jueves, 31 de enero de 2008

NINGÚN LEGADO SEGURO

En la vida ya me ha tocado pasar por un buen puñado de oficios. Mi lucha con el tiempo es ya larga y el viento ha sonado en muy diversas direcciones. Pero hay tres opciones que destacan sobre todas las demás. Son las de esposo, padre y profesor. La primera es una línea que sigue rayando papel y que se desenvuelve con cierto vigor a pesar de lo largo del camino. La segunda se estira y se distancia,con los hijos rodando por el mundo, aunque siempre en la memoria y menos veces de las que desearía en la presencia. La tercera es de uso y roce diario y es en ella en la que -creo que es de justicia reconocerlo- va uno dejando más surcos y sudores.
A mis más allegados me gustaría ponerlos un poco en guardia para que no se fíen del todo de mí mismo. En los tres sacos he procurado -y sigo procurando- dejar alguna semilla que florecerá y dará frutos en cualquier día cercano o lejano. Siempre he procurado que esa semilla fuera la mejor, pero era sencillamente porque no conocía otra más selecta y fructífera y porque pensaba que también esa era para mí la mejor.
Deberían tener en cuenta, no obstante, que aquello que yo consideraba lo mejor estaba y está expuesto a mil variables que tienen como referente mi propia persona, mi persona que no es ni tiene que ser la de los demás. Como además yo vivo en el territorio de la duda, no sé si acaso lo único que yo puedo transmitir es también el mundo de la duda, los múltiples perfiles, la necesidad de no levantar demasiado la cabeza del suelo pues pienso enseguida en lo poco que le pesa el pensamiento a quien tanto la levanta.
Y hay otra variable que me preocupa. Mi duda me lleva a corregirme siempre, a borrarme y a reescribirme, a descubrirme de nuevo con perfiles distintos, a palparme dudoso, a amanecer con nubes, a mirarme y remirarme siempre un poco desconcertado e inseguro. ¿Cómo puedo entonces transmitir seguridad si no la tengo? ¿Qué escala de valores, si no es la de la duda, puedo enseñar y poner como modelo? ¿A qué se pueden agarrar de mis palabras y de mi persona? Difícilmente podré yo transmitir otra cosa que la idea de desconfiar de sí mismo, de estar siempre un poco alerta, de realitvizar la vida. Y, por ello, de hallar también el gozo en cualquier cosa, de no esperar demasiado de lo que no da agua, de saciarse con todo, de pensar que nada hay superior al hecho de ser hombre, que al fin y al cabo todo es mirar a la vida cara a cara, conscientes de lo poco que valemos, de lo mucho que podemos amar y de lo infinito que podemos anhelar.
No tengo capacidad para prestar a mis hijos, a mi mujer y a mis alumnos otra cosa que mi certeza en la duda, mi poquedad en todo y mi cierta beatitud ante la vida. De nuevo las palabras: el sentido común y la buena voluntad como elementos de juicio y de comportamiento. En fin, ya veis, no hay otra cosa. Qué le vamos a hacer.

miércoles, 30 de enero de 2008

LA VELA Y EL AIRE

"Claro que en el campo de la acción política, el más superficial y aparente, sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela." Son palabras de Juan de Mairena, palabras desengañadas, quizás realistas, tal vez algo injustas, acaso reflejo de lo más común, qué sé yo. El caso es que me siento una vez más muy cerca de la idea del maestro. En el fondo, don Antonio Machado vuelve a la jerarquía de las ideas y de las acciones y a la prioridad de la idea sobre el acto. Creo que modestamente lo he reiterado en varias entradas yo mismo. ¿Adónde vamos con los políticos que están dìspuestos a bailar un chotis sobre un palo si lo pide la concurrencia, o a poner el coche y el condumio con tal de mantener el puesto? Cuando así se actúa, etamos realmente en el campo "más superficial y aparente", en el que lo que cuenta es la imagen, la foto y el comentario superfluo.
Algo de esto sucede en los sistemas democráticos cada vez que se convocan elecciones. !Y eso que son los menos malos que conocemos! Se abre el quiosco, se extiende el material, que nunca es más real que el del retablo de la maravillas, se coge el puntero y se empiezan a señalar regalos y a hacer castillos en el aire. Cuando nos aparece algún partido que vagamente se apoya en las ideas, ya se encargan los medios de comunciación de yugularlo por medio de la risa, del ridículo, de considerarlo fuera de la realidad, de sencillamente ignorar a los dirigentes y de tratarlos de locos o quijotes alucinados. De manera que los políticos al uso, en buena medida, bailan al son que les tocan los medios y el vulgo domesticado por esos medios, guardianes de la escala de valores en la que tienen que moverse.
De sobra sé que existen grados y que no todo el mundo es igual: en muchas ocasiones me he manifestado en contra de la equidistancia. A pesar de todo, votaré, y, a pesar de todo, sigo apoyando a la izquierda como fórmula menos mala. Pero se me caen los palos del sombrajo cuando veo a tanto sujeto dispuesto a cualquier sonrojo con tal de conseguir un voto. Hay que ganar, coño, claro que hay que ganar; pero hay que ganar para algo, los partidos y las elecciones y los cargos solo son medios y nunca deberían ser fines, tendrían que ser medios para extender las ideas, que tendrían que existir antes que los aspirantes. Si asi fuera, entonces se elegiría a los más capacitados para concretar esas ideas y no a los que pasan por allí cuando suenan las campanas; y tal vez sobraran todos esos ajustes de cuotas y de perfiles que tienen una parte positiva pero otra absolutamente retrógrada y oportunista.
Pero, ¿quién va a pedir a estas alturas ideas en la base de todo? Vivimos en una sociedad que no admite en su seno, si no es en el silencio o en una esquina donde chille pero no haga mucho daño, a los que piensan y tienen sus santas narices para decir de vez en cuando lo que piensan y lo que les dicta el sentido común, por más que vaya contra las opiniones y contra la figura de algunos líderes o figurones. También aquí todo es un poco una pantomima y un gran teatro el que sostiene esta feria de las vanidades. Y lo malo es que se produce en todos los niveles, ahora porque son elecciones generales, después porque son autonómicas o locales, y más tarde porque se trata de poner al frente de cualquier comunidad al que menos moleste y más deje hacer a los espabilados de turno.
Reconozco que es una visión muy poco optimista, que conviene siempre tomar distancia, que hay que conformarse con lo menos malo cuando no existe lo mejor, pero hoy también estoy con el maestro. Como si yo fuera otro Juan de Mairena.

martes, 29 de enero de 2008

TARDE DE SAN VALERIO

Acabo de llegar de Valero. Hoy es la fiesta de Valero. Valero es mi pueblo. He vuelto por un rato al territorio edénico de mi niñez. Y enseguida han brotado todos los recuerdos. A pesar de ser un día de clase, no he podido por menos que matar el gusanillo y dejarme llevar para pasar unas horas por allí. El día magnífico de temperatura y de luz, la presencia de mis hermanos -también de Luis-, el bullicio de la gente, el resto de mi familia, la charla distendida con mis hermanos, las sensaciones de hallarme en territorio amigo, todo compone un cuadro agradable para mí. Hasta el punto de que con buenas ganas me he quedado de haber agotado un poco más el tiempo de la noche por sus calles y por sus peñas. Porque en las bodegas de Valero se sabe cómo se entra pero dífícilmente se sabe cómo se sale. Porque el serrano es una persona a la que le cuesta abrirse pero después le cuesta aún más cerrarse. Porque el ambiente en este día es todo sano y cordial.
Y luego viene eso de los toros, los mejores de la provincia después de los de la capital, y la gente que se acumula y todo lo que quiera añadir. Valero es mi llegada a la vida, es mi niñez, es mi refugio momentáneo, es el lugar de mi huida, de una huida buscada pero que tampoco me permito que dure mucho tiempo y casi siempre anda tasada en horas y minutos. Allí dejé en mis cortos años de niñez las ilusiones, una bruma en el tiempo y en el espacio, unos lugares anchos y verticales para mis pocos años, un sol siempre lejano y reluciente, el sonido del río, de los ríos de mi pueblo, del paisaje sempiterno de las encinas y de las jaras, de mis juegos de zancos y de calvo, de mis primeras miradas que se comían el mundo, de los ancianos de mi pueblo, eternos y dioses menores, de tantos personajes especiales.
Ellos, todos ellos seguirán allí por siempre, yo volveré hasta ellos de vez en cuando, como lo he hecho hoy, esta tarde de la fiesta de mi pueblo.

Y ahora recuerdo un poema que escribí hace ya años:

TUVE mi primer roce
contra tu vientre verde y pedregoso,
hecha luz la pizarra cara al cielo
y detenido el tiempo
en la tenaz corteza de la encina.

Era de amanecida, en los contornos
imprecisos y tenues, cuando el alba
se anuncia entre senderos luminosos.

Los pasos imprecisos de una fuerza
gastada me soltaron
a convivir con los cimientos pardos
de la raíz y la piedra
al lado del camino
que conduce hasta el agua
y pierde los confines
más allá de los ecos de las nubes.

!Qué sensación de intruso,
de ser ocasional entre la encina,
al lado de la jara, dibujando
el contorno del eco prolongado
del jabalí y del búho! Las palomas
dibujaron un cielo de ternura
cundo vieron mi cuerpo a la intemperie,
desdibujado y torpe,
cargado de repente
con las gruesas cadenas
del tiempo y del espacio,
viajero desvalido, sin billete
hacia estación ninguna del camino.

Pero la jara eterna
y el sabor infinito de la encina
renovaron sus hojas y sus mieles,
las abejas vinieron
a libarlas
y a ofrecerme sus frutos,
a entregarme sus leyes
y a acogerme en sus brazos.

