Los medios comunican y proclaman el acuerdo al que se ha llegado en Bali respecto del cambio climático. Es este un asunto que me concierne personalmente tanto como concierne a la comunidad en general. Ya he dejado en otras entradas opinión al respecto. Resumo y repito que el tema hay que tomarlo sin alarmismos pero sin pausa, porque los efectos, a pesar de lo que "diga mi primo", etán a la vista del que quiera mirar. Un ejemplo inmediato: estamos a mediados de diciembre y en esta sierra de Béjar no hay ni un gramo de nieve. Las vacaciones de Navidad están a la vista y todo el asunto del esquí tendrá que esperar a mejor época si no cambia todo drásticamente, y no tiene visos de que así sea. Como diría el pedagogo, los ejemplos se pueden multiplicar.
No es poco que hasta los más reticentes vayan soltando lastre y sumándose al carro de lo evidente. Curioso resulta observar que, como ocurre siempre, son los más conservadores (en algunos casos los de extrema derecha, como ocurre en nuestro país) los que más pegas ponen siempre a cualquier cambio de actitud. Después, como ha hecho históricamente la iglesia, se pondrán a la cabeza de los conversos, como si el cambio hubiera sido propiciado por ellos. Y todo ello contando con el falso aprovechamiento de los pescadores en río revuelto y de los de la buena voluntad, que también los hay.
Pero, naturalmente, los acuerdos tienen virtualidad si se analizan y se cumplen sus condiciones y si no queda todo en papel mojado. Fundamentalmente esto implica un cambio en la escala de valores y esto es ya harina de otro costal a la hora de poner manos a la obra. ¿Cómo se puede entender una lucha contra el cambio climático sin asumir las condiciones de un crecimiento sostenido? Y si esto es así, ¿qué tienen que decir los liberales al uso y al abuso y los del libre mercado? Pues lo que vienen diciendo, que se resisten a todo y solo entran por el aro en el último momento y ante hechos prácticamente consumados. Véase, si no, el caso de los Astados Unidos o de la derechona española. Pero es que, además, esto implica un planteamiento global de la economía y del desarrollo mundial. Como para irle con estos argumentos a los países más ricos y a las clases más privilegiadas. Con lo bien que están ellos y ellas subidos en sus riquezas, en sus yates, en sus posesiones y en sus dineros. A ver quién empieza a sacudir la modorra del resto del personal cuya aspiración máxima es la de emular a esas minoría para ponerse junto a ella o en su lugar. Me estoy refiriendo, claro, a la enorme cantidad de esclavos agradecidos que pululan por el mundo, que sufren casi todas las penas del sistema y que, encima, lo aplauden y lo soportan contentos e imbecilizados.
No es menor tampoco la labor de los dirigentes responsables que tienen que poner las peras al cuarto a tanto bobo como hay, que se queda en las palabras huecas y no está dispuesto, por ejemplo, a apagar las luces por la noche, en los bares y discotecas, un fin de semana y, sin embargo, todo se le va en gritos para el cierre de centrales que producen esa energía.
Hay mucho que cambiar, acaso demasiado; somos muchos los que tenemos que reajustar nuestras posiciones y nuestras actividades. El peligro está ahí mismo; lo estamos notando ya. Nuestros descendientes lo notarán mucho más todavía. El planeta lo notará mucho menos y se reirá de todo porque, al cabo de un período, escaso siempre para él, se habrá recuperado, pero, en el intermedio, también se habrá reído de nosotros, acaso de manera demasiado cruel y definitiva. Y, como esto no es un cortijo que nos pertenezca solo a nosotros, algo habría que pensar en los que vienen detrás, porque también comparten esta propiedad y estas malas perspectivas.
El acuerdo de Bali tiene toda la pinta de ser otra pantomima más de las que componen nuestra vida. Pero menos da una piedra. Vale con la botella medio llena. Vale.
domingo, 16 de diciembre de 2007
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2 comentarios:
Creo que la clave está más en los individuos que en los estados. A través de la reducción del consumo individual se conseguirá la reducción del consumo mundial.
¿Cuando nos referimos al consumo individual incluímos a las grandes corporaciones industriales? Entonces estoy de acuerdo. En caso contrario de acuerdo en que no son los estados sino aquellos que con sus actividades con ánimo de lucro (son empresas, grandes empresas) son los que más contribuyen al efecto invernadero y otros efectos menos divulgados, como la contaminación química que contiene el hielo ártico y que si se "suelta" por el deshielo provocará un efecto tal que nos reiremos del efecto invernadero.
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