Agosto está presente, alumbra días, olvida noches y atropella horarios. En esta cultura nuestra todo desboca ritmos, relaja las costumbres, se pierde en laberintos que nunca desembocan en sitios conocidos. Es este un mes como de segunda mano, como a contrapelo, como de paréntesis en un país en el que se vive todo el año pensando en dar trabajo a la maleta, creyendo que las olas han de llenar los ojos y el oído, en el que la tumbona se hace casa con techo al descubierto y vecinos mirones. Aquí para hasta Dios y convendría recordarles a los moribundos que no es buen mes para eso de las pompas fúnebres; de modo que Dios para pero prohíbe las muertes. Y, de Dios abajo, ninguno se hace el fuerte para oponerse al tedio y a la calma. Se da de baja el Gobierno y se despista por distintas Doñanas, la crisis se convierte en vino tinto y en platos de paella, los jueces no son jueces este mes, son niños con pantuflas jugando a buscarles las vueltas a las leyes y a pasar por traviesos, la iglesia y sus acólitos arrimarán horas extras en hileras de misa y procesiones por los pueblos de España, las playas serán zoco permanente de cuerpos a la venta mientras compran el sol a bajo precio… Todo se da un respiro hasta septiembre: la liga, los periódicos, las fábricas, la crisis.
¿Todo? Qué despilfarro mirar así este agosto. Mientras el mar engulle a los bañistas, deglute negros que nos llegan en pateras y hace una mezcla extraña, y sirve platos fríos y calientes, y deja un sinsabor de vino ajado, con resaca de jeques y de pobres, todos al mismo sol pero en distinta sombra. Tierra adentro los viejos se adormecen, los parados se miran asombrados, el autónomo espera que lleguen los pedidos para hacer frente al pago de sus acreedores, el filósofo observa la sinrazón del mundo y el poeta decide poner letra al sentimiento de lo que no se exprime ni se agita, el joven sigue alegre al ritmo que le dicta su cansancio y muchos, casi todos, son ajenos a los biorritmos y a los estereotipos que llegan en imágenes desde lejanos sitios.
¿Y yo? ¿Cuál es mi agosto? Yo recibo a mi madre, me enfrento a sus cuidados permanentes, tengo miedo de no estar a la altura de todo lo que ella se merece. Me gustaría verle, también al mes de agosto, y a septiembre, y a octubre, el lado más juicioso y optimista. La vida es como es, los días seguirán en cualquier caso. Nada de dramatismo que no me ofrece buenos beneficios. Lo que tenga que ser aquí lo espero, con mi escasa paciencia, con mi cariño cierto, pensando que disfruto su presencia, con la ayuda segura de los míos, casi todos más fuertes que yo mismo. Vale, ha llegado agosto.
viernes, 1 de agosto de 2008
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