domingo, 23 de diciembre de 2007

LA LOTERÍA

Este formato de semidiario me permite jugar con el tiempo y con la realidad. De hecho, aunque prefiero ir a la par, puedo igualmente ir abriendo camino o quedarme a la cola de los acontecimientos. Hoy me ocurre eso porque hablo de un fenómeno que tuvo ayer pendiente a todo el país, y que lo mantiene en vilo durante mucho tiempo. Me refiero, claro, al fenómeno de los fenómenos, a la ilusión de las ilusiones, a la fantasía de las fantasías, a... la lotería. Todavía hoy los periódicos llenan páginas y páginas con fotografías, números y datos acerca de los agraciados y extienden una causística que más bien parece propia de algún acontecimiento universal.
Para mi desgracia, en este asunto también me quedo solo, o al menos siento la soledad y la marginación a la hora de considerarlo. Lo he glosado ya muchas veces, pero es que el fenómeno se repite cada año, y a mí me parece tan importante, que no entiendo que pueda seguir pensando lo mismo. Tengo que estar equivocado porque nadie piensa como yo, pero le sigo dando vueltas y me dan siempre los mismos resultados. Y, como no tengo fuerzas para traicionar a mi conciencia, pues repito y repito el mismo esquema. Lo que defiendo, en síntesis, es que el fenómeno de la lotería es de los más inhumanos que el ser humano puede echarse a la cara y que, en lugar de ser ensalzado hasta el paroxismo, tendría que ser regulado y restringido, y, en todo caso, no ensalzado por los pensantes, como si de la entrada en el paraíso se tratara.
¿Por qué defiendo que es un hecho inhumano? Por lo siguiente. Me parece que lo que más humaniza a una comunidad es la conciencia del reparto de derechos y de deberes y alguna correlación razonable (razón es humanidad y superación de animalidad) entre los esfuerzos y los resultados. En la lotería esto no se cumple ni por asomo. El hecho de que te toque o de que no lo haga únicamente depende de que, en un momento azaroso, y por pura casualidad, te dé por entrar en una administración y comprar un décimo. La consecuencia es que el resto de tu vida te puedes estar tocando la barriga por haberte dejado llevar por esa acción instintiva. A tu lado verás cómo viven y malviven muchas personas que solo tienen de diferente contigo el hecho de que, en ese momento azaroso, no entraron a comprar el décimo; sencillamente porque no pasaban por allí, acaso porque les dolía una muela y estaban al médico, por ejemplo. ¿Dónde está la relación entre el esfuerzo y la recompensa?, ¿dónde cierta justicia distributiva? Solucionamos vidas al azar, dejamos todas las demás a la intemperie también al azar. Repito: me parece algo de lo más inhumano que conozco.
Pues dale que te dale la matraca desde los medios de comunicación, fomentando la superstición en forma de números, lugares, amuletos y subnormalidades al uso, proclamando a voz en grito por parte de locutores y locutoras la alegrías que -casualidades de la vida- son más contenidas en los agraciados que en ellos y en ellas, ofreciendo casuísticas de imbecilidades y creando por unas horas una atmósfera irreal y trastornada que sirve para tapar la otra realidad infinítamente más extensa que abarca a todos los que han quedado en el "que haya salud que es lo importante" como contribuyentes y pecheros de la hacienda pública.
Es verdad que, para el reducidísimo mundo de los agraciados, se rompe la dura lógica de la realidad cotidiana y se crea una burbuja llena de pompas de jabón. Vale. Que lo pasen bien. Pero se trata de un engañabobos que responde al proceso del azar, a la corriente de lo esotérico, a la falta de razón y de humanismo, al desajsute entre el esfuerzo de cada persona hora a hora y el golpe que deja a casi todo el mundo en la cuneta mientras regala coches de lujo para un grupito de privilegiados. Algunos de ellos encima sacan pecho después. Como si hubieran tenido algún mérito en ello.
Y todo anda regulado por el Estado. El caso es que peror sería que estuviera en manos privadas. Así al menos el sobrante se nos irá en hacer carreteras o en educar acaso a más de uno. ¿Cómo podemos después reivindicar una escala de valores en la que el esfuerzo y el reparto tengan acomodo y fuerza con estas ostentaciones de suerte y de azar? El mundo es pura ostentación y pantomima. Esto es solo un capítulo más del libro gordo de Petete. !!Y encima no me toca nunca ni un puto duro!!O sea.

1 comentario:

antonio dijo...

No des más vueltas al asunto. Baja tu punto trascendente. Tómalo como lo que es: un juego. Un juego con mucho dinero, sí, pero, al fin y al cabo, un juego del que todos nos beneficiamos. Tú mismo lo admites: el dinero que no va a parar a los otros (porque a nosotros nunca nos viene) revierte en todos: educación, sanidad y hasta carreteras que nos acercan un poco más ... Por cierto, ¿para cuando el encuentro en un punto medio de la ruta?

A la postre, cuando jugamos ( y casi todos lo hacemos, voluntariamente u obligados por las circunstancias) tenemos casi la certeza de que el dinero irá para otros, porque ¿qué posibilidades reales existen de que nos llegue a nosotros? Mínimas.

No soy yo quien ponga altares al azar, pero los hechos más trascendentes de nuestras vidas están basados en él. Al azar se debe que un esperma entre millones de ellos fecundara el óvulo que dio origen a tu cuerpo; al azar se debe que tú nacieras en Valero y yo en Béjar; al azar se debe que tú seas más sabio y yo más torpe; al azar se debe que tú y yo nos conociéramos un día y ahora seamos amigos...

Pero otras cosas no se deben al azar sino a la injusticia del Estado, como por ejemplo que ahora esté yo currando y tú de vacaciones. Pues eso, deja en calma tu mente y que las disfrutes.