martes, 19 de febrero de 2008

DE RERUM NATURA

Me sirve como rampa de lanzamiento para la reflexión de hoy el comentario que ha colgado Jesús Majada en la entrada de hace un par de días. Me refiero solo (lo demás, machadianamente, me lo tomo con mucha calma) a esa apreciación de mis filias por los elementos de la naturaleza, o algo así.
El día me pilla afiebrado, enceguecido, griposo, sudado, apocado, con la baja laboral de un par de fechas. Por cierto, ¿cómo se pide una baja? Pero debo seguir y aquí estoy.
Creo que alguna vez ya he dicho algo acerca de mis filias y mis fobias con la naturaleza. No quiero renegar del ser humano. Con el ser humano vivo y convivo, con él pueblo las aceras, con el sufro y gozo, con él se me va el tiempo muy a gusto, con él lleno mis días, a él acudo, a él le pido y a él le doy, incluso la definición de ser humano no la entiendo sin incluir en ella la presencia de los otros seres.
¿Entonces? Pues entonces resulta que los arquetipos que sanciona esta sociedad no me complacen, resulta que la escala de valores que me propone me resulta manifiestamente mejorable, resulta que mis esfuerzos no encajan precisamente en ella y que tengo con ella una relación inevitable de amor y odio que me trae de cabeza cada día.
Pero hay otra dimensión muy evidente. Si echo a andar las variables del espacio y del tiempo, ¿qué me sale? Pues me sale que un mineral es casi eterno, que la sierra que veo cada día desde mi terraza me mira y me remira y ahí está plantada mientras yo voy siendo pasto del tiempo, que su presencia será infinitamente más larga que mi olvido, que casi es inmortal y yo soy efímero, breve, fugaz, momentáneo, pasajero, corto, perecedero, y que me trata bien, tal vez porque yo la miro con buenos ojos, me muestra la certeza de lo que me excede y me recuerda siempre lo mucho que le debo y le debemos.
Así que hay un aterrizaje en lo natural por vía negativa, de huida y de rechazo de otras formas; pero también hay otro por vía positiva y de reflexión, aquel que me apunta la poquedad del ser, la nada de mi vida y la relación necesaria que tengo que tener con la naturaleza.
Mas no quiero que exista ni una renuncia al hombre. Un vaso de buen vino, una conversación pausada, un poco de sentido común y de razonamiento y un picante de vida, son panes que me bastan y me sobran. "Una mesa de pan bien abastada me basta". Por desgracia, no siempre que la busco la encuentro.

No hay comentarios: