domingo, 30 de noviembre de 2008

CON EL DEDO HACIA ABAJO


¿Hemos hablado algún día sobre la crueldad humana? ¿Te has parado a pensar en la sutileza con la que los humanos consagran sus acciones más crueles?

Anoche me llevaron a cenar con un grupo que hacía recuento de sus actividades al aire libre en el último año. Allí llovió el jamón del cielo, el chorizo del palo y el salchichón de la vejiga del cerdo. Después, y guardando todas las normas de la elegancia, se sirvieron pescados que saciaron las hambres. Entre esta acción y el tigre devorando a su presa claro que hay diferencia. Diferencia de formas, por supuesto porque, al final, el vencido siempre termina en las mismas condiciones, sin vida y cuarteado. Eso sí, con filetes muy finos o en lonchas bien cortadas. Los buitres y las hienas son los mismos pero aguardan su turno educadamente, empiezan a comer a la vez y se limpian le morro con bastante frecuencia. Todo pura elegancia.

No siempre es tan sencillo guardar las apariencias. Sobre todo cuando los enfrentados son dos seres humanos y tomamos partido por uno de ellos. Imaginar, por ejemplo, un partido de fútbol, con sus preparativos, su escenario encendido, los miles de gargantas dando voces, el desarrollo de la pelea y el vencimiento de uno u otro lado, es una experiencia única. Si lo adobáramos imaginativamente con el desarrollo paralelo de cualquier acto de bondad, el resultado sería insuperable. Tenemos que invocar esa experiencia, que no nos cuesta nada.

Hoy prefiero soñarla nuevamente con don Quijote al frente del relato. Segunda parte, Cáp. LVI En una de las bromas de los duques, el lacayo Tosilos está a punto de enfrentarse a don Quijote, siempre dispuesto a todo para no conseguir nada. Es una lucha de dos caballeros -aunque uno sea fingido- en toda regla y en campo adecuado. El joven Tosilos se enamora repentinamente (demasiado repentinamente para encajarse en la verosimilitud) de la hija de doña Rodríguez y deja de haber caso. Y como no hay caso, no hay torneo de caballeros. Y como no hay torneo, ninguno puede salir vencedor en el campo ni aniquilar al contrario. Y entonces… “los más quedaron tristes y melancólicos de ver que no se habían hecho pedazos los tan esperados combatientes, bien así como los muchachos quedan tristes cuando no sale el ahorcado que esperan porque le ha perdonado o la parte o la justicia”.

Y miro a mi alrededor y veo los partidos de todos los deportes en los que importa más el sufrimiento ajeno que el festejo propio, o contemplo el ajetreo de los partidos políticos y me sale lo mismo en muchos de sus componentes, y observo lo que ocurre en los negocios y no me da otra cosa, y soporto la vida en continuo empujón y tente tieso, a codazo limpio por hacerse un lugar frente a los otros.

En fin que la cena se sirvió pulcramente. Pero le faltaba un poco de pimienta. O no.

sábado, 29 de noviembre de 2008

AUNQUE EL FINAL SEA EL MISMO

El frío, la nieve, el agua y mi comodidad me han dejado en tierra y hoy no he cogido el tranvía que me llevaba al campo. Manolo y Jesús son más intrépidos y no se han arredrado. ¿Por dónde habrán echado el pie? Los he recordado mientras me sumergía casi en lo más hondo de mi sillón, al amparo del calorcito y observando cómo el exterior se ponía oscuro y neblinoso.

Pero yo necesito pocos ánimos y menos herramientas. Un libro me basta para dejarme llevar por esos mundos. Si le pongo un fondo musical algo agradable, entonces me eternizo. Ando tras un compendio de asuntos filosóficos. Un poquito de historia y un algo de teoría. Me confieso y me reconozco cada día más a gusto rondando por un rato esos misterios. Al fin y al cabo, uno es también muy raro, casi como esos seres que se dedican -quién lo iba a pensar- a remover conceptos y a hacer conjeturas sobre asuntos que a los demás les vienen rodados en el curso de su ignorancia o de su desprecio. Es que hay gente pa to.

Revisaba conductas de los cínicos, repensaba conceptos de Platón (yo creo que, para bien o para mal, este es el culpable de casi todo), me asomaba a Aristóteles, hacía una paradiña en San Agustín, repescaba las dudas de Descartes… En fin, me daba un baño de luces y de sombras.

Lo que más me impresiona es el esfuerzo de todos estos tipos por repensar la vida desde su propia mente, el rehacer el mundo con sus propios esfuerzos, el entender que el norte es preguntarse siempre por todo, con el peligro de estrellarse o de quedarse perdidos en la cuneta. Qué distintos de “toda la epidemia que puebla las aceras”, con perdón. Al fin y al cabo, el mundo se mueve con cuatro tópicos, controlados por cuatro poderosos pero seguidos sin apenas análisis por el resto de la gente. Estos sí lo intentaron, pusieron cara al tiempo y al espacio, trataron de encontrar algún porqué que les iluminara en el camino. Tal vez para atizar el sufrimiento, pero lo intentaron. Esto es lo que me atrae de todos ellos. Aunque el final sea el mismo.

Qué tío aquel cínico Diógenes que, ante la pregunta de Alejandro Magno, nada menos que el emperador de emperadores, de si podía hacer algo por él, le respondió: “Apártate porque me estás quitando el sol”. ¿Te lo imaginas? Lo mismo hasta se quedó dormido como un niño. Y yo con él y con el regustillo de cantarle una nana para que descansara, o el deseo de pedirle un autógrafo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

RAZÓN Y DESENCANTO

Hoy la atmósfera ha estado de aguanieve. Lo mejor es el sillón y el calorcito de la calefacción. Desde que vine de clase hasta bien entrada la tarde he tenido monocultivo: la lectura de un libro con formato de diario.

“Razón y desencanto” es la segunda entrega de Diego Fernández Magdaleno que camina en esta dirección del diario o el encuentro personal consigo mismo. Tenía en la memoria su “El tiempo incinerado” como algo muy reciente, pero leo en la solapa que es de 2005. Cómo pasa el tiempo. “Porque el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa”. Pues me lo he bebido de un solo trago, casi sin levantar la vista de sus páginas. Es la espina dorsal de dos años de vida, la médula y la sustancia inyectada en vena, el despojo de todos los despojos en sentido positivo, en metáfora robada a Ángel González, la criba de la mina, lo fetén de lo fetén.

A mí me interesa la literatura del libro, pero me interesa mucho más el ser humano que la sustenta, y la sensibilidad que adensa cada imagen, y la madurez que muestra cada idea, y la cultura que adivino en cada página. Alguna vez he escrito que la creación corre paralela siempre al tenor que pueda ofrecerle la vida real del creador. No me apeo mucho de esta afirmación. Diego es un pianista sencillamente genial; cuando yo le he oído tocar, juro que he sentido unos escalofríos especiales y unas sensaciones diferentes. La mecánica te puede dejar frío, la sensibilidad es otra cosa. Creo que sé de qué hablo.

Hay, por supuesto, mucho mundo de música en este libro, de profesión y de amor por este arte. Pero la espina dorsal es otro asunto. Todo se difumina en el telón de fondo de la muerte de su padre. Hay anotaciones bellísimas con esta imagen siempre que me han puesto en el límite del llanto. Por desgracia, también sé algo de esto. Es la línea del tiempo, que se paró en una fecha pero que dejó huellas para siempre. En la otra esquina, la gozosa noticia de la vida que sigue: el nacimiento del hijo y el horizonte abierto.

He subrayado muchas líneas. Elijo esta que sigue: “Martes, 18 de abril: Al apagar la pequeña lámpara de la mesilla, pienso en mi padre. Las rendijas de la persiana intuyen la eterna soledad del cementerio. Tere duerme, feliz por su futura maternidad. La vida en sus extremos. Razón y desencanto”.
Mi más sincera enhorabuena. Por el libro. Pero, sobre todo, por lo que se proclama y certifica desde él.

