domingo, 31 de enero de 2010

ENTRE PAPELES

A veces aparecen papeles que llevaban perdidos mucho tiempo. Guardo en mi mesa muchas, demasiadas anotaciones recogidas de por aquí y de por allí, mínimos esbozos que abren alguna ventana y que me dejan mirando al campo.

Hoy he revuelto papeles, tal vez por falta de ganas de enfrentarme a las palabras. Ahí andaban estos versos. Como no los tengo tachados, debo suponer que esperaban mejor ocasión. Los tiro por la ventana para que les dé el sol.

ELEGÍA

La soledad poblada por tus sombras
me acoge en esta noche desolada.
Abro mis ojos y veo el cruel silencio
que llenan tus sonidos de otros días.

Lejos, en el dulce placer del horizonte,
brilla una estrella entre las nubes grises.
Debes de estar allí, siento tu ausencia
cada vez más lejana y más presente.

Y salgo por las calles reclamando
la luz más vertical a las farolas,
las sombras contrastadas, los sonidos
del viento detenido en las esquinas.

Y nada me responde, solo el eco
preñado de tu voz y de tu ausencia.

Los seres se me han ido
tras el mural de doloridas tapias.
Y yo me acojo, silencioso y torpe,
otra vez a la sombra del olvido.

sábado, 30 de enero de 2010

...FIESTA EN VALERO

Hoy se me mezclan los sentimientos en medio de una tarde gris y fría que dice ya casi adiós al mes de enero.

Jovellanos criticaba en el SXVIII la fiesta de los toros: “La lucha de toros no ha sido jamás una diversión, ni cotidiana, ni muy frecuentada, ni de todos los pueblos de España, ni generalmente buscada y aplaudida. En muchas provincias no se conoció jamás; en otras se circunscribió a las capitales, y donde quiera que fueron celebrados lo fueron solamente a largos periodos y concurriendo a verlos el pueblo de las capitales y tal cual aldea circunvecina… De todo el pueblo de España, apenas la centésima parte habrá visto alguna vez este espectáculo. ¿Cómo, pues, se ha pretendido darle el título de diversión nacional?”

No me corresponde ahora echar mi cuarto a espadas acerca de la fiesta de los toros, para la que tengo argumentos favorables y bastantes más desfavorables. Andamos, además, en invierno, y la comunidad no anda enfrascada en esos asuntos. O acaso sí.

Hoy es la fiesta de mi pueblo, de aquel valle tan hondo y escarpado en el que vi la luz por primera vez, de aquel espacio eterno para mi niñez y tan reducido y olvidado en los mapas, de aquel cielo tan alto y misterioso al que miraba y veía como algo inalcanzable, de aquella comunidad tan próxima y tan alejada entre sí, de aquel espacio en el que el tiempo parecía dormido y puesto a orear a la orilla de los ríos. Y allí la fiesta se resume casi toda en el toro. El Milladero (el Humilladero) es el epicentro en el que se concentra por un rato toda la energía humana del pueblo y de la comarca, y allí, en la plaza de toros más grande del mundo, pues las laderas podrían albergar a todos los espectadores posibles, se celebra la corrida de toros.

Algún año he estado en la plaza, algún otro he dedicado el rato a pasear por las calles del pueblo, absolutamente solitarias en esos momentos y silenciosas. Este año, por alguna razón extraña, no estoy físicamente allí. Pero mi recuerdo durante el día es casi permanente. A estas horas (escribo cuando es media tarde) los imagino en plena diversión. Allí, en un huequecito, en la rama de cualquier oliva, me subo.
Desde allí los veo a todos. Sí, a todos. A pesar de todo. Dentro de un ratito se marcharán de la plaza pues todo habrá terminado. Yo me quedaré otro poquito para ver cómo se van alejando mientras comparten la charla y la amistad y van dejando todo en rumor y en nada.

Poco a poco, el valle volverá al silencio, al eco sonoro del agua de los ríos, a las laderas que se agarran al cielo y al viento cotidiano de las horas lentas y tranquilas.

Tal vez yo, que no soy entusiasta de los toros, hoy he estado de espectador atento en una corrida de lujo, la de Valero, la de mi pueblo, la del rincón serrano del edén de mi niñez.

Pero iba a mirar a la gente, a estar con la gente, pues los toros me interesaban poco.

jueves, 28 de enero de 2010

¿PARA QUÉ?

Me pregunto con frecuencia cuál es la última razón de estos apuntes, de estas breves reflexiones, de estos garabateos, de estos minutos frente a la pantalla y el teclado.
La costumbre enseña que la escritura ha estado pensada casi siempre (hay ejemplos absolutamente sobresalientes en que no ha sido así, pero son los menos y hasta muy escasos) para ser dada a la luz y para ser compartida a través de la lectura. Estas páginas tienen un modesto recorrido en lectores y una exigua respuesta en cuanto a comentarios. Entonces, ¿qué hago yo aquí?

No es mi deseo irrefrenable que estas palabras lleguen a todo el mundo; no realizo demasiados esfuerzos para ello. Tampoco critico a quien se organiza con mirada pública, pero no es mi caso. Y, sin embargo, en el fondo, seguro que anida en mí la necesidad de que ellas me hagan un poquito más extenso, un poquito más largo en el espacio y un poquito más duradero en el tiempo. O sea, que, como decía Unamuno, “El ansia de inmortalidad es la primera condición de toda reflexión humana”, también de mis esbozos reflexivos, tengan el formato que tengan.

¿Y cuáles son mis extensiones naturales? Desde siempre he pensado que deberían ser los más cercanos, aquellos que me continúan en la cadena, aquellos en los que he “invertido” un poquito más de mí mismo. Tal vez por eso guardo para ellos un anaquel de páginas con el deseo de que no se pierdan demasiado deprisa, con la ilusa intención de que cualquier día las pongan entre sus manos y las miren con calma.
Acaso de que incluso extraigan de ellas algún esbozo de idea y hasta de comportamiento. Ellos son mis primeros receptores; mi primera “inmortalidad” tiene que estar en ellos.

Las otras posibilidades son mucho más azarosas y se mueven al pairo de las casualidades y del azar. No sé muy bien, por ejemplo, quién anda ahí, detrás de esta pantalla, aunque me llegan ecos por distintos caminos. No puedo saber tampoco en qué cantidad ni en qué intensidad comparte nadie conmigo estas palabras.

Se trata, por tanto, de un ejercicio de disciplina con las palabras y con el pensamiento que me ocupa cada día y que me moldea y me pone al descubierto conmigo mismo y con los demás. Pero primero conmigo mismo, con mis debilidades, con mis dudas, con esta rutina que me va desgastando, con los sinsabores y con las pequeñas delicias que me ofrece la vida. En el fondo, me sigo buscando a mí mismo en las miles de aristas que me componen. Cuando pasa algún tiempo y vuelvo sobre la lectura de las páginas, desempolvo un álbum grande de fotografías y en ellas me recreo, con ellas me río y a veces también lloro. Tal vez así retenga un poco más todo el pasado. ¿Todo el pasado? Ora vez en la ilusión. Un poco del pasado, algunos hitos, casi siempre pequeñitos, pero que conforman una línea ya larga en el tiempo y en el espacio.

Por eso me divierte y agradezco que haya alguien que quiera compartir conmigo alguna de mis obsesiones. Tal vez porque sus vidas también anden a la sombra de preocupaciones parecidas. Quizás, como también decía Unamuno, cada una de nuestras conciencias se sume a las conciencias de todos los demás y así formemos esa conciencia cósmica a la que él llama Dios.

miércoles, 27 de enero de 2010

O VETE A SABER CÓMO

Después de dar mis clases esta mañana y de pasar otras dos horas dando vuelta a la lectura, he dedicado toda la tarde (4,30 a 9) a asuntos académicos en mi centro de trabajo. He asistido a aclaraciones de siglas que no me interesan para nada, he oído despreciar, en público y con la sensación, por parte del que intervenía, de que hacía una buena aportación, la presentación de los resultados de todo un trimestre para que se evaluaran y se propusieran posibles mejoras, he visto reclamar la compra de ordenadores inmediatamente después de que se recordara que no hay dinero ni para pagar la luz, he oído pedir que se rechazara la recepción de una pizarra digital, he asistido a la petición para que un profesor no mantuviera asustados y con tensión negativa a sus alumnos en las clases, me han contado detalladamente la situación económica, que no pasa por sus mejores momentos y a la que le auguro aún peores ratos…

A mi vuelta a casa, me encuentro con la noticia del adelanto de alguna de las medidas que parece que se van a proponer en el enésimo intento de reforma educativa. Conviene ser cauto pero ya se anuncia la división en 4º de ESO en dos ramas orientadas, de nuevo, hacia los bachilleratos y hacia la formación profesional. Me suena a la antigua división, a esa selección de listos y torpes que más tarde recibirán aplausos y dineros en formas bien diferentes en la sociedad.

Y de todo saco una sensación agridulce que me mantiene confuso y hasta desasosegado. Hay mucho que sembrar en esta tierra de barbecho… Hay mucha voluntad que cambiar… Hay mucho principio que refrescar…

Sigo pensando que nos movemos en la superficie, en la cáscara de la nuez, en el momento inmediato. Me sigue pareciendo que el arreglo anda más bien en la definición que hagamos de la persona, en la consideración que le demos al amplio asunto de la educación, en la ideología que queramos prestar a la sociedad.

Mañana volveré al tajo. Y lo haré con un poquito más de desgana. O tal vez con un poco más de rabia para intentar darle una patada en todo el trasero a este sistema tan miope y de tan cortas miras. O vete a saber cómo.

martes, 26 de enero de 2010

ACASO LA ESPERANZA

ACASO LA ESPERANZA

Tal vez con este paso de los años
me voy quedando a oscuras y sin fuerzas,
sin ganas de hacer cosas, esperando
que vengas a tocarme con tus manos,
en una actividad de maga y bruja,
de exorcista, de sátrapa.

Antes venías más veces a contarme
que hay empeños
por los que perecer cada mañana,
que la buena conciencia de la víspera
nos hace levantarnos con más brío,
que el horizonte siempre nos reclama,
que todo es una espera agradecida.

Pero es que ahora no vienes, o, si llegas,
lo haces de tarde en tarde y con desgana.
He llegado a pensar si es que no existes
o es que te has olvidado de contarme
entre las páginas de tus obligaciones.

Yo no sé si el olvido es ya tu fuerza
o es acaso mi fuerza o mi destino.

lunes, 25 de enero de 2010

COMO CASI SIEMPRE

En la variedad está el gusto; varias fotografías enseñan más que una; varios puntos de vista siempre enriquecen… Como genérico no está mal. Lo tengo menos claro si se aplica a según qué contextos.

