domingo, 28 de febrero de 2010

PENSAMIENTO Y PALABRA

PENSAMIENTO Y PALABRA

Dame una voz exacta, pensamiento,
pero serena y dulce,
como un bello fluir por el camino
que me lleve gozoso hasta tu aliento,
que me despierte vivo y me contemple
luchando cuerpo a cuerpo con la esencia
de la verdad desnuda.

Que no sepa muñir con otra harina
los panes que me dan el alimento;
que cuando caiga el día me recoja
a sentir el sabor de tu mejor cosecha;
que me descubra siempre
jugando como un niño a las palabras,
descubriendo que todo lo que habito
tiene sus dimensiones, sus sonidos,
su ritmo, su cadencia, sus silencios, sus miedos;
pues no soy otra cosa que una artesa
donde se adoban tiernas las palabras
que articula mi mente;
que sepa que pensar no es otra cosa
que dar vida a mi ser con las palabras;
que prosiga sin pausa mi camino
buscando una tranquila convivencia
entre todos los seres de la tierra.

Que todo se consuma en la palabra
como el fuego consume y purifica
lo que fue masa sólida y confusa,
y ahora es fuego y es luz,
pensamiento y palabra.

sábado, 27 de febrero de 2010

APOLOGÍA DE UNA ILUSIÓN

No tengo remedio. Y ya voy peinando canas como para pensar en alguna poción que me redima. Tengo la sospecha de que hay determinadas cosas (creo que son bastantes) a las que me entrego sin condiciones. Mi razón me advierte de que este desequilibrio tiene sus peligros y de que, con alguna frecuencia, la caída resulta dolorosa si algo me falla en la otra parte. Este esquema lo puedo aplicar a demasiadas variables en la vida; tal vez a todas.

¿Cuántas veces me he confesado mi culto por buena parte del cine español y mi desagrado y prejuicios por buena parte del cine de los Estados Unidos de Norteamérica? Hoy lo he vuelto a comprobar.

“Vecinos de Villar del Campo…”; “Del Río, del Río…”. He perdido la cuenta del número de veces que he visto la película Bienvenido, Mister Marshall, obra de Luis García Berlanga, que gasta ya nada menos que 57 años. Hay una cadena de televisión que repone películas antiguas y, con alguna frecuencia, proyecta esta. Cuando esto sucede, y la casualidad procura que me entere de ello, los que me rodean ya saben que es mejor que no me interrumpan y que me dejen disfrutar con ella. Por si se diera el caso, aconsejo a mis visitantes que hagan mutis por el foro y que me perdonen hasta la próxima ocasión. Esté solo o acompañado, mi risa se me afloja hasta convertirse en carcajada cargada de amargura. Porque también lloro siempre con sus escenas.

Salvando todo lo que haya que salvar, me parece una metáfora extraordinaria de muchísimas cosas: de una forma de vida, de cómo se puede hacer cine sin acudir solo al dinero, de cómo se puede hablar de cine sin destacar como principal valor el nombre de sus protagonistas ni la recaudación conseguida, de lo que significa una ilusión colectiva, sea esta inoculada o buscada por todos los componentes, de la entrega que ponen las gentes sencillas en esas ilusiones, de…

Hay una escena que refleja, acaso mejor que cualquier otra, el resumen de esta ilusión. Las gentes se han concentrado en la plaza del pueblo y, en ordenadas filas, van pasando para dejar sus peticiones ante las fuerzas vivas. En cada una de esas peticiones está resumida buena parte de la vida de cada uno de ellos; esas peticiones reflejan sus sentimientos, sus impulsos, sus sueños, sus rencillas, sus deficiencias, sus rectificaciones, sus frustraciones, los límites en los que se mueve su vida… Un arado, un tractor, una máquina de coser, un carro (no se sabe si para tirar de él o para ponerle una yunta, unas fanegas de trigo… Qué sencillez y qué poquita cosa. Qué estremecimiento y cuánta emoción concentrada. Hasta la mujer anciana y sorda se acerca a la fila sin propósito definido, sencillamente como un elemento más que participa de lo que diga la comunidad. Y detrás, la voz en off que va dirigiendo el relato de forma maravillosa, como para que no se pierda ningún detalle.

Cuando pasa la tormenta y queda el campo baldío, cuando los pretendidos americanos pasan de largo, nada de lo que allí bulle se viene abajo, todos asumen su condición, aportan lo que pueden para reparar los gastos del jolgorio y siguen mirando al cielo, dependiendo de nuevo de lo que el tiempo les quiera deparar, prendidos de un hilo que los mantiene entre un pasado mísero y un futuro incierto.

Luego, ya se sabe, “a veces pasan cosas, pero luego…, pero luego sale el sol…”

A mí me gustaría vivir mis días en una comunidad pequeña y solidaria, llena de sueños y de ilusiones sencillas, de esas que casi nunca se cumplen pero que te obligan a rozar tus días con los de al lado desde la sencillez y desde la naturaleza, desde la falta de doblez, desde la petición de lo imprescindible y desde el gozo de lo elemental. Y lejos de tanta superproducción y de tanta apariencia desbocada que no concibo hacia dónde nos lleva. No es casualidad que el nombre del pueblo en la película sea el de Villar del Campo, o el de Villar del Río.

“Vecinos de Villar del Río, como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación…” Qué maravilla.

viernes, 26 de febrero de 2010

COMO HACIENDO DEDOS

Estoy deseando que el buen tiempo me saque a tomar el aire y a pasear por estos pagos y por estos montes que me rodean. Ahora la luz es ya más generosa y se queda más tiempo con nosotros. Empiezo a echar en falta costumbres que durante otros años me acompañaban y noticias que se me hacían casi cotidianas.

Porque las noticias tienen también su época y sus límites, parecen más de casa en un tiempo y más de fuera en otro diferente.

Vete a saber por qué, noto falta de imágenes de ciclistas que ya competían en carreras por el sur de España. Acaso ya lo hagan, pero yo no tengo constancia de ello. No sigo el ciclismo demasiado; hablo solo de la costumbre repetida, de ese eco que se te queda ahí pegado sin que te des cuenta y que te acompaña sin llamarlo. Es como si pasara un mes de febrero sin colorido carnavalesco y sin chirigotas para que yo me ría y me quede pensativo rumiando sobre las necesidades de los disfraces entre los seres humanos.

Me gusta el ciclismo en verano. Entonces sí, cuando las imágenes me insultan con un verde intenso en los campos franceses, mientras que yo me acobardo y me hago esclavo del calor y de la sequía. Después llega la Vuelta a España, y es otra cosa, es distinta la épica y es distinto el recipiente y el decorado por el que transcurre.

Cuando miro las imágenes, casi siempre hay unos personajes que me sirven de eco mientras me quedo en duermevela en mi sillón. Se repiten y se repiten, hablan y hablan para decir siempre lo mismo, son un ejemplo notable de lo que es una digresión continua, o, dicho en román paladino, de irse por las ramas y de entretener el tiempo con cualquier cosa.

Uno de esos personajes es Pedro Delgado, un antiguo ciclista que se ha convertido en comentarista por arte de birlibirloque y que viene a representar un buen resumen de ese mundillo de las dos ruedas y de los pedales. Bonachón él pero escasamente dotado para la exposición oral, ha terminado por convertirse, a base de horas y horas de perorar, en modelo lingüístico. A él le debe la lengua española expresiones que han fijado un nuevo significado en su boca y, a partir de ahí, en la de los demás. Un buen lexicólogo y semántico le tendría que atribuir la generalización de la locución “en ese sentido” con el significado causal y no consecutivo, por ejemplo.
Espero algún oído fino para que el verano próximo me lo confirme. Quién lo diría.

Es verdad que el idioma lo construimos entre todos, pero no estaría de más que les diéramos un poquito más de espacio a los que reflexionan acerca del mismo que a los que lo utilizan como mejor les indica el azar.

No sé si esta campaña también será este antiguo ciclista el encargado de poner voz a las carreras ciclistas. Por si acaso, me iré haciendo a la forma de mi sillón e invocaré al silencio para que me lleve, desde los ecos debilísimos, hasta el reino feliz de los sueños y del olvido.