Y una nota de aviso y de agradecimiento. El libro tiene fecha de 30 de noviembre de 2008 en imprenta. Yo lo leo hoy día 28. Antes de salir del horno. Es la magia de tener una imprenta a mi lado y de tener un amigo como LF Comendador, que me regala todo a manos llenas. Hoy volví a salir de la imprenta con otro lote de libros. Gracias, hermano.

jueves, 27 de noviembre de 2008

BATIRSE EN RETIRADA

Me dices que tienes la impresión de batirte en retirada en demasiados campos y tengo que creerte por ese tono con el que me lo cuentas. Por ejemplo me afirmas que no hace mucho tiempo te sentías cerca de un alto porcentaje de las personas que trabajaban contigo, y que, si no compartías muchas de sus ideas, al menos tenías ratos en los que pegabas la hebra con alguno, os abstraíais un rato y salvabais el mundo por momentos. Y allí cabían los asuntos sociales, la política, el deporte, las costumbres, los jóvenes, la educación, el tiempo y alguna que otra guindilla de filosofía. Porque antes tenías la impresión de que había gente que hasta leía y pensaba; vamos, que tenías la sensación de que había “gente pa to”.

Me planto y te recuerdo que tú para estos asuntos has sido siempre un poco escogido, que has seleccionado y hasta te has mostrado sin pudor bastante… refinado, que has despotricado siempre de este y de aquel, y que te has manejado desde una esquina del salón, como viéndolas venir y con algún antifaz siempre puesto. Pero, como te conozco como si te hubiera traído al mundo, te tengo que reconocer verdad en lo que dices y anotar un punto de melancolía en tus palabras.

Pero no desesperes, tal vez tengas la culpa de lo que dices que te ocurre. No es posible que la gente no tenga capacidad para abstraer un poco ni para levantar el vuelo por encima de las ideas más gruesas ni de las situaciones más mostrencas; debe de ser que lo esconden y tú no sabes provocarlo, que exiges aquello a lo que no tienes derecho y le pides a la vida lo que no te va a dar nunca. Refúgiate entretanto en esos ejemplos que salvas de la quema y aprovecha sin pausa sus valores. Y no te pongas mustio. Hay lo que hay, colega. Y estamos en otoño, casi invierno.

No me mires con cara mandarme a la porra, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma…

miércoles, 26 de noviembre de 2008

DESDE MI TERRAZA

¿Alguien conoce algún viaje más fantástico que el que don Quijote y Sancho realizaron sobre Clavileño? En un santiamén volaron por los aires, se acercaron al sol, anduvieron no sé cuántos miles de leguas, se sintieron aireados por unos fuelles que tan bien estaban preparados para que surtieran ese efecto, oyendo voces desde las más encumbradas alturas, ascendieron por todas las regiones aéreas y dieron causa para las más generosas risas entre todos los que los estaban contemplando en el jardín. Y, para rematar, todavía Sancho se empeña en hacer creer -pillín y echado para adelante él- que, como primer astronauta de la Historia, ha contemplado la Tierra como grano de mostaza y a los hombres como simples avellanas.

En este inmenso pozo, del que tantas veces saco agua sabrosa, hoy recojo el cubo lleno de la magia y de la fantasía, de la imaginación y del poder multiplicador de la creación. Cada día me cuesta más ponerme en marcha y organizar cualquier salida que no tenga principio y fin en mis pies. Tengo pendiente un viaje largo, y a fe que he de hacerlo pues lo necesito. Apenas aguardo una simple indicación para realizarlo. Pero no es el deseo espontáneo el que me anima sino la promesa. Mi geografía se ha estrechado bastante, mis paseos diarios tienen las distancias bien medidas y alcanzan escaso recorrido. Los fines de semana me redimen de tanto asentamiento.

Pero algo bien distinto es la imaginación. Con ella me desplazo en sexta marcha o a paso de tortuga, no encuentro dobles filas ni camiones cargados en línea continua, los semáforos no están inventariados y no hay necesidad de echar cadenas. Todo es libre y abierto, despejado, infinito. Y, cuando me fatigo de mirar el paisaje, invento otro distinto, lo extiendo y lo parcelo a mi capricho, lo lleno de colores o de sombras, me asiento donde quiero, lo cerco, lo cultivo, lo planto y lo cosecho. Y todo sin sudores, que me canso y no estoy para tanto sacrificio.

Claro que luego vuelvo hasta mí mismo, como don Quijote y Sancho volvieron al jardín, del que no se habían movido ciertamente. Y me aguarda la estrecha realidad. Y ya me cuesta más cruzar la calle sin ser atropellado o mirar sin sentirme perplejo y asombrado. Y un poco triste y acaso hasta con deseos de volver a montar en Clavileño y darle a la clavija de la imaginación y del olvido.

martes, 25 de noviembre de 2008

DE PASOS IMPRECISOS POR LA VIDA

“Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí.” Son palabras de Kant en su Crítica de la Razón Pura.

Y me dan ganas de dejarlas sin glosar para no estropearlas. Me interesa, no obstante, resaltar que en ambas partes aparece la figura de la primera persona, la palabra “mí”, la realidad individual desde la que se mira todo o acaso desde la que se crea todo. Seguramente tendría también que precisar el significado de “cielo” hasta ampliarlo a toda la realidad física, y acaso metafísica. Tal vez. Desde ella, con ella, en ella, por ella, sin ella, ante ella, contra ella…, toda la ley moral que me sostiene, que me achica y me agranda, que me da algún sentido, que me aniquila o me sublima, que me hace levantarme cada mañana con algunas sendas señaladas, con algunos caminos prohibidos y con algunas metas que alcanzar.
Así que miro al cielo y me reflejo en su existencia, miro al suelo y me contemplo como una parte más. Y en esa contemplación me siento empujado a por lo menos no perturbar del todo la armonía o el caos que representa todo. Ahí empieza mi ley moral, transida de dudas y de torpezas, de pasos hacia adelante y hacia atrás, de huidas y de apariciones, de egoísmos y de participaciones…, de pasos imprecisos por la vida.

Podría pensar mi moralidad y desde ella extender la mirada hacia la realidad. No me parece honesto ni real este orden. Pero no me importaría admitir sugerencias ni dialogar y argumentar acerca del asunto. ¿Con quién?

lunes, 24 de noviembre de 2008

UNOS TÍOS OPTIMISTAS

A menudo imagino la situación de mis antepasados y los coloco en su espacio y en su tiempo, acoto una variable pequeñita y me detengo en ella. Por ejemplo: ¿cómo se dibuja la vida de los hombres de la Edad de Piedra a partir de los utensilios usados para la comida? Cuchara, tenedor, cuchillo, plato, vaso servilleta, silla, cazuela, fuego, nevera… ¿No resulta alucinante todo lo que imagino? Y eran los abuelos de los abuelos de aquellos que fueron abuelos de mis abuelos. O sea, mis antecesores. ¿Cómo puedo yo imaginarme siquiera la existencia de un plato? ¿Y entonces los líquidos? Y, a partir de ahí, todo lo demás: la vivienda, la vestimenta, los alimentos, las relaciones sociales, los asentamientos, las enfermedades, la mortalidad… Todo, todo, todo.

Deduzco enseguida lo inútil y equivocada que puede resultar la explicación de cualquier período histórico desde el presente, sin realizar el esfuerzo de “ponerse en su lugar” y valorar desde sus parámetros y no desde los nuestros. Y entonces la Historia se me presenta como una sucesión de cambios casi discontinua que se agota en sí misma, por más que nos esforcemos en darle continuidad y en rescatar por todas partes causas y consecuencias. Y entonces me embarco en una pendiente que se desploma hacia el abismo y hacia la inutilidad y la sinrazón de todo o de casi todo. Y divido los tiempos en instantes. Y me pierdo otra vez entre la bruma de la duda y de la angustia.

Cuando pienso en estos antecesores, tengo que hacerlo concediéndoles un grado de optimismo casi infinito, pues no entendería su supervivencia si los contemplo desde este mi presente. ¿Cómo podrían haberse mantenido desde una consciencia de sus limitaciones absolutas? Y ahí están, dándome continuidad a mí también. Y yo dándoles las gracias por haberlo intentado, a pesar de todos los pesares. No quiero pensar ahora en el futuro por que no me asalte la angustia. Tuvieron que ser unos tipos absolutamente optimistas.