El eco de los ecos de la vida
resonaba feliz en la ladera,
matriz de la ceniza y de la nada.

lunes, 28 de enero de 2008

MISERIA Y ABUNDANCIA


Se suele explicar que nuestra lengua es muy flexible y permite invertir el orden de las palabras para ofrecernos el mismo significado global. Y la práctica demuestra que así es, con sus ventajas y con sus inconvenientes.
Pero no lo es siempre y todo el mundo sabe que no es lo mismo un gran hombre que un hombre grande, por ejemplo. Cuando el orden se invierte en grupos de palabras, entonces el resultado es bien diferente y el juego de palabras está servido. El preámbulo me vale para jugar con esta expresión: "La miseria de la abundancia / la abundancia de la miseria". La segunda parte del binomio es reconocible por todas partes por más que nuestra situación en el primer mundo y las "divinizaciones" de los medios de comunicación, siempre en el mundo publicitario de Alicia, nos hagan creer, por rendición, que vivimos el mejor de los paraísos. Claro que ese mundo se viene abajo en cuanto lo necesitan nuestros intereses. Buena prueba de ello la tenemos en las últimas semanas con la traída y llevada crisis. Qué curioso resulta que parecen ocuparse de ella sobre todo los que menos la sufren y los que claman siempre por que el mercado haga de las suyas. Pues lo dicho por lo que lo decimos más veces y no solo cuando el viento nos resulta favorable, que la miseria abunda y no hay más que abrir los ojos, que esa miseria se muestra en dinero pero también con muchas otras caras: la soledad, la escasez, el individualismo, la falta de proyectos colectivos, la mala baba, los sacapechos imbéciles, los oídos sordos ante los gritos de la injusticia, el mirar siempre para otro lado, el acotar los territorios y las propiedades...
Pero mirar con detenimiento la abundancia significa con mucha frecuencia descubrir su miseria, en los bienes y en las personas, en los hechos y en las palabras. Siempre he pensado que la justicia tiene mucho de comparación y por eso me parece que el señor Pizarro no puede ser muy justo desde su abundancia, por ejemplo. ¿Cómo puede ser justa la abundancia si está rodeada de miseria? ¿No será más bien que para ser abundancia tiene que acarrear la miseria de no compartir? ¿Cómo se puede entender eso de ser todos ricos? Yo sí entiendo eso de ser todos iguales, pero ser todos ricos excede los límites de mis matemáticas, y creo que de las reservas y de los números en los que hay que moverse también.
La abundancia de la miseria me deja en un nivel numérico, sobre todo si pienso en términos económicos; la miseria de la abundancia implica elementos de carácter moral además de los económicos, y ahí me aparecen caras como espectros fantasmales y gentes de toda ralea con la miseria de su abundancia a cuestas, pesándoles siempre por no poder desprenderse de ella no siendo que se la arrebaten.
Ah, y como siempre se dice que el dinero no hace la felicidad, sería de buena salud democrática que se invirtieran los términos de vez en cuando, de modo que los de la miseria fueran abundantes miserables y los de la abundacia fueran miserables en abundancia.
Ya sé que se me puede argüir que existen miserables de espíritu en todos los niveles. Pero de esos podemos hablar otro día. Vale.

domingo, 27 de enero de 2008

DESDE EL ENTRESUELO


Ir al teatro en Béjar supone darse de bruces con una de las mejores representaciones sociológicas de la ciudad. Acaba de celebrarse un certamen de teatro para aficionados que ha llenado el teatro durante varias semanas. La organización ha resultado un pequeño desastre (horarios, lentitud en la venta de entradas, cambios de obras...) y la calidad creo que ha dejado bastante que desear, pero hoy eso no entra en el examen, por más que apunte claramente al suspenso.
Existe en Béjar un teatro magnífico aunque de reducidas dimensiones, y más teniendo en cuenta que algunas partes resultan ciegas y no se pueden utilizar. La tradición y la gratuidad (un euro la entrada)llenan las butacas cada tarde.
Cuando uno se acerca al teatro se suele encontrar con un grupo de personas de edad avanzada prestas para reír las salidas de tono más inmediatas e instintivas. Si, además, se acercan a la procacidad, entonces la carcajada está asegurada. Pero antes de que esto ocurra ya se han producido los saludos a voz en grito, los corrillos en los que se nombra a todo quisque, las esperas interminables hasta que comienza la función, la sociología de la vestimenta, la situación de cada cual en el patio de butacas, el pelaje social y económico de cada uno en un pueblo en el que casi todo el mundo se conoce. Hay grupos sociales que nunca aparecen por allí; suelen ser los de los extremos, cada uno por una razón bien distinta. ¿Por qué los jóvenes apenas hacen acto de presencia? ¿Por qué asisten tantas marujonas que chistean, ríen a mandíbula batiente y molestan sin pudor a los vecinos de asiento? Y eso que el teatro exige alguna selección cultural porque no deja de ser una representación. Por eso, cuando se levanta el telón y en la obra -como suele ocurrir casi siempre- quedan las miserias humanas al aire y las diferencias y las críticas se suceden, siempre me pregunto qué pensarán las gentes de derecha que asientan su culo en las butacas. ¿Acaso no se sentirán aludidos por lo que allí se dice y se resalta? ¿El pudor no les dejará un poco avergonzados y con ganas de cambiar? Da toda la impresión de que no porque aplauden al final hasta romperse las manos. Tal vez la catarsis se produzca en otros lugares; o tal vez todo sea, una vez más, una pantomima.
Si uno tiene la oportunidad de sentarse en el primer piso, observará desde allí cómo alguna fila de butacas está semivacía pues tendría que estar ocupada por representantes municipales, con señora y señor incluidos, que no siempre acuden aunque se hayan ocupado de recoger las mejores entradas. Y siempre con mayoría de los que gobiernan pues se sienten algo más obligados mientras que los de la oposción apenas aparecen por allí, turnándose en este uso a medida que van cambiando los gobiernos. De hecho, he visto a gente que seguramente nunca antes había asistido a una representación y he dejado de ver a algunos que antes acudían casi siempre. Ya se ve que prima la presencia social y la representación sobre la calidad o el amor al teatro. Así estamos.
Cuando se baja el telón y los abrigos vuelven a los hombros, se repite la ceremonia del principio. Después todo el mundo se diluye por las estrechas calles de esta ciudad estrecha camino de la noche. Y el teatro sigue allí aguardando una nueva representación encima del escenario, pero también en su patio de butacas, al menos tan interesante como el que ponen en pie los actores. Es el gran teatro de cada día.

sábado, 26 de enero de 2008

QUE EN EL MUNDO HAN SIDO



Alguna vez he utilizado este título, no sé muy bien para qué, que recuerda aquellas palabras del clásico agustino. Y es que cada día me resultan más evidentes. Sobre todo porque tengo el privilegio de gozarlas en mis carnes, de ver cómo me resbalan por la cara y por el pecho, de notar cómo me traspasan el cuerpo. Y no exagero, de verdad.
Otra vez nos hemos echado al camino esta mañana. Un poco de helada y algo de frío al principio, pero pronto el sol se ha asomado a lo alto de la sierra y nos ha venido a dar certeza de que el día iba a ser como esperábamos y presentíamos. De manera que, de nuevo con Trucho y con Manolo -cuánto les voy debiendo a estos dos buenos colegas-, hemos puesto pie sobre pie y nos hemos plantado en La Calzada, en Horcajo (hasta aquí, para ser exactos, rueda sobre rueda), en una buena pista que acompaña el lento discurrir del río Sangusín, en la primera tumba excavada en la roca, en otras más alejadas, en un hermosísimo molino restaurado, otra vez en el pueblo de Horcajo, en Navalmoral y en una última tumba rocosa, puesta a mirar al sol por casi toda una eternidad. Hemos hecho lo que se podría llamar la ruta de las tumbas y hemos admirado imaginativamente el trabajo lento de los canteros oradando las rocas hasta dejar para el pudiente un descanso mirando al sol, en un alto y en situación de ara permanente. Seguramente habrá esparcidas por ahí muchas más; nosotros hemos contemplado cuatro, dos aisladas y una doble, como si de una habitación doble en hotel pertpetuo se tratara, seguramente para matrimonio pues una de ellas es más grande que la otra. Son muestra de poblaciones dispersas que tienen que haber existido por estos pagos en épocas muy antiguas, de las que no se tienen otros vestigios salvo estos. No sé si la Vía de la Plata tendrá algo que ver con estos seguros asentamientos o qué posible explicación pueden tener.
Pero la mañana ha sido, como cada sábado que nos echamos al camino, mucho más; ha sido sana conversación, han sido fotos, ha sido una comida casi opípara (hornazo, queso, morcilla, carne, torreznos, -Manolo Casadiego, hoy te has pasado-, vino..., y todo bajo el sol hermosísimo y tibio de estos días de enero, ha sido la constatación de que la naturaleza ya empieza a dar muestras de vida (algún fresno está ya para estallar), ha sido el río lento pero seguro en su progreso hacia el Cuerpo de Hombre y hacia el Alagón, ha sido la enorme fresneda que abriga al valle del Sangusín, ha sido la bruma, y han sido los sentimientos personales, como siempre, de la infinitud y de la nada, de lo inmenso y de lo pequeño, de lo racional y de lo sentimental. Y el deseo y la promesa de no tardar en volver.

"Qué descansada vida
la del que huye..."

viernes, 25 de enero de 2008

LA LEY Y LA VIDA

Las relaciones humanas se mueven en niveles diversos y establecer una buena comunicación no resulta sencillo, ni en el plano teórico ni en el de la buena voluntad, que tendría que cubrir las deficiencias de la propia teoría. Cuando intercambiamos información lo solemos hacer con unos niveles de seguridad que casi nunca responden a la realidad. Y hay apartados en los que esto se cumple con más claridad. Es, creo, el caso del mundo de la justicia, tan de moda estos días y siempre. Me parece que el ser humano, para su bien y para su mal, no ha sido capaz -ni está en el horizonte que lo consiga- de someter la vida al papel, de regular todas las actividades y manifestaciones en artículos y versículos. Por eso las divergencias y las interpretaciones. Y por eso la necesidad ineludible de la buena voluntad para cubrir huecos y goteras.
Pero, a pesar de todo, existen leyes. Y, es más, tengo para mí que la derecha social se agarra a ellas más que los demás, sobre todo porque puede pagarse toda una legión de abogados que defiendan su interpretación y sus intereses. De hecho, buena parte de sus vástagos se embarcan en el estudio de las leyes y en oposiciones civiles que los colocan en buenos puestos de los que presumen ya para siempre. Otra cosa es la práctica social y la exigencia que hacen de las mismas. Cuando les conviene socialmente, dan por buenas las suposiciones, y, cuando andan en la práctica jurídica, defienden la necesidad de que solo sirve lo probado con uñas y dientes. O sea, siempre cerca del beneficio personal.
Habría que recordarles a estos profesionales del código que existen niveles bien diferentes, al menos en estos tres peldaños: a) Lo que se cree saber; b) Lo que realmente se sabe; c) Lo que se puede demostrar de lo que se sabe. En tribunales solo sirve el tercero de estos niveles, no los primeros. En los primeros se mueven los periodistas, que viven de la conjetura y del morbo -algunos periódicos son amarillos de la primera a la última página, y qué bien les va-, y la opinión pública, tan maleable desde los medios de comunicación. Un buen dirigente social tendría que aspirar a templar gaitas y a no excitar a las masas más de lo necesario y, desde luego, desde el abecé del derecho, ese que dicen defender y del que sacan tan buenos beneficios.
Aplicar esta reflexión al asunto de la ilegalización de cualquier partido político -asunto realmente espinoso y discutible en una democracia- significaría huir de la demagogia y del aplauso fácil que tanto se ve estos días. El nivel jurídico es el que es, con sus deficiencias estructurales, y las cosas no son lo que queremos que sean sino lo que realmente son.
Asunto bien diferente es el del uso electoral que se haga o se promueva desde la actividad jurídica. Parece mentira que yo tenga que escribir estas líneas, siendo así que apenas creo de verdad solo en el sentido común y en la buena voluntad como motores de la vida. Ay, juristas sesudos. O acaso aprovechados al uso.

jueves, 24 de enero de 2008

EL BOLSO Y LA BOLSA

De manera grosera se enseña que en castellano tenemos dos géneros que sirven para marcar los sexos de los seres referidos. Naturalmente, esto es parcial y mentiroso. Es verdad que sirve para los seres vivos, pero no para otras realidades. Cuando se analiza con un poquito más de calma, se descubre y se explica que, en realidad, eso del género es algo bastante azaroso y que responde a razones muy diversas. Y, en uno de esos apartados, se explica que, en no pocas ocasiones, el género marca una diferencia de tamaño que a veces agranda lo masculino y a veces agranda lo femenino. Ahí aparece la pareja "bolso/bolsa". Ya se nota que, en este caso, todo va a favor de la bolsa.
Valga este preámbulo filológico para dar una nota acerca del revuelo que se ha creado con la dichosa bolsa. Todo parecía que se convertía en catástrofe y al día siguiente remonta como el salmón por el río. ¿Quién entiende en verdad ese mundo de la bolsa? Pero si todo se reduce a una pura conjetura y especulación. No se trabaja sobre realidades sino sobre confianzas y desconfianzas. ¿Quién me puede hacer creer a mí que una empresa vale al día siguiente la mitad o el doble que el día anterior? Pero si la realidad sigue siendo la misma. Mi ignorancia en la materia no me impide aplicar el sentido común, y este me dicta que todo eso es un mundo en el que se juega no con realidades sino con futuribles que afectan sobre todo a aquellos que llegan olgadamente a fin de mes. Ayer mismo veía un programa en el que se preguntaba a gente del barrio de Salamanca y a gente del de Entrevías, en Madrid. Qué resumen sociológico tan importante. Mucho más que veinte tesis doctorales juntas. Los del barrio de Salamanca andaban más preocupados por los vaivenes de la bolsa que del precio del pollo; cuando les preguntaban por estos vaivenes a los de Entrevías, se reían y ponían cara como de estar viendo películas de ciencia ficción. Y una constatación definitiva: ¿cuándo, a largo plazo, ha perdido la bolsa? Respuesta: nunca, nunca, nunca. Así que, a jugar todos a la bolsa, que con ella llega la salvación del mundo. Luego comprobaremos para quién van realmente los beneficios.Pero que nos dejen en paz a los que nada tenemos que ver con tanta conjetura, que somos casi todos.
Rescato para el caso un poema de otros días:

TE tengo a ti que es todo
lo que tener deseo.