N.B. ¿Por qué me habrá dado hoy por acordarme de este buen hombre? Hay días pa to.

jueves, 25 de febrero de 2010

LAS CASAS ESPERAN A SUS HABITANTES

¿Esperarán las casas a sus habitantes? Cualquiera diría que sí. La habíamos visto muchas veces en nuestras incursiones por el paseo fluvial, en aquellas tardes de verano en las que buscábamos la sombra y algo de frescor en el que refugiarnos del sofoco y de la sequedad. Nunca habíamos reparado en ella. No nos habíamos fijado por ejemplo en que los rayos de la tarde se colaban oblicuamente por las ventanas más altas y casi traspasaban la casa hasta la otra vertiente.

Una tarde, cuando ya el otoño encogía los días y empezábamos a preferir los espacios cerrados para refugiarnos, nos asaltó el anuncio en las paredes. Tal vez fue su color rojo de fondo. Nos paramos, lo miramos, nos miramos y sonreímos. Fue como un empujón invisible el que nos llevó a apuntar el número de teléfono y a llamar. Al fin y al cabo, el precio no era desorbitado.

Apenas tardamos dos semanas en cambiarnos a aquella casa. La encontramos sin muebles pero templada y con olor a los anteriores vecinos. Su aroma permanecía en las paredes y en los suelos. Por el interior de las habitaciones volaban sus recuerdos, seguían aposentados los momentos en los que habían dejado correr sus sentimientos. Las persianas y las puertas conservaban momentos de tristeza y de felicidad. Abrirlas fue como acelerar el tiempo y romper el paso del calendario.

Era grande y luminosa. La parte sur miraba al río y desde los balcones se podía ver a los últimos atrevidos bañarse en las aguas limpias cuando la tarde moría. En la esquina más occidental quedaban los restos de un corazón pintado en la pared atravesado por una flecha. La primera tarde que nos sentamos allí hicimos la promesa de no repintar aquel rincón. Lo bautizamos con el nombre de “Rincón de los enamorados”.

Las paredes, los pasillos y los suelos iban a ser desde aquel día nuestros defensores, los guardianes de nuestras vidas. Muchas de nuestras ilusiones y de nuestras frustraciones se iban a someter a los límites de aquellas paredes, se iban a encoger en el espacio y en el tiempo a las coordenadas de aquellos metros cuadrados.

Con los muebles a medio instalar y con las cajas de cartón almacenadas en dos de las habitaciones, decidimos sentarnos en el sofá y quedarnos prendidos de la tarde. La vista se nos fue a lo lejos; después pasó por el rincón orlado por el corazón, y terminó concentrado en nuestras propias miradas. La luz ya declinaba. Otra luz se encendía en nuestros ojos. Y también en nuestros cuerpos, que se pusieron de estreno y de fiesta mayor. Los papeles tirados por el suelo se pegaron a nuestra piel y la noche fue un día interminable.

Después llegó el invierno y llovió mucho. Pero surgió otra vez la primavera, y se agostó el verano, y regresó el otoño. Y nosotros seguíamos allí, en aquel balcón mirando al río y con nuestra mirada en ida y vuelta por el horizonte y por nosotros mismos.

miércoles, 24 de febrero de 2010

LUDÓPATAS

Pararse a reflexionar acerca del hecho religioso me sigue pareciendo interesante; concretar el fenómeno religioso en religiones concretas me produce bastante desazón. Me sucede lo mismo que cuando pienso en las posibles vidas inteligentes por ahí por el universo y en el misterio que siempre acompaña a sus posibles vestigios cerca de nosotros. ¿No sería mejor que, en el caso improbable de la existencia de marcianos, por ejemplo, se dejaran ver, nos diéramos la mano, tomáramos unos vinos juntos y nos contáramos nuestras penas mutuamente? Pues no hay forma: que si hay vestigios, que si tal objeto extraño, que si solo en formas raras, que si… ¡Que si cuentos!

Pues, cuando uno le quiere poner cara y pies y cabeza a las religiones, sucede algo similar. Por ejemplo, esta religión llamada cristiana se basa en un camino de ida y vuelta en el que el Dios primero tienta a los seres y luego tiene que redimirlos. ¿No nos podíamos haber ahorrado todo el camino y haber optado simplemente por el gozo continuo y eterno desde el principio? ¿Pero esto qué es, el juego del perro y el gato? ¿Tan escasa categoría tiene el Dios y tanta afición tiene al asunto lúdico? Le vamos a tener que juzgar -y condenar- por ludópata. ¿Qué hacía el pobre antes de la creación del hombre, se aburría? Porque el ser humano no es eterno, pues entonces sería también Dios al poseer una de sus cualidades esenciales. ¿Y por qué se le ocurrió este juego tan cruel de la tentación en el paraíso? ¿A quién tenía que demostrar su capacidad para perdonar? ¿Ante quién tenía que sacar pecho? Qué chuleta el gachó. Luego -para más INRI- tiene que mandar nada menos que a su hijo para arreglar el desaguisado. Un Dios mandando a su hijo para redimir a unos seres a los que había puesto antes en el disparadero del pecado, del dolor y de la muerte. Y en lugar de juntarlos un buen día y explicarles la trama del argumento con absoluta sencillez, se dedica a dejar unos textos extraños, indirectos y sospechosos de invenciones múltiples, que tienen que interpretar unas personas extrañas y siempre en niveles reconocibles solo por los iniciados. Y sin renunciar a todos los infumables textos anteriores. Qué galimatías.

Porque los principios más claros para la práctica (esos del amor, de la solidaridad…) se deducen del sentido común y para eso no necesitamos tanto misterio.

¿Qué ocurriría si a cualquier religión le quitamos todo ese envoltorio de bruma y de oscuridad? Pues eso, claro, pues eso. Como a tantas cosas en la vida, por cierto.

martes, 23 de febrero de 2010

HOY COMO AYER

Leer textos de Valle Inclán siempre resulta un ejercicio agradecido. Aquí copio algunas palabras suyas. Dice Max Estrella en Luces de Bohemia: “Ilustre don Gay, de acuerdo. La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La Vida es un magro puchero: La Muerte una carantoña ensabanada que enseña los dientes: El Infierno un calderón de aceite albando donde los pecadores se achicharran como boquerones: El Cielo una kermés sin obscenidades a donde (sic), con permiso del párroco, pueden asistir las Hijas de María. Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se les muere.”

La segunda cita va de medios de comunicación y de politiquería. Son palabras de don Filiberto en la sede de un periódico: “…Citaba mi definición de periodismo. ¿Ustedes la conocen? Se la diré, sin embargo. El periodista es el plumífero parlamentario. El Congreso es una gran redacción, y cada redacción un pequeño Congreso. El periodismo es travesura, lo mismo que la política. Son el mismo círculo en diferentes espacios.”

Y una última. De nuevo habla Max, el escritor Max Estrella: “!Vivo olvidado! Tú has sido un vidente dejando las letras por hacernos felices gobernando. Paco, las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre.”

Cualquiera de los parlamentos da para una reflexión interesante. Hay que tener cuidado con caricaturizar situaciones y épocas, pero, aunque la realidad se pase por el Callejón del Gato y por sus espejos, el recuelo es de sabor amarguísimo y de aspecto desolador. Estamos a comienzos del siglo veinte, los contextos son un poco diferentes. No estoy seguro de que el álbum final de fotografías sea tan distinto.
Religiones, medios de comunicación y valoraciones sociales. No es mal conjunto para considerar cómo andamos. “Cráneo privilegiado.”

lunes, 22 de febrero de 2010

EN TANTOS SITIOS...

EN TANTOS SITIOS…

Tu cuerpo modelado por mis manos,
tantos lugares íntimos que solo conocemos
los que hollamos su piel y sus contornos,
el salón, los pasillos, la blancura
del dorso de tus manos; la idea
de sobornar al tiempo con la excusa
de que las noches siempre
son largas y se pierden en un bosque
donde no brilla el sol; esas camisas
que conservo en la percha del armario,
los libros,
los encogidos pliegues de mi cuerpo,
la idea de que violar al mundo
es algo necesario…

Hay huellas de tu amor en tantos sitios,
que sigo oliendo a ti, saboreándote
por todos los rincones de esta casa.

domingo, 21 de febrero de 2010

FE DE VIDA

FE DE VIDA

¿Para qué se repiten los días tenazmente,
sin una causa justa con que habitar las horas?
A veces se diría que el tiempo se ha olvidado
de pararse a charlar con los vecinos
o de dejar colgada en cualquier parte
una camisa limpia, o simplemente
de abrir con impudicia las ventanas
para dar fe de vida de una sonrisa inútil
o de un rayo de luz
perdido en el silencio del pasillo.

