jueves, 14 de febrero de 2008

PUERTAS ABIERTAS (USAL)


La Universidad de Salamanca (quiero decir la civil) ha realizado una jornada de puertas abiertas. Pero resultó que tras las puertas no había prácticamente nadie. He asistido con un grupo de muchachos, deseosos de conocer lo que podría ser su centro en los próximos años y me he encontrado a un profesor en Filología que llegó tarde y dejó unos balbuceos como mensaje, a un alumno que todo lo que dijo fueron unas frases deshilvanadas para mostrar la existencia de unos edificios de los que yo bien conocía su historia, historia de la que él no contó nada, a una profesora en Biblioteconomía y Documentación que sí se preocupó de animar a los alumnos como posibles clientes suyos en los próximos cursos, y a una joven y rechoncha profesora en Historia que tenía como meta quejarse por una inventada tardanza de los alumnos. Lo que afirmaba al comienzo, parecía que, tras las puertas abiertas, lo que relamente corría era el aire a sus anchas.
La idea de dar a conocer los centros no es nueva ni mala y se concreta ya en todo tipo de instituciones, pero ha terminado de ser en la USAL casi una rutina que no tiene demasiado sentido si no se pone un poco de celo en ella. Ya pueden tener un poco de cuidado porque pronto van a tener que salir a buscar al cliente hasta por las calles y de esta manera y con estos modales no lo van a conseguir. Las universidades huelen a burocracia y a formalismo por todas partes y a profesorado que mira y ve el mundo por el ombligo de su asignatura. Y el ser humano es algo mucho más rico y variado, más universal en sus inquietudes.
Por las calles he visto a un buen grupo de alumnos vestidos de espantajos y suplantando con éxito a cualquier imbécil vestido de lagarterana. Era la fiesta de Derecho y ya se sabe que las fiestas universitarias dan para vino y disfraces, y nada más, que no es poco. Deberían nombrar (yo ya lo he pedido en público y por escrito) un vicerrector del botellón. Ya se sabe que botellones los hay místicos, los hay pseudoculturales y los hay simplemente etílicos. Tal vez los mejores sean precisamente estos últimos. Dato real es el hecho de que los alumnos seleccionan universidades y ciudades a las que ir a estudiar, entre otras razones, según el número de fiestas y las calidades de los botellones. Está en las encuestas y no me lo invento.
Por lo demás, Salamanca está hecha una novia tanto por el día como por la noche. Hoy he coincidido en la Plaza Mayor en el momento en el que se encendieron las luces. Puro espectáculo, fuegos artificiales en la noche. Y lo mismo las calles y los monumentos con su piedra arenisca y sus brillos amarillentos. Un paseo en esas condiciones es un regalo. Yo lo he dado y me he sentido bien, muy bien. Después la carretera nos trajo hasta Béjar, esta ciudad estrecha en la que ahora tecleo. También aquí la noche nos acoge. Sea.

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