El instinto de conservación puede mucho, acaso tanto como lo que vale la vida entera.

domingo, 23 de noviembre de 2008

YO TAMBIÉN, MADRE

Otra vez he estado con mi madre en Salamanca. Y otra vez la he visto muñeca en su sillón, tranquila en medio de la tempestad de los últimos días, dispuesta al beso y al abrazo, a la caricia física, al contacto directo con los demás, presa en la necesidad de sentirse acompañada, exigente con la presencia continua de otra persona junto a ella, con la ternura en todas sus palabras. Y, a pesar de todo ello, con una dirección en su mente que la lleva por caminos brumosos y escondidos.

He vuelto con mis hijos y con Nena para sentirnos juntos, para notar que todos somos uno, para anotar que vamos a quemarnos en cariño, para medir mis ojos destilando las lágrimas en cuanto se marcharon, para medir la vida hasta en cuatro generaciones al unísono. La carita de mi madre se arruga poco a poco, sus ojos miran lejos, ya su ternura es toda para todos, sin poner ya reparos ni preguntar por nada, su cuerpo empequeñece, se aquieta y pierde fuerzas. Yo la abrazo de nuevo con mimo y con ternura.

Fuera todo era extraño. Una cita obligada me llevó hasta el Campus donde encontré riadas desbordantes de personas. Varios miles buscando un aprobado para unas escasas plazas de trabajo público. Entre ellas, muchas personas con caras de apetecer más la jubilación que el trabajo. ¿Qué sistema es este que mantiene a tanta gente durante toda su vida pendiente de un hilo, mendigando un trabajo para poder subsistir? Qué locura y qué fraude. ¿Qué escala de valores se propicia? ¿Qué podemos pedir a estas personas? ¿Qué hacen que no salen a la calle con signos de llevarse el mundo por delante?

Como el mundo está loco por completo, después los restaurantes hasta el techo, con colas esperando sentarse para comer un poco. Qué risa con la crisis. Con lo bien que se come en casa propia.

¿No hay quien piense un poquito en todo esto? ¿No tendremos la suerte de salir de la crisis con un vestido nuevo, con unas ilusiones diferentes, pensando en otras cosas bien distintas?

Yo también, madre, me siento muy distante de todos estos mundos tan extraños.

sábado, 22 de noviembre de 2008

MÁS LEJOS QUE EL PROPIO RECUERDO



Acordarse de algo que queda tal vez más lejos que el propio recuerdo. De vez en cuando me sorprendo con un terreno acotado en el que aparecen personas y objetos con cierta nitidez. Desde su realidad concreta, el espacio se va extendiendo y el tiempo comienza a delimitarse y a ponerse barreras. Entonces comienza la historia, una pequeña historia, cualquier historia que sale de la tumba y vuelve a representarse para mí.

Tal vez el recuerdo, aquello que etimológicamente y hasta en sentido real vuelve a pasar por el corazón y alcanza vida, posea continuidad y lo único que hace es dormitar y dejarse perdido y en silencio en cualquier rincón oscuro. Quizás nunca pierda del todo el hilo y sobre todo su talla de presencia y de valor en la vida de una persona.

Hay, no obstante, un debilitamiento, un cambio de estado natural, un diluirse de las cosas que las convierte acaso en líneas ideales que las acercan al plano del concepto. Entonces el recuerdo en menos individual, los hitos se oscurecen, todo se va en ser magma o sustancia salada en lo inmenso del mar. Está seguramente, pero no es muy sencillo dar con ello, sacarlo de la mezcla, devolverle las formas y arrojarlo a los límites del tiempo y del espacio. Tal vez no sea tan evidente que esté porque acaso transite ya por los límites del ser o acaso de la nada.

Es seguro, a pesar de las dudas, que a veces vuelven a mi mente vagos conceptos, objetos y figuras que ya no son para el recuerdo claro, para la trabazón lógica sino para la niebla, para la bruma, para la sugerencia. Tal vez sea el tiempo, una vez más, el que cumpla sus estragos, acaso sea una selección natural también de las ideas y las imágenes. El caso es que todo se va almacenando en el inmenso silo del olvido.

viernes, 21 de noviembre de 2008

"TÚ LLEVAS LA PALABRA"



Como casi todos los viernes, me llama Manolo por teléfono. El objetivo es acordar el paseo del sábado y soltar un parlao rápido. Ha acordado con Jesús echar la mañana por el Sangusín. Yo no me opongo porque son ellos los que conocen todos los rincones; me dejo llevar y basta. “Ya tengo comprada la carne”, me comenta el colega. “¿Y qué llevo yo?”, le pregunto a Manolo. “Tú llevas la palabra”, me responde tan tranquilo.

Le agradezco la respuesta, que no merezco, y me quedo pensando en lo importante que resulta el intercambio sereno y algo ordenado del pensamiento a través de la palabra. Cuando esto se cumple con un poco de éxito, casi todo lo demás se convierte en secundario y hasta en prescindible. Cualquier fotografía rescatada del álbum de mis recuerdos siempre tiene como música de fondo la conversación. Me paro a evocar y emergen numerosas ocasiones sazonadas por el intercambio de las palabras. He pasado horas hablando, deseando que el reloj no corriera por seguir en la conversación, fuera de día o de noche, andando y desandando el camino por seguir en la charla, haciendo muchos kilómetros con la esperanza de llenar unos ratos al amparo del diálogo. Y, en el lado negativo, los peores fracasos siempre los relaciono con el silencio, con la falta de palabra, con la ausencia del intercambio para ponerse de acuerdo y para deshacer los malos entendidos.

Así que, Manolo, iremos a la charla y llevaré la palabra. Y tú llevarás la tuya, siempre interesante. Y Jesús cargará con la suya. Y hollaremos caminos. Y nos sentaremos a la lumbre para comer la carne y beber esos licores que tan bien nos sientan. Y sentiremos una vez más el peso y el valor de la palabra. Venga.

N.B. Procuraré, no obstante, arrimar a la mochila un buen vino para beberlo cara al cielo, como lo hicieron Lázaro de Tormes o Sancho. El cielo nos envidiará.

jueves, 20 de noviembre de 2008

DE BONA VOLUNTATE



Releo, de nuevo y van…, las largas aventuras de Don Quijote. No quiero resucitar refranes ni consejas pero esto es como aquello, “… todo es comenzar”. Me pilla una situación favorable en tiempo y ocupaciones, me da por abrir sus páginas, y me zambullo en ellas durante largas horas. No siempre me gusta lo mismo, tengo que confesarlo, creo además que está repleto de elementos formales y doctrinales discutibles, pero es un pozo sin fondo y siempre tengo el caldero preparado para que aparezca en el brocal lleno de agua.

Andaba esta tarde sosegándome en los capítulos primeros de la segunda parte. He llegado hasta el XIII. Está a punto Don Quijote de vencer al único caballero que se le ofrece como tal en el camino, el caballero del Bosque, caballero de los Espejos, el disfrazado de tal, Sansón Carrasco, y su figurante escudero Tomé Cecial. Sancho y Tomé se cuentan sus penas en un aparte regado con el queso y el buen vino envasado en bota, con la cual Sancho pasó buen rato mirando las estrellas. Y, alabando a su amo, destaca de él estas cualidades: “Digo que no tiene nada de bellaco, antes tiene un alma como un cántaro; no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna; un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga”.

Tengo la impresión de estar rodeado a diario de personas que fían su aprobación a los aciertos o a los errores, sin tener en cuenta el grado de voluntad que se haya puesto en el intento. Y me parece absolutamente injusto. Tanto más si esa consideración la veo en boca de gentes cuya capacidad se muestra tan limitada y su argumentación justiciera la apartan en cuanto se trata de juzgar su propia actividad. Esto de triunfar y de fracasar tiene muchos padres y en el depósito final se mezclan muchas posibilidades. La vida depende de tantas variables azarosas que se nos presentan sin haberlas llamado, que el guiso no se puede degustar sin entender bien todos los condimentos.

