domingo, 15 de febrero de 2009

LA ESCOPETA NACIONAL Y LOS SANTOS INOCENTES

Mi juego eran los zancos, subido en altas torres de madera, mirando desde arriba las esquinas y la vida pasar como si nada; era mi infancia el calvo y era el aro, sonando por las calles todo el tiempo, y era, cuando tocaba, el tirachinas, aquella pequeña horca de madera con unas gruesas gomas cortadas a destajo de cualquier liga vieja. Mis juegos eran…, mis juegos eran mi infancia y mi infancia mis juegos. Era también la pesca a mano en el río Quilama, que nos daba unos peces sabrosos para los domingos por la tarde, y era mirar los nidos y sorprender la vida en cualquier rama.

Después supimos todos que andaban en el monte jabalines (dejádmelo así escrito, que me gusta y es el nombre serrano), que volaban palomas, que las cabras y cerdos hacían compañía a los conejos, que la tórtola podía venir a casa y andar por los tejados a su aire, que la golondrina se hacía vecina nueva en las paredes de la iglesia, que el pardal era el amo de todos los rincones. Y que todo subía y bajaba por el monte con el calor del sol y la pizarra, con el agua del río, con el cielo en el fin del horizonte.

Nunca fui cazador de casi nada, ni siquiera de nidos; solo me sorprendía con los huevos, con los pequeños pájaros creciendo en cañamones, con las rabizas moviéndose en los charcos, con la chicharra zumbando en el verano y con la paz eterna del silencio nocturno de mi pueblo. Ay, mi pueblo y su gente.

Pero siempre hubo escopetas dispuestas para la caza del conejo y sobre todo del jabalín. Todavía hoy presumen en mi pueblo de cazas abundantes, tiran cohetes cada vez que cobran una pieza y casi es día de fiesta cuando vuelven con ellas y las extienden en medio de la plaza, para la ostentación de los trofeos, para dar noticia a todos del resultado del día o acaso para dar rienda suelta a cualquier sentimiento.

Hay otros lugares en los que se convocan gentes de cacería para cobrar el corzo, el jabalí (para estos jabalí), el muflón o el venado. Allí las gorras verdes, los pantalones a juego, la canana repleta, las migas en su punto, todos los ayudantes en sus puestos y al servicio del magnate de turno, conduciendo rehalas, desbrozando caminos, preparando comidas, arrastrando las piezas cual santos inocentes, comiendo en sus apartes para no hacer más mezclas, agachando y subiendo la cabeza a la espera de órdenes por un puñado de euros. Las fincas se hacen hitos, las parcelas se acotan, se pagan a millón las escopetas, se presume y se ostenta con la palabra y el gesto, con la apariencia y hasta con la matrícula del coche.

En esta escopeta nacional berlanguiana han pillado al ministro de justicia, un tipo al que tenía por ser sesudo y ágil con la mente. Este tío es otra cosa de más peso y más largo recorrido, lo sé de buena fuente. Pero, con esta escopeta al hombro, me ha dejado de piedra. No lo encajo en el tópico, no soporto su imagen en medio del jolgorio y de ese simbolismo tan casposo. Eso tiene que ver con los marqueses, con condes y vizcondes, con reyes, si me apuran, con nuevos ricos y con directivos de centros de poder.

Ya sé que esto es minucia comparado con tramas financieras y políticas, con desfalcos modernos o ya rancios, con posturas políticas que apuran en preceptos lo que les interesa y se olvidan de cualquier elemento que sea ético. Ya sé que un hecho de estos no asegura ningún desaguisado legal ni judiciario. Ya sé que el árbol nunca es la visión del bosque. Ya sé que la carroña es comida de buitres: a la menor debilidad del bicho se han levantado todos y ya nublan el sol con sus graznidos.

Pero, coño, ese símbolo…

En su obra de teatro más celebrada, Miguel Mihura hacía comparecer a un cazador con unas piezas al cinto y con la etiqueta marcada con el precio. No cabe mejor forma de ostentación fallida. Hoy algo me recuerda esta escena del teatro del absurdo.

Yo que, serenamente, me sumo a la protesta, exijo, sin embargo, alguna línea divisoria que nos marque lo lícito y lo ilícito, lo que cae en el campo de la ética y aquello que conlleva dimisión fulminante. Me hace muy poca gracia ver ahora tanto traje de cartujo entre aquellos que tienen como misión en la vida olvidarse de todo criterio ético y forrarse al amparo de todos los preceptos, burlados con todas sus carretas de influencias y abogados.

