jueves, 6 de diciembre de 2007

MORIR SOLO


¿En qué medida puedo relacionar la individualidad con la inmortalidad? Andamos acostumbrados a imaginar que solo aquel que se individualiza en el arte o en cualquier otra faceta de la vida está en camino de convertirse en inmortal. Así, un creador literario o un pintor serían inmotales en tanto en cuanto se les ocurrió una obra desde su soledad y por la distinción de que a nadie más se le ocurrió algo semejante. Y tal vez sea verdadere esta exposición. Creo, sin embargo, que esto solo se puede -y habría que ponerle demasiados matices y atenuantes- aplicar al campo de la creación artística. Desde el punto de vista estrictamente biológico, la individualidad en alguna medida lo que supone precisamente es la mortalidad. El hecho de que un ser no consiga unas relaciones amorosas o sociales satisfactorias a lo que conduce es al aislamiento y al horizonte de la finitud con la muerte de ese individuo. ¿Cómo se podrían explicar, si no, todas las relaciones amorosas? En el fondo no son otra cosa que un mecanismo formidable puesto al servicio de la supervivencia. En las relaciones amorosas se comparte, se sufren privaciones, se goza ve vez en cuando, se reproduce la especie, se encuentran apoyos en momentos difíciles, se reparten tareas, se seleccionan parejas y en esa selección mejora la especie, se corteja lo selecto, se rechaza lo imperfecto, se sobrevive en los otros...
No estoy despreciando las vidas solitarias, tan hermosas casi siempre, porque las relaciones pueden ser entre iguales o entre desiguales, y uno puede amarse consigo mismo o con conceptos; solamente constato aquí que la soledad es buena o mala según su uso y su búsqueda, y que la individualidad supone en buena medida perspectivas de egoísmo y de fracaso con fecha de caducidad en el horizonte, que ese precio es alto y no se debe ocultar a quien quiera pagarlo, porque en su derecho está, pero desde el conocimiento de la realidad. Como lo está de la elección de la pareja con todas las limitaciones y privaciones que supone.
Porque resulta inevitable, a pesar de las prisas de diario, echar la vista atrás y analizar serenamente la perspectiva en la que se ha ido configurando el amor, sus bases físicas y evolutivas y, otra vez, el fabuloso mundo de nuestro cerebro en el que se asientan tantas posibilidades y realidades apenas descubiertas y mucho menos gozadas y sufridas por nosotros.
Somos células reaccionando en una red extraña y gigantesca. Apenas conocemos los raros mecanismos que conducen sus comportamientos, que son los nuestros. La historia nos ha ido engañando con los hermosos sucedáneos de la religión, de la imaginación y del arte. El ser humano tiene que seguir siendo el animal que mejor sepa engañarse, pero siendo consciente de que se está engañando. Y, entre los hombreS, el creador, el perfecto fingidor. Pero los muros lentamente se van derribando y las realidades de la otra orilla van quedando al descubierto. Tenemos que mirarlas con admiración y con serenidad. Para la decepción y para el entusiasmo. Somos lo que somos. Todos.

Y llegan mis amigos. Y los restos de Juan para enterrarlos en Béjar, al lado de sus padres. Buen fin de semana para sentir y pensar. Porque la amistad no es más que otra variante del amor. También con bases físicas y motoras. A pesar de las buenas intenciones de Platón y su Banquete. Agur.

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