Por eso quiero, de la mano de Sancho, reivindicar el valor de las buenas intenciones, de la voluntad abierta y de la figura que viene de frente sin maldades ni dobleces. No corren buenos tiempos para reivindicar voluntades sino para perseguir como sea resultados. Yo, sin embargo, quiero seguirle ofreciendo un trocito de mi voluntad y de mi manera de ser a las buenas intenciones. Me gustaría pasarme un poco más de tierno y bonachón que de listillo.

En fin, amanecerá Dios y medraremos.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

DOS MIAJONES ME ASALTAN Y ME INCITAN



A veces me pregunto por la persistencia en la escritura diaria en estas notas de mi blog. Y hay mitad y mitad de gusto y de exigencia. Ya no me encuentro a gusto si durante un ratito diario no tecleo unas líneas. La costumbre es fuente de ley y aquí tal vez se cumpla este principio. Así que me desquito y mato el gusanillo. Pero hay otro empujón, otro miajón oculto que me asalta y me incita. Lo he dicho varias veces: necesito salvar al menos un minuto de las horas del día, cualquier nota a pie de página que me eleve y me haga sentir en otro nivel más denso, que me acote el tiempo o el espacio para poder lanzarlo desde su comprensión.

Por eso tengo claro que escribo sobre todo para mí, para pensarme un poco, para desdoblarme y contemplarme un poco, escudero a caballo y caballero en rucio, por esos caminos que surcan el calendario. Y por eso me detengo un día aquí y el siguiente en otra esquina, sin orden ni concierto aparentes, al pairo de lo que en el momento se me ocurra, o acaso obedeciendo los impulsos de aquel detalle que se me quedó pintado en la retina.

Esa falta aparente de trabazón y lógica me provoca ventajas y me señala desventajas bien notables. De vez en cuando releo y siento la frescura de lo que me señala la brevedad de un día, de lo que apunta a un simple detalle y apenas desarrolla un breve esbozo. Pero también constato que las señas, los hitos, las luces y las sombras, se repiten constantes y obsesivos. Son esas cuatro cosas en las que anda uno engolfado sin saberlo, o sin ser demasiado consciente de ello, durante los cuatro días que dura este camino. Sé muy bien que se dibuja un álbum de fotos que, lentamente, conforman un reportaje bastante fiel de lo que uno es. O sea, poca cosa. Porque escribo al dictado del impulso, de lo que surge y grita en el momento. Por eso la obsesión y las repeticiones, por eso la misma idea con distintas versiones, por eso el balbuceo, por eso la aparente dispersión.

Me interesa volver para mirarlo, para verme y sentirme, para dejar un surco de semilla para mis allegados, para decir que anduve fatigado, levantándome a veces y cayendo de nuevo, tratando de dar luz a tantas dudas, o al menos a señalar la sensación de tantas oscuridades, solicitando auxilio tantas veces… En fin, viviendo a golpes, como cualquier humano.

Por supuesto, me gusta compartir con otras gentes, sentir sus manos cerca, comprobar que, en el fondo, tienen los mismos males y gozan con sucesos semejantes. Que no hay ser que se defina sin la presencia de todos los demás, sin compartir las luces y las sombras. Pero sé que al principio y al final estoy en cuerpo y alma. Qué le vamos a hacer, soy un fan de mí mismo, un egoísta fiel y convencido, un egotista que aspira a revolver contra sí mismo todo lo que haga falta. Un Quijote y un Sancho al mismo tiempo. Un mal tipo, seguro. O acaso no sea tanto.

martes, 18 de noviembre de 2008

ES LA VIDA QUE PASA



¿Ves como va pasando todo el ruido y se queda en rumor acomplejado, después en simple eco y más tarde en silencio y en olvido? Mira hacia cualquier sitio, acota cualquier tiempo, espía cualquier trayecto de la Historia. ¿Qué te queda de todo? Apenas un recuerdo. Y eso que en los pliegues de una difusa capa recogida, o en páginas ajadas de algún álbum, se mantienen imágenes que conservan el brillo y se revelan con tonos bien cumplidos. Tú guardas unos cuantos y los abres casi todos los días. Esas miradas fijas te mantienen, te salvan y te empujan hasta el reino del llanto o de la risa.

Hay otros recorridos que apuntan en sentido bien distinto, pues son primero espera, luego un susurro débil, debilísimo, más tarde se convierten en murmullo y crecen hasta el nivel del canto y hasta del griterío.

Es la vida que pasa, se sucede, va en camino infinito de ida y vuelta, se asoma y se recoge, da pistas o apabulla según toque, reniega de nosotros o nos presenta el lazo de la seducción, se oscurece o destella, exige o nos reparte a manos llenas, nos mira y se sonríe seguramente, o acaso simplemente nos ignora.
Es la vida que pasa, es la vida que pasa, no lo dudes. Y con ella el amor, también el odio, los vaivenes del día y de la noche, el tiempo que se pasa, que es lo que siempre pasa. Obsérvala, no tiembles ni te ocultes, enfréntala con ánimo de ser su compañero, viólala a cada instante, que está hecha para ti. Y cuando te maltrate, engáñate a ti mismo y piensa que es un guiño o un trago pasajero, finge como poeta aunque sepas que estás en la mentira y le darás belleza y unas gotas de cierta intensidad.

Es la vida, quizás solo tu vida, un sueño entre las nubes del camino.

lunes, 17 de noviembre de 2008

HE JUGADO CASI TEMBLOROSO

He jugado casi tembloroso a acariciar las formas primigenias de una figura en ciernes que se anuncia en los colores de una ecografía. Todo el campo se ofrece a los brazos de la imaginación. En esas formas cabe todo el futuro, en esos puntos en blanco y negro se encierran todo el silencio y toda la oscuridad. El tiempo y el espacio han roto su infinitud, han hecho un hueco y se han apiadado de unas células. En ellas todo el germen de la vida, todo el porvenir a cuestas, todo el misterio en reino. Ojo, se abre el paréntesis, se concreta un proyecto, se ilumina un espacio. Aún parece que todo es de algodón y que se escurre entre las manos de la fantasía. Pero tomará cuerpo y afirmará la sed de su presencia. Y otra vez el espacio y el tiempo jugarán a ser niños y a romperse entre juegos, entre amores y odios. Ojalá cuando entienda la luz sea la del rayo del amor entre los suyos y cuando oiga el sonido sea el de la melodía de las buenas palabras que convoca a la paz y a la justicia.

Espero que le sirva el poema aunque fue imaginado hace ya tiempo:

LLEGARON de muy lejos
Los primeros vestigios de la noche.
La piedra, demolida por la espera
De siglos en el centro
De aquella red tejida por la nada,
Se sorprendió extendiendo sus junturas
Hacia el eco indeciso, susurrado,
Acunado a sí mismo en el regazo
De su imprecisa sensación de ser.

Desde el otro confín del horizonte,
Donde se une el deseo con la tiniebla,
Se fue acercando sigilosamente,
Como arañando brumas,
Hasta hacerse presente en los dominios
Del reino del olvido.

Tus ojos comprendieron, tus oídos
Sintieron que una ruta, marcada
Por la voz de otros gemidos,
Te aguardaba en su seno. No podías
Negarte a su susurro. Tras los ecos
Llegaron nuevos ecos y, a su lado,
Nuevos ecos, y ecos y más ecos.

Y te erguiste hacia el cielo,
Buscando hacerte fiel, enderezarte,
Tocar tus manos tibias, sorprenderte
Tú mismo hacia lejanas tierras.

Ni surcos, ni senderos ni sandalias;
El cielo y las arenas
Contra las exigencias
Del tiempo y del espacio.

Y un eco debilísimo y seguro
Tirando de tus carnes
Hacia otro puerto extraño y misterioso.

domingo, 16 de noviembre de 2008

O HUIR EN OLVIDO DE OTRAS COSAS




Contra envidia, caridad; contra lujuria… ¡Contra lujuria, nada! Cuando era niño me hicieron aprender toda una serie de contras y de recontras de carácter religioso que felizmente he olvidado. Pero vaya que si hay contras.