Ha pasado ya un puñado de días desde el terremoto en Haití. Tal vez tiempo suficiente como para posar la mirada con calma y con provecho.

Algún prelado tuvo la osadía de hacer un juicio comparando asuntos de “miseria moral” con asuntos de desastre natural. Le salió mal la jugada y todo lo empeoró con una explicación en la que todo lo sustentaba en una proclamada visión “teológica”. Y, efectivamente, no le faltaba razón, eso que él llamaba visión teológica es lo que le llevó al dogma, al fanatismo y al disparate.

Los diversos organismos sociales y los particulares han acudido en ayuda económica con cantidades no recogidas nunca antes, hasta tal punto que no faltan alimentos y sí canales para una distribución correcta y productiva; otros grupos de personas se han apresurado a prestar ayuda médica y psicológica… No parece que, en conjunto, sea el momento más criticable este en las reacciones humanas, a pesar de la salida de pata de banco del purpurado. Mi felicitación por todos los esfuerzos personales, muchos, casi todos, silenciosos y desinteresados.

Otra cosa es la consideración que se puede hacer si uno levanta la mirada y amplía el tiempo y el espacio. A mí me parece que ha sucedido lo que ocurre siempre, que nos acordamos de santa Bárbara cuando truena pero que en buen tiempo no sabemos ni de su existencia. Y la caridad sigue siendo buena, porque la justicia llega cuando llega y por el camino se nos puede haber muerto el enfermo, pero la cura definitiva se hace con un buen hospital y no con una cura de urgencia, o con las prevenciones correctas para no tener que usar las ambulancias.

Porque la tierra no hace distinciones entre unas variables u otras y aplica su fuerza bruta siempre de la misma manera, pero las variables sí que pueden hacer frente al terremoto para que sus consecuencias sean unas u otras bien distintas. La corrupción, los regímenes políticos sufridos, las injusticias, la falta de urdimbre social, la desestructuración… han preparado el terreno para que las fuerzas naturales hayan hecho de las suyas donde lo han hecho y hayan respetado lo que han respetado. Porque no todos los barrios han sufrido de la misma manera: qué casualidad.

La justicia siempre. La caridad, cuando no llega la justicia, como solución de urgencia, no como método de vida.

Y un aspecto para mí llamativo. ¿Cómo podemos permitirnos ese derroche de información? ¿De verdad que unas informaciones son muy distintas de las demás? ¿Realmente ganamos con ese despilfarro de medios físicos y humanos? ¿Cuándo esos servicios informativos van a tener el coraje de abrir los ojos y de mostrar causas y consecuencias y no solo descripción de hechos presentes? ¿Cuánto tienen que ver en ello las compañías dueñas de los medios? ¿O es que falta empeño en los profesionales y sirven lo mismo para un roto que para un descosido? ¿Acaso también aquí se nos va a ir todo en la socorrida frase de la libertad de información?

Creo que, en esquema, lo que está sucediendo en Haití ocurre en todo el mundo y a diario. En fin, God bless Haití. Y a todos nosotros.

domingo, 24 de enero de 2010

EL MERCDER DE VENECIA

Continúa en Béjar el festival de teatro. Ayer le tocó el turno a “El mercader de Venecia”. Allí estuve y estuvimos los de casi todo el ciclo.

Casi todas las obras del escritor inglés plantean conflictos de tipo teórico que terminan resolviéndose también de forma ingeniosa. Creo que es lo que le ocurre a todo el teatro del XVI y, sobre todo, del XVII. Para ver encarnadas personas de carne y hueso, con su carnet individualizado y con sus dificultades particulares, tenemos que esperar mucho tiempo, tal vez hasta el Romanticismo. Lo que hay en el teatro barroco son personajes representativos de grupos sociales o de ideas, y los estereotipos terminan por comerse al personaje que nace, crece, se reproduce y muere en sus circunstancia personales e intransferibles.

Pero todo tiene sus ventajas, y en las obras de Shakespeare se almacenan silogismos y conceptos que, al buen espectador, tendrían que hacerle pensar. En buena parte, ahí radican su carácter universal y su permanencia, aunque uno note claramente que los siglos van pasando y que el aggiornamento no les vendría mal.

De todas las posibles aplicaciones y reflexiones que se cuecen en la obra, y son muchas, acaso me quedo con la que enfrenta lo legal con lo legítimo. El usurero judío (la obra es demasiado explícita y apunta tintes de tufo racista) lleva toda la razón si se aplica ad pedem litterae la normativa; se queda desnudo mentalmente si se aplican el sentido común y el criterio de la proporcionalidad al asunto del préstamo que le da encarnadura a la obra.

La Historia y la actualidad cotidiana están llenas de ejemplos iluminadores. Los textos legales siguen siendo esenciales para la supervivencia de sociedades avanzadas y numerosas; su interpretación con criterio y desde el sentido común también lo son y en el mismo grado de exigencia. Los que se agarran a la ley en su sentido más inmediato lo suelen hacer porque poseen medios para que sea interpretada a su favor, porque son los que se hallan en situación ventajosa, los que tienen más que perder y menos que ganar, porque ya lo poseen todo.

Ni los textos legales contienen toda la densidad de la vida ni pueden ser aplicados en sentido estrictamente literal. Sin un sesgo social, nos seguimos moviendo en la injusticia y estaremos viviendo a diario sucesos que pueden ser legales pero que difícilmente podremos defender como lícitos y menos como justos. Correremos, además, el peligro que el propio usurero veneciano corrió: le buscamos las vueltas al tenor literal de los textos y podemos acabar siendo el cazador cazado y el alguacil alguacilado, suplicando el olvido de la letra de la ley que estábamos reivindicando.

Es este un asunto que aún no hemos sabido superar pero que conviene que apliquemos con cordura y con sensatez. De otro modo, o vamos todos a la cárcel, por la imposibilidad de cumplir todos los preceptos, o seguiremos viendo a los más poderosos chupando toda la salsa del guiso y además sacando pecho como cumplidores fieles de la ley.

¿No tienen nada que decir, de nuevo, el sentido común y la buena voluntad?

sábado, 23 de enero de 2010

CONMEMORACIONES

La vida se parcela en ratos y en momentos. Unos son conscientes y otros no buscados. Pero da igual para el tiempo, que no para y que sigue sin pausa en busca de nada en su horizonte indefinido.

Como para llamarnos la atención, como para hacer un descansillo, como para cambiar el paso, ponemos algunas marcas en el calendario y, cuando pasamos la vista por él, nos llevamos la mano a la cabeza y decimos andacoñoperosihoyesnosequecosa, y acaso pensamos un ratito, o cumplimos con no sé qué obligación, o nos sumamos a algún rito.

Ya no nos caben demasiadas en el calendario pues los organismos colectivos, públicos y privados, civiles y religiosos, nos lo tienen todo lleno y andamos colgados de calendarios civiles que empiezan a competir con el monopolio que los calendarios religiosos tienen desde hace dos mil años (¡y se siguen llamando perseguidos!). Es uno de los signos, creo, de las modificaciones que se van produciendo en las sociedades. Ahora ya no hay solo santos y más santos en las fechas de todo el año sino días dedicados a actividades de sentido común o símbolos un poquito más pegados a la realidad. No es más que una manera de civilidad, y no poco importante.

Pero nos hemos echado a ella con desenfreno y, en poco tiempo, hemos vuelto a llenar otro calendario con esos otros días de (del chorizo, de los derechos humanos, del SIDA, de la revolución de la alpargata…), hasta el punto de que tampoco en este calendario hay festividades realmente destacadas por la inflación que padecemos de días de.

Creo que no son precisamente los más abundantes aquellos días de en los que lo que se anuncia es el recuerdo de algún escritor y pensador (las dos cosas no son lo mismo, ni mucho menos: conjugar ambas es “negocio de particular juicio” y escasea mucho).

Tal vez por eso hoy me hago mi calendario particular y coloco en él a dos modelos que me paran y me interpelan, como pueden parar otros modelos a los camioneros en medio de una autovía. Estos me interpelan para pensar; aquellas vete a saber para qué interpelan: algunas aspiran a ocupar los puestos de las más deseadas, y yo me pregunto para qué quieren ser las más deseadas y en qué consiste eso (me gustaría que alguien me lo aclarara porque a mí me salen cosas muy raras y esto en mi pueblo se llamaba con una palabra bastante fea entonces, y seguro que yo estoy equivocado).

Pero volvamos a lo anterior, a los modelos de creadores y de pensadores. Se celebra este año el cincuentenario de la muerte de Albert Camus. No es el creador-pensador-filósofo que mejor controle, pero recuerdo la lectura de “El extranjero”, “La peste” o “Calígula” y el impacto que produjeron en mí en mis años más jóvenes. Más recientemente he leído una novela de una autora catalana que tenía como hilo conductor la búsqueda de los indicios que demostraran las intenciones del autor en su último viaje, en aquel en el que encontró la muerte en carretera. Su reflexión acerca de la condición humana y su aproximación al hombre de carne y hueso, frente a las construcciones teóricas y más conceptuales que emocionales, siguen estando ahí y yo creo que entonces ya dejaron huella en mí. Alguna otra vez he vuelto a “La peste” y a su significado. No es mal momento el de este año, cincuenta después de su muerte, para mirar a ver si me siguen diciendo algo sus ideas.

No cincuenta sino cien son los años que se cumplen, en este caso del nacimiento, de otro creador más próximo a nosotros, del poeta Miguel Hernández. De su obra completa yo tuve conocimiento en mis últimos años de mi primera licenciatura universitaria (qué tarde para conocerlo un estudiante de Filología y qué poco y mal se enseñaba la literatura entonces). Fue un hermoso regalo de alguien a quien no he vuelto a ver.
Aún lo conservo por más que, con lo que ha llovido desde entonces, las ediciones de su obra completa se hayan mejorado notablemente. Miguel Hernández fue un banderín de enganche de toda una generación, aquella que vivió los años del tardofranquismo y que degustó o sufrió en sus propias carnes la caída del régimen dictatorial. Creo que afirmar que sobre todo lo fue para aquellos que degustaron la caída no es descubrir nada nuevo: no sé si los otros leían y, en todo caso, no creo que lo hicieran con los textos de Miguel Hernández.

Desde el primer momento descubrí que acaso el mejor valor del poeta (también dramaturgo y articulista) para mí era la coherencia que observaba entre su obra y la vida que la había sustentado, la comunión entre la prédica y el trigo, la emoción que me producía saber de aquellas peripecias vitales y leer entusiasmado su reflejo en las páginas (Nanas de la cebolla; Canción del esposo soldado -solo recordarla se me encoge el corazón; en un par de ocasiones la canté sobre un escenario y juro que me sentí feliz-; El niño yuntero; Silbo de afirmación en la aldea…), el arreón que me pegaba aquel muchacho con su impulso y con su entusiasmo.

