sábado, 8 de diciembre de 2007

AMISTAD

La felicidad está en la sala de espera de la felicidad. Qué verdad tan verdadera. La sabiduría y el placer están en el camino y en la búsqueda, no en la meta ni en el hallazgo.
Los sucesos que van jalonando nuestra vida tienen su principio, su preparación, su desarrollo y su final; mostrencamente son como los seres vivos que nacen, crecen, se multiplican y mueren. Y hay sucesos anunciados que se visualizan antes de que ocurran, que acaso se viven varias veces, en la imaginación, pero que pasan con la huella de que no se van a repetir o al menos no en las mismas condiciones.
Aún perdura en mi mente el día de ayer, día en el que dimos sepultura a los restos de Juan. Este fue un hecho esperado por sabido, pero triste y hondamente gris para mí. Hoy hemos despedido a Jesús, que vuelve a su Málaga, y a Antonio y Mercedes que retornan a su Cáceres. Sé que el encuentro que hemos tenido estos días en Béjar no se repetirá con frecuencia; sé también que cada día tienen menos asideros para volver y que todo se espaciará porque la vida lo quiere, y porque uno es de donde vive y no de donde nace, aunque un poquito sí; y sé que lo que sabía que se iba a producir me ha durado más en la mente que lo que ha querido la realidad. También es verdad que la amistad no se rompe con la distancia, pero sí se hace más conceptual y menos práctica. Y por eso ahora estoy un poco más vacío, como con el sentimiento de que algunas cosas se van y no vuelven, de que las etapas son las que son y como son y de que la vida es un torbellino que nos arranca y nos voltea a su antojo.
Y quiero reafirmar hoy y ahora el valor de la amistad, la del amigo muerto y la de los amigos vivos, la del que ha fallecido y la de los que están en la distancia, y la de todos los que quieran sumarse a ese estado en el que importa poco lo que no sea buen ambiente, comprensión y agradable intercambio. Es la forma menos mala de sobrellevar esta vida, estos días grises, como el de hoy.

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