Por ejemplo yo hoy he puesto, contra al desencanto de ayer (muy relativo porque cada día espero menos de casi todo), otra salida a la naturaleza. Lo he confesado en muchas ocasiones: no sé si, en el fondo, es salir al encuentro de algo o es huir en olvido de otras cosas. El caso es que, de bon matin -es por mandarle un saludo y un beso a Sinda-, salimos en coche hacia el paisaje de la Peña de Francia. Y por sus faldas, hollando las laderas que ascienden desde la Alberca, hemos pasado el día, hemos sacado fotos, hemos comido al abrigo de la Peña el Huevo, hemos contemplado paisajes inmensos, nos hemos llenado de sabor a pinos y a pinares, y hasta hemos recorrido las venas del valle de las Hurdes. Y juro que otra vez me he llenado de sensaciones de todo tipo. Solo recojo una. En su caída hacia Extremadura, desde el puerto del Portillo, desciende vertiginosamente un paisaje milenario que da entrada y sirve de portón casi infranqueable a las Hurdes. Todo el mundo conoce algo de historia de esta comarca. No sé si se conoce en el mismo grado el avance importantísimo que estas tierras han logrado en los últimos años. Ni tampoco cuántos pueden considerar que realmente las primeras divisiones de comunidades las provocan los accidentes naturales. ¿Quién no iba a entender la suspensión del tiempo en una comarca hundida entre profundos valles y aislada y taponada por los cuatro puntos cardinales? Esto sí que podría ser una autonomía o una nación y no otras realidades tan artificiosas. Estos costillares en el centro de la Península señalan mejor que nada la división entre el norte y el sur de la piel de toro. Desde aquí se puede mirar a una vertiente y a otra. Por aquí duele España en todo su espinazo. Al fin y al cabo, por arriba y por abajo, todo termina meciéndose en el nivel del mar. Estas son otras cotas, y son otras señales contra la faz del cielo. Hoy la Peña de Francia servía de mirador, y la sierra de Béjar ofrecía su telón de fondo blanco al extraño teatro de la vida. Por el medio, los pueblos, serranos todos, del sur de Salamanca y del norte de Cáceres.

En la plaza mayor de la Alberca, y en pleno noviembre, unos balcones nos recibieron con estas maravillas naturales. Los dieciséis kilómetros de ruta bien merecieron la pena, la sierra también, y los buitres, y la niebla de fondo, entre el suelo y el sol del cielo, y el gris ya muy oscuro de las hojas, y los grandes pinares, y las numerosas pedreras, y la imagen soñada de Unamuno pensando allá en la altura, y el silencio profundo del convento de San José en lo más hondo del valle…, y el ansia de infinito que invadía al caminante.

Lo demás poco importa.

sábado, 15 de noviembre de 2008

OJALÁ ME EQUIVOQUE

Mi despiste proverbial me llevó anoche a la sede del PSOE en Béjar. La puerta estaba cerrada. La reunión era hoy y en ella había que elegir a la nueva ejecutiva. Después de darme un buen paseo mañanero, siempre descendente, desde el camino del pantano hasta Béjar, me acerqué a cumplir con lo que había prometido. Como en otras ocasiones, me tocó coordinar la actividad y templar gaitas, hoy casi suficientes como para formar una orquesta. No corren aguas muy limpias en esta agrupación y vislumbro enfrentamientos personales para el futuro. Ojalá me equivoque, pero voy acumulando una experiencia que me dicta lo que apunto. Y es que volvemos a hacer personal lo que tendría que ser colectivo, y anotamos en el haber personal lo que en realidad obedece a variables azarosas y descontroladas. Parece que fuera la derecha la que dirimiera quién es el bueno, el líder y el campeón de todo. Por supuesto con los demás a la cola y a la espera de lo que se le ocurra al iluminado de turno. Por eso las caras se repiten tanto y la foto siempre da el mismo perfil. Para ese camino no se necesitan estas alforjas, ya tenemos a la derecha que lo ha andado siempre y presume de ello. La costumbre está tan arraigada, que no hay forma de hacer pensar en cambiarla. Allá ellos. Luego que no se extrañen de que algunos sintamos cierta conmiseración y nos mostremos recelosos para participar en los contubernios. Al menos nos queda la libertad de manifestarnos con un poco de holgura. Que no te da casi nunca nada, pero que tampoco te lo quita, y te ayuda a moverte con soltura y hasta con un poco de envidieja contenida de muchos otros.

Así que ya se sabe, las caras visibles son las mismas, y los arrimados, los de siempre. Les deseo todo el éxito pero el camino me parece totalmente equivocado. Salvo que sea para acumular cargos, para mantener una falsa vanidad, o para arrimar euros de aquí y de allá. Espero que no sea por eso, pero a veces da toda la impresión. Y, la verdad, no es la mejor ni la más edificante. Este mundo de la cosa pública me parece fantástico si fuéramos capaces de quitarle toda la oscuridad de la vanidad, del falso orgullo del puesto y de las perras que se recogen por el camino. Lo malo es que tal vez entonces tendríamos pocos voluntarios. En fin…

viernes, 14 de noviembre de 2008

REMOVER LOS VALORES DE LA IZQUIERDA

Me acercaré esta tarde por la sede del PSOE. Hay convocada una reunión y hace un mundo de meses que no comparezco ni me intereso por lo que allí se cuece. No es más que muestra de que los asuntos públicos me han resbalado un poco más en los últimos tiempos y de que mi mente ha andado y anda ocupada en otros asuntos más personales. Y creo además que existe una razón aún más poderosa: la gente que actualmente representa a los de izquierda en esta pequeña ciudad anda más ocupada en los asuntos de gobierno municipal que en el mantenimiento y el desarrollo del partido y de las ideas que lo pueden sustentar. Con demasiada frecuencia pienso que su actuación es idéntica a la de la derecha, de tal manera que, una vez conseguido el poder, lo que interesa es volcarse en él para ver la mejor forma de mantenerlo y de perpetuarlo. Es obvio que, en ese plan, a mí no me interesa lo más mínimo. Alguna vez les he pedido que se ocupen más de remover los valores del partido para que se mantenga viva la llama que pueda identificar el ideal de vida de la izquierda, que a partir de ahí vendrá la acción no solo política y de gobierno sino también social, que es más importante. Esta acción no la veo por ninguna parte. No me interesa cargar las tintas en el análisis, pero mis conclusiones no son demasiado positivas. En este plan, mis ánimos no se encuentran engrasados ni dispuestos solo a figurar nominalmente aunque reconozco que siento cierta vagancia a poner pies en pared y a soltar amarras. Por mis convicciones y por la situación en la que se encuentra esta ciudad estrecha. Me gustaría ver más manos abiertas, más preocupaciones por la discusión y la confrontación de ideas, y más reparto de funciones. Si no…, tampoco tiene mucho sentido. Veremos.

Me entero de la decisión de Luis García Montero de dejar su cátedra en Granada, tras las disputas con un colega de profesión. Me faltan datos para definirme y la sensatez me obliga a ser prudente. Pero me apena que sucedan estas cosas. Y mi ánimo está con Luis. Porque lo siento como un poeta sincero y honrado -en ese mundo undoso y fluctuante, de arenas movedizas y de falsas vanidades como es el de la creación-, porque será de los creadores que se queden por más tiempo y, sobre todo, porque me ha hecho pasar muy buenos ratos con su poesía. Gracias, Luis, y ánimo.

jueves, 13 de noviembre de 2008

SENTÍA NECESIDAD

He dedicado la tarde a visitar a mi madre en Salamanca. Llevaba ya once días sin estar con ella y sentía necesidad de pasar a su lado unas horas. Aún no he sentido la descompresión ni me he aclimatado del todo a que no esté en mi casa. La he besado y me ha besado, la he abrazado y ella ha hecho lo mismo conmigo, le he acariciado la cara y las manos y ella me ha devuelto las caricias, la he contemplado en su silla sentada como una muñeca y ella me ha mirado a su lado. Cuando la abrazaba me parecía que me marchaba con ella hacia algún territorio lejano del que no deseaba regresar. Tenía cierto temor a derrumbarme junto a ella, pero he resistido regularmente bien y, aunque he hecho bastantes pucheros, he procurado componer la figura como buenamente he podido. Por una vez he regresado relativamente satisfecho porque la he hallado serena y tranquila. Es lo único que quiero. Aspiro solo a eso. En un momento determinado, salimos sin mirar atrás. Era la mejor manera de dar normalidad a todo.
Yo sé que ella se ha venido conmigo y con nosotros porque la siento aquí, a mi lado, porque sé que cuando me vaya a acostar recordaré su cama y sus desvelos junto a mi cama, y porque mañana creeré de nuevo que ella sigue pidiendo mi presencia. Solo sé repetir que sigo sintiendo que la quiero mucho. Mucho.

