domingo, 9 de diciembre de 2007

ADENTRO

Leo en algún sitio: "Lo único que nos distingue del chimpancé es nuestra capacidad metafórica para ornamentar a la persona sentada al lado de sus padres en la mesa contigua en el café con los atributos que dan sentido a nuestras vidas". Y me alegra una opinión tan drástica porque la idea tal cual la vengo reivindicando desde hace mucho tiempo. Para ello solo aplico la experiencia y algo que me pueda quedar de sentido común. Lo digo a todo el mundo: nos podrán despojar de casi todo, nos pueden robar y dejarnos sin nada, nos pueden esclavizar y someter, nos pueden encerrar y privar de la libertad física, nos puede hacer cualquier cosa salvo quitarnos el poder de la imaginación. Con la imaginación puedo viajar a velocidades que para sí querría el tren de alta velocidad, con la imaginación me puedo recrear en la vista de esa persona sentada al lado de sus padres sin molestar ni a ella ni a ellos, con la imaginación puedo crear un día nublado o un día anegado por el sol, con la imaginación cambio mi aspecto y el de los demás, con la imaginación me visto y me revisto con las ropas que quiero, con la imaginación desarrollo las relaciones que me convienen, con la imaginación...
Las pautas amorosas, por ejemplo, están, como todas, en nuestro cerebro, esa máquina inmensa, alucinante, extraordinaria, insuperable, desconocida, apabullante; pero esas pautas cerebrales incluyen también las que rigen la imaginación. Vete a saber qué mecanismos son los que la regulan, pero están ahí, ahí metidas, a disposición de quien quiera echar mano de ellas. Por eso, convendría, pues de nosotros depende, ponerle a la vida un poco de salsa, un poco de guindilla, un poco de picante, un poco de imaginación. Sabremos así que esa vida es distinta de la vida de los parámetros reales más mostrencos, pero no menos real ni menos nuestra pues la queremos, la creamos y la adornamos desde el poder de nuestra imaginación.
La mayor enfermedad del ser humano es la soledad. La gente se siente sola, pero, curiosamente, teme la intimidad, recela de los tiempos muertos en los que hurgar un poco en el interior para ver qué hay o qué puede salir de ahí. Unamuno titulaba uno de sus trabajos de una manera muy llamativa: "ADENTRO". Deberíamos hacerle algo de caso.
Por ejemplo:
"Mi vida fue esperar a que vinieras;
después, vivir y amar solo contigo,
cuando la tarde se dormía en la noche
y la noche soñaba con el día."

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