lunes, 10 de diciembre de 2007

EL TIEMPO

Nunca la medida del tiempo puede ser lineal y no se puede medir de la misma forma para todas las personas. En algún momento puse por escrito esta afirmación tan contundente: "La medida del tiempo es la única cosa que en realidad el ser humano trae a la vida". Hoy la matizaría pero no para negarla sino para ampliarla. Pero es que, además, esa medida es individualizada, la medida del tiempo la pone cada persona y para cada una corre ese tiempo con una velocidad diferente.
A mí -será bueno reconocerlo- se me acumulan las horas y los días, los años se me echan encima y las edades se me hacen cada vez más nítidas. Y, a medida que avanza la edad, el ser se va refugiando más y más en sí mismo, delimita los hitos de su cuerpo, que se hace más certero y a la vez más débil, pone tierra por medio ante las cosas y las relativiza, y además corre el peligro de echar demasiado la vista atrás en esa panorámica que le da la experiencia. El futuro se encoge y el presente se revitaliza; el pasado sencillamente se añora.
Contra eso convendría luchar pues el futuro aguarda y uno realmente entra en edad peligrosa cuando no siente intensamente las posibilidades de ese futuro.
Hay hechos que, de repente, te ponen en el camino y delante del espejo. Hoy he visitado otra vez Salamanca, con mis análisis en la mano y a la búsqueda de cualquier confirmación que me deje tranquilo o me sumerja en otras realidades. Afortunadamente, todo bien y en regla. Son esos años simplemente que piden una ayudita para el cuerpo, un poquito cansado. Con la alegría de los resultados me he vuelto para casa, después de girar visita a mis hermanos y de darle un beso a mi sobrino Juli. En el tiempo que me ha dado el camino he pensado en tantas personas que padecen enfermedades de cualquier tipo, en tantas personas para las cuales el tiempo se alarga o se encoge a merced de lo que avance o retroceda su mal, en personas que tienen todo el tiempo del mundo por delante y en aquellas para las que la certeza del final es una realidad inevitable. Y, para algún caso muy próximo, he pedido que la realidad de la certeza de las cosas se diluya antes de que lo haga la realidad biológica. Así el dolor es menos y la consciencia mínima. Para el enfermo, claro, no para los que están a su alrededor. Y he pensado en mis hijos, llenos de vitalidad y en medio del camino.
Para alegrar lo que me resta de día, pensaré en mañana, en todas sus posibilidades, en las personas que viven cerca de mí y me quieren, y en las que viven a mi lado y me ignoran. Todas forman parte de mí y de mi tiempo, todas son yo mismo.

1 comentario:

antonio dijo...

Pues eso, visto lo visto, a cargar las pilas y a seguir con la vista en el futuro, que aún te queda mucho que hacer. Abrazos.