sábado, 19 de enero de 2008
SOY INTERTEXTUAL
Todo lo que yo escribo está ya escrito antes. Las formas, las ideas, los perfiles, los tonos, los esquemas. Y si no lo estuviera, cualquier otro lo repetiría detrás de mí. ¿Por qué entonces el empeño en estas páginas? Pues porque, a pesar de todo, son mías, son el resumen de mi conciencia, me representan por esta ventana, aseguran que existo, me estiran en el tiempo y el espacio, dan fe de mi presencia, aseguran que aquí sigue un tipo que se empeña en darle vueltas a este sinsentido de la vida.
Casi todo -acaso todo- es intertextual, va y viene de unos textos a otros con la confianza de quien sabe que solo hay una casa, la que habitan aquellos que se sienten habitantes del mundo y de la vida, la que se esponja y se anega, la que se seca y se muere de sed. Yo he nacido para ser algo absolutamente agónico, perseguidor de algo, caminante siempre, buscador de tesoros, interiorista de mí mismo, operador de mi propia ceguera, condenado a seguir por un camino oscuro que no lleva tal vez a ninguna parte. Y el día que deje la agonía, el padecimiento, la sensación de vértigo, la duda que me habita, la certeza del tiempo derrotado, aquel día mi vida será otra o habrá dejado de ser mi vida, o simplemente vida.
Me gustaría la gloria del momento, la paz de los espacios definitivos, la seguridad de las cosas, la certeza de mis afirmaciones, la esperanza de alargar el tiempo y el espacio, la fe en lo que no veo ni presiento, la caridad de aquello que me acoja en su seno y me tranquilice, el sosiego del alma serena, la armonía de mi razón y de mi vida, el reposo del guerrero después de ser guerrero, la amistad con la luz de mis ideas, la concordia entre el corazón y la cabeza, el concilio de todas las discrepancias, la quietud del pensamiento en calma, la unión con el silencio, la ataraxia tal vez.
Pero sé que no es cierto, que todo es un deseo no cumplido, que cada día me pilla buscando en las esquinas, que se llega la tarde y sigue el ronroneo, que por la noche siguen las pesquisas. Y siempre agonizando, dando vueltas a todo lo que puebla mi conciencia. Agonista, egotista, egoísta, yoísta, enmimismado siempre. Quizás como cualquiera otra persona, simplemente.
Para decir tan solo estas palabras, no sé cuánto he robado de otros sitios; no más que otros lugares me roban a mí mismo.
N.B. Y todo esto con un día extraordinario, de nuevo en el vaivén de la naturaleza, con Trucho, con Manolo, y hoy también con Jose (así, sin acento) Blázquez. Por el Regato del Oso, por los amplios pinares que dan brillo a la falda de la sierra, con las escasas nieves sobre nuestras cabezas, con el sol reluciente en pleno mes de enero, con todo o casi todo lo demás a nuestros pies, con un día más para buscarme a mí mismo y descubrirme nada o casi nada en medio del discurrir del tiempo y del espacio.
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