viernes, 8 de febrero de 2008

OTRO MILAGRO DE LA PRIMAVERA

Y sin embargo sé que esto es la vida, contrastes y contrastes, más noches y más días, más días y más noches. Porque aquí ya crotoran las cigüeñas, copulan en sus nidos -yo las veo sin prisa, las contemplo contento desde el aula-, dan vueltas en el aire, planean, suben, bajan, se quedan extasiadas mirando la mañana, el sol les da de frente y ellas dan frente al sol. Cualquier día de estos se quedan acostadas en sus nidos, soportando con calma hasta la helada, dando fe de la vida, que se renueva siempre, mostrando la paciencia y la constancia hasta el agotamiento. Hasta que cualquier día emerjan de sus nidos y nos regalen vida entre sus plumas. Para entonces ya será primavera.
Pero esto que ahora hacen ya la anuncia, da señales de vida, son vagidos de posterior hartura, son primeros pregones, falsillas, fotocopias, heraldos de la luz, barruntos, duermevelas. Me gusta contemplar a las cigüeñas subidas en sus nidos, volando por el aire, fundiéndose en amores matutinos. Qué envidia de la vida.
Y debo dar noticia de la flor del almendro, ya crecida, en el sitio de siempre, resguardado, al amparo del sol y entre las peñas, dando vista a la sierra, contemplando la nieve y los desnudos árboles, ellos tambíen heraldos, los almendros, de la creciente luz de primavera. El almendro que crece en Olivillas ha sido siempre para mí el signo de que todo se renueva, de que todo retorna, de que todo está ahí de otra manera. Han sido muchos años, junto a la casa de mis padres. Este año también está puntual a la cita aunque yo me haya descuidado un poco en ir a visitarlo.
Y en este angosto camino de ida y vuelta, de luces y de sombras, de noches y de albas, de amanecer y ocasos, yo también, como el maestro, aguardo "otro milagro de la primavera".

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