Y subirá la bolsa, porque sube
todo lo que ya vive en rascacielos.
Yo no he invertido nunca
en acciones de bancos
ni en letras del tesoro, mis acciones
las dejé hace ya tiempo a tu servicio
con un tanto por ciento indefinido.
Soy primer accionista de la empresa
y con eso me basta.

Te tengo a ti que es todo
lo que tener deseo.

miércoles, 23 de enero de 2008

C´EST LA VIE

Tengo una profesión cuando menos desconcertante. Esto de educar jóvenes abarca tantas variables, y casi todas tan interesantes... Pero algunas, sin embargo, con las que me estrello día a día no lo son tanto. Se trata de la evaluación de sus aprendizajes y de los contrastes que observo entre mis colegas, o al menos entre varios (¿pocos, muchos?) de los que trabajan conmigo, a la hora de encararla. Existe la costumbre -me parece sana pero ya no sé si debo decirlo- de evaluar sus conocimientos y sus actividades. Parece que en un proceso de aprendizaje es elemental. Cuando los datos se someten al análisis, por si hubiera alguna sugerencia que hacer o alguna variable que corregir, se levanta un torbellino que asusta más que una tormenta de arena. Cuando no se niega la bondad del análisis -de cualquier análisis-, se reduce todo a repetir que el alumno es vago, que sus capacidades son escásas y que muchos no debían estar en el nivel educativo en el que se encuentran. Como si eso fuera algún análisis. No hay más variantes que las del alumno y todas son negativas. De este modo, las proposiciones de cambio son siempre las mismas: que cambie la actitud del alumno y mejorará su rendimiento.
Naturalmente, a mí me parece que esto es simplificar de una manera muy sospechosa ese mundo, porque, por más que la variable alumno sea fundamental, las otras partes implicadas (padres, administración, sociedad y profesorado) no dejan de resultar importantes. Como, en la práctica, si un alumno "sale bueno", por mucho que se empeñen las otras partes va a tirar para adelante, y si no funciona, los demás lo van a tener complicado, los colegas reduccionistas se encuentran como pez en el agua defendiendo sus pobres tesis.
El profesor es una parte importante, y un tanto por ciento depende de él, en su transimisón de conocimientos, en sus transmisión de valores, en la motivación.... Negarse a su propia evaluación significa empobrecerse y anquilosarse, reducirse a una máquina que transmite conocimientos y hacerse un elemento prescindible en el sistema. Y no hay tal.
Creo que en este tema, como en todos, aparece pronto una ideología determinada según lo que defiende cada uno. Y es verdad que el profesor es el camarero y, como tal, no es el primero que deba reivindicar la calidad del filete, pero de ahí a retirarse del restaurante media un abismo.
De modo que en estas andamos. En esas hemos andado esta tarde. O sea, como siempre, como cada día y como en cada hora. C´est la vie.

martes, 22 de enero de 2008

NO ES FÁCIL

La vida es un camino bastante pedregoso, que a veces se angosta y a veces se amplifica. Pero, sea como sea, el camino se va haciendo, las etapas se van consumiendo y el resumen cada vez va siendo más extenso. Hay algún momento impreciso en el que ese resumen resulta más extenso que el resto de la senda. Entonces la vista se atolondra y se descuadra, se descubre mirando a cualquier parte y corre el peligro de no fijarse bien en los escollos del camino. Pero hay algo más claro y más preciso; es el paso del tiempo. Es verdad que la sensación es la de que el tiempo pasa cada vez más deprisa y que su medida nunca es lineal simo progresiva, que su velocidad siempre crece y nunca decrece, pero no es menos cierto que, cuanto más cerca sentimos el abismo, más nos sobra ese tiempo.
Y es que uno se acostumbra a fijar más sus gustos, a mirar más atrás que al horizonte, tal vez por ese miedo del abismo, a dar por bueno aquello que alguna vez hicimos y a dejar para luego el futuro incierto y trabajoso. ¿Para qué quiero una tarde, por ejemplo, si no sé henchirla de proyectos y de ilusiones? Sé que, si me descuido, todo es repetición, pasos ya dados, encuentro con las mismas experiencias que ya me suenan viejas, huellas del mismo surco.
No es fácil conseguir que cada día surja una nueva idea, que cada mañana parezca anegada por distinta luz, que cada noche el recuento sea limpio y complacido. Y, sin embargo, ahí está la tarea, el vigor, la victoria contra la nada, la derrota del tiempo. Yo seré vencedor contra mí mismo si sé pillar la chispa de la vida, seré cada día un dios menor si logro entender todo como algo personal e intransferible, como algo que pongo a mi servicio, como una luz no usada, como una acera limpia en cada calle, como una nube blanca después de un día al raso. Ahí están mi tarea y mi desgracia, mi lucha hasta alcanzar la última derrota, la ilusión que me mantiene en pie, la gracia que me evade de la inercia, lo que da algún sentido al sensentido, la paz y la batalla, en fin, de cada día.
Y no es tarea fácil todo esto, al menos para mí y para mis fuerzas. Pero vamos a ello, a comernos la vida y sus miserias, a bebernos el zumo de sus risas, a gozar de sus gozos, a morir con sus muertes, y a vivir si nos dejan hasta que el tiempo se olvide de nosotros cruel y justiciero. Vamos, tíos, a ello.

lunes, 21 de enero de 2008

¿POR QUÉ NO SE VAN?


Cada vez me formulo con más frecuencia una pregunta ingenua. Es ingenua porque alguna respuesta debe tener aunque yo no se la encuentre, y espero que alguien cualquier día me la facilite. La pregunta es esta: ¿Qué hace la derecha en política?
Anadamos engolfados en la campaña, porque, salvo los mitines diarios para los ya convencidos, lo demás está todo puesto en cartelera, y todo el mundo se afana en conseguir plaza en barrera, con sillón para cuatro años. Tengo la necesidad de creer que buena parte de los aspirantes lo hacen con la mejor intención, con la sana intención de poner sus esfuerzos al servicio del cambio para mejor en la sociedad. ¿O no? A todo ello le sumo -que aspiro a ingenuo pero no a tonto- cualquier debilidad humana disfrazada de vanidad, de pelas y de fotos, de posiciones y de orgullo mal entendido de vencedores y de vencidos. ¿Qué tanto por ciento se llevan estas variables? Prefiero no pensarlo por si no nos queda espacio para otros intereses.
Pero desde que cualquier color polítco entra en el ruedo, ¿qué otra cosa hace que no sea intervenir con decisiones y con actuaciones en el discurrir de la vida colectiva? Pero, ¿en qué quedamos?, ¿no dice la corriente liberal que hay que dejar la vida al son del mercado y a la voluntad individual? Entonces, ¿por qué intervenir? ¿Por qué, por ejemplo, pedir intervenciones ante una posible crisis económica? Pues no paran de hacerlo. ¿Por qué no dejan que se arruine el que se tenga que arruinar y que se salve el que lo tenga que hacer? No entiendo nada. ¿Por qué en cualquier municipio, provincia o región cada día hay más regulación gobierne quien gobierne? A los que creemos en la necesidad de la regulación social, precisamente para poder salvaguardar cierta libertad individual, no nos extraña esto, pero a los llamados liberales... Pero si tenían que huir de esto que llamamos res publica o política. ¿Por qué no se van sino que disputan voto a voto hasta en condiciones atosigantes y vergonzosas, como si les fuera en ello la vida? A ver si lo que les va es realmente otra cosa.
En el fondo creo que cualquiera, de cualquier color político, desde el momento en que participa, ya da por buena cierta socialización y, de hecho, actúa como un socialista más de diverso pelaje. ¿Por qué no lo reconocen, entonces, en el nivel teórico?
Tiene que haber explicaciones y hasta de tenor sencillo. Yo, bien que lo siento, no lo entiendo. Y por eso pregunto ingenuamente. Ingenuamente.

domingo, 20 de enero de 2008

FELICITACIÓN CON RETRASO


PARA UN CUMPLEAÑOS DE AMOR

Me mira el universo por tus ojos,
es el mar un reducto que, en tu boca,
se hace sabor a sal
y a un naufragio seguro y solitario.

Yo, que soy un incierto peregrino,
que vivo de prestado
en oscuro arrabal de la certeza,
que me gusta mirar a las medidas
de ríos y montañas,
que vivo tierra adentro y sospecho
que nunca veré el mar,

me embarco en una nave,
pongo rumbo a tus ojos y a tu boca,
me sumerjo en el mar de los olvidos,
saboreo la sal, vivo en el aire,
transito las estrellas, me aproximo
al big-bang de la gloria,
aprendo a bracear, me vuelvo anfibio,
sorteo las tempestades, miro al cielo
con la dulce caricia de tus ojos,
con el dulce sabor de tu sonrisa.