Mi vuelta a sus textos ha sido muy frecuente y siempre he sentido emociones similares. Sé muy bien que no siempre ha gozado de los mismos favores entre los lectores. No importa. Los tiempos imponen modas y las circunstancias sociales cambian. Su ejemplo y sus versos siempre siguen en el faro e iluminan todas las noches. Salvo a los tontos como el de los últimos ripios cuyo nombre ni recuerdo ni quiero recordar. Pero esas son apropiaciones de bobos que poco importan.

Yo quiero poner a estos dos autores en mi calendario de este año para cuando, después de haber conducido, tenga tiempo de sentarme y de abrir los textos para empaparme con sus creaciones, con sus pensamientos y con su ejemplo vital.

OTRO TIPO DE INVERSIONES

Concentrar los esfuerzos en aquello que podemos controlar, en aquello que realmente depende en buena parte de nosotros y sobre lo que tenemos capacidad para modificar sus consecuencias, no es mala cosa. Todo con reserva y con matices pues no conozco nada que realmente sea solo personal y que no dependa en alguna medida de factores exteriores y, por otra parte, personalmente podemos llegar mucho más allá de lo que a primera vista pudiera parecer y tenemos que aspirar a llegar hasta la abstracción y hasta el concepto.

Llevamos ya muchos meses obsesionados con eso que llamamos crisis y tengo la impresión de que derrochamos esfuerzos en asuntos intermedios, de tal modo que ni tocamos el asunto en su conjunto y en su base teórica, ni nos lanzamos animosos a sobrevivir y a salvar de la quema aquellos pequeños trozos de realidad que tenemos cerca de nosotros y que nos pertenecen. El asunto teórico, aunque a algunos nos pueda parecer evidente y pasa por una revisión del sistema ideológico, social y político en el que nos movemos, tendremos que tomarlo con cautela y habrá que pedir a los pensadores (¿los hay?, ¿dónde andan?) que levanten la mirada y que se expliquen, que razonen sin miedos y sin egoísmos, pensando en la colectividad y no solo en sus negocios particulares, trabando una teoría con lógica y con consecuencias. El otro asunto, el más próximo, el de andar por casa y por la calle, el de las comunidades reales y más pequeñas nos pertenece más a casi todos.

Me parece que en estos tiempos de crisis tendríamos que agudizar un poco más el ingenio y hacer aflorar actividades y conceptos que, en el desarrollo normal, nos han llevado al egoísmo, a la particularidad, al personalismo y a la alucinación de lo físico y de lo que nos entra por los ojos y por el instinto. Tal vez no estaría mal que las comunidades prestaran atención, ahora más que nunca, a esos elementos que, aunque no se vean ni se noten a simple vista, sirven a la larga para hacer comunidad y para empujar a una vida más saludable y más llevadera.

Pienso por ejemplo en los ayuntamientos donde las finanzas no las imagino muy boyantes. Seguramente esto impide la realización de obras llamativas, de esas de la foto y de decir en la posteridad yo hice esto y aquello. Vale, no tenemos dinero y vamos tirando como podemos. De donde no hay no se puede sacar. Habrá que echarle imaginación para racionalizar los gastos y para apretarse el cinturón. Pero se pude reivindicar la inversión de esfuerzos en actividades y en el fomento de costumbres que no cuestan casi dinero pero que crean una convivencia diferente. La torpeza y la ignorancia (también la de los ricos, o sea, que no todo es asunto de cuentas) nos han salido siempre muy caras. Pues vamos a ver si ponemos en solfa a los menos sociales de la comunidad y los empujamos a alguna educación social en usos y costumbres.

Un caso de práctica: la circulación. Asunto paradigmático de lo que se puede describir como teoría filosófica, social y política, pero del que aquí podemos quedarnos en algo más tangible y próximo ¿No podemos echarnos a pensar que acaso eso de tener tantos automóviles no es lo que produce más riqueza ni mejor vida? Aunque tengamos que cerrar fábricas y talleres con ello. En esta ciudad estrecha en la que vivo se han instalado en plena calle pasos elevados en los que cualquier automóvil sufre más de lo normal. Solo los entiendo porque los analfabetos no hacen uso del sentido común y circulan a la velocidad que quieren y a la que acaso les han empujado desde medios de comunicación. Me salen carísimos esos analfabetos. Ahí hay un buen trabajo educativo que hacer. ¡Y no cuesta mucho dinero! La plaza en la que vivo seguramente es la que más uso social da a la ciudad en juegos y deportes. Me alegro mucho de ello. Pero los más analfabetos del lugar la usan como garaje particular para sus coches despreciando el lugar que tienen libre al lado de la acera (¡estoy diciendo que tienen sitio libre en la acera, no que no utilicen el alto de la plaza cuando la situación especial lo requiera!). La plaza se está estropeando a marchas forzadas y tendremos que arreglarla con los impuestos de todos. Los analfabetos nos salen carísimos. Arreglar esta situación no cuesta dinero, es asunto de educación, solo de sentido común y de educación. Aparcar en sitio prohibido no es ni bueno ni malo; depende de que interrumpamos o no a los demás. Aparcar cuando es evidente que se molesta a los demás significa despreciar las necesidades de los otros. Lo suelen hacer los menos preocupados socialmente y yo a estos también los llamo analfabetos. ¡Y nos cuestan mucho en tiempo y dinero! Hay que invertir en esta educación, no de cumplimiento literal de la norma sino del respeto a los demás. Y así…

Sí, sí, en estos tiempos más que nunca tenemos que invertir en educación, en educación de sentido común, de sentido social, de respeto a los demás, de educación cívica, de valores comunitarios. Y sospecho que no es lo más caro.

jueves, 21 de enero de 2010

IÑAKI GABILONDO

Con alguna frecuencia me desahogo en estas líneas dejando recaditos para la consideración que me merecen los medios de comunicación en general, sobre todo la televisión. Mi lista de improperios resultaría demasiado larga si me pusiera al asunto. Pero al menos hoy diré que me parecen malos, nocivos, malignos, dañinos, pérfidos, peligrosos, perversos, perjudiciales, viles, nefastos, canallas, infaustos, infames, molestos, injustos, crueles, enfermos, defectuosos, penosos, costosos, fracasados, frustrantes, engañabobos, maleantes, estafadores, embusteros, falsarios, tramposos, falaces, capciosos… y lo dejaré aquí para ser benevolente.
Sé muy bien que la generalización nunca es buena y que todo tiene matices, pero dejo esta sarta de sapos porque es lo menos que se merece este medio que tanto influye en la sociedad, y no siempre para bien precisamente.

Hay ejemplos, sin embargo, que me llenan de ánimo y que me insuflan un poco de empuje. Pero no duran siempre y, como los casos no son demasiado frecuentes, cuando desaparecen, dejan un hueco demasiado visible.

Hoy me entero de que Iñaki Gabilondo deja ya la presentación del telediario de noche de la cadena Cuatro. Lo siento de veras. Para mí ha sido siempre un profesional honrado y diligente que ha puesto una gota de razonamiento y de cordura en casi todo lo que ha hecho. Lo he seguido desde hace muchos años en radio y en televisión. Siempre he sentido que desprendía un rayo de inteligencia y de honradez, de valentía pero a la vez de mesura, de saber separar la información de la opinión, de conocer como pocos lo que es un comentario editorial y el resumen de las ideas que trascienden a los hechos diarios del mundo en pocas palabras.

En los últimos años hay dos programas que procuro no perderme en el medio televisivo. Uno es (era, a partir de hoy) el comentario que al final del programa insertaba Iñaki; el otro es el programa de humor El Intermedio. El segundo de ellos empieza a llamarme con menos atención, el de Iñaki me sigue llamando con la misma fuerza.

Yo quiero dejar en estas líneas mi nota de admiración para el trabajo de esta persona y por la línea de trabajo y de pensamiento que siempre ha mantenido. En un mundo tan sesgado, tan al servicio del dinero, tan banalizado y tan embrutecedor, este me parecía un clavo al que agarrarse para sentir que uno no anda solo del todo por esos mundos, aunque los seguidores debíamos de ser minoría a juzgar por los índices de audiencia.

Algo habrá que hacer para seguir su trabajo. Porque los raros que quedamos por ahí en gustos y en opiniones lo necesitamos.

miércoles, 20 de enero de 2010

JARABE DE PALO (II)

.- “A esa conciencia del Universo, que el amor descubre, personalizando cuanto ama, es a lo que llamamos Dios”.

.- “Dios es la personalización del Todo, es la Conciencia eterna e infinita del Universo”.

.- De Berkeley: “Ser es ser percibido”.

.- “Hemos creado a Dios para salvar al Universo de la nada”.

.- “Dios no puede ser Dios porque piensa sino porque obra”.

.- “Los atributos de Dios hay que deducirlos de su revelación histórica”.

.- “El conocimiento de Dios procede del amor a Dios”.

.- “El sentimiento de Dios es un sentimiento de hambre de Dios, de carencia de Dios”.

.- “Dios se hace o se revela en el hombre, y el hombre se hace en Dios”.

.- “Siempre se cree en lo que vendrá, no en el pasado”.

.- “La fe es flor de la voluntad, y su oficio crear… Y la fe en Dios consiste en crear a Dios, y como es Dios el que nos da la fe en Él, es Dios el que se está creando a sí mismo de continuo en nosotros”.

.- “Creo en Dios como creo en mis amigos, por sentir el aliento de su cariño, por tener íntima conciencia de una pervivencia particular y de una mente universal que me traba mi propio destino”.

.- “La conciencia individual se nos sale a sumergirse en la Conciencia total de que forma parte, pero sin disolverse en ella”.

.- “Existe cuanto obra, y existir es obrar”.

.- “Todo individuo que no vive o poética o religiosamente es tonto”.

.- “¿No es la belleza, y la eternidad con ella, una creación del amor?”

.- “Eso que llamamos voluntad, ¿qué es sino dolor?”

.- “El dolor es la sustancia de la vida”.

.- “Acostumbrarse es ya empezar a no ser”.

.- “La suprema pereza es la de no anhelar locamente la inmortalidad”.

.- “La religión más que se define se describe, y más que se describe se siente”.

.- “¿Y si todo esto no fuera sino un sueño de Dios y Dios despertara un día? ¿Recordaría su ensueño?”

.- “El que a Dios conoce es ya Dios él”.

.- “El fin es que Dios, la Conciencia, acabe siendo todo en todo. Eso es la Apocatástasis”.

.- “Hay que creer en la otra vida…, y en una vida individual y personal, en una vida en la que cada uno de nosotros sienta su conciencia y la sienta unirse, sin confundirse con las demás conciencias todas en la Conciencia Suprema, en Dios; hay que creer en esa otra vida para poder vivir esta y soportarla y darle sentido”.

