lunes, 7 de enero de 2008

NO APRENDO


Qué tarde de contrastes la de este siete de enero. Nos hemos vuelto a quedar solos en casa y el silencio suena. Mira que conozco la experiencia, pero no acabo de acostumbrarme a su realidad. En esta ocasión han sido más de ocho días los que han estado con nosotros Miguel Ángel y Merce, más que en otras ocasiones. Ya casi los pasillos se habían acostumbrado a ellos. Pero están de nuevo solos y se han hecho más grandes y vacíos. Los días han servido para corroborar las distintas velocidades con las que corre cada uno su vida. Tengo la impresión de que yo me como los días con mucha más pasión y con una aceleración infinitamente más ruidosa. Hasta el punto de que este contraste me duele en ellos. Tal vez la edad debería provocar acciones más tranquilas, y parece que lo que sucede es lo contrario. Acaso porque los referentes son cada vez más repetidos y miran al final de la partida y de la carrera. Quizás en otras edades la vida simplemente es vida, mientras que en otras es parte de un camino que mira hacia otras metas. Y la conciencia ciega y atosiga, empuja sin descanso, quiere dejar un rastro duradero con ilusión inútil, pues todo es pasajero y sin sentido.

Al fin las vacaciones se despiden. Mañana volveremos al trabajo. A eso que llaman trabajo tan solo porque se desarrolla cada día; como si las demás fechas no tuvieran acomodo en el calendario. Estoy bastante satisfecho de mis lecturas de estos días (los libros centenarios de Miguel Torga, los de la historia de Béjar -platerías y administraciones de justicia-, la novela del facha con tema semihistórico latino, y hasta una nueva lectura de las inmortales aventuras de La Isla del Tesoro. Sí, sí, también las aventuras inmortales. Con la música a cuestas y un buen regalo de Reyes en los cedés de Sabina y Serrat, mis cantautores favoritos, mi música favorita, mis ratos sabrosones en letras y en notas musicales, me voy poniendo en hora para mañana por la mañana. Estas fiestas oscuras, siempre casi a oscuras y a expensas de las obligaciones sociales y comerciales, se despiden. "Buen don Guido / ya eres ido..." No puedo decir "y para siempre jamás". Este tentempié social tan justiciero nos tendrá preparada la próxima para cualquier fecha inmediata. Lo que usted diga, patrón, a la cuesta de enero con las alforjas al hombro y un trocito de turrón. Esta mañana oía decir a un señor metido en años desde unos grandes almacenes: "Aquí, a nada, a acompañar a mi mujer, y a pagar, eso, a pagar." Toda una filosofía para el mes de enero.

Copio de nuevo unas palabras del diario de Miguel Torga que me valen por muchas razones: "Un domingo triste leyendo papeles viejos, a ver si encontraba valor para rasgarlos. !Cuánta ganga deja un poeta en su camino! Por cada expresión afortunada, !cuánta ingenuidad, cuánta estupidez, cuánta torpeza! (...) También yo he flaqueado hoy, una vez más, frente a esta muestra de mis incapacidades. Tal vez porque clamasen pidiéndome la vida y me faltase ánimo para estrangularlas; tal vez por la esperanza, aplazada hasta más allá de lo razonable, de mejorarlas; tal vez pensando, en lo más profundo de mí mismo, que tendré tiempo para destruirlas antes de morir; o tal vez, más verosímilmente, porque son el soporte sensible de ciertos momentos gratos y nunca cristalizados..." Pues eso.

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