Hoy mi casa ha tenido las ventanas al aire
y olía a tiempo gozoso y a membrillos,
había camisas limpias y sonrisas rosadas
y la luz se asomaba bailando a mi terraza.

sábado, 20 de febrero de 2010











2010-02-20
Esta es nuestra sierra en febrero. La hemos estado viendo Sara y yo desde mi terraza cuando el sol se empeñaba en besarse con la nieve.

HOY FUE SARA MI TIEMPO

Ya se caía la tarde cuando ha llegado Sara con sus padres. Y no me quedó tiempo para otra cosa que para estar con ella, para quererla, para jugar, para hacerle caricias, para besarla y para reírme con su sonrisa. Se me olvidó mi diario porque mi diario fue hoy ella. Solo me ha quedado un pequeño hueco para anotar que no tuve más tiempo.

El mundo navegaba dulcemente. Yo lo sentí marcharse y no le dije adiós; no tenía tiempo: tan ocupado estaba con mi niña.

Y mañana. Ay mañana.

jueves, 18 de febrero de 2010

COMO SIN SABER HACIA DÓNDE CAMINAR

La momia de Tutankamón se ha trasladado de lugar y ahora se expone en una vitrina suficientemente custodiada y a salvo del desgaste del frío, del calor, del polvo, de las radiaciones y acaso de las malas intenciones de algún guardián del museo. Ojo, parece que tiene mejores bases científicas la hipótesis de que murió a causa de la caída de un carro y no de malaria ni asesinado. Un poco menos claro parece eso de las relaciones amorosas con algunos miembros de su familia, pero todo se andará y terminarán descubriéndose los últimos detalles.

Se inaugura la feria de arte contemporáneo ARCO. Parece que el negocio va a buen ritmo y hay estatuas que se han vendido por más de cincuenta mil euros; algunos cuadros, formados por cuadrados y por alguna otra figura geométrica sencilla apunta a los centenares de miles de euros; los nombres más representativos siempre tienen su obra con venta asegurada: es identificar el nombre y comenzar la puja; y, si hubiera alguna dificultad, se baja el precio a la mitad que, al fin y al cabo, ninguna relación hay entre el esfuerzo necesario en tiempo y esfuerzo y el precio del producto.

El historiador romano Apiano nos cuenta, en su Historia de Roma sobre Iberia, los avatares de las legiones romanas en Hispania. Ahí podemos ver miles y miles de soldados ganándose el pan a base de espadazos y de saqueos a los habitantes de sus diversas regiones. Cuando aparecen personajes nativos que les hacen frente, como es el caso de Viriato, tampoco se paran en medios con tal de saquear e imponer su voluntad en cualquier ciudad o comarca. Estos historiadores, por cierto, suman miles de soldados a las legiones, a los ejércitos de los pueblos hispanos o a las matanzas, casi como si lo tuvieran que hacer el señor Lanzarote o los periódicos provinciales para las manifestaciones sobre el Archivo en Salamanca o los visitantes a la Covatilla en Béjar: no da uno abasto a contar miles y miles. Total para que todo al final fuera miedo y precauciones: Viriato dicen que dormía vestido, y sus más fieles: Audax, Ditalcón y Minuro, se lo llevaron por delante colgados de unas promesas de Cepión.

Podría poner otros mil ejemplos para convencerme de la desigualdad que existe entre las preocupaciones más acuciantes y los esfuerzos aparentemente -y acaso realmente- más inocuos y estériles. ¿Realmente anda el personal ocupado en la momia del faraón egipcio de hace tres mil años? ¿Y por la feria de ARCO? Pues anda que por Viriato y sus amigos…

Pues este menda le ha echado unos ratos a esto de Viriato y de sus correrías por estos pagos, hace nada menos que dos mil años. Y la verdad es que me siento un poco culpable y tonto.

Pero me interesa preguntarme por qué hago esto y no dedico todos mis esfuerzos a darle otro sesgo a la sociedad en la que vivo y al proceso de deterioro -aunque convendría no predicar el apocalipsis- en el que andamos metidos. Y, aunque pueda parecer una tontería, no sé cómo se puede articular esa actividad. ¿Qué coños puedo yo hacer para ello? El primer impedimento es que no creo en el sistema y todo me parece que es un intento vano de apuntalar lo que ha fracasado, una cosa que no tiene justificación moral y que, llevado a la exageración -en el fondo es lo que se ha producido, que vivimos en un mundo absolutamente virtual-, es incontrolable y propio de un mundo de locos.

No me gustaría hundirme en la miseria pensando que existen acciones individuales que sí dependen de mí y que no realizo. Tampoco me gustaría que nadie me tapara la boca con afirmaciones que sigo sin estar en disposición anímica de responder, al menos por ahora. En realidad, miro y alguna me sale; incluso, en forma comparativa, alguna más que las listas que se publican. Pero sigo viéndome impotente, como espectador casi mudo que ve correr el río sin poder nadar ni hacer compuerta para detener el agua.

Sirvan estas palabras de hoy para desahogarme y para reconocerme en una sociedad que me da miedo, que me supera en todas las dimensiones, que presenta una escala de valores en la que no me encuentro, que dedica esfuerzos a asuntos aparentemente inútiles y escasas intenciones a asuntos que afectan a toda la población, que sigue interesada por el dinero y solo por el dinero, ni siquiera por lo que el dinero pudiera representar.

¿Quién está dispuesto a defender el principio de relación entre el esfuerzo en tiempo y el resultado y la recompensa según este parámetro? Sospecho que casi nadie, ni siquiera los que le echan al trabajo diario doce o catorce horas, coño. ¿Alguien quiere que lo apliquemos a todo lo que se expone en ARCO, por ejemplo? ¿Y a la manera en que se han construido las grandes fortunas? Se nos caerían del pedestal muchos genios y geniecillos, y acaso los peones del ladrillo ascenderían demasiado en la escala. Uffffffffffffffffffffff.

miércoles, 17 de febrero de 2010

¿PASIONES = FELICIDAD?

Madame du Chatelet: “Empecemos diciéndonos para nuestro fuero interno, y convenciéndonos bien, que no tenemos nada que hacer en este mundo, sino procurarnos sensaciones y sentimientos agradables. Los moralistas que dicen a los hombres: reprimid vuestras pasiones y domeñad vuestros deseos si queréis ser felices, no conocen el camino de la felicidad. Solo somos felices gracias a las inclinaciones y las pasiones satisfechas; digo inclinaciones porque no siempre somos lo bastante felices como para tener pasiones, y a falta de pasiones, bien está contentarse con las inclinaciones. Pasiones tendríamos que pedirle a Dios si nos atreviéramos a pedirle alguna cosa, y Le Notre tenía mucha razón al pedirle al Papa tentaciones en lugar de indulgencias.”

No sé si Voltaire se lo agradecería, por lo que pudiera tocarle.

Parece que suena bien la melodía del párrafo. Pero no estoy seguro de si un análisis minucioso resistiría todos los afinamientos. ¿“Sensaciones y sentimientos” frente a razones o basados en razones? ¿Cómo se define eso de “agradables”? Se habla solo de “pasiones satisfechas” Y las inclinaciones no satisfechas ¿qué son?, ¿son frustraciones? ¿Las inclinaciones y las pasiones tienen que tener en cuenta la situación de los demás como realidad inmediata y próxima a nosotros? ¿Vale todo con tal de conseguir satisfacer esas inclinaciones? ¿Es la felicidad un grado similar o superior a las inclinaciones y a los deseos? ¿Es tal vez una realidad diferente? ¿Son las pasiones algo natural o algo inducido por la educación y el medio en el que vive el individuo? Si fueran naturales, ¿no debemos corregirlas sino potenciarlas? Y en este plan.

Tengo clarísimo que la única obligación y misión del ser humano en esta vida es ser feliz. Tengo bastante menos claro cuáles son los medios y los límites para conseguir esa cosa tan rara. Pensaré un poco en ello. Tan hasta el gorro ando de las imposiciones negativas de algunas religiones (tal vez todas) como de andar por andar, sin ver que hay muros y cuestas y llanos y…

martes, 16 de febrero de 2010

POÉTICAS

Cada cierto tiempo me convoca, para hacer un pequeño aparte y tomar una copa, esa fuerza que empuja al creador a lanzarse a la calle, a hurgar en mundos nuevos, a eso que llamamos escribir. Hay mil razones para que yo le haga caso por unos minutos y para que me someta a esa confesión cíclicamente; entre otras la de que acaso las fuentes no siempre manan de la misma forma, sobre todo si han perdido los escondidos hilos de los que alimentarse.