.- “Obra como si hubieres de morirte mañana, pero para sobrevivir y eternizarte. El fin de la moral es dar finalidad humana y personal al Universo”.

.- “Hacemos tiempo para matarlo”.

.- “El individuo es el fin del Universo”.

.- “Lo que el hombre busca en la religión es salvar su individualidad, eternizarla”.

.- “Es, pues, la religión una economía trascendente”.

.- “Es, pues, la filosofía ciencia de la tragedia de la vida, reflexión del sentimiento trágico de ella”.

Agotadito me deja siempre Unamuno. Pero dentro de nada ya me estará llamando para discutir y para que nos pongamos pegas. Me resulta un tipo genial, sublime y contradictorio. ¿No hay nadie por ahí que se sume a la discusión y a la pelea?


Desde Unamuno salto a Platón, me planto en El Banquete y es como si hubiera cambiado de hemisferio. Ahora todo es más rígido, más impersonal, menos impulsivo, menos vitalista, más racional, más lógico, más general y genérico, más ¿filosófico? Y, aunque me arrodillo ante ambos genios, me caliento más a la lumbre de Unamuno, se me enciende el piloto de la imaginación y de las ganas enseguida. Y me hago protagonista con más facilidad, y dialogo y protesto, y exijo y replico, y yo también siento en mis carnes ese sentimiento trágico de la vida.

Una buena prueba es que, desde Platón, tal vez pueda levantar toda una teoría acerca de la definición de belleza y de amor, pero me quedo con menos impulsos de esos que me sobrecogen:

.- Elogio del dios Eros por ser el más antiguo.

.- Elogio de Eros porque por el amor se realizan las mayores proezas guerreras.

.- Solo es hermoso el Eros que nos conduce a amar bellamente… a amar lo que es más fuerte por naturaleza y posee más inteligencia.

.- Complacer en todo por obtener la virtud es absolutamente hermoso.

.- “La naturaleza mortal busca existir siempre y ser inmortal. Pero solo puede serlo de esta manera: por medio de la procreación, porque siempre deja otro ser nuevo en lugar del viejo”.

.- La procreación puede ser del cuerpo y del alma.

.- Proceso amoroso: Conocer cosas bellas; conocer cuerpos bellos; conocer bellas normas de conducta; conocer bellos conocimientos; conocer la belleza absoluta.

N.B. ¿A que tiene más “pellizco” ese tío raro llamado Miguel de Unamuno y Jugo?

martes, 19 de enero de 2010

JARABE DE PALO (I)

Hay días que se me adensan y se me comprimen demasiado; hasta el punto de no dejarme ratos francos para encarar la página y escribir treinta líneas del diario. Si, además, cuando has conseguido pergeñar unas notas, ese duende que se esconde en el teclado se vuelve revoltoso y se queda con todas las palabras, entonces no queda otro remedio que despotricar un poco, armarse de paciencia y dejar correr el tiempo.

Ayer fue un día de esos, lleno de momentos diferentes. Me quedo con las primeras horas de la tarde. En Santibáñez de Béjar dimos sepultura a la madre de Julián. Estuvimos junto a Julián y Ramoni. Menos tiempo que el que hubiéramos deseado, pero estuvimos. A los dos, a Juli y a toda la familia, les mando un abrazo fuerte fuerte. Conozco bien la situación; ellos también la conocen. El tiempo y las imágenes pondrán todo en otro sitio, siempre doloroso, siempre dificultoso, pero en otro sitio.

Cuando asistía al acto religioso, a la misa y al sepelio, pensaba en lo sublime que se me hace cualquier religión vista desde la voluntad y el deseo, y lo vacía que me resulta observándola desde los criterios racionales. Y este hecho me ha pillado en unos días en los que he vuelto a Unamuno y a su ensayo “Del sentimiento trágico de la vida”. En él el autor levanta todo un sistema filosófico, o acaso más vital, o voluntarioso, o vete a saber de qué pasta, pero, en todo caso, comprime todo un bofetón de voluntad, de ansias, de impulso, de fe, de vitalismo. En esta relectura he recogido un ramillete de ideas casi al azar pues no siempre he tenido la mejor ocasión para hacerlo ordenadamente. Cada una de ellas me da para un rato de reflexión. Anoto algunas:

.- “El ser humano es un principio de continuidad. El espacio lo da el cuerpo; el tiempo la unidad”.

.- “La memoria es la base de la personalidad individual: La tradición es la base de la personalidad colectiva”.

.- “Mejor el mal que la no existencia, que la nada”.

.- “La memoria es la base de la conciencia”.

.-“El mundo es para la conciencia”.

.-“No basta pensar nuestro destino, hay que sentirlo”.

.- “En la conciencia está el sentimiento trágico de la vida”.

.- “El conocimiento está al servicio de la necesidad de vivir”.

.- “El instinto de conservación nos hace la realidad y la verdad del mundo perceptible”.

.- “El hombre no vive solo. De la sociedad brota la razón. La razón es un producto social”.

.- “La razón nació con el lenguaje”.

.- “El mundo sensible es hijo del hambre; el mundo ideal es hijo del amor”.

.- “La bondad es la mejor fuente de clarividencia espiritual”.

.- “Dios es un producto social”.

.- “Bueno es lo que contribuye a la conservación, perpetuación y enriquecimiento de la conciencia”.

.- “La conciencia de pensar es conciencia de ser”.

.- “El ansia de inmortalidad es la primera condición de toda reflexión humana”.

.- “El culto a la muerte (a la inmortalidad) inicia y perpetúa las religiones”.

.- “Nada hay más universal que lo individual”.

.- “No es ser poseído por Dios lo que anhelo sino poseerlo, hacerme yo mismo Dios (ser inmortal)”.

.- “La institución que ha tomado como fin esa vida eterna es la Iglesia Católica, pero queriendo racionalizar la fe”.

.- “El descubrimiento de la muerte nos revela a Dios”.

.- “En el Protestantismo, la religión depende de la moral; en el Catolicismo, la moral depende de la religión”.

.- “El peligro no está en creer demasiado sino en creer con la razón y no con la vida”.

.- “¿La dicha forma parte de la verdad o la verdad forma parte de la dicha?”

.- “¿De qué sirve saber definir la felicidad si no se sabe vivirla y sentirla?”

.- “La ciencia no satisface nuestra hambre de inmortalidad sino que la contradice”.

.- “Lo irracional pide ser racional, y la razón solo puede operar sobre lo irracional. Pero en lucha”.

.- “El hijo nace siempre en protesta contra el padre”.

.- “La consecuencia vital del racionalismo sería el suicidio”.

.- “El fin de la vida es vivir y no lo es comprender”.

.- “No quiero poner paz entre mi corazón y mi cabeza”.

.- “Nuestras doctrinas no suelen ser sino la justificación a posteriori de nuestra conducta”.

.- “La compasión es la ciencia del amor espiritual humano”.

.- “Nihil volitum quin praecognitum // nihil cognitum quin praevolitum”.

.- “El amor personaliza todo cuanto ama, todo cuanto compadece”.

domingo, 17 de enero de 2010

TODOS QUEREMOS SER CÓNSULES

Ayer por la tarde noche asistí a la representación de una obra de teatro en nuestro extraordinario Cervantes. Se abría el XIII Certamen Nacional de Teatro para aficionados ciudad de Béjar. En escena, “El teatro de piedra”. La compañía, “Cuatro gatos de teatro”, un grupo de jóvenes sevillanos con soltura y muy buena dicción.

Suelo acudir a las representaciones de estas muestras, que ya están bien asentadas y que cuentan con un público bastante fiel aunque no muy numeroso -siempre hay competencias televisivas o de otro tipo-. Por una cantidad simbólica puedo acercarme a la realidad teatral y en unos niveles que no desmerecen de los que puedo observar en compañías oficialmente profesionales o capitalinas. Parece que hacer costumbre y normalidad de lo que no lo es cuesta y lleva tiempo, pero, cuando se asienta la costumbre, todo va mucho mejor. En Béjar ese hábito se ha hecho realidad; aunque sea todavía para un grupo que tiene que ser más numeroso. Me alegro y aplaudo a todos los que han dejado y siguen dejando esfuerzos para que así sea.

La realidad teatral siempre me plantea numerosas sensaciones: la sociología de los espectadores, el fingimiento como base del teatro, la dicción, la realidad material de las salas y teatros, la competencia con otros medios más “cómodos”, los horarios, los precios, los actualidad de los textos…

Ayer se mezclaban encima del escenario los contenidos de lo perecedero de la fama, y todos los mecanismos de la obtención y ostentación del poder, con el propio homenaje al teatro en una presentación irónica y metateatral de los acontecimientos. Creo que el texto se venció demasiado del lado de la comicidad y del teatro dentro del teatro. Esto, pienso, contribuyó a diluir toda la carga significativa que contenía la representación, toda la reflexión sobre el poder, sobre la fama, sobre el dominio. Pero es mi visión y no es lo más importante.

A pesar de todo, allí estaban Pompeyo y César, aquellos personajes del imperio romano, como representantes de esa lucha por el poder, como muñecos históricos que dilucidaban su dominio del imperio por una parte y por otra se dejaban las fuerzas en asuntos amorosos y personales.

No sé cuántas personas reconocían la historia que allí se mostraba ni las circunstancias que la explicaban. Por encima de ello, los personajes son símbolos que podemos traer al presente sin ningún esfuerzo imaginativo.

El poder, el poder, siempre el poder. Alcanzar el poder para llevar a cabo las ideas; ganar las elecciones para conseguir llevar a la práctica nuestros programas y quedar exhaustos en el intento y sin fuerzas para nada más que para eso, sacar mejores resultados para saciar la vanidad y mirar al de al lado por encima del hombro; ser elegido en un cargo para estar en una posición privilegiada en comparación con el que anda por ahí al lado y en el roce diario. El poder, el poder, el poder. Y con él el dinero. Y la vanidad. A partes iguales. Y todo para tomar las principales decisiones seducidos por razones que en demasiadas ocasiones son instintos e impulsos. Buena parte de la Historia se ha decidido en la cama. O mirando al horizonte y viéndose en figura admirada y recordada. O mirando más cerca e imaginando al de al lado como ser menos fuerte, como vencido.

Y, por supuesto, estos ejemplos de poder y vanidad tan deslumbrantes pueden ser trasladados a otros ejemplos más vulgares y cercanos pero tan ilustrativos como este. En las relaciones laborales, en las familiares, en las económicas, en la “pequeña” política y hasta en las comunidades de vecinos o en la compra de un coche.

