domingo, 6 de julio de 2008

EL CONGRESO

Por todos los conductos me llegan noticias del desarrollo del congreso del PSOE. Nada menos que el número 37. Es este un partido de largo recorrido y, sin su presencia, la historia de este país no se podría entender. Al menos habría que reconocerle este mérito. Los congresos de los partidos, teóricamente, representan la puesta al día de sus estructuras, de su ideología y de sus perspectivas de futuro. No es bueno, en la práctica, hacerse demasiadas ilusiones porque el día a día lo llevan las cúpulas directivas y, en el caso del partido gobernante, el Gobierno. La preparación de los congresos, la elección de delegados, la aceptación y la discusión de enmiendas, la elección y votación de ejecutivas y muchas cosas más dejan mucho que desear y nos vienen a mostrar una realidad más cerca del ordeno y mando que de la expresión libre y sin trabas de los que allí se reúnen.
Hay mil aspectos destacables de un cónclave de este tipo. Me quedaré con dos que creo importantes.
El primero tiene que ver con el poder casi omnímodo que se le concede al secretario general a la hora de confeccionar listas y de presentar propuestas importantes. Si el partido en cuestión está en el poder, como es el caso, entonces la concentración resulta más ridícula porque nada se le discute. Mala cosa es esta pues parece que por encima de todo lo demás está el hecho de conseguir el poder y que las ideas se ponen al servicio del poder y no al revés. En estas democracias todo se nos va en poner medios para conseguir el poder y, una vez conseguido, todo se considera bueno si creemos que contribuye a seguirlo manteniendo. Cuando este se pierde –e inevitablemente algún día tiene que suceder-, entonces las personas que estaban mitificadas empiezan a resquebrajarse y los que antes los adulaban se convierten en detractores de la noche a la mañana.
El segundo es una aplicación del primero. Tiene que ver con el nombramiento de la cúpula directiva, con eso que técnicamente se llama ejecutiva. Parece que se tiene barra libre y no es así. El cálculo entre la elección de gente afín y de gente que represente a los demás no es sencillo pero hay que intentarlo, porque el partido lo son todos y no solo los que mandan. Si así es, todo se personaliza y terminamos en el individualismo y en la exaltación del líder. Para eso, con perdón, ya tenemos otros partidos que llevan lo de la desigualdad y la jefatura en los genes. Y una variante de este hecho. Se lo oía comentar a Rodríguez Ibarra. Aquí parece que el hecho de ser joven es una cualidad superior a otra cualquiera. De hecho se vienen nombrando personas sin ninguna experiencia y con una trayectoria biológica claramente en formación. Después vienen los excesos y las risas por comportamientos que sonrojan a muchos.
En todo caso, si alguien fuera capaz de superar el personalismo y convenciera a los demás de que ocupar un cargo no significa precisamente ser superior en nada a los demás, estaríamos en otra dinámica social y política. Quizás eso sea pedir demasiado en este mundo en el que estamos embarcados. Pero esa es la clave y no si el que ha ganado es este o aquel. Este método no crea más que falsas expectativas, fracasos por todas partes, triunfalistas y resentidos, morbo y editoriales periodísticos, enriquecimiento de algunos y mala baba de casi todos, y, en fin, este desistimiento de casi todos los que no están en la disputa que ven con escándalo este gran teatro del mundo.
El caso es que son demasidos los que están a la cola del dispensario para pedir la comida y seguir apoyando el retablo de las maravillas. Tal vez por eso se sostiene y da tan bien el pego. Tal vez. En fin, tal vez estuve pesimista.

No hay comentarios: