martes, 15 de julio de 2008

NO PASA NADA SI A MÍ NO ME PASA NADA

Y van pasando los días como pasan los rayos y llegan las noches. Después de mi paseo mañanero por las proximidades del pantano y del río, me he sumergido en otras aguas, las que destilan de la nueva publicación de Luis Felipe Comendador. Se trata de un libro de apotegmas, sentencias, aforismos, proverbios o yo qué sé, que agranda aquel “Aráñame” de no hace mucho. El nuevo producto toma nombre de una de las sentencias que se incluyen en el mismo: “NO PASA NADA SI A MÍ NO ME PASA NADA”.
Definitivamente creo que LFC anda mejor en las distancias cortas y que hace bueno aquello de que lo más bello quizás sea el silencio. En este caso tenemos incluso un prólogo profesoral y todo, que parece que no pero coloca al texto en otra dimensión, tal vez traicionando un poco el espíritu del mismo. Bueno, yo qué sé. Yo voy a aprovecharme del mismo -aquí lo anuncio y el que quiera ya puede ir denunciándome- porque lo voy a usar como rosario de sentencias que me empujen a decir algo sobre lo que yo creo que encierran. En muchas de estas sentencias me encuentro reflejado; en otras me siento exactamente el envés de la hoja.
Por ejemplo, ahí va la primera, la que da título al libro, que encierra toda una filosofía de vida y que a mí me suscita muchas dudas. ¿Cómo que no pasa nada si a mí no me pasa nada? Se afirma la supremacía del individuo frente a todo lo demás y podría parecer correcto y hasta fantástico para ensalzar al ser humano. Pero ya he defendido muchas veces que el ser humano no puede definirse sin la existencia y el roce de los otros. Seguramente una buena vida es aquella que aprende a saber rozar solo en lo imprescindible, que solo interpreta si lo que existe le afecta, que tiene que tener sentido para olvidar todo lo demás, aunque solo sea por la incapacidad de atender a todo; pero es que, si pasan cosas, a mí me tienen que suceder cosas, o me tiene que doler algo de eso que sucede por ahí. De modo que entiendo la lectura de que ´realmente pasa algo cuando a mí me pasa, es decir, cuando me doy por aludido y, si no, sigo adelante como si no hubiera ocurrido nada´ pero me invito a que -si puede ser sin atosigarme- me duela siempre algo de lo que me rodea. La duda me domina cuando constato la imposibilidad de aportar alguna solución a aquello que me duele de lo que sucede por ahí. Entonces comprendo que no es mala solución recluirse y esperar tiempos mejores.
En fin, que aquí me quedo, contemplando el título del libro, pensando en su justicia o su injusticia, mirando la portada en blanco y negro, desdibujando un poco los rayos de la tarde, mientras aguardo a que este colega escritor del libro me venga a recoger para oler un rato los aromas de Palomares. Que los vientos nos sean propicios y orienten los aromas hacia otra parte. Sea.

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