Y en ese mar me quedo sumergido,
mientras miro feliz el universo.

sábado, 19 de enero de 2008

SOY INTERTEXTUAL


Todo lo que yo escribo está ya escrito antes. Las formas, las ideas, los perfiles, los tonos, los esquemas. Y si no lo estuviera, cualquier otro lo repetiría detrás de mí. ¿Por qué entonces el empeño en estas páginas? Pues porque, a pesar de todo, son mías, son el resumen de mi conciencia, me representan por esta ventana, aseguran que existo, me estiran en el tiempo y el espacio, dan fe de mi presencia, aseguran que aquí sigue un tipo que se empeña en darle vueltas a este sinsentido de la vida.
Casi todo -acaso todo- es intertextual, va y viene de unos textos a otros con la confianza de quien sabe que solo hay una casa, la que habitan aquellos que se sienten habitantes del mundo y de la vida, la que se esponja y se anega, la que se seca y se muere de sed. Yo he nacido para ser algo absolutamente agónico, perseguidor de algo, caminante siempre, buscador de tesoros, interiorista de mí mismo, operador de mi propia ceguera, condenado a seguir por un camino oscuro que no lleva tal vez a ninguna parte. Y el día que deje la agonía, el padecimiento, la sensación de vértigo, la duda que me habita, la certeza del tiempo derrotado, aquel día mi vida será otra o habrá dejado de ser mi vida, o simplemente vida.
Me gustaría la gloria del momento, la paz de los espacios definitivos, la seguridad de las cosas, la certeza de mis afirmaciones, la esperanza de alargar el tiempo y el espacio, la fe en lo que no veo ni presiento, la caridad de aquello que me acoja en su seno y me tranquilice, el sosiego del alma serena, la armonía de mi razón y de mi vida, el reposo del guerrero después de ser guerrero, la amistad con la luz de mis ideas, la concordia entre el corazón y la cabeza, el concilio de todas las discrepancias, la quietud del pensamiento en calma, la unión con el silencio, la ataraxia tal vez.
Pero sé que no es cierto, que todo es un deseo no cumplido, que cada día me pilla buscando en las esquinas, que se llega la tarde y sigue el ronroneo, que por la noche siguen las pesquisas. Y siempre agonizando, dando vueltas a todo lo que puebla mi conciencia. Agonista, egotista, egoísta, yoísta, enmimismado siempre. Quizás como cualquiera otra persona, simplemente.
Para decir tan solo estas palabras, no sé cuánto he robado de otros sitios; no más que otros lugares me roban a mí mismo.

N.B. Y todo esto con un día extraordinario, de nuevo en el vaivén de la naturaleza, con Trucho, con Manolo, y hoy también con Jose (así, sin acento) Blázquez. Por el Regato del Oso, por los amplios pinares que dan brillo a la falda de la sierra, con las escasas nieves sobre nuestras cabezas, con el sol reluciente en pleno mes de enero, con todo o casi todo lo demás a nuestros pies, con un día más para buscarme a mí mismo y descubrirme nada o casi nada en medio del discurrir del tiempo y del espacio.

viernes, 18 de enero de 2008

TRILOGÍA DE GETAFE

He leído en los últimos días, con verdadero deleite, una trilogía de novelas juveniles. Se titula "Trilogía de Getafe" (recuerda aquello de "Trilogía de Madrid") y está escrita por Lorenzo Silva. Los títulos son estos: "Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia"; "El cazador del desierto"; y "La lluvia de París". No sé cuántos centenares de páginas dedicadas a ambientes y a ilusiones juveniles. Y me pregunto qué coños hago yo leyendo esta literatura (aparte de mis obligaciones profesionales) si ando cada día más alejado de estas edades. Lo que pide el sentido común es que me sintiera solo y solitario, "como un belga por soleares" o como una "verdura de las eras". Pues no, vuelvo a confesar que las he leído con verdadero deleite. Y se me ocurren dos causas que acaso -acaso- justifiquen este desajuste. Una es que sigo día a día al lado de ese mundo juvenil, con barreras de por medio pero ahí, al lado, viendo cómo crece la hierba y con la sensación de que todo el año es primavera porque cada curso retoñan brotes nuevos, frondosos y altivos. Y yo los miro y hasta los contemplo, los envidio y a veces tengo la impresión de que vivo en los arrabales del paraíso. La segunda me deja más perplejo pero acaso sea más profunda y verdadera: yo no tuve adolescencia ni primera juventud al uso ni con las mismas peripecias que las que suceden a todos los muchachos. La casualidad me llevó por otros derroteros con rezos y sotanas, con miradas al suelo y mundos encogidos, con disciplinas recias y con solo un sendero para la imaginación. A veces pienso si estos momentos de lectura no suplirán en alguna medida aquellas deficiencias. No sé, sigo en la duda y en ella me quedo. Pero me quedo a gusto, con la miel en los labios y con la sensación de que suceden cosas que merecen la pena por el mundo.
Tengo la seguridad de que estas lecturas cumplen otra función importante en estos años: la de ayudarme a entender un poquito mejor a los adolescentes y a los jóvenes, tan alejados de mí pero tan joviales, tan soñadores, tan impulsivos, tan...jóvenes. A cualquier profesor había que imponerle la lectura regular de obras cuyos protagonistas tuvieran las edades de sus alumnos. Seguro que las relaciones mejorarían desde la diversidad y desde la certeza de que cada edad pide sus recompensas y de que no hay que forzar lo que no es natural, pero sí con la comprobación de que cada edad merece también un respeto y una comprensión determinados. Pienso en tantos profesores que ni tienen hijos ni se mantienen con algún espíritu joven, que no se dan cuenta de algo elemental: ellos siempre cumplen años pero sus alumnos nunca porque cada año se renuevan. Corren el peligro de interpretar la vida siempre desde su propia ventana, sin saber que hay otras ventanas y otras puertas, las que corresponden a sus alumnos y a sus hijos. Estoy seguro de que la relación mejoraría, la comprensión y la tolerancia también. Y todos andaríamos un poco más relajados.

jueves, 17 de enero de 2008

ME HABITA TU PRESENCIA

He dedicado la tarde a visitar a mi madre. Cada vez más arrugada, cada vez un poco más suya y menos nuestra, cada vez un poco más en la distancia, cada vez un poco más en la nebulosa de la conciencia y la inconsciencia, cada vez más en el limbo de los justos, cada vez más tributo del tiempo, cada vez más mi madre. Y hoy ha habido más cosas para Nena y para mí mismo, pero mi pensamiento sigue a estas horas en ella y en su estado. Valgan estos versos apresurados y de primera toma:

Son para ti estos versos susurrados
porque tú no me oías esta tarde
sentada en tu butaca, reina.
Dormitabas
en un sueño profundo y solitario.

No me atreví a besarte de inmediato
por que no despertartas
y entendieras de pronto
la fe de mi presencia. Tú que tanto
preguntas por mi ausencia.

Son para ti estos versos que te mando
hasta ese reino que en silencio habitas,
donde bien sé que quieres que te llame
para que vaya a verte.

Porque te miro,
me anego en tus arrugas como un náufrago,
selecciono tus venas, tan pegadas
a tu piel y a tus huesos, te presiento
cada vez más lejana,
como diciendo adiós muy poco a poco.

Son para ti estos versos esta noche
en que me habita tu presencia, madre.

miércoles, 16 de enero de 2008

!¿DEMOCRACIA?!

Aunque este blog tenga solo algunos meses, mi diario tiene bastantes años. Y comenzó con la intención de dar (de darme) cuenta de los pormenores y de los pormayores políticos de un fregado público en el que me había metido. A medida que ha ido pasando el tiempo, me he ido apartando cada día un poco más de ese mundo para concentrarme en mí mismo, en mis propias miserias y en las consideraciones que me sacan cada día de la monotonía y del abandono. Pero no me deja de preocupar la cosa pública, no; de hecho, salteo estas páginas con consideraciones sociales. Lo he dicho hace nada: nihil mihi alienum puto. Es verdad que cada vez me río socarronamente un poco más de casi todo lo que anda por ahí. Pero lo hago no porque no me interese sino porque no entiendo la manera en que yo puedo cambiar el rumbo de las cosas y porque creo que existe demasiada miseria y pequeñez personal en casi todo.
Hoy mismo todos los medios públicos se afanan en considerar la caída del cartel de Gallardón. Pobrecitos. !Pero qué esperaban! Hay lo que hay y al olmo no conviene pedirle peras, a no ser que uno quiera volver a casa con los bolsillos vacíos. La democracia interna en los partidos sencillamente no existe, cuando anda por medio la vanidad y el bolsillo. He dicho en los partidos, no solo en el PP. Todo está en manos de una llamada comisión de listas y, en último término, en la voluntad del jefe. Aquí sí que hay que hablar de jefe, con mando en plaza y con voluntad para imponer sus conveniencias.
Caso real que conozco muy bien. Desde una agrupación local se propone un nombre para una de estas plazas que se juegan el 11-M. Los miembros de la agrupación están de acuerdo y nadie dice nada en contra. Nadie salvo una persona (de género femenino: ya no daré más datos)que exige incluir el nombre que sabe que es el que cuenta con el beneplácito de quien, en último caso, tiene que dar el visto bueno a esas listas. La propuesta tiene que ser admitida aunque solo sea con un solo voto, el de la susodicha. Es fácil entender qué beneficios personales obtendrá ella en otra ocasión futura. Esa propuesta tan desigual llega a la comisión provincial. Y llegan otras con la misma desigualdad, o sea, con un candidato, el mismo de solo un voto, con otro voto de otras asociaciones. Resultado: la comisión de listas se iclina por ese candidato, con el pretexto de que viene propuesto por varias agrupaciones locales, y elimina a los que por apellido podrían hacerle sombre en las listas, se queda tan pancho y airea su democracia. En las listas oficiales, naturalmente, el nombre es el del voto solitario. Poco importa, es el que responde al perfil del aparato y basta. Tan escandaloso es que -leo por ahí- hasta existe algún foro pidiendo al personal que no lo voten.
En fin, es un caso, pero nada que no se conozca por ahí. Y, por cierto, se trata de un caso del PSOE. De modo que nihil novum sub sole, que uno ya va de vuelta y ha visto demasiadas componendas. El aparato es algo necesario para mantener en pie a las organizaciones, pero es también un monstruo que se come a todo el que estira la nariz o le da por pensar en nombre propio.
Con todo, lo peor no me parece esto. Creo que es mucho peor que, sabiendo como se sabe todo esto, los susodichos se atrevan a andar por ahí sacando pecho y con unas ínfulas que no hay quien los mire, con afirmaciones rotundas como esas de "yo he ganado tal puesto", o "yo he salido elegido para tal cosa", y terminan haciendo del cargo algo totalmente personalista, sin querer admitir que, detrás de los resultados, hay una historia no siempre demasiado limpia y que muchas variables sencillamente responden a pasaba por allí en aquel momento y ya está.
Hacer algo causa personal y solo esto tiene después estas consecuencias de enfrentamientos, de éxitos y de fracasos. ¿Qué otra cosa se podía esperar? Así que quien así lo plantee que se joda y se pudra cuando le toque perder. Qué penosito todo.
En el caso concreto del PP, ellos solos se confiesan y enseñan sus verdaderas intenciones. Son como son y, en los enfrentamientos, los más radicales siempre son menos pudorosos. Por eso ganan en tantas ocasiones. Mejor que se presenten así y no con caretas. Por cierto, si el señor ese de las Endesas ha hecho ricos a los accionistas de la eléctrica y quiere hacer ricos a todos los españoles, digo yo que será a costa de las demás empresas eléctricas y de los demás accionistas de la bolsa. ¿O no? ¿O es que quiere descubrir las Américas y el Dorado? Claro que si de Endesa se llevó tanta pasta, qué hará desde un ministerio. Tiemblo.