La mañana me había regalado una perla en forma de noticia. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León sentencia dando la razón a los objetores de Educación para la Ciudadanía. Recojo ahora, desde una página de El Adelanto, alguno de sus sesudos considerandos: “La Sala de TSJ advierte también que, a diferencia de otras asignaturas, la superación de Educación para la Ciudadanía no implica solo recibir unos determinados conocimientos, “sino que se exige del menor que los incorpore a su comportamiento para siempre”.
¿Cómo puede afirmar un tribunal que un profesor “exige” esto un alumno? Un educador con dos dedos de frente abre caminos para que el alumno elija responsablemente pero nunca exige. Ya se ve de qué escuela pedagógica proceden los colegas. Huelen a rancio, a palmeta en la mano y al cara al sol.

La segunda es infinitamente más grave. Estos señores se escandalizan por si un profesor aspira a que el alumno “incorpore a su comportamiento para siempre” lo que le haya enseñado en clase. ¿Pero estos bichos con patas no saben que se educa precisamente para eso, para que las enseñanzas tengan una aplicación y se incorporen a la escala de valores y a la actuación de las personas? ¿Para qué aprendieron ellos nociones de derecho? Tal vez solo para figurar y para forrarse. Qué miseria teórica, qué imbecilidad mental, qué bobos de solemnidad, qué analfabetos reales, “el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza”.

Como siempre, lo que se esconde en el fondo son dos modos radicalmente diferentes de concebir la vida y, por tanto, la enseñanza que la sustenta y que la justifica. Ya se ve que todavía hay gentes que defienden el valor del teorema o del sintagma por sí mismos. Pobrecitos enanos mentales. Otros defendemos humildemente que, con dos cojones, estos elementos y todos los demás solo adquieren sentido si sirven para educar y para crear ciudadanos libres y críticos. Aunque así se derrumben muchas torres y se vayan al suelo los palos del sombrajo de tanto rey desnudo, de tanto intelectual vacío y de tanta mente mísera y hueca.
¡Y estos juzgan en los altos tribunales de la región más extensa de Europa. Como para echar a correr!

No se lo tengas en cuenta, madre, no saben lo que hacen. Vamos a quedarnos tú y yo con nuestros abrazos y con nuestros besos, que uno solo de estos ratitos vale mucho más que toda su parafernalia junta. Imbéciles.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

¿AQUÍ QUIÉN DA LA CARA?

Cada día leo noticias que evidencian las dificultades por las que pasa este sistema económico imperante en todo el mundo. Esta crisis de contabilidad financiera ha generado un efecto dominó que tiene a todo el engranaje patas arriba. Ayer mismo escuchaba la afirmación de que, en los últimos tiempos, se estaba “jugando” con una cifra de dinero superior en treinta veces a la realmente existente. Y todavía habrá quien se extrañe de que pase lo que está sucediendo. Por definición, el dinero es mentira y únicamente representa simbólicamente la realidad. Pero si, además, especulamos con una cantidad treinta veces superior a lo existente ya con el valor solo de símbolo, es que hemos entrado en el mundo de la locura. Y en él estamos, por supuesto. De manera que lo que realmente ha venido interesando no es la producción y distribución de productos reales sino el cambio de números de una cuenta a otra. Estos eran los señores productivos y los que recibían todos los aplausos, los de la pura especulación, los que se levantaban y compraban a cinco para vender antes de acostarse a seis.

¿Podremos seguir diciendo algunos que todo es mentira? Proclamo de nuevo mis limitaciones infinitas en el mundo de la economía teórica (y en la otra), pero sigo aspirando a estar en el nivel del sentido común y eso me basta para comprender esta especie de sofisma. Uno tiene la impresión de que casi todos los economistas han tenido como misión no el intento de cambio del sistema financiero sino la de sacarle el máximo provecho personal o para su empresa. Tal vez por eso ahora se escondan como niños cogidos en renuncio y no sepan a qué carta quedarse.

Porque no dan la cara y nadie es procesado como lo es cualquiera que estafa diez euros a la hacienda pública. ¿O es que no tiene caras visibles este fracaso? En este nuestro mundo ponemos en la picota a los que se saltan la más mínima norma civil o penal, pero el mundo financiero sigue quedando al margen de la ley. Como si no afectara todo esto a la comunidad. La solución será buscada prestando ayuda pública a los principales causantes del desaguisado. Antes y después seguirán siendo los mismos los que tengan el poder de decisión y enseñarán sus dientes a todo el que ose pedir responsabilidades personales. El mundo al revés.

Y es que la vida fluye, como el agua, pero los principios aspiran a pervivir como el lago.

martes, 11 de noviembre de 2008

TIENES QUE MIRAR ALTO

Quizás estás desorientado y torpe porque no sabes bien qué es lo que amas, no diriges tus tiros con certeza contra un blanco erigido en la colina para que tú lo mires, lo provoques y lo violes con la flecha cargada de saliva y veneno.
Puede que tus esfuerzos no signifiquen nada que no esté en tu calendario previsto y ya hecho trizas y ceniza de contemplar el tiempo, de saberse ya cierto desde hace mucho tiempo, tanto tiempo, todo el tiempo del mundo.

Tal vez tus energías se escondan a la espera de suplantar al sol y al día que regala la luz para que la consumas con fruición y orgasmo. No se gastan por miedo, por andar desnortadas, sin ritmo y sin destino. Cuando salen al aire de la vida, se sienten ateridas, extienden sus abrazos y no encuentran respuesta que desprenda unos grados de tibieza con que templar sus ansias. Entonces se recogen, miran como aturdidas, se sumergen en el mar de la duda y almacenan otro muro de silencio y soledad.

Tienes que mirar alto, acotar tus rayos y tus sombras, poner hito y alambre en tu trozo de cielo, cortar tu hierba fresca, adecentar tu huerta, regar con ilusión tus azucenas para dejar en ellas olvidado tu corazón, sentarte a degustar una merienda a la sombra de un árbol bien frondoso, pensar que sin pensar también se vive, armarte de paciencia como escudo feliz contra las prisas, entregarte, tal vez, a otra manera más lenta de vivir, sentarte a contemplar que el agua sigue y seguirá corriendo por el cauce hacia el mar y notar que el silencio con el que te recibe estaba allí aguardándote desde el primer principio, reconocer que acaso solo estás dibujado y concebido en diminutos tiempos, y gozar su presencia como algo irrepetible.

Quizás, tal vez, acaso. Quién conoce la senda verdadera…

lunes, 10 de noviembre de 2008

PARA UNA INVOCACIÓN VESPERTINA

“Si el Señor Todopoderoso me hubiera consultado antes de embarcarse en la creación, le habría recomendado algo más simple.” Se atribuyen estas palabras nada menos que a Alfonso el Sabio. No me importa el origen, pero sí me llama su significado. ¿Por qué toda concreción religiosa tiene que estar cargada de esoterismo y de misterio? ¿Por qué los dioses no se han encarnado en forma bien visible y comprensible y por qué no han dejado su mensaje en unas tablas imborrables, a la vista de todo hijo de vecino y con una interpretación que no deje lugar a dudas? Al menos de los dioses griegos conocemos muchas de sus aficiones y muchas de sus francachelas, demasiado de sus instintos vengativos y un montón de sus enfrentamientos en disputas infantiles. Eran como niños, ya se sabe, pero los aguantamos y hasta los estudiamos: no nos engañan, como tampoco nos engañan las películas del Oeste, por ejemplo. Pero es que las religiones del Libro están todas ellas sumidas en el oscurantismo, en el escondite y en la interpretación exclusiva del sátrapa de turno. Coño, así no se puede; así no se produce más que la manipulación y el temor a todo ese mundo desconocido.

