No corren buenos tiempos para la lírica. Esta afirmación se escucha con frecuencia y creo que se dice con razón. Y vale la afirmación tanto en el sentido más amplio como en el sentido más estricto y literario. En el desarrollo social, parece que es el interés individual el punto de apoyo que mueve el mundo y nada se realiza sin ese elemento como última explicación de todo. El utilitarismo filosófico no anda lejos de esta concepción, igual que el posmodernismo con su dificultad a la hora de crear o de soportar verdades absolutas. Mucho que discutir sobre el asunto y, en mi caso, como casi siempre, con dudas sempitenas.
Pero pienso ahora en el campo estrictamente literario. Después de la veta más lírica de Juan Ramón o la más existencial y conceptual de Antonio Machado, quizás la creacíón lírica haya corrido más pegada a la realidad, y, sobre todo, a una realidad despedazada y desmenuzada en acciones concretas, en las que la huella del ser humano lo es casi todo, no como elemento protagonista sino como personaje de la narración. Los resortes místicos de una parte de la poesía de los vencedores en la guerra incivil tampoco dejaban al ser humano como protagonista sino como elemento sometido a verdades esotéricas, siempre externas a él. Después, la generación del 50 proclamó en buena parte una poesía externa y narrativa, tan seguida en las últimas décadas por la llamada poesía de la experiencia. Como si no fueran experiencias todas las demás. Y hoy parece que está prohibido el uso de adjetivos o la presencia de cualidades superlativas, en un intento de aproximación a una creación de acera y de taberna, cercana al habla de la calle, con una rotura evidente de elementos tan clásicos como el ritmo interno y externo. Y para ello se gastan esfuerzos y más esfuerzos en tratar de dinamitar el concepto de poesía desde la metapoesía.
Creo que cualquier intento de desmontar ambas concepciones es un esfuerzo equivocado e inútil. Pero como hoy "se lleva" más la línea de andar por casa, quiero reivindicar la línea de los elementos esenciales, y tanto más cuanto más respondan a una forma de vivir las esencias por parte del creador. Hay gente que reivindica la calle y las tabernas porque su vida anda en ellas; pero que deje que quien ande en la naturaleza o se sienta a la altura del valor de la mirada, por ejemplo, que lo exprese dignamente y que ello no suponga un repudio para nadie. La clave sigue estando en la confianza que ofrezca el autor y la trabazón entre su creación y la escala de valores que proponga. No está hecha la miel para la boca del asno. ¿Vale, troncos? Pues eso.
Pero vaya ya un ejemplo. Quiero reivindicar el valor de textos tan puestos en cuarentena hoy como "Platero y yo" en los que se mira y se ve de otra manera, en los que los sentidos sienten de verdad, en los que la naturaleza adquiere fuerza primigenia, en los que la emoción es también experimental, pero consecuencia de una experiencia interna y personal, en los que no hace falta estar borracho de bebida porque hay otras borracheras tan demoledoras como las del mejor ron añejo, en los que las cualidades manifestadas por los adjetivos muestran los perfiles más vistosos de las cosas, en los que la afectación solo lo es para el lector que no es capaz, porque no quiere, de ponerse en la misma situación, no está predispuesto al sentimiento y al gozo. Desde una azotea, Juan Ramón (el lector)domina todo, por ejemplo "los graneros, donde el amor violento hace, redondo, ciego y cerrado, de las suyas..." Claro que se podía haber sustituido por algo así como "los graneros, donde dos muchachos, huyendo de la vida, se deshacían en un polvo espectacular". Vale. Me quedo con a) por sugerente, por dominio del ritmo, por lo que me aproxima a la descripción..., por todo.
Pues eso, lo dicho, que hay también gente que ni está todos los días en los bares, ni tiene en su mente a cada hora los muslos de una mujer, ni entiende que la creación tenga que ser un acceso formal inmediato a la realidad.
Y todo ello sin menospreciar otros tipos de creación, que a mí también me gustan, claro. Hay experiencias de todos los sentidos y de todos los niveles. Vaya que si las hay.
lunes, 17 de diciembre de 2007
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