martes, 15 de enero de 2008

el pensador - Busqueda Google de imágenes

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LA FE DE LO PERENNE




La idea, como siempre, me la ha dado la vida; la imagen me la ha prestado Alfonso Rodríguez: en la figura de El Pensador y un cualquiera sentado frente a un ordenador se resume toda la cultura humana. Desde que el ser humano se bajó del árbol y pudo oponer su dedo más gordo a todos los demás, se irguió y empezó a mirar de frente, todo se le ha ido en asombrarse por no saber dar cuenta de qué coños hace aquí ni qué sentido tienen sus acciones. Uno visualiza a un simio con la mano apoyada en la rodilla y en su frente, y a un humano en posición similar, y no sabe con cuál quedarse.
¿Qué hace en realidad el ser humano?, ¿qué busca realmente?, y, sobre todo, ¿qué encuentra? Salvo ideas de nuevos creacionistas americanos y neocons de toda laya, eso del origen parece que se va aceptando, pero con saltos muy difusos y con estampas que te dejan literalmente alucinado, al contemplar, por ejemplo, la complejidad del cerebro humano. (Y eso que mi teoría es precisamente la contraria: una buena parte de los seres humanos, cansados de tanta tontería, se marchó al árbol de por vida, y en él sigue con el nombre de simio). Pero el hombre es una flecha tal vez, como dijo un poeta, con necesidad de encuentro. Pero flecha ¿hacia dónde?, y necesidad de encuentro ¿con qué o con quién?.
Y ahí seguimos, arrojados y perdidos, casi todos engañados y adormilados acallando (o atizando continuamente aunque de manera clandestina, por falta de valentía) una conciencia que no nos deja en paz. No sabemos muy bien cómo desligarnos de aspectos teleológicos y extrahumanos. Tal vez la vida secillamente tenga solo el sentido de la vida por sí misma, el placer de vivir por haber vivido y la certeza de morir como sencillo fin alejado de todo dramatismo. Si es correcto el principio físico de que ninguna realidad desaparece sino que se transforma, la eternidad está ahí, en esas otras formas. Por eso me siento cada vez más tributario de la naturaleza, admiro su firmeza, me recreo en su soledad y aspiro serenamente a formar parte de ella para siempre. Siempre es mayor que yo, siempre más duradera, yo mismo ya soy ella y ella es mi persona.
El simio mira al hombre, el hombre mira al simio y todos nos miramos como imbéciles, sin saber hasta cuándo, sin saber desde dónde, sin saber hacia dónde, sin saber que no hay nada detrás de la cortina pues todo es la cortina.

¿Qué buscas con tus ojos desplegados
en pos del horizonte? Los sonidos
del rito de la tarde son susurros
que vienen a dejarte la certeza
de un sol que gime y canta, de unas sombras
que buscan lo redondo, la presencia
del mundo en las aceras, unos ritos
vividos con la fe de lo perenne.

Duérmete lentamente, no molestes
este ritmo constante de la vida,
asómate al abismo, bebe a sorbos
la dulce melodía del silencio.

lunes, 14 de enero de 2008

LA HISTORIA Y LA MORCILLA

Experiencia educativa: "¿Qué quieres que se salve de tu fin de semana?" Varias respuestas, algunas repetidas: "Que ha ganado el Madrid"; "Que jugué de portero en Valladolid"; "Que he estado en Salamanca y me lo he pasado muy bien"; "Que he jugado a varios juegos en el ordenador..." Y en este plan.
Les he recordado la muerte de Ángel González. "¿Y quién es ese señor?"... "¿Sabéis quién ha marcado goles en el Madrid?" Respuesta positiva. Con pelos y señales. Hemos dedicado el tiempo a escuchar sus palabras, a oír sus poemas y a escuchar canciones que tenían en la base sus textos. "Ah, pues no está mal".
El sábado llamé a algunos amigos para comentar lo de esta pérdida. Uno de ellos, Comendador, me insinuaba la conveniencia de que hiciéramos algo en su honor, recordando su significado y el valor de sus palabras. ¿Qué podemos hacer, Luis Felipe? A mí no me importa cogerme el macuto y sentarme en el Obrero o en La alquitara con un fardo de versos bajo el brazo para leerlos y para comentarlos, con participación del que tuviera ganas de decir algo o de comentar cualquier cosa. Mañana mismo. Pero para ello es necesario un grupo de unas cuantas personas a las que les vaya la marcha y a quienes no les suene a chino esto de los versos, de las imágenes y de los poemas.
Esta misma mañana comentaba con uno de mis compañeros la noticia y también surgía la conveniencia de hacer algo. Sugerí inmediatamente la posibilidad de preguntar a los colegas más allegados su conocimiento de la misma y enseguida una sonrisa dejó todo en un quiero y no puedo, en un qué le vamos a hacer.
De modo que, como he dicho, me he encerrado en mis clases, con los mimbres casi secos pero al lado del agua y nos hemos acercado un poquito a la palabra de Ángel, a sus versos, a sus poemas de amor, a su ironía, a sus patadas sociales, a su sensibilidad y a su emoción. Pues así anda la cosa y así suele andar. O sea.
Y un último poema de Ángel González:

GLOSAS A HERÁCLITO

I
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.

II
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.

III
(Traducción al chino)
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los maxistas-leninistas.)

IV
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
se hacen las dos con sangre, se repiten.

domingo, 13 de enero de 2008

EL DOLONDÓN DE LOS CENCERROS

Otro día más de paso sobre paso por el campo. Y de nuevo en estos límites entre Salamanca y Extremadura, por pistas forestales y por cortafuegos que parecen esperar siempre a los incendios. Durante varias horas he tenido a mis pies el pantano de Gabriel y Galán y lo he visto en toda su extensión, esperando las aguas que le van llegando desde todas las serranías. Repetiré otra vez que no es verdad que en Extremadura no haya agua. No es verdad, no es verdad. En toda su zona norte, el Sistema Central se encarga de desaguar en sus laderas y en sus pantanos, y este es una buena muestra. En estas fechas, además, por cualquier parte corre un regatillo y el suelo anda empapado. Me gustan estos días grises con llovizna pero que permiten andar y sentir la densidad de la naturaleza. Más de veinte kilómetros está bien y la suerte de que la lluvia de verdad solo haya llegado cuando finalizamos el camino aún mejor. Y, como siempre, todo inmenso y todo eterno,como fuera del espacio y del tiempo, para medir al ser humano y para embridarlo y asentarlo en su pequeñez. Vale.
Desde la cima Calama, mirando las llanuras extremeñas y las montañas hurdanas, recordaba aquellos versos recios de Luis Chamizo, autor castúo, que, desde otras coordenadas, a mí también me gusta:

(...a los viajeros)
"Si n´os podéis pará, meté pal bolso
este cacho e libreta,
y al pasá por aquí mirá pal cielo,
y endispués pa la tierra,
y endispués de miranos con cariño
prencipiar a leegla;
porqu´ella sus dirá nuestros quereles,
nuestros guapos jorgorios, nuestras penas,
ocurrencias mu juertes y mu jondas
y cosinas mu durces y mu tiernas."

"Bruñó los recios nubarrones pardos
la luz del sol que s´agachó en un cerro"
(...) Y roando, roando de la sierra,
bajaba el dolondón de los cencerros"

Al lado de las aguas, se extienden las tierras que pisó y trabajó Gabriel y Galán, otro poeta castellano y extremeño que dejó, a su manera, emociones fuertes. Aunque no es mi poeta preferido, también lo he leído muchas veces con emoción. Desde lo alto las contemplaba:

"Si venís antiayel a afligila,
sos tumbo a la puerta. !Pero ya s´ha muerto"

A la vuelta leo los periódicos, sobre todo por conocer los espacios que se le dedican a Ángel González en su despedida. No está mal. Casi nada de su obra y mucho de su persona, pero en estos momentos quizás es lo que corresponde; mañana ya no, mañana tiene que ser su obra lo que siga resplandeciendo y dando luz a los lectores, a los escasos lectores de poesía. Yo voy a dedicar mis clases de mañana a la poesía de Ángel Gonzalez. Porque sí, porque me da la gana, porque aunque no esté en el programa es una lección que añado yo y basta.

sábado, 12 de enero de 2008

PALABRA SOBRE PALABRA

Lo leo en El País digital: "Ha muerto Ángel González". Así que el ángel de dios y poeta de la tierra nos ha dejado. Se van muriendo los poetas más queridos. En este mundo de la creación, tan emocional y tan subjetivo, es dífícil -y seguramente inútil- establecer jerarquías, pero al menos existen los gustos personales, basados vete a saber en qué columnas. Y tengo que decir que, para mí, tal vez Ángel González era nuestro mejor poeta vivo, al menos el que en mí ha despertado más emociones y de manera más frecuente. A sus palabras he dedicado horas de fino paladar y en ellas me he sentido identificado siempre. Cada vez que, para lo que fuera, tenía que seleccionar poemas, siempre elegía alguno de Ángel.
Cuando estuvo con nosotros en Béjar, nos regaló su magisterio, su socarronería, su acento asturiano a la hora de recitar, su vuelta de todo, su serenidad, sus preferencias, su relativismo, la manera de plantar cara este "áspero mundo", su vitalidad gozosa...
Su "Áspero mundo", su "Sin esperanza, con convencimiento", su "Grado elemental", su "Palabra sobre palabra", su "Tratado de urbanismo", su "Prosemas o menos" y todos sus libros fueron y serán siempre refugio para mis emociones y para mis sentimientos. Por eso quiero volver a ellos también en este momento. Que sean suyas las palabras y mío el recogimiento:

a)
"Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso,
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan solo esto:
un escombro tenaz que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento..."

N.B. Léanse los posesivos acentuados, a la manera asturiana, como lo hacía él.

b) "CUMPLEAÑOS DE AMOR

¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
-prolongándome vivo hacia la muerte-
se pasarán de mano en mano,
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina la tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama a mor, en suma.
Y los ojos
-qué importa que no sean estos ojos-
te seguirán a donde vayas, fieles."

y c)"MUERTE EN LA TARDE

De los cientos de muertes que me habitan,
ésta de hoy es la que menos sangra.
Es la muerte que viene con las tardes,
cuando las sombras pálidas se alargan,
y los contornos se derrumban,
y se perfilan las montañas.

Entonces alguien pasa pregonando
su mercancía bajo la ventana,
a la que yo me asomo para ver
las últimas farolas apagadas.

Por las cenizas de las calles cruzan
sombras sin dejar huellas, hombres que pasan,
que no vienen a mí ni en mí se quedan,
a cuestas con su alma solitaria.

La luz del día huye hacia el oeste.
El aire de la noche se adelanta,
y nos llega un temor agrio y confuso,
casi dolor, apenas esperanza.

Todo lo que me unía con la vida
deja de ser unión, se hace distancia,
se aleja más, al fin desaparece,
y muerto soy,
...y nadie me levanta."

Amén.

viernes, 11 de enero de 2008

!¿ME CORROE LA ENVIDIA?!

