martes, 22 de enero de 2008

NO ES FÁCIL

La vida es un camino bastante pedregoso, que a veces se angosta y a veces se amplifica. Pero, sea como sea, el camino se va haciendo, las etapas se van consumiendo y el resumen cada vez va siendo más extenso. Hay algún momento impreciso en el que ese resumen resulta más extenso que el resto de la senda. Entonces la vista se atolondra y se descuadra, se descubre mirando a cualquier parte y corre el peligro de no fijarse bien en los escollos del camino. Pero hay algo más claro y más preciso; es el paso del tiempo. Es verdad que la sensación es la de que el tiempo pasa cada vez más deprisa y que su medida nunca es lineal simo progresiva, que su velocidad siempre crece y nunca decrece, pero no es menos cierto que, cuanto más cerca sentimos el abismo, más nos sobra ese tiempo.
Y es que uno se acostumbra a fijar más sus gustos, a mirar más atrás que al horizonte, tal vez por ese miedo del abismo, a dar por bueno aquello que alguna vez hicimos y a dejar para luego el futuro incierto y trabajoso. ¿Para qué quiero una tarde, por ejemplo, si no sé henchirla de proyectos y de ilusiones? Sé que, si me descuido, todo es repetición, pasos ya dados, encuentro con las mismas experiencias que ya me suenan viejas, huellas del mismo surco.
No es fácil conseguir que cada día surja una nueva idea, que cada mañana parezca anegada por distinta luz, que cada noche el recuento sea limpio y complacido. Y, sin embargo, ahí está la tarea, el vigor, la victoria contra la nada, la derrota del tiempo. Yo seré vencedor contra mí mismo si sé pillar la chispa de la vida, seré cada día un dios menor si logro entender todo como algo personal e intransferible, como algo que pongo a mi servicio, como una luz no usada, como una acera limpia en cada calle, como una nube blanca después de un día al raso. Ahí están mi tarea y mi desgracia, mi lucha hasta alcanzar la última derrota, la ilusión que me mantiene en pie, la gracia que me evade de la inercia, lo que da algún sentido al sensentido, la paz y la batalla, en fin, de cada día.
Y no es tarea fácil todo esto, al menos para mí y para mis fuerzas. Pero vamos a ello, a comernos la vida y sus miserias, a bebernos el zumo de sus risas, a gozar de sus gozos, a morir con sus muertes, y a vivir si nos dejan hasta que el tiempo se olvide de nosotros cruel y justiciero. Vamos, tíos, a ello.

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