Solo las estrellas relucen en el firmamento y solo a ellas se les hace caso. Ayer por la noche tuve la oportunidad de ver un rato de un debate político en la primera cadena. Había portavoces de los siete partidos más representativos. Cuatro eran nacionalistas y tres nacionales. De nuevo le dieron un repaso general a la actualidad, mostrando cada uno su punto de vista. Hoy he ido a mirar en qué medida se veía reflejado en los periódicos y apenas alguna referencia aislada y sin importancia. Es esta la voz más orquestada y sinfónica que se puede escuchar, la que ofrece más variables, la más plural. Pues nada de nada. Y es que no interesa, lo que importa es el enfrentamiento, la lucha, el vencedor y el vencido, el ganador y el perdedor, lo que ofrecde más morbo y hace vender más anuncios en medios de comunicación. La realidad anda toda subvertida y todo en el mundo es pantomima y teatro mal disimulado y peor representado. No importa la idea propia sino lo que quiera oír el espectador, escasamente interesa el desarrollo de un silogismo y sí mucho la consecuencia inmediata y la respuesta fácil.
A estas alturas de la fiesta los candidatos concretan poco y así se hacen algo menos creíbles; sobre todo cuando alguno tiene siempre la boca llena con aquello de yo lo voy a cambiar todo sin especificar de qué manera lo va siquiera a intentar. Los genéricos no son malos, sobre todo si son para dar cara a una realidad compleja y con muchas aristas; cuando lo son para rebatir y no se hacen con contrapropuestas, se termina cayendo en la fanfarria y en la vacuidad. El que lleva tiempo gobernando tiene la ventaja de que los electores visualizan mejor lo que puede llegar a pasar porque tienen la imagen del pasado reciente. Qué le vamos a hacer, así es la vida. El aspirante tiene que añadir ese esfuerzo de hacer patentes esas medidas que puedan hacer a los electores cambiar la situación. Ventaja que tiene la izquierda en estos momentos. Y cuantos más días dure la visión catastrofista, más ventajas se le irán acumulando.
Hay temas que no han aparecido y que tendrán que saltar al cuadrilátero porque forman parte de la lucha. Uno de ellos es el de la justicia, tan crucial en una sociedad como la nuestra. Ahí andan el Supremo y el Constitucional a la greña, sin renovación, con unos magistrados que no hay quien los mueva del asiento y que han hecho de sus actos una sucesión de sentencias sospechosas de partidismo. O la educación. ¿En qué va a concretar la derecha eso de la cultura del esfuerzo, del respeto, del trabajo y de la disciplina? Ardo en deseos de saberlo porque llevo años oyendo la misma monserga y cada vez entiendo menos. ¿Empezarán, por ejemplo, por ser más rigurosos con los trabajos del profesorado y con sus asistencias exactas a clase? Por ejemplo. ¿Qué impide al profesorado ser rígido, constante, duro, y hasta ogro en sus clases con sus alumnos? ¿Qué? Y, como la eneñanza, la justicia social. ¿Qué pasa con esas desigualdades de sueldos? ¿Y con esas diferencias de propiedades? A mí me basta para empezar con que se me solucione esta pregunta: ¿Por qué hay gente que gana más de tres veces lo que yo gano? ¿Es que sus días tienen más de veinticuatro horas? ¿No descansan para comer y para dormir? Aquí falla algo y a mí no me cuadra. Me lo tienen que explicar. Y claramente porque las explicaciones clásicas de que no somos todos iguales no me sirven pues ya las he considerado muchas veces y no me arreglan nada. Dejaré dicho una vez más que la vida es como una carrera en la que nada vale si no salen todos a la vez de la meta y en las mismas condiciones. Como esto se desajusta cada minuto, prefiero estar un poquito más cerca de los que andan a la ayuda del que se queda para atrás que del que anda sacando pecho y justificando al que va sacando ventaja. Acaso en algo tan sencillo como esto consistan las posturas políticas. Tan sencillo y tan complejo.
Y un pensamiento para que me saque de la mediocridad y me salve el día: El amor no muere, mueren los amores.
viernes, 29 de febrero de 2008
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5 comentarios:
A mí me gustaría más que me explicasen por qué hay gente que gana cinco veces menos de lo que yo gano [que no sé cuántas veces menos es de lo que ganas tú].
Hay cierto matiz que puede hacer diferente la pregunta, ¿no?
Un abrazote.
Me resulta difícil encontrar en lo que escribes algún flanco con el que disentir.
Hoy a mí también me chirrió un poco lo que dices de los sueldos. Así es que coincido con Luis Felipe en el planteamiento de la pregunta.
Un abrazo para los dos.
Me atrevo a decir que en la entrada de hoy Antonio no se expresó con suficiente claridad, porque a poco que se le conozca, creo que no disiente mucho de los comentarios de L.F.Comendador y de J.Majada; dicho lo cual también me atrevo a afirmar que tras horas entregadas al pensamiento, es rápido y definitivo en sus escritos, y que no se relee antes de editarse en el blog (ni siquiera para corregir erratas),lo cual le confiere frescura y espontaneidad.
Un abrazo para los tres
Seguramente me he explicado mal, como en otras ocasiones, pero esperaba un poco más de comprensión por vuestra parte. Naturalmente que mi ejemplo no es el más indicado y, si se ponía como tal, era para no implicar a otras personas y para intentar afirmar que la justicia, o es comparativa y distributiva, o no es.
Yo creo que no tengo que ir pidiendo perdón por la vida al personal, porque algún esfuerzo me avala. Pero tengo que confesar que soy un privilegiado, que llego con holgura a fin de mes y que mis necesidades las tengo cubiertas con amplitud. Elimínese mi caso del ejemplo y póngase otro. Creo que la ecuación sigue sin ser resuelta y mantiene su planteamiento. Aquí -permitidme la deferencia- que cada comensal reivindique la calidad de su filete. Pero, si es por caso, retirado queda el mío. Repito: soy un ser privilegiado a pesar de todo. Pero manténgase la pregunta y contéstese, si es posible.
Un abrazo para todos.
Acaso encontremos la respueta mañana entre los cerezos del Jerte.
Déjame solo utilizar hoy tu blog para agradecer sinceramente el elogio a mi prosa que, en su comentario a tu entrada de ayer hace er Schú; a pesar de que, sin restarle un ápice de su autoridad, he de reconocer que su halago no suscitaría en mí cierta inquietud de haber sido menos encendido.
Dicho esto, para que no haya malos entendidos, también quiero decir: Antonio Gutiérrez es mi amigo y le quiero; Antonio Gutiérrez es mi amigo y le admiro; Antonio Gutiérrez es mi amigo y le respeto. Con él discuto; de él aprendo; con él disfruto y con él, a veces, también me emociono.
Así lo digo y escrito queda.
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