He dedicado la tarde a visitar a mi madre. Cada vez más arrugada, cada vez un poco más suya y menos nuestra, cada vez un poco más en la distancia, cada vez un poco más en la nebulosa de la conciencia y la inconsciencia, cada vez más en el limbo de los justos, cada vez más tributo del tiempo, cada vez más mi madre. Y hoy ha habido más cosas para Nena y para mí mismo, pero mi pensamiento sigue a estas horas en ella y en su estado. Valgan estos versos apresurados y de primera toma:
Son para ti estos versos susurrados
porque tú no me oías esta tarde
sentada en tu butaca, reina.
Dormitabas
en un sueño profundo y solitario.
No me atreví a besarte de inmediato
por que no despertartas
y entendieras de pronto
la fe de mi presencia. Tú que tanto
preguntas por mi ausencia.
Son para ti estos versos que te mando
hasta ese reino que en silencio habitas,
donde bien sé que quieres que te llame
para que vaya a verte.
Porque te miro,
me anego en tus arrugas como un náufrago,
selecciono tus venas, tan pegadas
a tu piel y a tus huesos, te presiento
cada vez más lejana,
como diciendo adiós muy poco a poco.
Son para ti estos versos esta noche
en que me habita tu presencia, madre.
jueves, 17 de enero de 2008
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