Todos somos Pompeyo o César en demasiadas ocasiones. Y no es eso, no es eso, no es eso. La vida es poco, la fama es menos; y, si no es por buenas obras y por mirada amplia, por ayuda y no por egoísmo, no merece la pena. O acaso no debería. O no debiera o debiese. Pero…

sábado, 16 de enero de 2010

VOLVÍ AL CAMPO





Hacía casi un mes que no me había dado el gustazo de dedicar una mañana a hollar los caminos de estas sierras. Diversas razones me lo habían impedido. Hoy fue el día.
Vaya un invierno el de este año. Parece que estuviéramos en los viejos tiempos: frío, agua, nieve, viento. Y todo esto durante casi un mes seguido.

La mañana volvió a amanecer gris y con llovizna. Pero ya no había desafío ante el que estuviera dispuesto a rendirme. Así que me lancé a la calle y recogí a Manolo Casadiego. Me propuso visitar el pantano para ver cuánta agua había recogido en los últimos días y cuánto le quedaba para completar su capacidad. Pues a ello.

Llovizna y paisaje gris en la ascensión a Candelario, fondo más gris en las faldas de la sierra y atisbos de nieve allá en lo alto. Unas nubes pesadas dibujaban un contorno fuerte y hasta pesado. Los árboles, todos grises también, semejaban centinelas desnudos en medio del paisaje.

La carretera se estrecha en cuanto se deja el pueblo de Candelario y las hojas de los robles ya forman puro abono en descomposición continua sobre el suelo. La lluvia hace su trabajo lentamente y ya lleva vencida la tarea. El silencio es profundo; solo lo rompe el viento y el ruido de los regatos, que bajan bien bravíos desde la sierra. Todo lo que fue sequía es hoy desbordamiento, sobrante líquido, anegamiento de prados y caminos.

La presa nos recibe con su canal mandándole las aguas que recoge del río en un azud hoy denso. Corren fuertes las aguas por esa regadera. ¡Menudo manantial para el pantano! Intentamos la vista panorámica desde un altozano pero la niebla nos la prohíbe y nos la niega: es demasiado oscuro el panorama. Volvemos hasta la pared de la presa. Esto es otra mirada. Qué gris esta postal. Parece que estamos en alta mar. Hay pequeñas olas que golpean contra el cemento de la pared. Y siempre en la llovizna que no cesa. Al pantano le faltan unos metros; los que admiten más capacidad. Pero de aquí hasta mayo… Hay agua asegurada para todo el verano y el otoño. Otra cosa son las centrales hidroeléctricas, esas en las que tanto brega nuestro río y que tanto beneficio nos reportan, aunque más a unos que a otros. Pero de aquí hasta mayo…

Volvemos hasta el puente de los Avellanares. Desde él se entra en la Dehesa de Candelario. El día invita, a pesar de la llovizna continua, a hollarlo sin prisa. No hace nada de frío y el paisaje sigue denso en su silencio y en sus voces roncas de viento y agua. Cómo bajan los regatos… Qué solos los árboles sin hojas… Qué suelo tan mullido… Qué denso todo en medio de la niebla… ¿Qué hacemos nosotros en medio del peso de la naturaleza?

Se desatan las palabras. Y resucitan los blogs. Y revive Unamuno. Y el valor de las sensaciones y el de la razón. Y la consistencia o la inconsistencia de las teorías. Y el valor o la falta de valor de la acción…

El Aula de Naturaleza no está lejos. Unos tenados sólidamente construidos nos sirven de refugio. Los conocemos bien. Nos sentimos bien mojándonos con la lluvia pero nos paramos a descansar, a seguir hablando y a reponer fuerzas con esas viandas que nunca nos faltan. Estamos a mediados de enero. En Béjar es tiempo de “mantelá”. No nos falta. Ni nos falta el trago de vino de bota con el que rezar serenamente y mirando al cielo una devota y lenta oración, ni esa bebida espiritosa que tan bien prepara Manolo y que resucita a los mismos muertos y nos pone dicharacheros después de tomarla. No conozco bebida que contenga aromas de tantas hierbas ¡!ni que haya tenido que ser rebajada con aguardiente!!

El cielo sigue en su sitio y la llovizna continúa con nosotros. No hay prisa. “El mundo está bien hecho”. Y esto no es huir del mundo. Es que esto también es el mundo. Esto también es el mundo porque es percepción del mundo, de otro mundo, de otra manera de mirar y de sentir el mundo. Quiero decir que no es un mundo solo bucólico. No, ni mucho menos. Si hasta lloviznaba. Es que aquí hay algo más de eternidad, de solidez, de permanencia, de elementos naturales descarnados y a flor de piedra, de suelo o de cielo, hay leyes pero más previsibles y menos traicioneras… Esto también es mundo.

Pero esta parte del mundo no existe sin la otra. Y la otra nos llama. Volvemos lentamente bajo la llovizna y entre los árboles. Manolo se detiene a fotografiar la solidez, la eternidad, la permanencia, la mirada impertérrita, la altivez, el recuerdo de la historia, la conciencia del tiempo y no sé cuántas cosas más que alberga un tronco seco de un árbol majestuoso en su desnudez. El tronco está coronado por una figura casi humana que nos mira con ojos desafiantes y que nos sugiere muchas posibilidades. A mí me recuerda al Saturno de Goya devorando a sus hijos. Tiene la mano extendida. ¿También quiere devorarnos a nosotros? Qué miedo. Vámonos rápidamente de aquí, Manolo.

viernes, 15 de enero de 2010

FUE UN INSTANTE MÁS LARGO

FUE UN INSTANTE MÁS LARGO

Del sueño en la penumbra vaporosa,
se despertó la tarde en un instante.
Todo el pasado en negro y en la sombra,
todos los días de oscuridad y niebla.

Fue un instante más largo aquella tarde,
una gota de luz esplendorosa,
una rugosidad con luz más asentada,
un momento dispuesto a hacerse eterno.

En él fraguó su estancia la memoria
y levantó del surco del olvido
unos labios besando, claros, tiernos,
empeñados en ser fin y principio.

Fue un instante más largo aquella tarde,
encendiéndolo todo,
haciendo luz la sombra
para que ardiera en llamas el olvido.

jueves, 14 de enero de 2010

¿POR QUÉ?

¿POR QUÉ?
¿Por qué razón la luz se apaga antes
donde más se precisa de sus rayos?
¿Por qué razón a un reo se le castiga
con una pena doble si repite
un desliz necesario?
¿Por qué cojones llueve siempre sobre mojado
y no se empapan nunca los desiertos?
¿Por qué tiembla la tierra tantas veces
en países que ya son temblorosos
con sus necesidades?
¿Por qué nos empeñamos casi siempre
en dar razón al fuerte sin que lo necesite?
¿Por qué nuestra conciencia
-quiero decir la mía-
se balancea floja y pendulona?
¿Por qué tanta porfía
en buscarles razones a las cosas?
¿Por qué ese loco empeño
en saber definir precisamente
los atributos de la felicidad
y no procurar por todas partes
sentirla y aun vivirla hasta morir de ella?
¿Por qué esta sensación de que no hay nada
que merezca la pena seriamente
si no es para violarlo sin descanso?
¿Por qué me escondo tanto de preguntas
que son tan peligrosas o acaso tan mostrencas?
¿Por qué hasta este poema llegan versos
que salen a su aire y sin pedir reformas?

¿Por qué tanta pregunta sin sentido?
¿Sin sentido? No sé. Tal vez. Acaso.

miércoles, 13 de enero de 2010

DEL SENTIMIENTO TRÁGICO...

“En la conciencia está el sentimiento trágico de la vida”. Son palabras de Unamuno en uno de sus mejores ensayos, ese que lleva estas mismas palabras como título. Casi me dan ganas de despachar esto afirmando que mejor nos hacemos todos el tonto y arreglamos la dificultad de un plumazo. Bueno, todavía no he caído tan bajo. Aunque algún dicho popular algo se aproxima a esta actitud; por ejemplo, aquel dicho de “ojos que no ven, corazón que no siente”.

Pero es que, si un corazón no siente, acaso no sea un corazón sino solo un cacho de carne. Claro que la conciencia es el sentimiento trágico de la vida. Trágico en el sentido unamuniano de densidad, de conciencia, de intensidad, de enfado, de contento, de gozo, de malestar o de bienestar, pero nunca de desinterés ni de abulia.

Tal vez la conciencia de estos días nos ofrezca un sentimiento un poco más denso de la vida al observar los parámetros en los que nos movemos en comunidad. Porque describir los parámetros económicos no es precisamente un álbum en color rosa sino que está cargado de tonos muy sombríos, sobre todo en lo que se refiere a las comparaciones y a las desigualdades que podemos observar. Yo tengo que reconocer que siento cierto complejo de culpa por palparme y notar que llego a fin de mes con cierta holgura y que no me preocupa demasiado lo que con mi nómina va a ocurrir en el próximo mes, por más que el efecto dominó de eso que llamamos crisis termine por afectar a todos los individuos de la comunidad. Y todo a pesar de que mi recorrido vital y laboral no me parece que haya estado lleno de comodidades ni de dádivas de ningún tipo, o sea, que no voy a ir pidiendo perdón por ahí. Pero es que poco importa el pasado frente al presente, tan real y tan descarnado.

Y es que, como también dice Unamuno en la misma obra -aunque sea para poner pegas después-, “El hombre no vive solo. De la sociedad brota la razón… La razón es un producto social”. Yo mismo he escrito muchas veces que la dimensión social del ser humano hay que incluirla incluso en su definición.

¿Sacaremos alguna conclusión provechosa de estas situaciones menos favorables? Vuelvo a gritar por la necesidad que tenemos de revisar el sistema social y económico en el que andamos embarcados. Ayer eran los estoicos los que nos decían que el bien es siempre el bien común; hoy es Unamuno el que nos advierte de que “el mundo sensible es hijo del hambre; el mundo ideal es hijo del amor”. Tenemos los sentidos activados por efecto de la necesidad; ¿por qué no buscamos también la posibilidad del mundo ideal desde la variable del amor?

De otra manera nos resultará difícil no incurrir en la sentencia popular aquella de que “A quien Dios se la dé san Pedro se la bendiga”. Que yo llego a fin de mes, pero quiero llegar con la conciencia tranquila y con la conciencia trágica de la vida, pero con cierta calma y orden. Y esto no será posible si veo luces de inquietud en otras ventanas.


Y llegan las noticias apabullantes del terremoto en Haití. Y se desata con más fuerza el asunto de la conciencia personal y colectiva. Y el sentimiento de que hay demasiadas cosas de difícil explicación, desde la conciencia, desde el impulso y desde la razón.

martes, 12 de enero de 2010

COMO SIN BUSCAR NADA

Como sin buscar nada, de la mano de Mila, compañera profesora de francés, al amparo de mis aficiones por conocer un poco el espacio y el tiempo que me habitan y que me han habitado, reconociendo, como hace Marco Aurelio, a toda una pléyade de personas que me han precedido y a las que les debo seguramente tanto y tan poco como lo que soy, han caído en mis manos unas páginas de la Revista de Fiestas y Ferias de 1961 de Béjar.

