Desde hace aproximadamente dos meses (quizás un poco menos) voy configurando en mí una situación anímica un poco más serena y sosegada. Hay algunos hechos que lo confirman y que seguramente también lo explican. Lo que ha de ser será de todas formas y conviene verlo acercarse con paciencia y buen tono. No sé si es resignación, si se trata de impotencia o si sencillamente es un dejar hacer, es un dejar pasar lo que de todas maneras va pasando.
Yo sigo sin tener asideros seguros para nada, o para casi nada; sigo buscando sin descanso algún lugar seguro en el que refugiarme; y, cuanto más lo intento, más sin suelo me encuentro, más perdido en los pasos del camino me descubro.
Achico los espacios y los tiempos hasta intentar tan solo los hechos del presente y no me doy por ello satisfecho: hay una progresión imprescindible en la vida que conviene mirarla cara a cara, e incluso dominarla. Pero miro hacia el fin del horizonte y no encuentro otra cosa que el abismo, la falta de certezas, o acaso la certeza de que solo hay certezas en lo que va mostrando la débil razón.
Por eso no sé bien si lo que tengo es la resignación como socorro, o acaso es simplemente que me voy conformando con lo que día a día, página a página y silogismo a silogismo se me agiganta como única verdad. Y mira que lo intento. Pero hay lo que hay, no le demos más vueltas.
Así que a practicar, a dar la talla, a darle aún otras vueltas al asunto. Te va la vida en ello. Te va la vida en ello pero también sin ello.
N.B. Ya es ocho de febrero y las cigüeñas se mueren congeladas en lo alto de sus nidos. Florecerá la vida cualquier tarde y hará hoguera en el cielo. Yo me calentaré con sus despojos.
domingo, 8 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Ah, pero es que los asideros seguros ¿¿EXISTEN??
Pero Antonio, hombre, siento ser yo quien te lo diga pero... eso sólo es una leyenda urbana!!
(Me encanta que te sientas sereno, yo -creo- también lo estoy, a pesar que la que está cayendo)
Un besito.
Publicar un comentario