lunes, 31 de diciembre de 2007
FIN DE AÑO
Esta mañana final del año he saludado al día desde el Cancho de la Muela. No es mal lugar para decir adiós a un período y para echarse al coleto un "benjamín" de champán. Tiene gracia esto de tomar las once encima de una muela gigante.
Hasta allí he vuelto a subir con mis colegas Manolo Casadiego y con Jesús "Trucho". Yo, neófito siempre, me dejo llevar por los curtidos y sabios montañeros. No me importa el camino porque sé que siempre será interesante. El camino, a pesar de la escasez de nieve en las cumbres, se hallaba totalmente nevado en sus partes umbrías, que eran prácticamente todas; de modo que me he cansado de pisar y pisar nieve en una ascensión que yo recordaba más suave, acaso porque yo la habría hecho con automóvil hasta el pie del Cancho. En lo más alto de la roca he vuelto a contemplar los paisajes y he mirado de tú a tú a los Dos Hermanitos y a todo el cordel de la sierra de Béjar, que estaba allí mismo enfrente, como dándome la mano. A nuestros pies se extendían las turberas de Navamuño, aquel lugar que durante muchos años estuvo pensado para presa y que felizmente se quedó solo en proyecto. !Qué bella nuestra sierra cara a cara! Allí le puedes dar la mano, allí la puedes saludar, allí puedes charlar con ella a tu antojo. Todo lo demás está a tus pies y en lejanía. El pantano, nuestro pantano, da muestras de agotamiento por la falta de lluvias, el más lejano de Gabriel y Galán presenta un aspecto parecido, los valles se muestran grises, con un color de invierno y unos árboles ateridos por la helada nocturna; y, al fondo, montañas y montañas, llanuras y llanuras, pueblos y pueblos. Aquí todo es distinto, todo es más amplio, todo es más silencioso y a la vez más sonoro, todo se manifiesta con más encarnadura. Creo que nosotros también. Yo desde luego sí. Porque sobre los elementos naturales, uno se siente más elemental, es más uno primigenio y único, y a la vez hermanado con todos los elementos de la naturaleza. Ya lo he dicho más veces: poblar las aceras y hacer vida en la ciudad es real, pero viene siempre después y es algo siempre más pasajero; en realidad no es más que un paréntesis para volver a la otra hermandad, la de los elementos físicos, la de la naturaleza.Por eso creo que termina siendo más humana esta situación que la del tráfago mundano más urbano.
No está mal despedir el año desde esta altura; incluso con el susto de la pérdida de la cámara fotográfica de Manolo. Menos mal que todo quedó en el susto. Al frente, con el horizonte por montera, se atisbaba el nuevo año. Ojalá todo pudiera estar a esta altura física y moral. No será fácil.
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