no debíamos ser desagradecidos. De modo que -que no se entere nadie- cortamos unas buenas matas de orégano, todo en su punto, menudeamos media bolsa de mejorana para cualquier guiso y dimos vista a las cerezas. El hipérico lo dejamos todo para que Jesús Tiedra lo recoja y haga con él sus aceites curativos.

Las cerezas en Hervás en poco tienen que envidiar a las del Valle del Jerte. Buena parte de la ladera que mira al sur, llena de agua y de sol, presta agradecida sus frutos en estas fechas. No todas son recogidas por sus dueños. Hay razones que lo explican. Así que descansamos para desayunar. Manolo se encargó de aromar su pequeño bocadillo con mejorana -como si fueran pocas las hierbas que íbamos a ingerir con los tes y con el aguardiente-. Este hombre cambia todo con sus sustancias y con sus aromas. Vino, anchoas, queso, chorizo, tomate, champán (algo había que celebrar), pan, queso. Todo en pequeñas dosis, claro, y mirando al horizonte a nuestros pies.

¿Y las cerezas? Allí estaban, en los cerezos. Probamos unas, miramos otras, desechamos las que menos nos llamaban la atención, nos hicimos dueños y amos de una finca, abrimos una bolsa, la llenamos con tranquilidad pues todo era nuestro, se nos fue la lengua en asuntos medio serios, medio sublimes (Platón cogía cerezas a dos manos), menudeamos varios árboles, nos regodeamos en la acción, exigimos mentalmente al dueño desconocido que para otra ocasión dejara la puerta de la finca abierta, llenamos una segunda bolsa, comimos hasta saciarnos, volvimos a mirar el horizonte, deseamos por un momento que apareciera el dueño y nos pillara para que así la acción de ir a tondas alcanzara su morbillo (se las habríamos comprado a buen precio), no hubo manera por más que lo esperamos, cargamos con las mochilas y con las bolsas “atarracaditas” de frutos rojos, colocamos las bolsas acogolmadas en un bastón que apenas soportaba su peso, lo cogimos cada uno de una esquina y nos pusimos en camino ladera abajo. Su trabajo nos costó llegar hasta la carretera. Yo creo que el dueño nos tenía que indemnizar por ello. No hubo caso. A la falta de morbo se le opuso una serenidad casi chulesca, un estar como dueños del campo, una tranquilidad propia de los jornaleros.

En Hervás las vendían a euro y medio, y algunas a dos euros. No tenían mejor pinta que las nuestras.

Manolo, ¿qué vamos a hacer con tantas cerezas? Cuidado, no comerlas calientes.