La verdad es que, desde hace mucho tiempo, el esquema me viene resultando el mismo. El fondo se repite en toda clase de creaciones -al fin y al cabo se trata de jugar con las palabras-, pero pienso sobre todo en la creación poética y en la prosa más lírica.

No hay más que uso de palabras, buen orden de las mismas e intento de provocar sensaciones especiales en el que las recibe. Tres patas para una silla que aspira a deslumbrar en todo instante. Lo de usar las palabras parece que va en el lote de regalo. Cosa muy diferente es ordenarlas bien, dar con sus sonidos exactos, provocar desde su propia forma, plantear los acentos, los tonos, las ausencias, el lugar oportuno, las reiteraciones, los silencios, los ecos y las voces, el dominio concreto de toda la retórica, su uso ajustado y simple, o acaso su desbordamiento, la entonación, el presentar la cosa con un perfil distinto, el recrear el mundo como si no existiera hasta ese momento, el entender que el tema es la propia presentación del mismo, el juego significativo de extensiones y silencios, los arranques y finales, los deslumbramientos…; y aquí hay mucho que aprender y muchas horas en las que poner la base de las formas y de los contenidos. Con eso y mucho más, aparece la tercera parte, siempre azarosa y pendiente del gusto del lector. Si conectan las tres partes, estamos en el camino de conseguir el éxito y, en todo caso, hollaremos las pistas de eso que llamamos creación.

Hay una maldita pata en ese triángulo que no depende del creador sino del recreador, o sea, del receptor, del lector o del que escucha; su decodificación y sus gustos le pertenecen y tiene que responder de ellos. El contraste resulta inevitable y el fracaso ronda siempre: qué le vamos a hacer.

Pero hay un primer lector que es el propio creador, y a él mismo es a quien tiene que satisfacer su propia obra, aunque rompa todas las leyes del mercado, de la mayoría y de la escala de valores impuesta por la sociedad o por los medios de comunicación, algo que viene a ser lo mismo. Y esa responsabilidad tiene que asumirla con todas las consecuencias. El poeta no puede hacerse trampas a sí mismo (si tiene que ser fingidor, tiene que ser perfecto), por más que eso le lleve al fracaso social, tiene que creer en lo que hace, debe convencerse de que lo que está haciendo merece bien la pena, le ofrece una perspectiva de la realidad no vista antes. En definitiva, tiene que moverse en el territorio de la sinceridad y de la honradez personal, tiene que sentirse satisfecho consigo mismo, tiene que comprarse su propio producto y pagar por él con el convencimiento de que realiza una buena compra, de que por él no ha quedado, y, si queda engolfado y seducido, mejor que mejor. Ese territorio moral en el que ha de moverse tiene que ver tanto con la forma como con el contenido; por eso el conocimiento de formas y la selección de temas resulta fundamental, por eso el número de poéticas resulta innumerable, por eso no hay poética que se salve si no lleva detrás una forma de vida paralela en el creador; por eso, tras el árbol de una creación, tiene que haber un jardín abonado y coherente que propicie el crecimiento de esa planta.

El respeto por todas las poéticas no significa que sean compartidas ni seguidas. Si exijo cierto paralelismo con la conciencia del creador, solo me quedaré con aquellas que satisfagan mis gustos y que se aproximen a esa escala de valores en la que yo me encuentre mejor y más cómodo, en aquellas que presenten un mundo y una configuración del mundo que me lleve a los principios con los que trabajo cada día.

Y, en esa variedad, me quedo con aquellas que son capaces de provocar sentimientos y convulsiones personales a la gente que quiere conducirse desde dos o tres principios: el sentido común bien entendido y la buena voluntad. Soy consciente de que esto, así expresado, parece poca cosa, o casi nada, algo así como lo primero que se le ocurre a un alumno juvenil y sin poso ni experiencia; pero, cuanto más lo considero, más completo y honrado me parece, y más elementos intelectuales y afectivos incorpora. Al sentido común aspiro desde la racionalidad que me dicta que todo ser humano comparte una gama de derechos y deberes que se puede analizar y articular desde la razón y desde el entendimiento, y que casi todos los conflictos humanos se solucionan desde la serenidad y la mirada alta, desde la tranquilidad y con la vista puesta en la normalidad y no en el egoísmo y el interés particular a costa de los otros. A la buena voluntad llego por la comprobación de que la razón tiene unos límites y unas carencias bastante evidentes y de que, de nuevo, la solución tiene que llegar desde la aplicación generosa de los acuerdos y no desde la literalidad de los compromisos. Para ejemplificarlo, me rebelo contra el dolor en el mundo y me gustaría entenderlo desde la racionalidad y lejos de las imposiciones religiosas, pero me conmueve cualquier muestra de dolor y estoy dispuesto a todo con tal de que se calme la dolencia.

Tal vez por eso ando siempre en medio de la duda y cerca del grito y del silencio a la vez.

lunes, 15 de febrero de 2010

LA NIEVE DE LA MEMORIA

LA NIEVE DE LA MEMORIA

Cae la nieve lentamente ahora
-¿cómo puedo evitar el pleonasmo
si la nieve desciende eternamente
buscando lentamente la memoria?-.
Es una unción este descendimiento,
este mecerse al ritmo
de olvidar el presente y embarcarse
en la inútil tarea de la supervivencia.

Hay copos que me llevan hasta mis veinte años
y pasean conmigo en su insistencia
detrás de tu paisaje esplendoroso,
también de veinte años.

Me empujan otros muchos
-siempre con su sencilla lentitud-
hacia la plaza amplia de los cuarenta años.
También paseas tú por esos soportales.

¿No ves cómo la nieve nos redime
en esta tarde lenta de los cincuenta años,
cómo tienen envidia las estatuas
de nuestro paso lento en medio de la nieve?

Hoy vuelve la memoria con la nieve
a dejarnos espumas de otros tiempos.
No apresures el paso,
deja que nos domine la memoria,
la memoria tranquila de la nieve,
la nieve de la memoria.

WHERE ARE YOU GOING?

Que todos los caminos llevan a Roma termina siendo verdad o mentira según la definición y las variables que incluyamos en el concepto de Roma. Como casi siempre pasa con todos los conceptos.

El caso es que ayer volví a hollar y a padecer las llanuras del Sangusín. Y sentí al comenzar la caminata que aquello me podía con el frío y el viento. Menos mal que estuvo al quite Manolo y me endosó un chaleco que se erigió en un muro contra el aire. Otra pieza de tela me resguardó parte de mi cabeza y me prestó condiciones para seguir el paso. Pero sentí frío, mucho frío. Creo que ayer no volaba el grajo alto ni bajo; ese era el mejor indicador de la temperatura que sufríamos.

Pero allá que nos fuimos con Jesús, mirando el horizonte, admirando de qué manera las nubes se iban apoderando de la sierra hasta dejarla gris y poco agraciada para tomar alguna foto. El viento había congelado todas las charcas y en algunas había creado pequeñas olas de hielo sobre la superficie. Los árboles desnudos soportaban impávidos en medio de la llanura todas las inclemencias y los pájaros aguanieves se habían juntado, en una gran bandada, en medio de un prado muy amplio. ¿Qué pensarán las vacas, si es que piensan, toda la noche al raso?

Cuando, a media mañana, reponíamos fuerzas, refugiados al pie de una pared y junto al río, apareció un peregrino. Vestía pantalón corto pero se abrigaba las piernas con unas medias térmicas. Solo, en invierno, con el frío espantoso y camino del norte. Muy pronto descubrí su lejanía: sus pintas lo delataban.

“Hola”, espetó enseguida. “Hola”, le respondimos. Y ahí se acabó todo. Su castellano era muy escaso. Y entonces entré al quite:” Where are you from?” y otras cuantas preguntas bien cortitas. “I´ m Germany”, me dijo, y otras tantas respuestas bien sencillas, que uno no anda para demasiados excesos. Le ofrecimos un té caliente y aromático, de los de Manolo de toda la vida, que no hay más que decir, y unas nueces con una condición para comérselas: after lunch.