Se dice que uno de los vicios nacionales es el de la envidia. Y yo no me lo creo. Pero no porque no exista sino porque no la considero ningún vicio sino una virtud. Vamos a ello. Hoy envidio -ya se ve que soy un envidioso- al señor Rato y al señor Blair. O al menos creo que tengo derecho y hasta obligación de envidiarlos. Me pregunto cómo se puede haber producido en mí esa envidia y me la explico de la siguiente manera. No conozco método más humano ni más sencillo para explicar la vida que el de abrir los ojos, ver, observar, pensar y sacar consecuencias. Pues bien, abro los ojos y veo. Veo que estos dos señores -y muchos como ellos- tienen dos piernas, un corazón, una cabeza, comen, se reproducen, van al cine, supongo que piensan... O sea, como yo mismo. Porque yo me miro y me veo de la misma forma. Del panorama que me ofrecen las imágenes extraigo la consecuencia de que son seres como yo, con apetencias y necesidades similares, con una trayectoria vital y biológica parecida. Vuelvo a observar y veo que a ellos les recompensan económicamente en un año más que a mí en toda mi vida y me pregunto por qué será. Quizás, considero, su formación sea extraordinaria, pero trato de comparar y no la veo tan diferente. Pero es que, aunque así fuera, no me encaja en la inteligencia que este hecho tenga que comportar unas recompensas tan diferentes. Por si acaso, me gustaría confrontar con ellos mi cabeza y la suya, y a ver qué sale. Vamos, que no me salen las cuentas de ninguna manera. Por si acaso, considero la posibilidad de que trabajen muchas horas, pero miro el reloj y no pasan más que veinticuatro cada día; y algo tendrán que parar para comer, dormir y otras necesidades. Y por eso me parece una situación injusta. Y por eso me enfado. Y por eso siento envidia. Y por eso pienso que es bueno que sienta envidia. Y por eso me rebelo hoy aquí en estas líneas. Y por eso me gustaría que muchos se rebelaran después de sentir envidia. Y por eso creo que la envidia no es un vicio sino una virtud que mueve las conciencias ante situaciones que considera escandalosas.
Bien sé que hay muchas personas que defienden estas situaciones como propias de una vida en la que se mueven los mercados, en la que funcionan la oferta y la demanda, en la que "haber estudiado tú eso o haber estado en política como ellos", en la que "si se lo pagan es porque lo merecerán", en la que por algo será si así se produce. Pues yo sigo negándome de manera elemental y radical a dar por buenas estas situaciones que, me parece, poco tienen en cuenta las variables que la vida y el azar han ido poniendo delante de la vista y de las manos a cada ser hasta convertirlo en buena parte en producto de la casualidad. También sé que, cuando sale un vago, me fastidia mis principios y me deja con el trasero al aire, y sé también que existe el esfuerzo y el empeño personal. Pero sobre todo sé que la mayor parte de la población se esfuerza más que estos sujetos cada día y la vida los recompensa mucho menos que a ellos. Y, si existe eso que llamamos humanismo, supongo que tiene que ser para embridar la vida según las posibilidades humanas, o sea, desde la razón y no desde la suerte y desde la parentela.
De modo que hoy estoy envidioso de Rato y de Blair, y de... Y mira que, en el fondo, creo que me puedo pasar los días con cuatro cosas sencillas. Pero aún me queda la ilusión de que existen principios. Vale.
Por si encajan, estos versos de José Luis García Martin que ya he usado otras veces:
"Ni siquiera el amor nos pertenece:
es del azar, del tiempo, del olvido."

jueves, 10 de enero de 2008

LA GRACIA DE IGNORARSE

Era en tiempos un joven que vivía
ignorándose siempre. Cada tarde
fraguaba un mundo nuevo en sus deseos.
El campo se agrandaba y en el cuadro
no era más que un sencillo figurante.
Todo era acción, exceso, desvarío.

Pero creció el guión y fue llamado
a un papel principal en la película:
decisiones complejas, hechos, hijos,
algunos formularios personales;
en fin, los requisitos
de la vida diaria.

Fue en aquellos momentos
cuando desde lo hondo del espejo
fue creciendo una imagen solitaria,
con nombres y apellidos, con arrugas
en medio de la frente y en las manos.

Si antes vivía, ahora
se veía vivir: había perdido
la sacrosanta gracia de ignorarse.

Y el tiempo cuajó días y momentos
sujetos a sus ritmos. Los espacios
adquirieron medidas razonables.
Todo pesaba denso y gravitaba
en la esencia feliz de la memoria.

miércoles, 9 de enero de 2008

PERO NO LA DISTANCIA

Me pregunto, cada vez con más frecuencia, cuál es la función que desempeño en este mundo, sobre todo en lo que a la relación con los demás se refiere. A la realidad inevitable de los otros a mi lado y de mí mismo al lado suyo, se suman mis momentos frecuentes en los que constato lo apartado que ando de las costumbres, de los gustos y de los valores que mantienen en pie a esta sociedad. De modo que, tanto como necesito la presencia de los demás, necesito a la vez la soledad y compruebo, para mi desgracia, lo lejos que me hallo de tantas prácticas. La soledad la busco con frecuencia, pero no la distancia de ideas de los demás; esta no solo no la busco sino que me gustaría que no existiera para sentir cercanos los arañazos de los otros, las palabras de los otros, las acciones de los otros. Pero no puedo traicionarme y constato día a día que la distancia que me separa es demasiado grande, y hasta pienso que crece a cada hora. Mi hambre no es de fama ni de prebendas públicas, creo que no; a estas alturas me sentiría ya un fracasado si anduviera en esas conquistas que ya nunca podrán ser (ni falta que hace), y no porque a cualquiera le amargue un dulce sino por la imposibilidad y por la constatación de lo fútil e inconstante de todo esto.
¿Qué me queda, pues? Tal vez el refugio en mí mismo y en mis pequeñas cosas, en mi pensamiento y en mis acciones personales. Pero me sangra la herida pública. Me duele lo que veo, lo que leo y lo que siento. Nihil mihi alienum puto. Qué le voy a hacer.
Así las cosas, la solución está difícil porque no quiero ser ni un eremita que convive en el mundo, ni un fisgón al que, por contra, le gustan los ratos de soledad.
De nuevo me instalo en la duda y en ella vivo y hasta intento convivir.

Yo he de coger la rosa esta mañana
sin saber si me ofrece su perfume
o solo me refugio en las espinas.

Tengo un huerto plantado de unas flores
que esperan otras manos y otros ojos.
Voy a abrir la cancela. Los caminos
apuntan a mi huerto todos ellos.

Ven conmigo y podemos los rosales,
cojamos las manzanas, desbrocemos
de hierba los senderos. No me niegues
tus manos y la fuerza de tus besos.

Será más dulce el sol, más azulado,
tendrán sentido el tiempo y el espacio,
nada será ya ciego y solitario.

martes, 8 de enero de 2008

LA DEL PIRATA COJO

El vértigo de la vida tal vez se vea mejor en la quietud que en la acción. Los planos de la descripción y de la explicación nos exigen concentrarnos en la acción o en la reflexión. Cuando se actúa, el pensamiento queda atrás, en la reserva, en la recámara, como olvidado: se está actuando, se está viviendo, se está creando y nada puede distraernos de ello. En cambio, cuando nos movemos en el plano de la reflexión, la actividad se aquieta, se difunima, se concentra y aspira al concepto, a la deducción, al esquema ideológico.
Se suele defender como plano más elevado el de la reflexión frente al de la descripción, como un nivel más elaborado del pensamiento, como un estado más conceptual y más humano. También esta verdad me ofrece dudas. Sobre todo cuando no encuentro justificación para esas ideas y para esas reflexiones. Es verdad que, cuando la realidad y la biología han dejado suficiente pasto en el prado de la vida, lo que pide el cuerpo es la mirada lenta y retrospectiva, la reflexión pausada, la contemplación, el regodeo, la pausa, la síntesis. En cambio, cuando todo queda por delante, no hay necesidad de extraer consecuencias sino solo de vivir, de almacenar hechos, escenas y aventuras. Se trata de vivirlas, no de recordarlas ni de usarlas como pretexto para nada.
La elección de lecturas tal vez tenga que ver con esa idea. ¿Cuál es la edad adecuada para un libro de aventuras? Seguramente la de la niñez y la de la juventud. O al menos esa forma específica de acercarse a ellas, con el interés puesto en los hechos y no en las causas ni en las consecuencias.
He releído de nuevo La Isla del Tesoro. Se trata de un arquetipo de la novela de aventuras, y yo he querido olvidarme de reflexiones para dejarme llevar por los límites de la aventura de Jim y de John Silver, el malvado y adorado pirata con la pata de palo. ¿Qué admiro yo, la acción por la acción? No sé hasta dónde he sido capaz de olvidar el mundo que representan, los fines que persiguen, la estructura formal y significativa de la obra, los niveles de narración, la sociedad que se dibuja... En fin, no sé si no estoy demasiado cargado de prejuicios culturales como para dejar espacio libre a las aventuras por las propias aventuras. Pero, sobre todo, me asalta la duda y casi la angustia de encontrar finalidad y explicación a estos corsés que sujetan y encogen la obra. ¿Para qué valen? Tal vez solo para volver de nuevo a la vida con unos parámetros un poco más retenidos y controlados. Tal vez.
Tal vez cada edad tenga su propia lectura, aunque nos sumerjamos en la misma obra y en los mismos elementos literarios. Falta saber qué podemos y debemos exigir a las personas a las que pedimos que se acerquen a una obra determinada. A esta por ejemplo.

lunes, 7 de enero de 2008

NO APRENDO


Qué tarde de contrastes la de este siete de enero. Nos hemos vuelto a quedar solos en casa y el silencio suena. Mira que conozco la experiencia, pero no acabo de acostumbrarme a su realidad. En esta ocasión han sido más de ocho días los que han estado con nosotros Miguel Ángel y Merce, más que en otras ocasiones. Ya casi los pasillos se habían acostumbrado a ellos. Pero están de nuevo solos y se han hecho más grandes y vacíos. Los días han servido para corroborar las distintas velocidades con las que corre cada uno su vida. Tengo la impresión de que yo me como los días con mucha más pasión y con una aceleración infinitamente más ruidosa. Hasta el punto de que este contraste me duele en ellos. Tal vez la edad debería provocar acciones más tranquilas, y parece que lo que sucede es lo contrario. Acaso porque los referentes son cada vez más repetidos y miran al final de la partida y de la carrera. Quizás en otras edades la vida simplemente es vida, mientras que en otras es parte de un camino que mira hacia otras metas. Y la conciencia ciega y atosiga, empuja sin descanso, quiere dejar un rastro duradero con ilusión inútil, pues todo es pasajero y sin sentido.

Al fin las vacaciones se despiden. Mañana volveremos al trabajo. A eso que llaman trabajo tan solo porque se desarrolla cada día; como si las demás fechas no tuvieran acomodo en el calendario. Estoy bastante satisfecho de mis lecturas de estos días (los libros centenarios de Miguel Torga, los de la historia de Béjar -platerías y administraciones de justicia-, la novela del facha con tema semihistórico latino, y hasta una nueva lectura de las inmortales aventuras de La Isla del Tesoro. Sí, sí, también las aventuras inmortales. Con la música a cuestas y un buen regalo de Reyes en los cedés de Sabina y Serrat, mis cantautores favoritos, mi música favorita, mis ratos sabrosones en letras y en notas musicales, me voy poniendo en hora para mañana por la mañana. Estas fiestas oscuras, siempre casi a oscuras y a expensas de las obligaciones sociales y comerciales, se despiden. "Buen don Guido / ya eres ido..." No puedo decir "y para siempre jamás". Este tentempié social tan justiciero nos tendrá preparada la próxima para cualquier fecha inmediata. Lo que usted diga, patrón, a la cuesta de enero con las alforjas al hombro y un trocito de turrón. Esta mañana oía decir a un señor metido en años desde unos grandes almacenes: "Aquí, a nada, a acompañar a mi mujer, y a pagar, eso, a pagar." Toda una filosofía para el mes de enero.

