domingo, 9 de agosto de 2009

SEMANA DE CINE

El anterior equipo de gobierno del ayuntamiento de Béjar puso en marcha, hace ya trece años, una llamada semana de cine español. A él se debe la iniciativa y que nadie se la robe. Nunca deberíamos hacer como ellos han hecho, en una actitud vergonzosa que tantas veces denuncié: apropiarse de todo lo que les dejaron iniciado y casi conseguido los demás. El actual equipo de gobierno ha tardado en dar continuidad a esta actividad. No conozco cuáles han sido las causas pero celebro que se haya recuperado y se siga con ella.

No soy un gran cinéfilo precisamente, a pesar de que sé muy bien que el S XX no se puede explicar sin este arte y sus aportaciones. Es un tema sobre el que he dejado escritas ya bastantes páginas, repitiendo casi siempre la misma tesis: el cine norteamericano, y sobre todo la industria que lo rodea, ha producido muchísimo más mal que bien para la cultura universal. También para la española, por supuesto. Todo tiene que estar sometido a sus esquemas, a su escala de valores, a sus intereses comerciales, a sus circuitos; su último interés es apoderarse de todo el mercado y obligar a los demás, desde su posición dominante, a tragar con todo lo que les echen. Y lo han conseguido casi del todo.

Yo suelo asistir a las proyecciones de esta semana. Lo hago por varias razones, y una de ellas, no la menor, es la de que apenas proyectan películas españolas durante el año en Béjar. ¿De dónde sacan, entonces, las estadísticas que dan como resultado que la gente no acude a ver las películas de este país? Con esos perfiles también saco yo los resultados que me interesen. No los hacen mejor ni los que preparaban los perfiles académicos de nuestra Escuela para dar paso a familiares y amigos hasta no hace demasiado.

En España, como en todos los sitios, se ruedan películas buenas y malas, regulares y bodrios. Pero son nuestras películas, reflejan nuestra propia realidad, aparecen nuestras virtudes y nuestros vicios, nos podemos ver representados en ellas perfectamente. Y, si se trata de aportar principios y caracteres universales, nuestra cultura es mucho más vieja que la del imperio americano, que es históricamente de ayer mismo y se mueve solo a golpe de dinero y más dinero. Claro que esto tal vez abriría los ojos a más de uno, lo echaría a pensar, y entonces…

Igualmente es mentira lo de las subvenciones. Las grandes compañías distribuidoras (americanas y con sedes secundarias en todos los países) apabullan con sus promociones, desarrollan una escala de valores de estrellas y estrellitas en la que han sumergido como imbéciles absolutos a los medios de comunicación de todo el mundo y, a través de ellos, a una parte importantísima de la población, precisamente a la que menos defensa intelectual posee. La consecuencia es la que es: si hay que estar tres días para conseguir la presencia de un “astro” de Hollywood y hay que abrirse de piernas ante él, pues se hace; si se ofrece una reflexión sobre lo que nos rodea, desde nuestras posibilidades, y a un euro simbólico la entrada, pues el cine a media asta y gracias. Lo peor de todo es que también muchos de nuestros directores, guionistas y actores aspiran a la estructura de los del imperio, y se someten a la tontería que sea con tal de saciar su vanidad y su empobrecido ego. Con este panorama, no es fácil el cambio y la recuperación.

No estoy del todo satisfecho con la calidad de las proyecciones de este año, aunque siempre más que con el casi cien por ciento de las que vienen de Hollywood. Tengo la impresión de que los autores de cortos se dejan llevar por la impaciencia y se ven desbordados por los ritmos narrativos. Parece que siempre quieren contar en un corto lo que necesita para ser narrado un largometraje. Y cada molde tiene su ritmo y sus exigencias, como sucede con el cuento y la novela, por ejemplo.

Amateurs; La buena nueva, El menor de los males, 14 Fabian Road, han sido los largos; Miente, Machu Picchu, Todos somos Adrián, La aventura de Rosa, los cortos.
Me quedo con el guión y la iluminación de 14 Fabian Road, y con el corto La aventura de Rosa.

Para hoy queda el bodrio de la Bejarana. Pero aún iré. Y, si hay coloquio, diré algunas palabras que acaso no gusten a todos, pero que tienen que empezar a abrir los ojos sobre tonterías y añoranzas que no tienen ningún sentido. Al menos para pedir que no se nos imponga a todos lo que se empeñan en alimentar los más faltos de criterio. Veremos.
N.B. Fui y resultó incluso más bodrio de lo que ímaginaba.

1 comentario:

Adu dijo...

Comparto casi al cien por cien tus reflexiones sobre el cine americano y también las generales. Del cine español solo puedo añadir que hay mucho talento, mucho, aunque a mí lo de "español" no me llega demasiado al corazón ya que me considero ciudadana del mundo. Aún así, efectivamente, nací y crecí en este sitio, para bien y para mal, y me encuentro mucho más "representada" en "nuestro" cine que en los empalagos made in Hollywood.
Creo que no he visto nada de lo que citas (Amateurs me suena mucho) de modo que poco puedo opinar.
Para otro año me avisáis, porfa.
Buen domingo.