Seguro que al doblar la curva dio buena cuenta de ellas.

¡Un muchacho alemán, desde Sevilla, solo, hasta Santiago, en invierno, sin apenas equipaje…!

¿Qué buscará este hombre en el camino? ¿Qué le impulsa a perderse por estos fríos parajes? El camino es lo bueno, no la meta. Cuánto le tiene que dar al coco este muchacho. De aquí nos sale cualquier asentamiento en su cabeza y en su vida.

Me quedé pensativo y guardé su imagen durante todo el camino de vuelta. Por ahí seguirá con su camino. Y llegará a Santiago, y a Roma, a su Roma, que vete a saber cómo la estará construyendo. Lejos sonaban los ecos del carnaval. Otro camino que lleva también a Roma. Sospecho que a otra Roma bien distinta y con otras estaciones diferentes. No preguntéis por cuál me felicito.

Y hoy mi camino a Roma (escribo en mi diario cuando al día le queda casi todo por delante). Mi camino me lleva hasta Ávila. Otra vez hasta Ávila, una Roma distinta y muy gozosa para mí. Quizá en este trayecto me importe más la meta que el camino pues el fin justifica los medios que le pongo. Voy a ello.

sábado, 13 de febrero de 2010

Aunque no fuera catorce de febrero.

OTRAS VIDAS

¿Te has parado a pensar en esas vidas
que has vivido junto a mis pensamientos?
Tal vez tú no recuerdes
que estuve mucho tiempo presintiéndote,
haciéndote llegar hasta mis labios
sin que te dieras cuenta;
en ellos encerré todas las llaves
de la isla del tesoro.

Fueron muchas las noches que rompimos
la luz en dos mitades y otras tantas
las que estrenamos, impacientes,
camas que no conoces. Me mirabas
con ojos incendiados, con sonrisas
de tibia lentitud.

Visitamos países, recorrimos los parques,
cerrados en las noches de verano
solo para nosotros. Me robaste
todo lo que guardaba entre mis libros.
Siempre compraba entradas por parejas,
para los cines de sesión continua
-se enfadaba a menudo el acomodador
por aquellas posturas en escorzo-.

Se nos fue, como a todos, todo el tiempo
aprendiendo tal vez a convivir.

Hoy desperté del sueño y estabas a mi lado,
ocupando sencilla un blando espacio.

Me sentí tembloroso.
Tal vez quise volver hacia mis sueños
en los que te inventaba cada día
como un eco feliz en el rincón del viento.

viernes, 12 de febrero de 2010

¿CÓMO SERÁ LA LUZ DE OTRA MIRADA?

¿CÓMO SERÁ LA LUZ DE OTRA MIRADA?

Me gustaría mirar por otros ojos
los desiguales ritmos de la vida,
sentir que lo que asocio con la noche
es resplandor fragante de eterno mediodía,
anotar en graffiti la certeza
de la bondad del mundo
(“el mundo está bien hecho”),
acariciar sin tregua
todo lo que tiré como si fuera lodo.

¿Cómo será la luz de otra mirada?
¿Cómo ejercitará sus contracciones
para filtrar la luz y separar el lodo?

Me gustaría saber qué dice el tiempo
cuando se posa altivo en otras pieles,
si juega en sus arrugas a la muerte
o despierta en los poros
la extraña lentitud de todos los recuerdos.

Quiero cambiar de piel por un instante,
sentirme en otro cuerpo por un rato,
que me engañe y me engañen,
perderme entre los brazos del olvido.

¿Quién me presta una escalera
para subir al cielo de sus ojos?

jueves, 11 de febrero de 2010

AFTER DINNER

Esta tontería de titular en inglés es una licencia que me tomo después de un examen que me deja tranquilo para semana y media. Pero voy al asunto.

Es el caso real que, después de la cena, me suelo recluir frente a esta ventana estrecha de mi ordenador, a jugar con la lectura o con la escritura; como suelo decir en otros foros, a jugar con las palabras. Hardly ever -otra bobada- me quedo en el salón de la televisión para ver una película, but, sometimes -ya puestos…-, me aposento y miro en la otra ventana de la tele.

Es lo que hice el martes por la noche. Emitían la película “Camino”. No la había visto cuando se estrenó y tenía alguna referencia de ella. Era el momento. Me quedé y no perdí el tiempo: me gustó.

Plantea esta película demasiados asuntos para considerar. Además, creo que está muy bien construida y extraordinariamente rodada. No es fácil encontrar ese nivel formal: planos, color, secuencias, fusión de planos, ritmo narrativo, concentración de acciones…

De todo lo que me sugería, me quedo con un par de variables. La primera es para tirarla enseguida a la papelera. Es la que desarrolla el asunto de la Obra, o sea, del Opus. Supongo -me faltan datos y experiencias- que no se pillarían las manos y que la imagen que se presenta es bastante ajustada a la realidad. Aunque no lo fuera, y solo se aproximara a ella, queda bien claro que lo que allí se hace es despersonalizar y deshumanizar del todo a los integrantes hasta convertirlos en adeptos a una secta y en obedientes sumisos, sin espíritu crítico, que cifran todo el esfuerzo en la obediencia y en la fe ciega, como si fueran ellos los redentores de Cristo y no al revés. Como les suele ocurrir a los fanáticos, ven fantasmas por todas partes y, en esa huida de los fantasmas (el demonio para ellos), es donde encuentran toda la justificación para la cantidad de situaciones ridículas que provocan. Con su pan se lo coman.

La otra variable es la que realmente me sedujo. Es la que tiene que ver con la justificación del dolor y con la forma de combatirlo. La adolescente que protagonizaba la historia, desviada mentalmente por su madre -el padre no hace otra cosa que aguantar carros y carretas sin capacidad para reaccionar ante nada y con la culpa de dejarse llevar- sublimaba su dolor con el ofrecimiento y la sumisión a los criterios religiosos. Con lo fácil que lo tenían para sublimarlo con la ilusión en aquel muchacho próximo en su vida… Estos son los que se rasgan las vestiduras por aquello de Educación para la Ciudadanía, como si un hijo fuera de propiedad privada absoluta y se pudiera hacer con él cualquier desaguisado y desde la más tierna infancia.

Pero me pregunto si yo tengo la potestad de protestar ante cualquier método que sirva para hacer más soportable el dolor, cualquier dolor. Ante la imposibilidad para explicar el sentido del cualquier sufrimiento, no me encuentro con fuerzas para criticar ningún método si surte realmente efectos. Y es que esto del dolor sigue siendo la espada de Damocles que pende en cualquier esquema de pensamiento, sobre todo si se ampara en paraguas religiosos. Me imagino a la madre, religiosa hasta el fanatismo, renegando y protestando a sus referentes religiosos por el mal de su hija. Acaso no provocaría más que añadir más dolor.

¿Qué sobra entonces en la historia que se cuenta? Pues seguramente el fanatismo, la falta de humanismo, el apartamiento de los deseos vitales, la anulación del desarrollo de la personalidad, y falta subrayar el valor del ser humano por el hecho de serlo.

El desarrollo paralelo de las dos historias, con las paronomasias como base, esos dos Jesuses tan distintos para la adolescente, tan diferentes para su madre (tan ciega y fanática estaba que no veía al que realmente importaba a su hija), tan separados y tan convergentes al final para el padre, me recordaron mucho el paralelismo que ofrece la lectura de algún místico, desde el punto de vista del amor llamado divino y desde el amor humano. Cualquier espectador mínimamente avezado estaba viendo dos historias de amor, una forzada y otra deseada. Se impuso la forzada. Y encima con imposición y con ignorancia. Y, por si fuera poco, esa imposición se hacía en nombre del amor. Qué barbaridad. Como tantas en cualquier momento, como la de los americanos fanáticos que estos días han querido llevarse de Haití a esos niños, seguramente con la intención de “salvarlos”. Así andamos.

Sustituí el martes una pantalla por otra, una historia escrita por otra en imágenes y oral. No me arrepentí. Y terminé invocando: Líbranos de semejante tropa. Y de semejantes “salvadores”.

miércoles, 10 de febrero de 2010

EL VICTIMATO

Durante los próximos tres días (jueves, viernes y sábado), se va a celebrar en Salamanca el VI Congreso de Víctimas del Terrorismo. La prensa provincial y regional viene dando la vara desde hace bastantes fechas con el acontecimiento y espero para estos tres días el diluvio universal en forma de fotos y despliegue editorial. También los periódicos regionales y nacionales se harán eco de ello, mucho más los de derechas (¿cuál no lo es?) que los que no lo sean (¿cuáles?).

