Bienvenido a la república independiente de la república independiente de tu casa. Son palabras que se utilizan en el anuncio de una multinacional que vende elementos de toda clase para el hogar. Su nombre es Ikea y me parece que es de origen sueco.
Quiero aplicarle estas mismas palabras hoy a la llegada a España, en visita oficial, y a la toma de posesión de todo lo habido y por haber del cardenal romano Tarcisio Bertone, el segundo de a bordo del Vaticano, esa república independiente de la república independiente de su casa. Ha llegado y ha tomado posesión de todos los despachos de esta otra república independiente de la república independiente que es España. Si se repasa bien la frasecita, se puede comprobar que el Vaticano cumple todas las condiciones mientras que España se queda en pelota picada pues ni es república ni es independiente por ningún sitio.
Leo que el susodicho ya se ha entrevistado con el ministro de asuntos exteriores, con la vicepresidenta, con el presidente del gobierno y con el rey. Hala, así, de una tacada. ¿A qué viene este hombre a Madrid? ¿A quién representa? ¿Qué busca con esta visita? Prefiero quedarme solo con la última pregunta. Y ya se conoce la respuesta: Están tratando el asunto de la ley del aborto y de la ley de Educación para la Ciudadanía.
¿Cómo puedo yo permanecer callado ante semejante disparate? ¿Pero qué vasallaje es este? ¿Estamos acaso en la Edad Media? ¿Qué explicaciones tiene que dar un país soberano de sus leyes si no es a la comunidad internacional? Son dos mil años de imposición, pero esto no puede continuar así. Nada tiene sentido: ni el estado vaticano, absolutamente artificial, ni la falta de separación entre religión y estado, ni la imposición de la religión sobre la razón, ni las injerencias escandalosas en otras comunidades, ni los concordatos y acuerdos, ni nada de nada. Yo no me reconozco en un gobierno que se acongoja a diario ante las presiones de criterios religiosos adobados siempre con elementos de poder y de influencia. Estoy seguro de que hay muchos votantes de izquierda que están echando los dientes ahora mismo.
¿Se hará todo esto por votos y para contentar a un número grande de posibles votantes? A mí me produce el efecto contrario. ¿Se hace todo esto por puentear a la jerarquía eclesiástica española? Cualquiera de las dos suposiciones me aterra. ¿Dónde están los principios? ¿Todo vale con tal de seguir en el macho? ¿Dónde está la gente que mira lejos, que articula primero unas ideas, después una ideología y, como consecuencia, un programa político? ¿A quién se está engañando?
Lo peor de todo es que este tipo de concesiones solo conducen a más y más exigencias por parte de quien pide, pues primero sugiere, luego ruega y suplica, más tarde reclama y al fin exige y levanta el palo. La Historia está ahí.
¡Ay, esto de la razón y de la fe mezclada con las influencias y el poder!
¿Estamos de verdad en la Edad Moderna?
Venga, tíos, cortesías, las necesarias; principios, todos. Si es que los tenemos.
miércoles, 4 de febrero de 2009
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