jueves, 31 de julio de 2008

DE LA INUTILIDAD DE TODAS LAS PALABRAS


Estaba convencido de la inutilidad de todas las palabras. Hasta aquella verdad había llegado con paso lento y en el recorrido había invertido buena parte de su vida. Primero fue un período de largo parlucheo en el que todo lo convertía en sonidos, en el que siempre era el centro de todas las reuniones, en el que las verdades pasaban por sus manos y a todos sorprendía con sus aparentes soluciones. Pero algo no esperado lo fue separando de los corrillos, lo situó a la orilla, lo fue apartando y lo fue dejando como sin ser notado. Hasta que se instaló en el silencio. Al principio preguntaban por él, mas fue por poco tiempo porque al cabo nadie lo echó de menos. Se opinaba de todo, como siempre, pero sin recordar que allí faltaba la opinión que había sido imprescindible.

¿Por qué aquel retraimiento, aquella soledad, aquel silencio? No había sido consciente de lo que había pasado, pero sí se encontraba despertando como con el calor del cuerpo satisfecho, como con una invitación continua a seguir esa senda que lo dejaba solo rumiando las palabras en su mente, sin esperar respuesta ni consejo.
Aquella mañana se echó a ello, a pensar en la fuerza del silencio, a analizar las causas y a proponer las pautas del futuro. Y descubrió sin esfuerzo que las palabras suceden a los hechos, que no son otra cosa que el trasunto de lo que se destila de la vida, que en ellas se resume la faz de la existencia. Y entonces repensó sus pocas obras, esas que habían llenado sus mañanas y sus tardes, todas aquellas, casi todas, que habían pasado sin hacer ruido, con el silenciador a cuestas, mezcladas con los hechos que no tienen sentido, llevadas de la mano por el tiempo, como si fueran niñas despeinadas. Y señaló esas otras que parecieron hitos importantes, que señalaban cauces y caminos, y no vio que duraran en el tiempo. Incluso se detuvo en dar realce a dos o tres sesiones importantes en las que conquistó la victoria con el uso feliz de las palabras, y las vio también lejanas y difusas, como no reconociéndose en ellas.

Y quiso descansar y echar la vista al frente, pensando en los asuntos más cercanos, en los de los días próximos. Y de nuevo encontró el malentendido, la grosera verdad de la palabra, la imposibilidad de hacer partícipes a los que lo escuchaban.
Y decidió salir por pies del patio, desdibujarse en aire, internarse en el bosque, adentrarse en lo negro de la cueva, conversar con el fuego, llenarse los sentidos de simples sensaciones, mirar y contemplar, y soñar que soñaba simplemente.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Las palabras están a nuestro servicio son reflejo de nosotros mismos, de nuestra manera de sentir,soñar, y vivir nos sirven para transmitir y desfogarnos, para contar tristezas y alegrias,estados de ánimo,deseo,pasión o enfado podemos jugar con las palabras a tantas cosas como deseemos,lo malo es que hay que saber jugar y todos no tenemos la misma capacidad, tu la tienes, utilízala porque es un placer leerte y compartir.