Cada día estoy más convencido de que vivimos enganchados a unos tópicos y que, con ellos en la mano, se nos manipula lo mismo que al chocolate cuando se está deshaciendo.

Si alguien pone en duda el rechazo que casi todo el mundo -desde luego yo- siente ante cualquier acto terrorista, sencillamente es que es un malnacido, o hasta un hijo de aquella manera. Así que demos esto por hecho y analicemos con calma y sosiego.

Las víctimas directas tienen todo el derecho a mostrar su desconsuelo y su rabia. Y todos los demás el nuestro a recordarles que eso no asegura, ni a ellos ni a nosotros, estar en posesión de la verdad en lo que se afirme, se niegue, se pida o se exija. El análisis correcto y más próximo a la solución y a la verdad tiene que hacerse con sus aportaciones, pero con la sistematización de quien tiene la mirada menos contaminada y ve el horizonte sin la presión de la tormenta que se le ha venido encima. ¿No existen ya foros en los que analizar este fenómeno? ¿No le corresponde al propio Estado articular medios y espacios para que los conocedores del asunto intercambien ideas y propongan actuaciones? Lo mismo se puede decir de otras instancias civiles que tengan como meta el análisis de la realidad social. Que tengan esa meta, no el interés particular.

¿Es este el caso de este VI Congreso? Ni por el forro. ¿Lo organiza una sociedad civil e independiente? Ni por asomo. ¿Se busca el análisis sereno y las propuestas razonables? De ninguna manera. Véase quién promueve, qué gente está detrás, quién modera, repásese el programa -escasito él y más sentimental que otra cosa-, háganse públicos los dineros que se dedican a él por parte de las instituciones públicas, es decir, de mis impuestos, por ejemplo cuántos cientos de miles de euros va a dejar en el invento la Junta de Castilla y León, repásese la sociología que acudirá, reconózcase qué medios de difusión están en su publicidad… Y piénsese si lo que se busca no es un rédito político y no otra cosa. Me gustaría que todos pudiéramos conocer cuáles van a ser los gastos finales, quién aporta los dineros y en qué partidas se van a justificar.

Casi todos nos subimos al carro de lo políticamente correcto y ponemos punto en boca con tal de no desentonar, o sencillamente por pura cobardía. Yo me niego a que con mis impuestos se convoque un congreso en el que lo que se va a hacer es poner de vuelta y media al Gobierno, en el que lo que interesa es marcar distancias con la razón y poner a todo el país sentimentalmente a los pies de los caballos y dispuesto a cualquier cosa con el reclamo del terrorismo.

Me duele que en esa Salamanca nadie alce la voz para gritar el engaño y la patraña, para gritar al menos que con ellos para eso no cuenten. ¡!Hay miles de profesores universitarios, de esos que enseñan y aspiran a lo universal!! Qué puta mierda. Claro que también los había cuando aquella espantosa manipulación con lo del archivo, y hasta cobraban a fin de mes, y prácticamente nadie levantó el pico.

Tanto miedo hay, que se apuntan al comité de honor todos los habidos y por haber: presidentes, ex presidentes, curas y monaguillos. Cualquiera dice que no: te pueden colgar de un pino. Pues, hala, todos a la foto, a decir que qué malos son y que el Gobierno no para el país todos los días para rezar a las doce en todas las plazas. Qué fácil es la manipulación.

Y añadiré algo más incorrecto para las mentes pías. ¿Alguien puede describirme qué plus le damos a una víctima del terrorismo frente a los albañiles que, a diario, se caen del andamio y se matan por falta de protección y por explotación de tantos desalmados? ¿Qué tienen aquellos que no tengan estos? No son estos también patriotas que trabajan con otros a España? ¡!Y sin pluses de peligrosidad ni medallas como no sean las de los fríos y las de los calores!! Dígaseme, por favor, que seguramente yo andaré sumido en el error y quiero la paz y el sosiego de la verdad.

No hace mucho se dedicaron en Béjar calles a una víctima del terrorismo con nombre propio y a las víctimas del terrorismo en general. El alcalde de la ciudad es testigo de mi protesta por ello, y no por mi rechazo sino por la desproporción que suponía llenar el país de emociones incontroladas y, sobre todo, al servicio de intereses sesgados y fariseos. Asistí, en el Castañar, a un homenaje sencillo que se le tributó a la víctima bejarana a la que años más tarde se le dedicó esa calle. Aporté mi pequeño grano de arena en forma de palabras. Nadie subvencionó nada. Ningún periódico estuvo detrás de la foto. Ni falta que hacía. Nuestro rechazo y nuestro reconocimiento a todo acto violento y terrorista quedaron bien explícitos. Y no nos dio por acusar a Aznar de estar en la causa de tan execrable crimen, por ejemplo. Ni de gastarnos lo de los demás (¿alguna vez sabremos la cantidad ingente de dinero que se han llevado de instituciones públicas, o sea, de todos nuestros impuestos, estas víctimas del terrorismo?).

Por supuesto que me duele tener que escribir estas palabras, pero me siento absolutamente manipulado y robado por demasiadas personas. Y estoy hasta las trancas de que nadie se suelte por si acaso pudiera molestar y por eso tan tonto como lo políticamente correcto. Así que, a ver si vamos acercándonos al trato similar para todos los ciudadanos, al de aquellos que dan datos y sentimiento fácil y al de aquellos a los que explotamos y matamos lentamente y enseguida mandamos al olvido por si acaso nos crean mala conciencia.

lunes, 8 de febrero de 2010

¿TIENEN ALMA LOS PUEBLOS?

¿Tienen alma los pueblos? Parece este un título muy unamuniano. Y seguramente lo es. Leo y escucho argumentaciones de este tipo con alguna frecuencia. Y las opiniones me llegan de vez en cuando de personas que me merecen bastante confianza intelectual.

En los últimos días he tenido dos referencias que me provocan este apunte de reflexión. La primera tiene que ver con la representación teatral a la que asistí el sábado en Madrid. El texto de Fernando Quiñones y la puesta en escena de El Brujo venían a mostrarnos algo así como el factor común de las gentes del mundo del flamenco. La otra referencia me llegaba hoy mismo: parece que andan indagando una cosa tan abstracta como la definición de “ser francés”. Conozco teorías y tendencias filosóficas y literarias que abogan por la importancia de descubrir esos elementos comunes. Algunas han traído resultados desastrosos para esas comunidades.

Acepto que el ser humano es la suma de muchas variables, entre otras del paisaje y de los elementos naturales y humanos que lo rodean. Pero me cuesta imaginar eso del alma andaluza o de la esencia de lo francés. Admito que hay características que se reproducen, en mayor o menor grado y con una intensidad variable, entre las personas de la misma comunidad. Sobrepasar esa barrera no me agrada. Aunque sea a través de un texto tan amable y sugestivo como el que vi en escena el sábado. Veremos qué es eso de ser francés.

En la vida tendemos a la reducción y a la analogía con todo. Los que tenemos que aclarar conceptos a diario lo sabemos bien. Pero también conocemos el peligro que se corre. O deberíamos saberlo.

El imaginario Miguel Pantalón es un personaje, tal vez no sea una persona. O, en todo caso, las demás personas no son exactamente Miguel Pantalón sino algo diferente. Aunque uno, para entenderse, tenga que navegar por las mismas aguas por las que surcan las demás naves.

domingo, 7 de febrero de 2010

ESE MADRID TAN GRANDE

Paseo bajo la columnata que da acceso, el principal, al cementerio de la Almudena. La mañana es templada y la primavera aún no apunta en la capital. Tampoco por estas sierras, que siempre son más tardías y excesivas. Siguen los castaños desnudos. Algunos pinos dan contraste con su verdor. A mis espaldas se extiende un cementerio enorme. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”. Se oyen rumores de fondo. Son los ecos de un mercadillo no lejano que rebosa de gente entre los puestos. “Todo a precio de crisis, señora. Lléveselo hoy y no se arrepentirá mañana. Bragas de señora para todo tipo de culos. A tres euros todo, oiga, a tres euritos…” "Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. Pasan coches aislados hacia el interior del cementerio. Prohibido circular por el interior a más de veinte kilómetros por hora. Un anciano diminuto sale tembloroso y saltarín del recinto; apenas puede tenerse en pie. ¿De dónde viene? ¿Hacia dónde va? ¿Quién cuida de él? ¿A quién ha cuidado él antes? Se pierde dando saltitos por entre los coches. En la calle que converge con la que llega al cementerio se halla el cementerio civil. Una tienda de flores aguarda que alguien se acuerde de sus deudos y deje allí un dinero. Los coches aparcan como pueden. La grúa hace de las suyas…

Sigo paseando bajo la columnata. Siguen los ecos comerciales, esa forma directa e inmediata de enfrentarse con la supervivencia. De pronto aparece un coche fúnebre seguido de un grupo de coches modernos y de buen porte. Otro entierro. Uno más. Aquí tiene que haber muchos cada día. “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. El tráfago de coches en la calle lo llena casi todo. Apenas deja sitio para que el canto de algún pájaro descienda hasta el suelo y me acompañe durante unos pasos. Al fondo bulle la gran ciudad y en su interior expone impúdica todas las posibilidades de la vida. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”.

