sábado, 19 de julio de 2008

POR LA CUERDA DEL CALVITERO


Mis montañeros de cabecera me han hecho madrugar estas mañana más de lo habitual. A eso de las siete y media ya poníamos rumbo a la Covatilla, y, cuando eran poco más de las ocho, nos enfrentábamos a la subida que nos había de llevar desde la estación de esquí hasta la Ceja. La sierra siempre se contempla en la progresión subida-bajada, nunca al revés. Por eso, la primera parte es enfrentamiento y esfuerzo, altura y más altura y vistas diferentes según se vayan alcanzando cotas. Hacía algún tiempo que no subía por allí y me encuentro con la sorpresa de que han ampliado pistas y de que aquello va tomando cuerpo cada vez más profesional. Incluso se ha levantado algún edificio más. Pero interesa subir y subir, ganar altura, situarse en la cuerda del Calvitero para transitar por ella con tranquilidad y admirando los panoramas que desde ella se divisan. Poco importa que hayan desviado el camino hasta separarlo de las pistas. No entro en esa cuestión. El caso es que, a la orilla de una regadera que canaliza el agua desde lo alto de la montaña, vamos dando vista a lo más alto de la sierra. Antes de alcanzar la cima, nos encontramos con la nieve. En pleno mes de julio. El nevero es grande y seguramente se mantendrá durante todo el verano, a la espera de los primeros copos del otoño. Como tengo unos guías tan estupendos, voy escuchando cómo les van poniendo nombre a todos los lugares. Yo no me los aprendo, o al menos no todos.
Cuando llevamos caminando más o menos una hora, alcanzamos el alto de la cuerda, a la altura de El Canchal Negro. Desde allí todo es panorama y extensión. El día tiene un fondo de horizonte un poco gris pero, a pesar de todo, la vista se pierde por todas partes. A un lado la cuenca del Tormes y del Duero, a la otra la del Tajo. Estamos en lo más alto del Sistema Central, con Gredos, y casi todo queda a nuestros pies. Se anunciaba un día caluroso, pero aquí arriba el aire suaviza la temperatura hasta dejarnos una sensación agradable y fresquita. Nuestros pasos avanzan por los dominios de la Serenita y se dirigen hacia el Calvitero. Por lo alto de la loma, hasta no hace mucho nevada, se dispersan mojones de escobas que apenas levantan del suelo y que ahora, ¡en pleno verano!, están celebrando con sus flores su particular primavera. El suelo está tapizado de florecillas que apenas apuntan entre los guijarros pero que salpican el suelo con un manto multicolor.
Preferimos dejar la parada en el Calvitero para el regreso y seguimos avanzando hasta dar vista a las Lagunas y hasta lo alto de la Ceja. Allí se mantienen neveros muchos más colmados. Sobre ellos, con la mirada llena de horizonte, calmamos nuestros estómagos y rendimos tributo a nuestro cansancio: Incluso tenemos que refugiarnos tras unas rocas para que el aire fresco no nos moleste. ¿Quién dijo que llegaba una ola de calor?
El regreso, llaneando o cuesta abajo, se presta más a la contemplación y a la certeza de lo que siempre se comprueba en la naturaleza: su fortaleza y nuestra provisionalidad. Paramos en el Calvitero, la cima visible de la sierra, un lugar de altas miradas, como comenta Manolo Casadiego. De altas y de bajas, de panorámicas infinitas y de sensaciones físicas diferentes. Y así hasta descender de nuevo a la Covatilla. ¡Descender hasta la Covatilla! Cuando llegamos, una ristra interminable de moteros, con sus ruidos estridentes, con sus prisas y con sus velocidades, nos sitúan de nuevo en los parámetros de cada día. Después llego a mi casa y, desde mi terraza, me paro a contemplar las cimas por las que han hollado mis pies esta mañana. Y me siento satisfecho. Que no es poco.

1 comentario:

Jesús Majada dijo...

Esta mañana, anes de abrir tu blogg, navegaba y divagaba rastreando caminos antiguos (hace más de treinta años que no los recorro) de la sierra de Béjar. Con el Google Earth subí desde Candelario hasta el Calvitero, y luego por la Ceja bajé hasta las tres lagunas. El recorrido me llevó por oquedades de neveros, amistades tan perpetuas como las nieves de antes, nostalgias de juventud y ganas de volver.
Al poco, leo tu entrada, que me saca de la virtualidad y casi me lleva a la realidad de lo vivido.