En sus páginas interiores se recoge un artículo elogioso de Arsenio Muñoz de la Peña sobre el antiguo instituto de la Béjar de los años treinta del pasado siglo. En la segunda parte da cuenta del movimiento que se está produciendo en la ciudad (1961) para intentar volver a abrir un instituto nuevo, el actual, ese en el que yo tengo tantas raíces que no sabría trasplantarme a otro sitio.
Y se me encogen un poco las carnes porque estas palabras me sugieren demasiadas cosas.

La primera es la ilusión con la que se debió de vivir la expansión de la enseñanza en toda España durante los años treinta y el ambiente cultural que se despertó en una buena parte de la población. En este artículo prácticamente todo es elogioso; y no parece que lo sea gratuitamente a la vista de los nombres que se citan y de lo que se cuenta de ellos: los bejaranos más viejos reconocerían a casi todos.

La segunda es la comparación mental que inevitablemente hago entre esta enseñanza pública y la otra dirigida en Béjar por los salesianos. La vida del S XX en Béjar no se puede explicar sin la presencia de los salesianos, pero su actividad tiene muchas ramas y muchos brotes, y son de todo tipo.

La tercera ya me lleva al nuevo edificio y al nuevo instituto, ese que se adecentó y se restauró en la estructura del viejo palacio y en el que, desde unos pocos años después de su apertura, pasé algunos cursos y al que volví después de mis estudios universitarios para no moverme de sus aulas nunca más. Casi toda la historia real del nuevo instituto la he vivido en vivo y en directo. Allí mis horas de estudiante, allí mis muchos años de profesor, allí los estudios de mis hijos, allí tantas cosas…

Creo que, con los datos en la mano, tal vez nadie se aproxime, en tiempo al menos (ojalá que fuera en algo más también), a mi aportación a la historia de este centro de enseñanza. Mi limitación de líneas solamente me permite abrir la ventana para el recuerdo y la anotación de que fue mucho y de muy diverso grado. Tiempo habrá.

N. B. Con la única intención de refrescar memorias y el ánimo de que no se vayan al cajón de sastre del olvido, recojo estas letrillas de otra publicación de Ferias y Fiestas de 1955. Nótese la primacía de las Ferias sobre las Fiestas y perdónese el escaso valor literario de las mismas.

“No he visto mejores fiestas / que Santa Ana en Candelario, / Santa Teresa en Becedas / y el Cristo de Navacarros.”

“En Candelario está el árbol, / en el Palomar la hoja, / y en Valdesangil está / la flor de mozos y mozas.”

“Madre, póngame la muda / que voy a Valdesangil / a comer leche migada / y a bailar el tamboril.”

“Cuatro cosas tiene Béjar / que no las hay en España: / El Bosque, La Corredera, / El Castañar y Santa Ana.”

“Morena de las morenas / la Virgen del Castañar. / En la hora de la muerte, / Ella nos amparará.”

“Yo nunca te olvido, / mi Béjar querida, / porque bebí vino / en casa Luchán, / y en Fuente del Lobo / hice el chocolate / y las merendolas / en casa de Juan.”

lunes, 11 de enero de 2010

PUES ESO

Lo que ha llegado al grueso de la gente de la época romana tiene más que ver con la guerra y con las películas aquellas que con el derecho o con la filosofía, con las comunicaciones o con la literatura. ¿Quién estudia hoy la lengua o la literatura latinas?, ¿quién le echa horas al Derecho Romano?, ¿dónde se han quedado las calzadas construidas por los soldados o por los esclavos?, ¿quién recuerda el nombre de un puñado de filósofos romanos de importancia? No simplifico demasiado si aseguro que lo que nos queda, para el grueso de la comunidad, es aquello de “una de romanos” y todo lo del asunto religioso. Poco más.

Y es muy falso, porque mucho de lo que nos sigue sustentando nos viene de allí. Por ejemplo alguna línea filosófica importante como es el caso del Estoicismo que, aunque no naciera en tierras de Italia, tiene allí preclaros cultivadores, como es el caso de Séneca, por ejemplo.

Leo hoy las Meditaciones, de Marco Aurelio, ejemplo también brillante de esta manera
de pensar. En el S II este emperador, dedicó esfuerzos no solo a los asuntos militares sino al pensamiento y a sí mismo. De él copio, casi al azar, esta consideración: “El tiempo de la vida humana es un punto, su esencia fluye, su percepción es oscura, la composición del cuerpo en su conjunto es corruptible, el alma va y viene, la fortuna es difícil de predecir, la fama no tiene juicio. La vida es una guerra y un exilio, la fama póstuma es olvido. Entonces, ¿qué es lo que puede escoltarnos? Solo una cosa, la filosofía.”

Tiene para mí como principal valor la filosofía estoica la puesta en valor de la templanza, de la cordura, de la sencillez, del reconocimiento de que nada es demasiado ni nada en poca cosa, la contención, el dominio de la situación, la resignación ante lo que no se puede controlar, la dimensión humana, el ensalzamiento de lo más pequeño… Y, en el mundo en el que vivimos, no es precisamente poco. Ahora todo es tumulto y desproporción, apariencia y exageración, triunfo y fracaso, buenos y malos, salvados y condenados, individualismo, egoísmo, irracionalismo, consumo, obediencia ciega al mercado, sometimiento a las apariencias y a la publicidad…

El Estoicismo da en la frente a todo el que saca pecho, a todo el que se engola, a quien levanta demasiado los pies del suelo, al caballero español que aparenta de capa pero debajo anda desnudo, al trajeado bejarano que solo tiene trajes pero no pensión pues la dejó en el sobre en negro que recibía en las oficinas en las que sirvió al amo durante toda su vida, a toda la apariencia, en suma.

Sin embargo, me queda siempre la duda de que este modelo de pensamiento y de vida anda siempre como un poco cojo y encogido, como con miedo, como si fuera, históricamente, el reconocimiento del fin de un proceso que ha alcanzado su cima y al que no le queda otra cosa que caer mirándose a sí mismo, como un sistema con cierta carga de morfina calmante y de resignación, como un qué le vamos a hacer si no hay más remedio.

Pero me sigue gustando porque me redimensiona y me lleva siempre hacia mí mismo, hacia mis limitaciones, hacia el reconocimiento de lo poco que es todo y lo nada que soy yo mismo, hacia la separación de tanto sacapechos como camina erguido por esas calles, hacia mirar las cosas con cierto desencanto pero a la vez con el aprecio de lo pequeño pero cercano y próximo, humano para más señas y un tanto racional.

El propio Marco Aurelio advierte: “¿Tienes la razón? Sí. ¿Por qué no la usas? Si ella hace lo que le es propio, ¿qué más quieres?”

Pues eso.

domingo, 10 de enero de 2010

TAMBIÉN POR ESO

TAMBIÉN POR ESO

Porque no sé llorar cuando me agarra el viento
y me golpea feroz,
y, sin embargo, se me van las lágrimas
en cuanto me descuido;
porque no sé gritar a todas horas
y me puede el silencio más extraño
pues me deja el aullido en los adentros;
porque debiera herir y levantar el brazo
con el hacha de guerra todo el tiempo,
y siempre me descubro con la mano tendida;
porque busco la paz entre la luz del día
y encuentro muchas veces lo negro de la noche;
porque soy un festín para el desánimo
y me marcho al olvido con frecuencia;
porque sigo buscándome y no encuentro
mis huellas ni el olor de mi guarida;
porque estoy y no soy
y no sé dónde estoy ni lo que soy.

Por todo eso requiero tu presencia,
me dejo en tus dominios y entre tus voluntades,
me agarro a ese señuelo que me habita,
me declaro insolvente, disolvente,
inocente, infeliz, caduco, ausente,
y ya no sé de mí si no es en ti.
(Debiera practicar con más frecuencia).

OTRO TIPO DE ÁGORA

Son estos los días en los que la plaza, el ágora, andan más desiertas. Este frío y estas nieves… Me imagino esto mismo en los “buenos tiempos”, en aquellos años en los que las nevadas cubrían muchos centímetros y se repetían con frecuencia. Ya no es lo que era, aunque el primo de Rajoy no se haya enterado. A pesar de lo que estamos sufriendo en nuestras latitudes y en otras donde parece que están más acostumbrados a estos rigores.

Me resulta interesante imaginar las relaciones entre mis antepasados atendiendo a esta variable del clima. ¿Qué favorecían los inviernos largos y fríos? Que corra la imaginación. Y que lo haga con generosidad y sin cortapisas: para la alimentación, para las costumbres, para los trabajos, para las relaciones, para el pensamiento, para la escala de valores, para…

A mí también estos días me han metido un poco más (no tenía demasiado margen) en casa. Y me han pegado un poquito más a la lectura de diversas obras. Entre ellas El Príncipe y El Contrato Social. En alguna medida, ambas obras tratan de este asunto (más la segunda que la primera).

Trataba de comparar las consideraciones que sobre el clima o los alimentos se formulan por parte de Rousseau, por ejemplo, sus influencias en las formas de vida, en las formas de conformar gobiernos o en establecer comunidades y Estados, con las consideraciones que uno escucha estos días sobre los elementos climáticos o sobre las presidencias europeas de turno.

Y se me cae el alma a los pies. Qué zafiedad la de casi todos los popes de los medios de comunicación de nuestros días, qué basura, qué ceguera mental, qué imbecilidad, que simpleza argumentativa, qué aplicación tan interesada de cualquier argumento, qué grosería intelectual, qué enanez, qué estulticia, qué tontería, qué manera de argumentar solo ad hoc y con la mirilla puesta solo en la persona concreta, para ver si la cazamos, sin capacidad para llegar al concepto, qué manera más arrastrada de servir a los intereses más egoístas y dinerarios, qué poco nivel, qué desánimo y qué perspectiva tan negra…

Menos mal que la técnica cumple también su función y en alguna medida nos podemos aprovechar de ella. Por ejemplo con la capacidad que ahora tenemos de desahogarnos en este medio relativamente libre y casi infinito como es la internet. De modo que nuestro encierro y la escasez mental de tantos la podemos sustituir (solo la podemos, otra cosa es que lo hagamos) por consideraciones, resoluciones y actuaciones personales y por la aproximación a textos y personajes que -menos mal- levantan la mirada y se mueven en el nivel del concepto y abarcan algún tiempo más amplio que el de su propio egoísmo y el de su propia estrechez mental.