Acaso si uno analiza quién interpreta y quién es el que saca los beneficios más pingües tenga alguna explicación a todo este despropósito. Pero el resultado es desolador y deja todo el misterio con el culo al aire. Esta religión que tanto se practica por aquí y de la que uno no se puede desapuntar de ninguna forma se basa en unos textos escritos más de medio siglo después de la presencia de su protagonista, un protagonista apenas citado de pasada por un historiador contemporáneo y con dudas razonables de que sea un añadido posterior interesado. La religión judía se pierde y se enquista en sí misma esperando eternamente a un mesías, y el islam se sujeta a unos textos también escasamente documentados y llenos de tradiciones y anacronismos que no hay razón ni sentido común que los resista. Quiero decir la mía pues hay muchos millones por ahí que la siguen y sus razones tendrán, aunque yo no las entienda.

¿Por qué el Dios infinitamente misericordioso, bondadoso, claro, amoroso, benefactor y portador de todas las maravillas no nos lo pone más sencillo? Coño, que a Él no le cuesta nada. Además, no puede dejar nada para atrás porque, si no, va a tener que volver a hacer otro viajecito para la salvación de los pecadores. Y no es plan andar todo el día de viaje, sobre todo ahora con tanta crisis. Así que, venga, sentido común, bondad, buena voluntad y unas gotitas de amor. Que no es poco. Amén.

domingo, 9 de noviembre de 2008

!HE VUELTO A LOS CANTAUTORES!

He rescatado del olvido y de la estantería, “del salón en el ángulo oscuro”, mi MP4, un antiguo regalo de mis hijos que tengo seminuevo y con escaso uso. MI torpeza para los aparatos electrónicos me ha hecho casi desistir y devolverlo al anaquel, pero otras manos más expertas me lo han entregado dispuesto para escuchar la música que más me gusta. He vuelto a los cantautores después de varios meses dedicado por entero a otros menesteres más urgentes, a esos poetas bardos que tanto me hacen sentir, que han escrito versos que me hubiera gustado firmar y que han ideado melodías ajustadas a esas imágenes literarias que las sustentan. A su escucha he dedicado algunas horas y aún sigo en ello. Este tipo de música me aísla y me sumerge en un mundo diferente, excita mi sensibilidad y me pone en olvido de otras sensaciones que vuelan más a ras de tierra; también me separa de ese camino diario marcado por los medios de comunicación de masas y por la escala de valores que llena las calles. Qué le vamos a hacer. Ahora mismo escucho emocionado la canción “Solo pienso en ti”, en la voz de Víctor Manuel, esa historia de pareja de disminuidos, enlazados por el amor y tal vez por el desprecio de esos otros llamados normales… “Juntos de la mano, se les ve por el jardín: no puede haber nadie en este mundo tan feliz”… “Ella le regala un corazón y él le dibuja en un papel algo parecido a un corazón”.

Como para salir afuera y preocuparme por quién aparca bien o mal, o por si ha ganado el Madrid o el Barça. Anda y que les den.

Y, a pesar de todo, bien sé que la vida sigue, que mañana hay que enfrentarse con los que tienen escaso interés por aprender y con los otros, hay que convivir con los que tienen demasiados derechos y escasos deberes, y con todos aquellos, demasiados, que cifran su vida en asuntos de tan poca monta y de tan escasa fibra que resultan pelín rechazables por groseros y mostrencos. Como afirma otro cantautor, “Hay que doler de la vida hasta creer”. A mí me gustaría doler de otro tipo de vida.

sábado, 8 de noviembre de 2008

QUIZÁ LOS DIOSES

Quizá los dioses se escondan en los bosques cuando llega el otoño y las lluvias hacen emerger la niebla del humus más blando y tibio. Esas nubes de gasas se llevan hacia el cielo todo lo que la tierra manda como señal de su presencia. Lo he visto esta mañana en las aguas menguadas del pantano, exhausto por causa de algún reparo pero sudoroso y blando, cara al sol y tumbado en lo más alto del valle. Desde la loma ya vecina, que vigila los valles y los montes, se veían más nubes de algodón desparramadas por todo el horizonte. Qué gusto contemplarlas tan tiernas y jugosas, tan débiles, tan niñas, tan volubles. Hoy he tenido un arco sobre mi cabeza durante mucho tiempo, un arco inacabable de más de ocho kilómetros. Eran fuertes castaños vestidos de amarillo que me acogían gozosos. El aire los iba despejando lentamente de sus hojas cansadas que se ofrecían gustosas al eco de la tierra. Qué alfombra vegetal, qué paso tan mullido. Es el bosque animado.

En otros horizontes se deciden los días del futuro para algún ser querido. Mi mente estaba lejos e invocaba a los dioses pidiendo serenidad, razón y fortaleza para tomar las decisiones justas, para no equivocarse. Aún sigo estando lejos mentalmente. Me cuesta regresar. Es más, no lo consigo. Continúo en el territorio de la duda, del enmimismamiento. Que los dioses me ayuden, que nos den luz a todos.

viernes, 7 de noviembre de 2008

ANDA MI MENTE ESPESA


Anda mi mente espesa, como casi siempre en los últimos meses. Creí que me levantaba en los últimos días pero ayer y hoy han sido de caída libre, de visita al abismo, de reconocer -una vez más- que hay hechos que me duelen, aunque certifique que son inevitables y que tengo que acostumbrarme a ellos y sublimarlos hasta convertirlos en algo positivo para todos. Tengo que reforzar los contextos para que los hechos no me pillen vacío y sin defensas, con el ánimo al pairo de la desilusión. ¿Alguien sabe y entiende qué sensación se produce cuando se entiende la teoría de los hechos pero no se halla el consuelo que la razón dicta? Pues eso exactamente es lo que me ocurre desde hace bastante tiempo. Demasiado. Algún día tendré que serenarme, venirme arriba también en las palabras y en los hechos, y entender que hay mucho por lo que seguir dándole vueltas a la vida. En mi caso todo esto se agrava por la conciencia de que la vida me sonríe en muchas otras variables y no tengo derecho a quejarme delante de los demás de aquello que me duele. Y, sin embargo, ando por el ágora como un alma en pena, tal vez hasta provocando a tanta buena gente que sí que lleva realmente una cruz a cuestas y en silencio. Tengo sentido de culpa y debería pedir perdón. Lo hago sin más pausa, pero sé que no será la última vez que tendré que hacerlo. Así soy de debilucho.

Como si quisiera sumarse a la fiesta, hoy me envuelve una niebla densa y húmeda que me deja perdido en medio del paisaje urbano y natural. Las calles son baúles donde se pierde uno y el monte y el cielo navegan por otros mares que no se atisban desde esta terraza. Mañana tiene que ser otro día y me echaré al monte para ver si lo reconozco y sigue allí aguardándome, con sus árboles ocres, con su tiempo parado, con sus leyes eternas, con su canto silencioso y su silencio sonoro. Mientras llegan mis hijos -siempre es buena noticia- me perderé en las páginas de un libro cualquiera que me ofrecerá un negativo de la vida, de otra vida que también anda ahí afuera y que yo puedo vivir desde aquí adentro. Vale.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

UN TESTIGO MOMENTÁNEO


En plena resaca Obamera, me pregunto en qué medida tendrá repercusión esta elección en la gente que me rodea y en mí mismo. No soy demasiado optimista al respecto, aunque me alegro por comparación. Ojalá se remuevan algunas conciencias y alguien empiece a pensar con tranquilidad que el mundo dividido en parcelas nacionales no lleva más que al enfrentamiento, a los falsos patriotismos y a la jerarquización para que arriba siempre estén los mismos. En todo caso, brindemos y respiremos. Mejor que lo anterior, seguro, porque peor era imposible; mejor que la otra opción, seguramente también, a la vista de las propuestas y de las ideologías que teóricamente representan. Vale.

