jueves, 19 de febrero de 2009

EL CENTRO DEL ALZHEIMER

El centro del alzheimer de Salamanca es tal vez el mejor de los dedicados a estas dolencias en toda España. Es el más reciente y seguramente el que incorpora los últimos adelantos en edificación y en elementos humanos. Este centro sanitario está situado en una suave colina desde la que se ve buena parte de la ciudad, con sus luces y sus edificios de piedra y de ladrillo. Desde allí se observan muy bien los atardeceres y se adivina el horizonte. Sus largos pasillos permiten la contemplación sosegada de lo que bulle por toda la ciudad y sus contornos.

Pero sobre todo, en el centro del alzheimer de Salamanca trabaja un equipo humano extraordinario que deja sus esfuerzos y sus desvelos en favor de unos enfermos desvalidos y que, a día de hoy, no tienen esperanzas de recuperación. Cada día que acudo a él puedo ver con qué mimo se trata a los pacientes, con qué desvelos se mueven las cuidadoras, las enfermeras y los médicos, siempre con el afán de paliar en lo posible las deficiencias de los internos.

Hoy me ha sorprendido una actividad hasta el punto de dejarme sin poder de reacción. En una de las dependencias se había reunido un nutrido grupo de personas y, al son de una música suave, habían organizado un baile con los enfermos. Y allí estaba Pepa, y estaba Palmira, y bailaba Paqui, y se enlazaban para marcar unos torpes pasos los demás internos, y les ayudaban bailando también los trabajadores, y todo parecía un hermoso barullo buscando algo de terapia a partir de la música. No sé cuál puede ser el grado de eficacia pero el ambiente era enternecedor y relajado. Sospecho que andan iniciando experimentaciones con diversas terapias sin saber aún cuál puede dar resultado y cuál no. Esta quizás no sea de las peores.

Los miraba enmimismado y pensaba en qué manera aquellos pacientes habían dejado atrás la conciencia de aquellos movimientos que tantas veces habrían realizado en la vida y que acaso ahora, por unos instantes, rescataban del olvido en un sueño imposible. Y pensaba en la forma en la que muchas personas dejan atrás sus vidas para sumergirse en la niebla y después en la nada.

Son los últimos metros de una carrera que se acaba a ritmo lento y que va pregonando ese final con una voz suave y unos ecos cada día más débiles. No está mal el contraste con la vida en las prisas, con el correr continuo, con las acciones siempre al servicio de lo que manden los deseos.

Allí las horas suceden más despacio, la tarde se mece en el sol que se queda en el ocaso y yo siento mis pasos más pesados, más lentos y distintos. Sobre todo cuando me marcho y dejo lo que dejo en su interior.

8 comentarios:

Jesús Majada dijo...

También un día -era la madre de Sinda el centro de atención- vi a través del cristal una escena semejante... Reflejas muy bien aquella visión en “los últimos metros de una carrera que se acaba a ritmo lento y que va pregonando ese final con una voz suave y unos ecos cada día más débiles”: me recuerda el “son tus huellas el camino y nada más”.
Y las del párrafo anterior (“dejan atrás sus vidas para sumergirse en la niebla y después en la nada”) son una hermosa y desolada variante de “caminante, no hay camino, sino estelas en la mar”…

Sinda dijo...

Ay, Antonio, no sabes lo cerquita que te siento!(En realidad creo que sí lo sabes.) Vive tranquilo, seguro que tu madre se siente querida, y está en paz esperando... lo mismo que la mía.

antonio dijo...

Me niego a aceptarlo, por mucho que lo escribiera Don Antonio Machado.
“Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar”. Dejando a un lado la belleza poética de los versos (no me creo tan ignorante como para atreverme a emitir un juicio literario), me niego a aceptar que no quedará nada, que todo se borrará, detrás de mi paso por la vida, y tampoco estoy de acuerdo en que el camino únicamente lo marca cada uno de nosotros.

Mi razonamiento es simple: me han precedido miles de generaciones. No me hice a mí, me hicieron; antes de amar, me amaron; lo que aprendí, me lo enseñaron, nada viví que antes otros no vivieran. ¿Cómo entender, entonces, que no hay marcado un camino? Claro que lo hay, según lo entiendo yo; no uno solo, sino miles de caminos con miles de ramificaciones por los que podemos marchar. A nosotros únicamente nos queda escoger el sendero de acuerdo con nuestra forma de ser, de pensar y de existir y, como mucho, trazar una nueva variante.

Creo, así mismo, que la vereda que yo elija y su variante quedarán, también, marcadas; porque anidará en mis hijos (y hasta puede que alcance a mis nietos) el amor que yo haya dado, el odio que haya desparramado, las enseñanzas que haya impartido.

Si no es así ¿para qué vivir?, ¿para qué pensar?, ¿para qué ocuparse de los otros?, ¿en qué nos diferenciaríamos del resto de los animales?. ...

Me alegra mucho, Antonio, que estés más tranquilo y que tu madre, además de estar perfectamente atendida, reciba el cariño de quienes de ella se ocupan.

A. Merino.

Jesús Majada dijo...

Jo, Antonio (Merino), que creí que eras el otro Antonio (G. Turrión) el que contestaba, y sólo me di cuenta al leer el último párrafo.
Decía que jo, Antonio, cada día escribes mejor y más profundo, siguiendo la senda y la estela de nuestro maestro de cogitaciones.
En cuanto a si se borrerán el otro camino y la otra estela, ya hablaremos algún día mientras nos dediquemos a andar.

Antonio Gutiérrez Turrión dijo...

Propongo un par de cosas:
a) Alguna concreción de identidades.
b) Una lectura atenta de las palabras de don Antonio: "Caminante son TUS HUELLAS el camino y nada más".
!Qué buen tema para una sobremesa, para una caminata o para una sentada en la cima de un monte!

Sinda dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jesús Majada dijo...

Todo se andará.

antonio merino dijo...

Antonio, he logrado, por fin, cambiar la firma de mis comentarios, aunque he tenido que variar para ello la dirección del correo electrónico. Espero que, en adelante, nadie nos confunda aunque, en esto de la escritura, no me importa nada que me confundan contigo. Salgo ganando.

A ver si, como tienen anunciado, Jesús y Sinda se deciden a subir por estas tierras, nos juntamos todos, y cambiamos impresiones sobre estelas y huellas.