Copio de nuevo unas palabras del diario de Miguel Torga que me valen por muchas razones: "Un domingo triste leyendo papeles viejos, a ver si encontraba valor para rasgarlos. !Cuánta ganga deja un poeta en su camino! Por cada expresión afortunada, !cuánta ingenuidad, cuánta estupidez, cuánta torpeza! (...) También yo he flaqueado hoy, una vez más, frente a esta muestra de mis incapacidades. Tal vez porque clamasen pidiéndome la vida y me faltase ánimo para estrangularlas; tal vez por la esperanza, aplazada hasta más allá de lo razonable, de mejorarlas; tal vez pensando, en lo más profundo de mí mismo, que tendré tiempo para destruirlas antes de morir; o tal vez, más verosímilmente, porque son el soporte sensible de ciertos momentos gratos y nunca cristalizados..." Pues eso.

domingo, 6 de enero de 2008

LA LISTA

Leo en un periódico de tirada nacional la publicación de una lista de las cien personas con más "poder/influencia" de España. Con todas las atenuantes que se le quieran añadir al asunto, la lista no deja de ser un reflejo más o menos claro de por dónde van los tiros. Es verdad que, a pie de lista, se informa de algunos de los "expertos que han colaborado" y enseguida se descubre que son personajillos de segundo o de tercer orden paro de la misma ralea. Sería difícil, con esos mimbres, esperar otro cesto. Pero, a pesar de los pesares, hay lo que hay. Y ahí están la política, las finanzas, los medios de comunicación y la iglesia. Para expurgar algún representante de la cultura hay que dejarse las cejas en el intento. Se diría, en un comentario breve, que, junto a los inevitables números uno de la política, lo que importa es el movimiento del dinero y los héroes son los que lo tienen en sus manos. Junto a ellos, los que mueven la opinión tratando de perpetuar la situación, o sea, sus acólitos, y, con ellos, los otros héroes sociales del deporte, de la música o la moda, esos cuyo único mérito es haber sido dotados por la naturaleza de una manera especial. Para bendecirlo todo, la iglesia con sus jerarcas. No es mala paella con estos ingredientes. Repito, hay lo que hay.
Pero lo hay porque el partido social tiene sus espectadores a diario, porque los héroes son ensalzados desde los púlpitos religiosos y de los otros, pero los fieles acuden fieles a la llamada y se encuentran cómodos en esa estructura. Si lo digo en tono crudo: los dueños existen porque los esclavos lo son y además están agradecidos, jalean a sus agitadores y se ponen a su servicio para lo que haga falta, en la plaza de Colón, en la Gran Vía o en el dial.
¿Cómo es posible que una persona como el director del Mundo, y uno de sus subdirectores, en un periódico absolutamente amarillo, personalista y que comercia a precio de millón con la sangre de los muertos, puedan aparecer entre los más influyentes de este país? ¿Qué salud es la de una sociedad que somete su voluntad y sus actividades diarias a las decisiones de un banquero como Botín o de otros poderosos en economía? ¿En qué estado terminal anda esto si un personajillo que influye tanto se llama Luis María Anson? ¿Qué hacen nombres de cardenales en una sociedad que se pretende civil?
Hay algo peor que todo esto. No es lo peor tener poder sino ejercerlo mal. Y vivimos en una sociedad en la que los puestos se exhiben como si fueran conquistas personales e intransferibles cuando casi siempre son más producto de la casualidad que otra cosa y, en cualquier caso, tendrían que estar al servicio de todos.
Fijaos que ni siquiera están en la lista los Reyes Magos. Acaso porque también andan al servicio de los que aparecen en ella.
No me resisto a volver a copiar este poema satírico que ya publiqué hace bastante años, dedicado a uno de esos "poderosos/influyentes". Es un poema acróstico y como tal hay que leerlo:

Porque la gracia se encargó de odiarte
En medio de las perlas de la moda,
Donde el cuerno florece sin descanso,
Rapú de los payasos y las togas,
Oloroso bufón de Carabaña.

Juglar de los infiernos, tus tirantes
Omiten tus encantos de odalisca,
Tatuados de noches de bragueta
A la caza febril de Exuperancias.

Raro reptil rumiando mil recetas,
Ahítas de venganzas y de odios,
Mendigo miserable de la fama,
Instigador del odio y la patraña,
Recaudador mediático que cobras
En euros cada gramo de ponzoña,
Zahúrdas para ti, bufón de España.

sábado, 5 de enero de 2008

UN REGALO DE REYES



Pues dicho y hecho, que me regalé un paseo. O mejor, se lo regalé a Manolo Casadiego y él me lo regaló a mí. "¿Hacia dónde tiramos?" "Naturalmente, hacia donde tú digas, que eres el técnico." "El cielo está encapotado y amenaza un poco de lluvia. Por si acaso, iremos hacia la Centena y por allí ya veremos". "De acuerdo, y no se hable más."
Y salimos un pie tras el otro y una palabra detrás de la anterior, sin rumbo definido aunque con un fin bien perseguido: pasar la mañana en el campo, al lado de la naturaleza. Santana nos aguardaba gris y plomiza. "Qué buenos perfiles para el paseo y para las fotos tiene este paseo en primavera", me comenta Manolo. "Pues no te quiero ni contar lo utilizado que está en otoño por tanta gente que se llega hasta aquí dando un simple paseo." Hoy la fuente se oye en la soledad del paraje. Nadie la contempla salvo nosotros.
Cuando llegamos a La Centena, reposamos la vista sobre el paisaje bejarano, sobre esta extensa lanzadera que es la ciudad, desde Picozos hasta Palomares, subida en este cerro oblongo y bordeada por las depresiones del río y de las huertas. Y me vino a la memoria la hermosa leyenda de Los Hombres de Musgo, escondidos allí mismo, en aquellos parajes, pendientes del momento oportuno para el asalto a la ciudad, vestidos con trajes naturales mohosos y mimetizados en el color verde de todo el paisaje. Son estas las leyendas que adormecen el discurrir diario de tantos pueblos y de tantas comunidades, necesitados acaso de algún agarradero difuso con el que seguir soñando. Qué falsedad histórica y qué hermosa la leyenda. Y, en ese fondo difuso e inconsistente, siempre los enfrentamientos, la pelea, las religiones, los enemigos, las conquistas, los poderosos y los vencidos. "De todas las historias de la Historia, la más triste, sin duda..." Ahora andamos empeñados en hacer la fiesta del Corpus (otra que tal baila) de interés regional o nacional, y no la entenderíamos sin el acompañamiento de estos hombres achaparrados y tambaleantes que salieron (adónde coños irían) de estos parajes para dejar la ciudad bajo el nombre de los cristianos. Vaya por Dios.
Pero el paseo continuó y nos llevó, por un sendero estrecho y húmedo, hasta el famoso cedro centenario que señorea en la ladera umbrosa del monte. Este sí que es testigo histórico de idas y venidas, de gozos y de sinsabores, de amores y de desamores, suma y recuelo de andanzas químicas que se han quedado ancladas en el suelo para que nosotros las contemplemos y midamos nuestras fuerzas y nuestras dimensiones. Qué pequeños y qué limitados en todo. Anda que no ha chupado este -que diría un castizo- nevadas y ventiscas, noches oscuras y claros de luna, calores y fríos, besos y caricias, reproches y malos modos. Pues ahí sigue, impasible y altivo, viendo pasar el tiempo. Y no es la calle de Alcalá. Ni falta que hace. Dicen que hacen falta veinte brazos para poder abarcar su tronco. Tal vez. Nosotros lo miramos y nos lo llevamos en la cámara y en la mente.
Después, camino y más camino. Todo en un vergel de hojas de roble y de castaño, rendidas ya ante la humedad y a punto de disolverse en el suelo y de tornarse suelo ellas también. Por aquí se rodaron algunas escenas de la película El Bosque Animado. Esto es el bosque animado, con sus brumas, con sus apariencias de sonidos, con la niebla apuntando en este día gris, con los árboles apuntando al cielo y ahora desnudos. El camino a veces se bifurca y apunta a distintos lugares. El campo es todo para todos.
Nosotros nos acercamos a la Fuente de la Señora, adivinamos la Fuente de la Teja, bebimos agua en varios manantiales, atravesamos por dos veces el Regato de Los Horquitos (a ver quién me desentraña esta etimología) y desembocamos en la Finca de La Francesa. Desde allí se afila una extraordinaria perspectiva de la ciudad de Béjar allá a lo lejos, una vertical de Peña Negra, que se nos viene encima, y otra más amplia que apunta hacia la Peña de Francia. Buen sitio para reponer fuerzas. Por qué no. Vamos a ello. Recreo para el estómago y más para la vista. Tenemos ahora enfrente de nosotros el nuevo viaducto que se construye para la autovía y comprobamos que avanza a marchas forzadas pues ya sus pilares se alzan majestuosos sobre el río.
Pero hay que seguir. Y seguimos. En descenso hacia la vetusta vía del tren y hacia la carretera. Pronto nos desviamos por el camino del Rosal, que nos deja en la base de la Ruta de las Fábricas en sentido oeste-este y a los pies de la muralla más antigua de la ciudad. Del recorrido a la orilla del río ya he hablado en otras ocasiones y no quiero repetir sensaciones. Hoy el río lleva poca agua, pero sigue agotándose en el movimiento de turbinas por aquí y por allí.
Cuando iniciamos el ascenso por la calle Nogalera, nuestro paseo llega a su fin. Ahora nos esperan los Reyes Magos. A mí me pareció verlos por las laderas de la montaña. Al menos a mí me dejaron el mejor regalo en el camino. Quizás les quede algo perdido en las alforjas. Mi ilusión ya está cumplida. Vale.

viernes, 4 de enero de 2008

UN BUEN REGALO



Se desgranan los primeros días del nuevo año entre las diversas caras de la naturaleza que quieren dar fe de su presencia. Agua, nieve, sol, aire, tierra..., ser humano en definitiva. La sierra está cargada y ahora sí es una loba con ubres bien dispuestas para ofrecerse a todos. Mi terraza hoy es más blanca y más pura, y acaso es un belén blanco en medio de la nieve y de los cielos.
¿Por qué esta religión occidental se empeña en mantener en tensión a los fieles? Desde que un mesías vino a salvarlos, los tiene preocupados, desde el nacimiento hasta que suenan las campanas a duelo de muerte, por saber si se están cumpliendo los plazos, si todo está en orden, si los merecimientos y las recompensas nos dan un saldo favorable o hay que invertir en la cartilla de la vida. Coño, siempre anda el personal con temor y con miedo. Los orientales se ríen un poco de los occidentales porque ellos se ponen a orear en la vida el tiempo que les toque y, cuando sienten su ineptitud, se retiran, como quien no quiere molestar, camino de la muerte y del nirvana. Y siempre con la sonrisa puesta, como ajenos a todo lo que no sea vivir, mirar, contemplar, soñar y gozar. Me viene a la memoria la imagen del Dalai Lama, siempre tontorrón en la sonrisa, alegre en el gesto, como despreocupado, desafiante a todo desde su serenidad, acaso porque no sienta nunca mal tiempo y por eso no tiene dificultad para poner buena cara.
Nosotros, los occidentales, siempre vivimos angustiados porque todo nos habla de pecados y de eternidad en llamas. Y cuando no es la religión oficial, lo es la otra religión, la verdadera, la de la práctica diaria, aquella de la que todos somos fieles -espero que no todos talibanes-..., la inigualable fiebre del dinero. También en esa religión laica el ser vive angustiado y pendiente del plazo de la letra; lo demás todo es cumplir los ritmos y dejarse llevar por las costumbres.
Estos últimos días -también mañana- se nos van en carreras por alcanzar la cola de los regalos, el cumplimiento exacto de este postrer precepto, la liturgia exigente del derroche innnecesario.
Yo ofrezco un buen regalo, que no exige temores ni venganzas, que resulta barato, prácticamente gratis, que no exige ni colas ni descuentos, que existe en todas partes. Se trata de un paseo por el campo, de un rato de contacto con todos los elementos de la naturaleza, con esos primeros hermanos y con esos últimos parientes que siempre nos esperan y que ya nos ofrecen lo más limpio de todo. Conocerlos, tratarlos, sentirnos como ellos, reconocer esa hermandad precisa que al final siempre salva, y tratarlos como una cosa nuestra.
No diréis que no es fácil. Aunque solo sea por quitarles trabajo a los Reyes Magos y repartirlo entre los republicanos.