Tras un rato de espera, yo también me marcho hacia otro sitio. Y los coches, y el ruido, y el sonsonete de los vendedores, y los pájaros, y las floristas, y los rumores continuos de la ciudad… “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”.

He pasado el fin de semana en Madrid, con mi gente más próxima, con la que yo más quiero. Y han sido unos días completitos, con comidas, con teatro, con compras, con saludos a amigos, con museos, con Madrid nocturno, con Madrid atascado y con Madrid matutino casi vacío. Y siempre con la sensación del bullicio, de las voces y los ecos, del ritmo desbordado de la vida. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”. Dejé colgadas en Bejar algunas actividades. Qué le vamos a hacer: para otra vez será. Madrid seguía en el tajo, abierta de par en par, acogedora siempre, sin tiempo para mirarse a sí misma, “rompeolas de todas las Españas”.

Ah, y estuve en Rivas. Y tuve poco tiempo para estar con José Luis Morante, a quien le debo la amistad y la sabiduría. Y fui otra vez testigo de lo absurdo del tráfago comercial en el que todos andamos embarcados. Y admiré la fuerza y la maestría del mejor juglar de España, “El Brujo”, en su “El testigo”. Y me volví hacia Ávila para ver otra vez a mi Sara y sentirme el hombre más feliz del mundo. Y estoy de nuevo aquí, viendo pasar el tiempo, entre voces y ecos.

jueves, 4 de febrero de 2010

CONMIGO QUE NO CUENTEN

Uno tiene en el imaginario que los informativos reproducen en alguna medida lo que sucede por ahí, que seleccionan y organizan datos e imágenes para que, en un tiempo limitado, nos quede un bosquejo de cómo le va la vida a la comunidad a la que dirigen sus contenidos. Existen infinitas variantes y formatos, se cumplen muy diversas intenciones, las personas que realizan los programas son las que son, las imposiciones económicas (dueños y accionistas) también tienen que decir lo suyo, las autocensuras funcionan…, y hasta los gatos terminan siendo pardos, negros o azules, según las conveniencias. Pero uno tiene derecho a que el conjunto nos traiga a la vista y al oído “los asuntos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, o sea, lo que pase en la puta calle. O al menos algo que lo recuerde.

Pues acaso lo hagan. Eso sería lo más lamentable. Veamos.

Descripción de hechos. Estoy diciendo descripción de hechos, no opiniones: Televisión Española. Telediario de las tres de la tarde. Día de hoy, cuatro de febrero de dos mil diez. Noticia de que un grupo de personas han (una por una) recibido el premio de investigación Jaime I. Seis premios que recogen seis personalidades de primer nivel, primeros espadas en sus campos de investigación y de trabajo, toda una vida en cada caso dedicada a buscar bienestar para la comunidad en investigación básica, en medio ambiente o en otras especialidades. La noticia se da a las cuatro menos cuarto en el bloque que se puede llamar de noticias sociales. En el mismo bloque se emiten imágenes desde un colegio en el que se rifan entradas para ir en junio a un festival que se llama algo así como Rock in Rio (se usaba la institución para promocionar el festival y el nombre de una cantante, o sea, para el negocio, ¡!¡una institución educativa, con profesores haciendo la cla!!!), y el estreno de una película sobre el hombre lobo (lo que se destacaba era la presencia de un actor de esos “deseados” -¿para qué los desean?, por favor, que alguien me lo diga-) y unas imágenes de un futbolista metiendo un gol y saludando con un sombrero cordobés. Todo en el mismo saco y al final del programa. Por delante se había dado cuenta de toda una batería de noticias de muy diversa índole. Había visto otro telediario (también son ganas) antes y no se había dado ni una sola imagen ni ningún comentario de esta noticia que describo. Hace tan solo unos días, aparecía en el mismo medio, como primera noticia, ¡COMO PRIMERA NOTICIA!, la selección (supongo que ellos dirían “nominación” pues se llevan el sueldazo a casa de cualquier manera y nadie les pide cuentas ni precisión) de la actriz Penélope Cruz como candidata a los Óscar de este año. Me recuerdo de nuevo que es esta otra de esas mujeres más deseadas. Y sigo preguntando angustiosamente para qué es deseada: es ya morbo el que me entra y ardo en deseos de conocer para qué es ese deseo. Solicito ayuda a quien pueda prestármela. Estas dos últimas oraciones las acoto y las separo de la descripción de los hechos. Esta noticia de la actriz sí la vi profusamente divulgada en todos los medios de comunicación (algunos incluso presumían de haberla dado en directo).

Hasta aquí los hechos.

Comentarios y opinión. Solo los puedo hacer si me considero imbécil o considero a cualquiera subnormal profundo.

Esta es la sociedad en la que vivo. Estos son sus medios, los que crean opinión, los que moldean las ideas, los que ensalzan y los que derriban gobiernos, los que, desde su primer poder, hacen y deshacen a su antojo. Y este es el público que quiere o tiene que ver estas cosas, y tal vez se quede tan a gusto.

Lo que he contado acaba de suceder en Televisión Española. Para las privadas es casi mejor suspender el juicio y cambiar el paso.

CONMIGO QUE NO CUENTEN. CONMIGO QUE NO CUENTEN. CONMIGO QUE NO CUENTEN. YO ME BAJO Y ME ESCONDO. YO ME BAJO Y ME ESCONDO. YO ME BAJO Y ME ESCONDO.

N.B. Escribo en mi navegador (4,30 de la tarde) Rock in Rio y me aparecen 5.550.000 visitas. Hago lo mismo con Premios de investigación Jaime I y ¿qué me sale…? Que realice la prueba quien quiera.

miércoles, 3 de febrero de 2010

CAOS-MITO-RELIGIÓN-RAZÓN...?

Es esa necesidad imperiosa de buscar siempre un peldaño más lo que nos lleva a la curiosidad, a la religión, a los dioses, al fanatismo o al forofismo. En cualquier grado se presenta esa dependencia que no sabe uno muy bien si humaniza o más bien deshumaniza al ser humano, que la practica según sus circunstancias pero que resulta ser una constante histórica.

Hesiodo nos deja ya encaminados en esa ristra moderna de dioses, de semidioses y de héroes que andan en el filo de la Historia pero que se hunden en la noche de los tiempos: Caos, Gea, Urano, Océano, Hiperión, Mnemosine, Cronos, los Cíclopes, las Erinnias, los Gigantes, las Ninfas, los Titanes, las Hespérides, las Moiras, Némesis, Galatea, las Harpías, las Gorgonas, Medusa, Perseo, Pegaso, Gerión, Hércules, Cervero, Hera, Helios, Selene, Céfiro, Noto, Bóreas, Hécate, Las mujeres hechas de barro, Poseidón, Atenea, Apolo, Artemisa, Hermes, Sémele, Dionisos, Ariadna, Medea, Afrodita… Y los héroes Anquises, Eneas, Ulises… Hasta la realidad más mostrenca de ahora mismo.

Resulta apasionante seguir el recorrido para comprobar cómo se va pasando de lo más confuso a lo más concreto, de lo más poderoso a lo más accesible, del desorden al orden, de lo lejano a lo cercano, de lo otro a lo particular y propio, de lo de fuera a lo de dentro… Hasta terminar invirtiendo los papeles y convertir al ser humano en el impulsor de la conciencia de los propios dioses.