Andan a tiro limpio las escopetas nacionales. Los venados y ciervos se asustan en el monte cuando un rifle los descubre y selecciona en su punto de mira. Esos mismos cervatillos, en formas más humanas, se asustan al andar por las ciudades y los pueblos de esta piel de toro embravecido. Convendría no engañarlos con formas refinadas, pues corren el sano peligro de echarse a pensar y tal vez luego de echarse al monte y organizar su frente de batalla. Que ya está bien de tantas escopetas, con mira telescópica o con sistemas refinados de ingeniería financiera en la recámara.

5 comentarios:

antonio dijo...

Y vaya que si es grande poder, de vez en cuando, volvernos a encontrar con los amigos, mirarnos a la cara, y descubrir que algunas arrugas, que no eran, se han puesto al descubierto, que pelo queda poco, y el negro cada vez da más paso a las canas. Y, sobre todo, descubrir que en tus amigos no anida lo vulgar, que hay mucha sensibilidad latiendo adentro. Reconforta descubrir que aman, que sufren como tú, que en lo esencial no son muy diferentes, que viven no solo para sí y tienen los problemas que tú tienes.
Verdad es que fue un hermoso día. Y, ya que cuentas todo, decir que hubimos de esperaros un ratito; mas, después de leer entre líneas en tu entrada las razones, poco importa, y doy por bien empleado ese tiempo de espera. Así pudimos disfrutarte en plenitud. Achaqué a la copa de tinto extremeño tu expresión de gozo y tu tranquilidad de ánimo y estaba equivocado. Acaso pueda el vino poner un poco más de euforia en las palabras, pero la sensación de paz que trasmitías la da otra cosa. Esta vez se te escapaba a borbotones la alegría y aderezabas la conversación con indisimuladas gotas de ternura. Nena sabrá por qué, pero qué bien que aún quedan brasas capaces de hacer crepitar llamas.
Por esta vez, olvidamos hablar de la política y hablamos del amor y de lo humano, dejando para un tiempo venidero lo divino. Y fuimos más de cuatro en nuestras mentes y añadimos otros dos a nuestra mesa pues, para no estar solos, trajimos con nosotros a Chus y a la Sinduca desde Málaga.
Qué gozo me da si estamos todos, qué orgulloso me siento de vosotros. No sé a quien dar las gracias, si no hay Dios, por todo lo que puedo tomar de cada uno. Cualquiera en mi lugar envidiaría poder tomar de Antonio la reflexión, la sabiduría de Jesús, la prudencia de Nena, el empuje de Sinda y el sexto sentido de Mercedes para ver más allá de mis narices, a más de la paciencia de aguantarme y encima demostrarme a cada instante que un poquitín, al menos, sí me quiere.
Qué envidia ¿no?, lector. Pues así son mi mujer y mis amigos. Todo un regalo.
A.Merino

Jesús Majada dijo...

"In vino, veritas".
Así es que me solaza que el vino haya sido testimonio de alegrías, prueba de risas y compañero de ausencias…

Sinda dijo...

A A. Merino y a Jesús Majada les digo que estos comentarios suyos estarían bien en la entrada anterior, pero en ésta es como disparar la escopeta, y que el tiro salga por la culata (jajaja).
Al Antonio Guti le diré que "se sale" cuando rememora los paraísos perdidos, que su literatura asciende hacia la cumbre, y que eso de que nunca fue cazador de casi nada, habría que discutirlo (jeje)
Un beso para los tres.

Por cierto, ¿Están vuestras tres almas preparadas para peregrinar al Monte Athos? (Jijiji)

PS. Sólo conocía el significado de "rabiza" como "ramera". Al leerlo de corrido me quedé petrificada, pensé, joer "En Valero-años 60- las rameras moviéndose por los charcos !!!

antonio dijo...

Razón tienes, Sinduca; el comentario a esta entrada es repetición ad pedem literae del colgado en la entrada del día anterior. Tanto aprender de vosotros, y ninguno me enseñáis cómo se utilizan adecuadamente estos instrumentos informáticos, para no tener meteduras de pata tan garrafales como la presente. De todas formas, te he dado buen pie para tu genial ocurrencia.
Oye, Jesús, no te equivoques, que vinos solo tomamos uno. La verdad, en este caso, hay que buscarla por otros derroteros.

Jesús Majada dijo...

Quien nada sabe de caza soy yo, pues no atiné a colocar ese comentario en su sitio; y otro, en que trataba de la caza de Antonio, lo saqué de aquí y lo llevé al día 13.