Contemplo desde mi terraza las faldas de la sierra, sus lomos blancos, los ocres del otoño, los árboles que ceden al impulso de la muerte con sus hojas secas, el río que se crece, se limpia y se rebela, el arco iris que tan aficionado es a servirme de arco de triunfo, los Picos de Valdesangil, siempre desnudos en sus piedras grises, el cielo que vigila desde arriba, esa lluvia llovizna pero tupida y persistente, la niebla que a ratos se agarra a las ramas como queriendo hacer su nido en ellas, la sonrosada luz del horizonte cuando cae la tarde… Todo me certifica que seguirá volviendo cada año, que vivirá el retorno muchas veces, que acaso siempre estará ahí, que mis hijos y los hijos de mis hijos lo verán repetirse cuando vengan a verme, que yo seré un testigo momentáneo de lo que me supera y me reduce a simple accidente, que busco algún sentido para las cosas y se me queda en nada, en simple discurrir hacia ninguna parte.

Cuánta belleza expuesta para tan poco tiempo. Yo quisiera gozarla eternamente, formar parte de ella, sentir que mis anhelos tienen un fin visible, que me muevo por algo, que vivo superando algún capricho. Yo quiero la certeza. Aunque sea por un rato solamente.

martes, 4 de noviembre de 2008

EL PRIMER MARTES

El primer martes después del primer lunes. Hasta en las formas son cosa rara. ¿Quién se puede hurtar del circo del sol de los Astados Unidos? Supongo que en este mismo momento son miles las personas que nadan juntando letras tratando de dar opinión o de entender este fenómeno de las elecciones de los americanos. Yo tampoco quiero sustraerme a la tentación de echar mi cuarto a espadas. A pesar de mi huida consciente y casi constante de todo lo que pasa por ahí fuera durante los últimos meses.

La primera y principal impresión es la de la vergüenza que siento por el grado de imbecilidad, de estulticia, de baboseo, de servilismo, de peloteo y de sometimiento integral que demuestran todos los demás países y, sobre todo, los medios de comunicación, que es lo mismo que decir toda la opinión publicada. No se salva ni el apuntador. Todos son hoy y mañana enviados especiales al país de Jauja, todos andan pendientes de cualquier detalle de los candidatos, a un receptor europeo le informan mejor de cómo van a la iglesia en el último pueblecito de la América más profunda que de la manera de comportarse la comunidad en la que vive. Parece evidente que no solo no luchamos contra la existencia de un solo polo de decisión sino que la fomentamos con todas nuestras fuerzas. Y nadie se salva, ni los de derechas de siempre ni los de izquierdas. Ay el dinero y el cine, cuánto mal causan. Sí, sí, he dicho el cine, el Hollywood de los cojones y toda su corte de aduladores y de papanatas analfabetos. Algún día me desfogaré.

La segunda tiene ribetes optimistas, que no es poco. Es esta: cualquiera que sea el ganador, siempre saldremos ganando pues un gobernante tan nefasto como el que se marcha es casi imposible por definición. Era borracho, analfabeto, trincón y, además, se sentía iluminado y enviado como salvador del mundo. Un repaso somero a sus años de mandato nos deja un cuadro desolador y como para no volver a creer nunca en la bondad humana. De modo que será casi imposible igualarlo en las consecuencias negativas.

Me faltan datos para pensar cuál de los dos candidatos es mejor, pero por los que me llegan, Obama puede representar una inyección de ilusión y de cambio y quizás una mínima oportunidad para darle a este capitalismo de la crisis financiera ramplón y egoísta que sufrimos un lavado y alguna puesta a punto para que no sea tan escandaloso. No tengo demasiadas esperanzas pero prefiero hoy pedir lo poco a soñar con lo mucho imposible.

Parece que, por fin, se rompe la maldición de tener un presidente de raza negra. Por lo que simboliza, nada más que por eso, bienvenido sea. En pleno siglo veintiuno, en el país de referencia para la democracia, todavía jugando con estos asuntos. En qué gran pantomima se sustenta el mundo.

Y al día siguiente seguiremos informando porque seguramente se caerá alguna teja de algún tejado en California y será noticia en todos los informativos españoles. Y la música, y la bolsa, y los ciclones, y el cine, y el cine. Ay, lo que tenemos que contar del cine. Que pronto llegará la noche de los óscar. Y entonces se volverá a caer el mundo a los pies de las putas y de los cabrones que lucirán palmito por la alfombra roja. Ay entonces, volverá a producirse el fin del mundo. Como cada año, como cada día en las mentes de los más entregados a la causa de la estulticia y de la imbecilidad. Que son demasiados, demasiados…

lunes, 3 de noviembre de 2008

SIN CONSEGUIR VER NADA

Llevo un par de días asentándome, mirando hacia todas partes sin conseguir ver nada, sintiéndome vacío, repitiendo gestos que empiezan a no tener sentido, comprobando que hay sitios ocupados por distintas personas, horarios diferentes, velocidad del tiempo confundida, noches más sosegadas. Estoy descomprimiendo y no me resulta sencillo porque todo ha sido muy denso y muy continuo.

Y al tiempo le da igual que yo me despiste o que yo me propague en alegrías. Todo sigue adelante, con el mismo sentido que hace días, acaso sin ninguno que yo pueda explicar. Hay que volver a Séneca, sentir con los estoicos que nada es importante como para alterarnos la vida demasiado, que solo el ralentí de la conciencia nos tranquiliza un poco, que todo se burla de nosotros si queremos razonarlo y embridarlo.

Me viene a la memoria un breve pero bellísimo poema de santa Teresa que casi encaja con esta idea. Es el siguiente: “Nada te turbe, / nada te espante, / todo se pasa, / Dios no se muda, / la paciencia / todo lo alcanza, / quien a Dios tiene / nada le falta, / solo Dios basta.” Lo malo es que, para se cumpla el deseo, tienen que cumplirse todas las premisas. Y esto ya es harina de otro costal.

domingo, 2 de noviembre de 2008

TODO SE ME FUE EN ELLA

Lo sabía, lo esperaba, no lo quería, desearía que fuera de otra manera. Pero la realidad se ha impuesto de nuevo a mis deseos.

Ayer por la tarde se marchó mi madre a Salamanca, con mi hermana la más pequeña. Han terminado unos meses densísimos, de compañía continua, en los que he descubierto, o más bien certificado, demasiadas cosas. Cuando la senté en el coche y le di un beso muy fuerte, todo se me fue en ella. Después salí corriendo de mi casa, como huyendo de nada, como con el señuelo de despejarme y despejarnos, con la sensación cierta de que ya no había prisa para volver a casa. Porque no estaba ella. Después la noche en calma, sin su presencia al lado, con el silencio pleno, a veces deseando que sonara lo que se oía otros días. Y su sillón vacío en el que ya me siento, libre, desocupado, vacante, deshabitado, desierto, disponible.

En estas ocasiones prefiero refugiarme en el silencio. Acaso es cobardía, quién sabe, tal vez pudor y un cierto retraimiento. Tampoco importa nada. Yo les pido a estos días que me cojan de la solapa y me alimenten con el ánimo fuerte de enfrentarme a la vida sin pausa y sin descanso, sin exageraciones, como si siempre hubiera sido así. Sé muy bien que no tengo derecho a pedir nada a cambio. Muchas son las personas que tienen más derecho a alzar la voz y pegar cuatro gritos a la vida.
Sé que guardo un cariño muy intenso, que estoy acompañado de gentes estupendas. ¿No es acaso un tesoro mejor que el de la bolsa? Pues eso, que me aquieto y me callo, que me pienso y me observo con ciertos privilegios.

Y, a pesar de todo, es verdad que me engaño si en mi minuto de hoy no recojo mi riego de vacío y de tristeza. Pero haré mi estación de penitencia con capuchón y todo. Luego saldré a la calle y gozaré del sol y de este frío que hoy se cuela por todas las rendijas.