martes, 25 de agosto de 2009

¿EDIPO REY? ¿DE QUÉ?

“¿Cuál de los crímenes está ausente? Vuestro padre mató a su padre, fecundó a la madre en la que él mismo había sido engendrado y os tuvo a vosotras de la misma de la que él había nacido.” Habla Edipo, el padre de Antígona, a sus hijas en otra de las más importantes tragedias de Esquilo: “Edipo Rey”.

Leer este texto supone, en efecto, darse de bruces con todo un cúmulo de desgracias en la persona de Edipo, que tiene que enfrentarlas sin comerlo ni beberlo, y que abre el camino para toda la saga de acontecimientos que acompañan a la familia y que han quedado como modelo de desgracia, de mal agüero y de superposición y enfrentamiento de leyes para toda la cultura de occidente.

En este caso, me quedo, de cuatro posibles temas fundamentales en la obra (la fuerza del destino, la relación incestuosa, el heroísmo y la asunción de la culpa con el autocastigo), con el de la fuerza del destino. ¿Qué ha hecho este buen hombre, Edipo, para merecer tanta desgracia y para dejar en herencia tanto desastre? Nada que pueda ser evaluado desde el punto de vista humano, desde la razón y el sentido común. Son los dioses, el oráculo, las fuerzas ocultas…, el destino, los que han decidido que todo suceda de esta manera. Y solo han dejado una puerta abierta que sirva de ventilación entre ambos mundos: la del adivino Tiresias, que parece servir de vocero de los dioses.

¿En nombre de qué fuerza este personaje tiene que cargar con esta losa tan pesada? Sófocles no llegó a este planteamiento, pero sospecho que esta obra supuso una aproximación a la época de los sofistas, a ese momento de la cultura clásica griega en la que la razón comenzó a hacer acto de presencia y a poner en solfa a los dioses, aunque en algún periodo fuera para buscar recovecos a la realidad a través de la lógica y la palabra.

Resulta estremecedor imaginarse la situación en la que queda Edipo. Él mismo desea haber muerto en sus primeros años en lugar de haberse salvado pues “no hubiera llegado a ser asesino de mi padre, ni me habrían llamado los mortales esposo de la que nací. Ahora, en cambio, estoy desasistido de los dioses, soy hijo de impuros, tengo hijos comunes con aquella de la que yo mismo -¡desdichado!- nací. Y si hay un mal aún mayor que el mal, ese le alcanzó a Edipo.”

Asusta pensar en qué medida la vida de cada uno está sometida a fuerzas incontroladas y hasta qué punto los logros y los fracasos no dependen en gran medida de la suerte, del azar, de los dioses o del sursum corda. Y, por si fuera poco, no es infrecuente comprobar cómo las desgracias, que nunca vienen solas, se acumulan en las espaldas de algunas personas.

Delimitar aquellos aspectos que dependen de nuestra voluntad y de nuestros actos, para actuar con fuerza sobre ellas, y no caer en la desesperación ante aquellos aspectos que se nos escapan, no resulta un mal programa de vida. Pero, ¿cuáles son esos aspectos? ¿No corremos el peligro de dejarnos llevar y de desistir ante demasiadas cosas por el fácil sentimiento de que poco podemos hacer? ¿Y no nos encierra este peligro en cierto egoísmo, que nos empuja a solucionar nuestras dificultades, dejando en el olvido buena parte de todo lo que sucede a nuestro alrededor?

Tal vez esta obra nos vuelva a situar en el enfrentamiento entre la razón y esas otras fuerzas que llamamos de diversas formas: destino, dioses, fe… Parece que el ser humano anda buscando su salvación trabajando en el árbol de la ciencia del bien y del mal, aunque sea castigado por ello. Cada día que pasa le vamos comiendo un poquito más a la manzana. Pero también cada día que dejamos de comer la manzana recupera su fuerza y parece volver a su estado primitivo. Hay demasiadas fuerzas interesadas en ello.

Dos consideraciones secundarias de las muchas que se me ocurren a partir de la lectura de esta obra:
a)El tema, como los grandes clásicos, se repite con mayor o menor fortuna a lo largo de los siglos. ¿Qué es, si no, “La vida es sueño”?
b)Andan en Italia a la caza de un afortunado que se ha llevado, en un golpe de suerte, no sé cuántos millones de una lotería. ¿Por qué este morbo en este caso y tanta desidia para con todos los otros a los que les sucede algo que apunta a lo de Edipo, aunque no sea con una carga tan negra y negativa?

Ay, la condición humana…

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