jueves, 3 de enero de 2008

MIGUEL TORGA


Llevo una semana cumplida engolfado en el conocimiento personal y literario de Miguel Torga, un escritor portugués fallecido hace escasos años de quien yo conocía muy poco. Lo he hecho a través de más de mil apretadas páginas en las que él mismo se ha ido desnudando hasta darse completo en sus diarios y en su larga obra autobiográfica "La creación del mundo". Era una más de mis deficiencias que he visto subsanada con placer.
Miguel Torga es un credador que, en realidad, no sale de sí mismo cuando escribe y que explota como monotema su propia vida y sus preocupaciones personales. Parece como si el mundo comenzase y terminase en su persona y en su pueblo y todo estuviera movido por una potentísima fuerza centrípeta. San Martinho de Anta (Agarez en sus escritos)como pueblo, Coimbra como región, Portugal como nación e Iberia como horizonte. Los paisajes de su pueblo forman la gramática de sus obras, en ellos se recrea y en ellos se explica.
Sus diarios son la nervadura que va dando sangre a todo un pensamiento, a toda una suma de ocupaciones, a todo un sortilegio de ideas. Leerlos es conocer su persona, descubrir un modelo de vida, apasionarse o rechazar unas propuestas. Siempre he defendido que la altura de un creador -de un poeta más en concreto- viene definida por la capacidad de sustentar la obra en la vida del autor. Si hay similitud, entonces se produce el milagro de la confianza y de la verosimilitud; en caso contrario, todo se cae del pedestal y termina en el cesto de la incongruencia y de la falsedad. Toda creación es autobiográfica directa o indirectamente. Cuando la obra y la vida corren en paralelo, todo es más auténtico.
Por eso, en el caso de Miguel Torga, conocer su autobiografía es conocer ya su obra y su pensamiento, porque es lo más genuino que nos pudo dejar, lo más personal e intransferible. Como además está jalonada de poemas, pues todo servido en el mismo plato.
Pienso ahora en lo frecuente que es dar a conocer un autor "desde fuera", desde el conocimiento de una persona teóricamente entendida en la materia. Qué pobreza tan infinita. ¿Qué tengo yo que enseñar de Lorca como creador que no lo enseñe él mismo en su obra? ¿Por qué no ir directamente a la lectura de sus textos para, desde ellos, extaer consecuencias? ¿Alguien quiere acordarse -y avergonzarse- de la forma de enseñar literatura hace no muchos años? ¿Y de ahora mismo? Leer, leer, leer, y, cuando quede un ratito libre, seguir leyendo.
Es Miguel Torga uno de los mejores autores portugueses del siglo veinte. Sospecho que solo es conocido en círculos reducidos. No debería ser así. Como no debería ser el desconocimiento de tantos otros autores portugueses, ahí mismo, a nuestro lado y tan lejos a la vez.
Voy a darle voz a Miguel Torga en mi diario:"Era lo que tenía la edad. Cuando no entorpecía completamente el entendimiento, lo hacía clarividente. ¿Qué había hecho yo de mi vida? Un rosario de contradicciones irremediables. Ese hombre que por fuera parecía un monolito de seguridad, por dentro era una amalgama de dudas. Estaba sediento de absoluto y no había conocido más que el gusto amargo de lo relativo. Era profundamente religioso y nunca había podido doblar mis rodillas ante ningún altar. Era medularmente afectivo y me había grangeado, sin saber por qué, junto a algunas amistades firmes, un sinnúmero de encarnizados enemigos. Afectado por una timidez enfermiza, me había pasado todo el tiempo compensándola con actos de violencia (...) Agarez no era una cuna prometedora. El que allí veía la luz por vez primera estaba atado de por vida de pies y manos (...) Aunque guardase la rica herencia de algunos bienes ancestrales, difícilmente accedería al usufructo de bienes menos sumarios (...) Tendría que empezar a vivir de nuevo, deletreando la cultura, urbanizando sus gestos, adecuando su comportamiento. Ese era precisamente mi caso."
De esta gente es de la que me siento próximo. Este es el tipo de seres que me interesan.

miércoles, 2 de enero de 2008

PENITENCIA Y FACTURAS


Me dejan estos días ratos libres para revisar este mi blog y me encuentro con demasiados gazapos ortográficos. Como mi intención es trasladarlo a papel, acometo el trabajo de la corrección, entono el mea culpa ante los lectores y prometo fijarme un poco más antes de colgar las palabras y de hacerlas públicas. En mi caso, la corrección se debería dar por conseguida pues, aunque poco, algo me pagan por controlar estos asuntos a diario. Así que empiezo a hacer penitencia. Me dicen que lo mejor es escribir en Word y después copiar en el blog. No sé si lo voy a hacer así siempre porque las prisas son las prisas y mi paciencia es siempre escasa. Pero la intención se hace pública y hasta se reconoce la razón de alguna malagueña que me lo ha insinuado alguna vez. Vale.

Comienzan los días prosaicos del nuevo año, aunque a mí me cojan en vacaciones y con tiempo libre. Las primeras noticias repiten siempre una ristra de subida de precios que cogen al personal a traición y rascándose el bolsillo en las compras de estas fiestas. Agua, luz, gas… Todo eso que resulta imprescindible en el día a día. Con independencia de porcentajes -siempre tengo la sensación de que suben más que los sueldos y que empobrecen progresivamente al consumidor-, lo que quiero destacar es que este proceso resulta inacabable y necesario para el sistema en el que nos movemos, que nos zarandea y nos tiene a su antojo. No hace falta haber estudiado economía para entender que a este sistema nunca le cuadrarán unos precios estables, sino cambiantes y siempre al alza; eso obligará al movimiento del dinero y al intercambio de mercancías. ¿Quiénes estarán siempre en ese camino, acechando el paso de los camiones? Pues los de siempre. Y el que no quiera meterse en el tráfago del consumo será devorado e ignorado por el padre sistema. De modo que plantearse un crecimiento sostenido, con variables que no respondan al egoísmo inmediato son simples fantasías y lelas ilusiones que pueden mantener solo los que tienen una paga segura que les cubra con holgura el paso del mes o los que se tiran al monte con la pistola en la mano a gritar que todo esto es una mierda.
La gran mayoría silenciosa ve pero no mira, y si mira, cambia la vista para otro sitio, se sumerge en las rebajas y Dios proveerá. Un momento de mal humor cuando llega la primera factura y a tirar millas mirando a los famosos de turno. De bobadas también se vive. Menos mal que este asqueroso sistema capitalista necesita consumidores y no los puede dejar morir del todo de hambre porque le va la supervivencia también en ello. Pero, Dios mío, a qué precio.
Consumidores del mundo, SOIS UNOS GILIPOLLAS.

N.B. ¿Cuántas erratas habrá hoy?

martes, 1 de enero de 2008

AÑO NUEVO



Cualquier hora es temprana para levantarse en este primer día del año. Seguramente es este el día más pequeño pues buena parte de su luz se ve velada por el sueño de los trasnochadores. Es como si quisiéramos comenzar negándonos al sol y a la luz, en una carrera desenfrenada en la que precisamente caminamos hacia el triunfo de esa luz.
Cuando eran un poco más de la nueve, el día andaba ensayando guiños desde lo alto de la montaña, entre unas nubes grises que casi negaban sus rayos. Desde allí, desde la montaña, han sacado a su manera el día del abismo y lo han puesto a lucir en todo el valle. Lentamente, a mi terraza han ido llegando los rayos que aclaraban las calles y las casas, el río y los paisajes. Por el Puente Viejo he conseguido ver sin ruedas el asfalto, y las aceras se estiraban solitarias calle arriba y calle abajo, sin paseantes. El silencio era un poco más denso y solitario.
Me gusta imaginar, también para estos casos, otras formas de celebrar esto que llamamos Noche Vieja. El tópico mostrenco nos lleva a los ruidos, a las aglomeraciones y a los matasuegras, como si el mundo se redujera a imbéciles sin cuento. !Y hay tanto por ahí con otros pensamientos...! Pienso, por ejemplo, en gentes solitarias, ajenas al bullicio y a los ruidos, serenas por naturaleza o por obligación; pienso en tantas personas como esa noche sencillamente trabajan para que otras digan que se divierten o algo así; pienso en las personas que poco o nada se dan por aludidas en esto del cambio de año; reconozco a los que sufren y no pueden estar; entiendo a los que están pero no quieren estar; me siento solidario con todos los que ven estas horas con otros ojos y recrean imágenes diferentes.
Desde hace bastantes años cultivo una costumbre que me convierte en raro, una vez más. Cuando los relojes oficiales han dado las campanadas, cuando los vinos y los parabienes han saludado el nuevo año, cuando tanta gente anda pensando en dejar sus hogares y en comenzar el bullicio de luces y de fiestas, me abrigo y me sumergo en lo oscuro de la noche, desciendo por Olivillas, me acerco hasta la Fuente de Doña Elisa, me quedo contemplando las estrellas, les pregunto por su condición de espectadoras del paso del tiempo, me sonríen burlonas y cómplices, como diciendo "otra vez aquí", paseo por la carretera entre el brillo de las farolas, la oscuridad del cielo y el ruido que crece allá a lo lejos en las calles de la ciudad... Y pienso. Pienso en el paso del tiempo, me sonrío burlonamente de algunas cosas, me siento nada en medio de la noche, doy gracias por seguir viviendo, me reconozco en medio de tanta gente, desconocido y solo casi siempre, y lentamente vuelvo al bullicio de las calles para recogerme con la compañía de la familia que tengo más cerca. Cuando paseo de nuevo por las calles, todo me devuelve a lo grosero, a lo mostrenco, a lo repetido, a lo vulgar, a los excesos, a lo que menos me llama.
Esta mañana me he levantado con el silencio puesto en el paisaje, he mirado a lo lejos; enfrente, como siempre, la montaña, sus faldas y sus lomas, como cada día, como cada hora. Mis primeros minutos han sido, como cada día, para estirar mis músculos, después me he detenido en la lectura de páginas de los diarios de Miguel Torga, un portugués auténtico de no hace muchos años; un breve desayuno y estas líneas de saludo al nuevo año. Lentamente, empiezo a percibir ruidos diarios. El día, el primer día de este año, aunque muy lentamente, se despereza y echa a andar. También yo con él. Y todos vosotros. Que el camino sea leve y sus huellas gozosas.