Es media mañana del día de Navidad. Imagino a la gente y se me aparece en la cama o despertanto de la sentada o el serano de anoche. Es el cogollo de la Navidad. La plaza de mi casa estaba y aún está cubierta de coches, como si de un aparcamiento público se tratara. ¿Qué celebra la gente estos días? ¿Queda algo de gozo religioso? Realizo un mínimo esfuerzo de comparación con lo que sucedía hace treinta años y me sale una liturgia completamente diferente. Yo ya no escucho villancicos ni dentro ni fuera, no oigo referencias a ningún elemento religioso, y sí veo por todas partes regalos, compras, reuniones y festejos.
Y me paro y contemplo los elementos que dan base a este teatro. Ahí sigue coleando la dudosa existencia histórica de un personaje (ya tiene bemoles que una religión se asiente sobre la existencia dudosa de su fundador), el acondicionamiento de las fechas para que el nacimiento coincida con la llegada del invierno (espero que al menos esto de la fecha no se lo crea ni el más pánfilo del montón), o sea, con la fiesta pagana del solsticio de invierno, con la llegada del cambio de ciclo en la luz natural, con la esperanza de la recuperación del día frente a la noche, con todo lo que el saber popular recoge en sus refranes; con el simbolismo de esta luz, con la imantación de la naturaleza, con el nacimiento, con la vida.
Sobre estos elementos naturales e inventados, se ha montado todo este belén consumista, de movimiento de mareas humanas por las carreteras, de reuniones no buscadas y a veces sufridas, y de otras buscadas, deseadas y bien aprovechadas.
Mis navidades se repiten desde casi siempre en una similitud que las hacen sabidas y no por eso peores. A pesar de la cercanía, son muchas las aristas que se pueden limar, muchos los comentarios que me apetece soltar, bastantes los juegos con mis sobrinos, no pocos los reproches que termino lanzándoles y,en fin, certera la constatación de que el tiempo pasa y nos va moldeando a todos a su antojo.
El día de Nochebuena me gusta echar un repaso a aquellos que siento más cerca; a unos los llamo, a otros los recuerdo, a todos los imagino. También a algunos que se fueron para siempre pero que aún permanecen nítidos en el recuerdo. Quisiera ser más hondo en este día, en este primer día del reino de la luz; me gustaría ver más luz en cada cuerpo, más ilusión en cada uno, más generosidad en todos. Y en este todos querría englobar también a los no cristianos porque también para ellos, para todos, se produce en cambio de ciclo de la luz, el golpe de timón de un barco que ya se dirige lentamente hacia el lugar y hacia el momento en el que El Corte Inglés nos anuncie que ya es primavera en el idem.
Dormid el sueño de los justos pero levantaos con la sonrisa puesta. El sol brilla en los cielos bejaranos, la calle nos aguarda. Es Navidad. La luz nos anega. Dejad que nos inunde. Ya no será la noche. Vamos en dirección al mediodía.
martes, 25 de diciembre de 2007
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