Así que, si me agobia el tiempo, me escondo en mi cuarto, me arrimo a la pantalla (ahora a una más pequeñita), abro el mundo y todo se me viene encima, desde lejos en el tiempo y en el espacio, desde cerca en muchas de las cosas que leo. No para estar de acuerdo con todas pero sí para dar gracias porque existan personas y mentes un poco menos enfangadas en el egoísmo personal y en la estrechez mental de todo este pandemónium que me agobia por casi todos los sitios. Hoy gracias a Maquiavelo y a Rousseau. Mañana ya veremos.

viernes, 8 de enero de 2010

TAMBIÉN HOY

TAMBIÉN HOY

HOY he visto en tus ojos de nuevo la alegría
que yo debí de ver alguna vez,
cuando el tiempo era tiempo
y el espacio infinito y todo espacio.

Era tu risa una sorpresa pura
que aguardaba mis brazos y mi risa
y tu cara era un cerco de esperanza,
una certeza de estar feliz conmigo.

Todos éramos ricos a tu lado
(también en aquel tiempo debí de ser feliz
junto a aquellos abrazos y junto a aquellos besos),
todos urdíamos telas
en las que tú mecías tus risas y tus sueños,
todos nos obstinábamos
en ofrecerte manos amorosas.

Me descubrí envidioso de tu suerte,
soñé con otros tiempos que ya no volverán,
salvo si tú lo quieres,
cuando el futuro enseñe
otro espacio feliz y luminoso.

N.B. Estuve en Ávila. Hacía varios grados bajo cero y yo me sentía bien y con un calorcito diferente.

jueves, 7 de enero de 2010

COMO VIENDO LA TELE

Ayer mismo veía con mi hijo Juan Pablo un rato la televisión. Se anunciaba un castigo o una petición de cárcel para alguien (no recuerdo muy bien los detalles). Aproveché para lanzar mi pica a ver si clavaba en hueso o hacía sangre. Mi posición cada día es menos “resuelta” al respecto. Lo diré de otra manera: cada vez entiendo menos cuál es el valor que tienen los castigos, sean estos de cárcel o de otro tipo. Incluso cuando las culpas son muy evidentes y los actos cometidos son muy desagradables.

Algo he leído sobre derecho penal y alguna idea voy teniendo con los años acerca de lo que puede significar el castigo. Y cada vez le veo menos sentido. Me consuela el hecho de que algunos penalistas, solo algunos pero bastante ilustres ellos, tampoco le encuentran demasiado sentido. Estos han dedicado buena parte de su vida a pensar en estos asuntos, yo solo escribo estas líneas, y otras, desde la calma del sentido común y desde el poso de las páginas.

Cuando el culpable es condenado, comprendo que la familia tenga sentimientos encendidos contra él, disculpo que desee todo lo peor y algo más, entiendo que pida penas hasta el juicio final…; en fin, quiero entender el valor del sentimiento y el malestar inmediato como algo natural en la familia.

Me complace menos que la ola social se cebe contra el reo en esas manifestaciones espontáneas y algo callejeras que tan bien encajan en cualquier programa televisivo o en unas fotos para medios de comunicación. En esos momento suelo asustarme pues me parece ver una mezcla extraña entre personas de buen corazón y fieras en las que solo el instinto guía su vocerío.

No tengo datos suficientes para opinar acerca del jurado popular pero reconozco que también me retiene y me provoca algún prejuicio.

Cuando las masas se agitan (fútbol, toros, otros deportes o manifestaciones populares), no me siento demasiado representado ni a gusto.

Me gustaría que se eliminara de cualquier castigo el sentimiento de venganza y que, si hay que castigar, se haga con el único fin de hacer reflexionar al condenado acerca de su acción. Lo demás me sobra. Si un condenado entiende que ha obrado mal y se encuentra arrepentido, ¿qué sentido tiene el castigo?, ¿qué añaden su condena, su falta de libertad, y su apartamiento de la sociedad? ¿No sería mejor dejarlo actuar en la misma sociedad para que pudiera devolver alguna parte de lo que le arrebató con su acción?

Articular esto de esta manera supondría una escala de valores muy diferente (educación, cárceles, tipo de penas…) y no creo que tenga demasiados partidarios precisamente, ni siquiera entre aquellos que dicen practicar una escala moral en la que el perdón ocupa un sitio de privilegio. A mí no me preocupa demasiado eso de verme en minoría, aunque no me gusta, pues ando acostumbrado a ello. No sé si a la sociedad le vendría bien o mal. Comprobar esto sí sería importante.

EL PRÍNCIPE Y LOS REYES

Releo en las últimas horas “El Príncipe”(será porque estamos en Reyes), aquel libro de Maquiavelo que tantos quebraderos de cabeza ha traído, que a tantos ha servido de guía y que tantas veces se sigue citando. Me parece que sigue sirviendo de modelo para muchas cosas, sobre todo para lo que no se debe hacer.

Se trata, de nuevo, de un intento, esta vez muy bien contextualizado y argumentado, de una suma de normas y de advertencias que sirven al príncipe para alzarse con el poder y para mantenerlo de la mejor manera. Y ahí se describen tipos de sociedades, de reinos y de comunidades, de caracteres personales, de ideologías sociales de siervos y de ejércitos, de alianzas y de desencuentros…

Pero, también de nuevo, se trata de otra obra que no se cuestiona si lo que está tratando de ordenar es lo mejor o si acaso no es el mejor método de convivencia y de mandato. Este asunto parece que no entra en la cabeza de Maquiavelo y no hay ni atisbos de que en alguna página se fuera a plantear la bondad o la maldad del sistema.

El contexto histórico en el que se escribió tiene, como todos, sus condicionantes, pero a mí me interesa el tiempo en el que vivo. Y acaso este tiene otros condicionantes diferentes. En alguna medida, este tratado político me recuerda todo el cúmulo de esfuerzos que ahora mismo se están realizando, desde las espaldas recaudatorias de todo el mundo, para que el sistema social, económico y financiero, siga siendo el que era y salga fortalecido de la crisis. ¿Quién se plantea y se cuestiona el valor del propio sistema? Yo no conozco voces que lo hagan en público.

Recuerdo ejemplos literarios que al menos ofrecían soluciones en varias direcciones. Cuando el arcipreste de Hita se cansaba de dar consejos para apretar la moral, se revolvía sobre sí mismo y añadía algo así como esto: pero, por si acaso tus apetencias son otras, este podría ser un camino provechoso. Algo similar simulaba Celestina.

En El Príncipe, todo está ordenado ad maiorem principis gloriam. Lo demás no cuenta. Y si hay que tirar por el camino del medio con tal de llegar a la meta, pues ya estamos andando. El valor y la ética de los medios poco importan con tal de que nos empujen hacia el fin que deseamos.

Me gustaría que los Reyes Magos, tan próximos parientes de los príncipes, nos trajeran la rebeldía de atrevernos a cuestionar casi todo, también el sistema en el que andamos instalados. Por si acaso nos da por idear algo menos malo. Incluyendo también la forma del propio Estado. Aunque disminuyera con ello su familia.

martes, 5 de enero de 2010

DÁNDOLE VUELTAS A ALGÚN CONCEPTO

A nadie parece que le suene mal alguna expresión del tipo “todos somos iguales” o “todos tenemos los mismos derechos”. Nos quedamos casi satisfechos, como si hubiéramos arreglado con eso el mundo. Y al momento proclamamos que es imposible conseguir una igualdad entre todos los seres de una comunidad. Incluso renegamos de esa posibilidad al imaginarnos uniformes. O sea que andamos en una indefinición o al menos en una falta de concreción que nos anestesia la conciencia pero que nos mantiene en una desigualdad apabullante. Cada uno de nosotros, por si acaso, procura situarse en posiciones ventajosas y así vamos tirando.

¿Qué significa esa banda difusa en la que teóricamente tendríamos que movernos para que no nos coman las vergüenzas? Nadie lo sabe pero hay gente que la precisa un poquito más y otra que anda con conciencia floja y pendulona. ¿Cuál podría ser el concepto que cobijara tranquilamente la idea: igualdad, equidad, justicia, ley…? Son conceptos tan etéreos… ¿Cómo se pide un kilo de justicia para comerlo estas fiestas?, ¿cuándo podremos decir que hemos vivido un día de equidad? No conozco más que aproximaciones, ninguna certeza.

Con bastante frecuencia he tratado de resumir lo que yo entiendo que es la vida: algo así como una carrera en la que, si no salimos todos de la misma meta, todo se reduce a la injusticia y todo es mentira. Sería tal vez eso que mucha gente llama igualdad de oportunidades. Más tarde, en el trayecto, hay gente que se concentra y se esfuerza más y gente que anda más distraída y a su bola. Hay que atender a ambas realidades para que no nos perdamos ni cometamos injusticias claras.

Es difícil que alguien pueda negar que la salida se produce antes que el recorrido y que, por tanto, sin arreglar el primer apartado, ningún sentido tiene atender a la bondad o maldad del segundo. Y serenamente me pregunto: ¿todos salimos en igualdad de condiciones en la vida? Porque para ir a la sierra en igualdad de condiciones no solo tenemos que salir a la misma hora y desde el mismo lugar sino también con los mismos pertrechos, el mismo calzado y la misma vestimenta. Mi vista anda cansada pero no veo que se cumplan esas condiciones.

Oigo levantarse las voces de muchas voluntades que exigen mejores resultados para aquellos que más se han esforzado en el camino. Y no creo que les falte razón para esas peticiones. Algo menos me convencen cuando esas exigencias se producen para su beneficio, o el de sus allegados, y no para el de los demás, y cuando se tiene poco en cuenta el valor del azar en el desarrollo vital y, sobre todo, cuando observo que no están muy dispuestos a caerse del escalafón si se demostrara que sus esfuerzos personales tal vez no han sido tales ni su preparación es la que muestra su situación en el mismo. Yo estaría dispuesto a retar a un buen grupo de ellos; así les daríamos suelta a los principios liberales, a esos que ellos hacen suyos. Pero con unas reglas mínimamente justas y con todas las consecuencias. ¿Alguien se anima? O sea, que me parece que ese asunto hace aguas por demasiadas partes y que hay más de egoísmo que de justicia y de equidad.

En todo caso y puesto que, como ya se dijo antes, primero está la salida y más tarde el trayecto, no estará de más que los esfuerzos se concentren en acercarse día a día y minuto a minuto a esa igualdad de oportunidades, que tiene que ser real y no de pico, que tiene que ser efectiva y no solo teórica.

Y si se me permitiera algo de ética y de estética, de moral y de escala de valores, eso que tanto piden los que después no veo que las practiquen, ¿no merecerá la pena gastar algún esfuerzo en quien más lo necesita que en exponer remilgos para favorecer al que ya no lo necesita? En fin, son minucias que me trae la vista desde afuera hasta adentro y que me mandan la mente y la buena voluntad desde adentro hasta afuera.

A ver si esos Reyes que tienen tanta magia se quisieran fijar un poco en este asunto. Por ejemplo a la hora de repartir los regalos. Y las oportunidades. Y los trabajos. Y los sueldos. Y las obligaciones. Y las vanidades. Y la sencillez. Y hasta las esclavitudes.