O acaso es que hemos ido cambiando la figuración de los dioses, modificando las representaciones según los tiempos, desnudando un santo para vestir otro, sustituyendo a la diosa de la belleza por la pasarela Cibeles o por las aspirantes a los Óscar, o por esas que dicen ser las más deseadas (vuelvo a preguntar para qué son las más deseadas), o cambiando a un Hércules por un Ronaldo de turno, o una figuración general de los dioses por las aspiraciones del dinero. Y en este plan.

No es esta, la griega, la única teogonía, pero es la que nos cae más cerca y la que más nos ha dejado descendencia. Otras son similares y solo cambian los nombres pero no los atributos. Todas empiezan, como esta, por el caos, esa situación difusa que se pierde en la noche de los tiempos y que marca unos límites que no sabemos saltar y que hasta conviene que se pierdan ellos solos y que queden en el misterio. Esa imprecisión es la base para todo lo demás, para todo lo que viene después. Y así andamos, claro. ¿Qué otra cosa es la jerarquización de las religiones monoteístas, con el dios único y todopoderoso y con la infinidad de cortes celestiales, de santos y de fieles que las componen? La descripción de la cristiana ejemplifica a la perfección lo que se dice aquí. Solo los ángeles forman en nueve niveles jerarquizados. ¿Quién conoce sus nombres? A ver: ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, potestades, querubines, serafines, principados, virtudes. Y luego los santos, los beatos, los… Hasta perderse en el caos otra vez. Y vuelta a empezar.
Entre tanto mandar y obedecer, entre tanta escala y ordenación, entre tanto siéntate y estate quieto, nos perdemos y tal vez nos olvidamos de que lo fetén está en nosotros mismos, en nuestra relación con nosotros mismos y con el mundo, con los otros elementos que componen el mundo y su conciencia.

Pero, si han de existir los dioses, que sean tan divertidos y tan festivaleros como los dioses de la cultura griega. En el fondo son y se comportan como niños, tienen un no sé qué que enamora y que hasta mueve a compasión.

martes, 2 de febrero de 2010

LEER A LOS MÍSTICOS

¿Cuánta gente leerá en estos tiempos a los místicos? Sospecho que no demasiada porque no están los tiempos propicios para estos lujos. Pero, por otra parte, tengo también la impresión de que hay mucha gente que necesita escapar de los empujones constantes a los que nos somete esta escala de valores en la que andamos navegando. Las crisis, los trabajos, las inseguridades, la falta de perspectiva, la deconstrucción, el postmodernismo y no sé cuántas cosas más son elementos que no dan con el quid de la serenidad ni del sosiego.

Y el ser humano sigue teniendo necesidad de asideros, de engaños personales que le ayuden a sentirse más cómodo, de placebos medicinales y religiosos, de esquemas que aparenten dar solución a esas limitaciones tan evidentes. Al acecho andan las religiones, y, en su seno, esas casillas del misticismo.

Acabo de leer (“vengo de” leer diría un bobo) “El castillo interior” o “Las moradas”, de santa Teresa, un intento de dar cuerpo en forma de palabra a eso que se llama la experiencia mística. Creo que conozco bien los textos de esta autora así como los de san Juan o los de fray Luis, y tengo que echarle más horas a los de Miguel de Molinos. El proceso siempre repite un camino con unos elementos que me agradan en la segunda parte pero que me dejan vacío y echando pestes contra los autores en la primera. En esa primera parte todo se les va en sustos mentales, con demonios, pecados, infiernos y toda una retahíla de castigos y de fantasmas que no hacen más que asustar a cualquier persona. Bien diferente resulta la segunda parte en la que todo se presenta ya en forma positiva, en la que se anhela, o se consigue, una fusión amorosa, un desprendimiento de uno mismo, una entrega absoluta, un “vuelo de mariposilla, que muere en Cristo porque en ella vive ya Cristo”, un “quédeme y olvídeme”.

Con frecuencia pienso en alguna traducción moderna de estas ideas y me salen ejemplos tan curiosos como el de la letra de Sabina: “Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres”. No está tan lejos del esquema mental de los autores nombrados. En los dos casos se pierde el sentido de la realidad y de la razón para fiarlo todo a los impulsos del corazón y del amor.

Yo me encuentro a gusto en las segundas partes de todo este esquema y rechazo, por falta de consistente según lo entiendo, toda la primera parte. No sé cómo se puede construir toda una forma de vida desde el temor, desde la desconfianza continua, desde el miedo al castigo, con los fantasmas rondando nuestra vida por todas las esquinas. Y me grita la vida del amor, de lo positivo que resulta pensar y obrar sin desear el enfrentamiento, ni la victoria sobre nada, ni la separación entre buenos y malos, ni la necesidad de venganza, solo entendiendo que la bondad es mejor porque produce más placer y mejores consecuencias para todos.

Como sucede con tantas cosas en la vida, este asunto se asienta sobre aparentes contradicciones, pues parece escasamente racional eso de entregarse sin reparos, de darse sin exigencias, de hacerse en alguna medida esclavo de algo. Pero es que “Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura / y yéndolos mirando, / con solo su figura, / vestidos los dejó de hermosura.” Así que, entre lo pazguato y lo sublime se mueve un hilillo fino que nos sitúa de un lado y de otro sin darnos cuenta.

Como fórmula de búsqueda personal, como manera de huir de alguna escala de valores que nos atosiga y nos acosa, como variable para comprobar cómo se pasa de un nivel a otro sin apenas notarlo, como experiencia, al fin, interesante, la lectura de los místicos, en estos tiempos que corren, no es mala terapia. Alguno dirá que es una cobardía, por aquello de la huida. Puede que tenga su parte de razón. Yo sigo recomendando la idea y la experiencia. Desde la forma, desde los contenidos, desde las desigualdades, desde… la experiencia.

lunes, 1 de febrero de 2010

NO PIDO NADA MÁS

El fin de semana me llevó de nuevo junto a Sara y con ella pasé unas horas deliciosas. Ella es la ternura y la inocencia personificadas, con ella me reconforto y en ella me olvido de todo lo demás. La veo crecer y asentarse en su físico, ponerse recta y mantenerse, estirar sus bracitos y empezar a seleccionar miradas y objetos, indagar con la mirada hasta notarse más fuerte y luego abandonarse a los brazos y a la sonrisa del que se siente más seguro y confiado, y dejarse achuchar indefensa y como resignada a que todas las balas se derritan en forma de besos en su carita de tez limpísima. Con ella, con sus padres, con Nena, con Juan Pablo. No quiero más, no me apetece nada más, no pido nada más. Cuando me vuelvo me quedo un poco alicaído y con la sensación vacía de qué pasaría si me quitaran esta satisfacción. Es entonces cuando más me aseguro de que solo quiero querer y que me quieran. Nada de lo demás, si es que hay alguna otra cosa, merece la pena. Y sé también lo que conviene no dar por definitivo nada porque cualquier día puede fallar y entonces el dolor sería muy grande. Pero mientras tanto me quedo con esos ratos de satisfacción tan redonda.

Y fue salir de allí y toparme de frente con la muerte. En Salamanca me aguardaba la presencia de mi familia más ancha: había fallecido mi tío Ángel. Es verdad que llegó a centenario y eso es mucho más que la media, pero el efecto es casi el mismo; y la sensación de que todo sigue y de que esa experiencia uno la ve cada día más cercana late con fuerza.

Para rematar la secuencia, esta misma tarde he tenido que aguantar el tipo ante una persona cuyo hijo de cuatro años está pasando un trago de salud muy dificultoso. Allí estaba el buen hombre desahogándose y echando fuera alguno de sus sentimientos, con la moral en los suelos y hasta con un bajón físico muy notable. Como yo me vengo abajo enseguida, tuve que poner cara de serenidad y hacerme el fuerte sin fuerzas. Precisamente ante un padre en esas circunstancias. Qué debilón soy; mis emociones andan siempre a flor de piel y me juegan malas pasadas. Mi abrazo para todos desde esta sensación de flojera que enseguida me habita y mi petición de perdón para aquellos que, mucho más en primera persona, sufren estos bajonazos de la vida y de la muerte.

A ver si vamos abriendo la página de febrero con un poco más de espacio de esperanza, con algo más de luz y de calor y con un ánimo algo más levantado. Que la vida se aprieta y anda ya como con ganas de salir al camino y de desparramarse por el mundo.