Claro que una cosa es pensar en términos globales y acaso otra actuar, algo que hay que hacer siempre en términos particulares.

lunes, 4 de enero de 2010

OTRO TIPO DE VIDA

Vísperas de Reyes. Todo se confabula para crear ambiente de comercio y consumo: los centros comerciales, los horarios, el clima que recoge, la publicidad, la crisis, la necesidad -dicen- de darle aire al dinero… El sistema, otra vez el sistema al candelero.

Me gustaría que algún tanto por ciento, por ínfimo que fuera, se atreviera a alzar la mirada y a trasladar los hechos hasta la categoría, hasta el principio. Tal vez acordaríamos que dar ilusión a un grupo social como los niños no es de las peores cosas. Admitiríamos también que darles con la verdad en la carita serenamente tampoco resultaría ser ningún crimen pues nos queda la vida por delante para favorecer la ilusión y el encanto como forma de acción entre los seres humanos.

Pero resultaría aún más importante descubrir que este es un asunto menor comparado con lo que realmente se juega en este partido. Y el asunto es comercial y de estructura social y política. Desde la preparación de las navidades (con toda la parafernalia de El Corte Inglés y sus allegados: quiero decir la publicidad), con el engaño continuo de estos días y sus obligaciones de todo tipo, con la contradicciones entre los consejos para un consumo responsable y los empujones para comprar y consumir, con las apariencias obligadas por todas partes, con las imposiciones religiosas sin explicar en qué consisten ni a qué elementos sustituyen, con los horarios disparados, con la cuesta de enero a la vista, con las rebajas eternas que ya no significan nada, con…, hasta la confusión más absoluta si no nos cuadramos y pensamos qué coño sucede aquí.

Estoy hasta el gorro de oír quejas de los comerciantes (y entiendo que lo hagan) por la falta de ventas, por la falta de cobro, por la crisis, por la escasez de ánimos, por el clima, por el nombre del padre abad, por… Y no se dan cuenta de que ese lamento va a ser ya eterno pues la situación no tiene visos de cambiar. Compruebo con pena que los comercios de la calle Mayor de esta ciudad estrecha en la que habito andan siempre semivacíos y que todo el año son rebajas. Y abro los ojos y me aseguro de que con un par de tiendas de cada especialidad tendríamos suficientes para abastecer a toda la comarca. Y certifico que casi todo el mundo pierde el tiempo en sus negocios, con los brazos cruzados y dándole al lamento y poniéndose de mala baba. Y me aseguro de que, a medida que pasan los días, el personal se hace más individualista y se cierra en sus intereses y en su egoísmo. Y constato que las relaciones y las conversaciones se tornan con frecuencia discusiones sin calma ni sosiego. Y creo ver que hay grupos de comunicación y de opinión que se aprovechan de todo esta agitación engordando sus cuentas de resultados. Y confirmo que la gente desconfía más de la cuenta de sus semejantes. Y tengo la sensación de que este es buen caldo de cultivo para que muchos desconfíen de las relaciones sociales y políticas y de que otros se frotan las manos porque ven el campo libre para sus garras manchadas de irracionalismo. Y me desinflo pensando que la escala de valores morales y éticos se esfuma o se agarra a unos clavos que arden y no precisamente de razón ni de solidaridad.

Y pienso entonces que el modelo en el que andamos instalados no es el mejor ni el más humano. Y lo pienso porque produce seres egoístas, seres que andan desazonados todo el día y con el interés bastardo de ver cómo se arruina el de al lado porque es la única forma de que ellos saquen pecho y se enriquezcan. Y no les culpo de ello porque es el sistema el que los empuja a esas prácticas. Y lo sigo pensando porque todo lo supeditamos al éxito en el dinero y todos los esfuerzos los echamos en el saco del éxito y del triunfo, sabiendo que la mayor parte encontrará el fracaso y solo una minoría el éxito, siempre a costa de los demás. Y veo añadidos religiosos que acompañan a estos sistemas y que los abrigan y arropan con sus prédicas y usos jerárquicos. Y me vengo abajo cuando veo que muchos de los desatendidos y víctimas de este desaguisado aplauden hasta romperse las manos a los que se llevan la parte del león de sus sudores…

Y termino concluyendo que así no vamos demasiado lejos, que tenemos que plantearnos serenamente si no es necesario un cambio radical, es decir, de raíces, de elementos básicos que generen otro clima de confianza y de solidaridad, de fe en el ser humano, en cualquier ser humano, de igualdad de oportunidades, de ayuda, de sistema de producción y, sobre todo, de consumo, de horarios, de distribución de trabajos, de escala de valores, de premios y de recompensas… De todo.

Porque la crisis no es de producción: se produce más que nunca y nadie tiene por qué morirse de hambre. La crisis es de distribución y de reparto de funciones. Y esto solo se modifica de verdad si somos capaces de vislumbrar un nuevo sistema de vida con una escala de valores radicalmente distinta a la actual. Mientras tanto, todo el año será carnaval. Del peor, claro.

domingo, 3 de enero de 2010

TAMBIÉN VIVIÓ LA VIDA

TAMBIÉN VIVIÓ LA VIDA

Debajo de aquel roble,
hoy triste y silencioso,
también vivió la vida.
Al amparo del muro
cesaron los rumores
porque templó la vida.
La vida se hizo nieve
en la altiva montaña
porque estuviste tú en la cima.
Y fue vida la nube
partiendo los espacios
porque tú le mandabas
algodonar los cielos
y señalar los fuertes y fronteras.

Acaso tu presencia
siguiera las pisadas,
buscara hallar la huella
del espacio completo,
o simplemente hallara
la gracia derramada
del ser que tú ya eras.

Hoy me anega la duda:
no hay roble, muro, nieve;
no existe tu presencia,
ni alcanzo a ver la gracia
que en mí dejaste entonces derramada.

sábado, 2 de enero de 2010

PARA EL NUEVO AÑO

PARA EL NUEVO AÑO

Aumentarán los días lentamente,
como crece tu cuerpo, que proviene
del útero del sol. Será tu nombre
una profunda huella cada tarde
si lo dejas colgado en el ocaso,
donde todo es fulgor y precipicio.
El agua hará silencio entre tu pelo
todos los días de lluvia, y en tu pecho
libarán ricas mieles las abejas.

Moriremos gastados por el roce,
de sobredosis de nosotros mismos,
y, al fin del nuevo año,
seremos cobijados por los muertos,
en un recuerdo inútil de amor y de presencias.

viernes, 1 de enero de 2010

OTRA ETAPA MÁS

Aparece a la luz un nuevo diario. O mejor, un nuevo tramo del mismo diario; un tramo de una vía -la de este rincón escrito- que se va haciendo ancha a medida que va pasando el tiempo. Porque son ya diez años juntando líneas y exponiendo ideas, o más bien esbozos de ideas, que van surgiendo al amparo de los días, al abrigo de los acontecimientos o, sencillamente, al refugio de los años, que me van llevando camino de ese mar inevitable e inabarcable hacia el que vamos todos.

Me aguarda en el año que ahora empieza algún acontecimiento importante en mi vida: es probable que adelante mi jubilación en el mundo de la enseñanza. Si así sucediera, mi vida tomaría otro rumbo en cuanto a ocupaciones y horarios. Veremos y lo iremos contando.

Por lo demás, acometo los días con las mismas intenciones de siempre. Me sigue pareciendo buen resumen el de la sabiduría popular, aquel de “salud, dinero y amor”. Pero querría indagar sobre el orden y la importancia que a cada apartado quiero darle. Tengo bien seguro que, sin el primer elemento, el de la salud, todo anda manga por hombro y descabalado, nada logra serenidad y todo hay que fiarlo a sublimaciones que me tranquilizan poco. El asunto del dinero no me acucia como para que lo tema pues me seguiré moviendo, salvo golpe de fortuna, en unos parámetros razonables y suficientes para mis necesidades, que no son demasiadas: cada día abomino más de este tráfago económico en el que andamos metidos y al que supeditamos todo y creo que eso me lleva a necesitar cada vez menos medios para mi supervivencia y a sentirme cada hora que pasa más lejos de casi todas las preocupaciones sociales que se mueven al vaivén del dinero. Entiendo que es una postura tal vez egoísta, pero solo a primera vista. Cuando se hable del reparto, que me llamen; cuando se afanen en el crecimiento por el crecimiento, a costa de todo, conmigo que no cuenten. Y menos todos esos a los que llamo esclavos agradecidos, que no se atreven ni a levantar la voz contra el mismo sistema que los aplasta. Y el amor; ah, el amor. Desde hace mucho tiempo rige en mi frontispicio el lema “querer y que me quieran”. Y lo mantengo. No quiere ser una expresión insulsa ni espontánea sino el final de un proceso. Me parece la actitud más noble si es bien entendida. Me gustaría que fuera el fin de todo lo demás. Como sucede en la educación -y debería ocurrir en todo lo demás de la vida- , las cosas tienen que ocurrir para algo, tienen que tener algún fin, o al menos yo quiero encontrárselo. Y me gustaría imponerme como única obligación en mi vida “ser cada día un poquito más feliz”. Bendita y dificilísima tarea esta por su difícil descripción y por tratarse de algo sin fin y con pasión diaria. Como sigo pensando que la vida es muy variada y que no todo se puede resolver en normas escritas, vuelvo a apelar al sentido común y a la buena voluntad como manera de solucionar conflictos. En esa buena voluntad, que no es tontería y mucho menos expresión de sensiblerías, sino, como he dicho, final de un proceso al que se llega después de comprobar las carencias de las normas que nos damos, en un peldañito más arriba, aparece el amor, el amor físico y el amor moral, el amor individual y el colectivo, la amistad y la buena vecindad, la familia y los allegados, la disculpa y la ayuda, la buena intención y el perdón, la justicia y la benevolencia, el trabajo y su carácter social, las exigencias y las obligaciones… Pero todo bañado por ese color azul de la comprensión y del intento de no plantar reales por todos los sitios. Añádase a esto mi concepto de que el individuo no se puede definir sin la presencia de los otros, fundamentalmente para que pueda encontrar sus propios espacios de libertad personal, y se tendrá un esbozo de lo que puedo entender por amor y por proyecto de vida.

Bien sé que la aplicación tiene vaivenes, marejadas y mares en calma, tormentas y días de sol; pero el horizonte siempre estará ahí para ir a buscarlo y para que marque algún camino de ilusión y de sentido. Por ese camino se me irán otros doce meses, otras cincuenta y dos semanas, un añito más, que no será nada en la perspectiva del tiempo pero que debería tener intensidad en mi propio tiempo y en mi particular espacio. Ya iremos viendo. E iremos contando.