lunes, 9 de febrero de 2009
EN FIN, ES MI TERRAZA
Mi terraza parece querer volver a ser una atalaya desde la que extasiar mi vista y todos mis sentidos. Hoy ha sido todo un arco iris como nimbo celeste. En cuanto salió el sol y llegaron las nubes con algo de humedad en gotas tiernas, todo se fue en colores sobre mi balcón. Yo me quedé mirando largo rato envuelto y sumergido en esas sensaciones. Es vivir bajo un arco que se convierte en bóveda, que se transforma en cúpula, que se cambia en fuegos artificiales, que se desvae en nubes, que se disfraza en gasas, que se aniquila en luces, que se difumina en nada.
Al fondo blanqueaba la sierra, con sus guedejas blancas, con sus ubres albinas, con sus lomos de plata, con sus deshielos sonando monte abajo, con sus faldas mojadas, oscuras y expectantes.
Los árboles de la orilla del río empiezan a mostrar signos de vida, apuntan sus botones, cambian color y anuncian otras más verdes tardes.
Después llegó la tarde y el cielo se puso oscuro y enfadado. Y llegaron las nubes, otras nubes, y se marchó la fiesta de colores de encima de mi casa, y mi terraza siguió siendo atalaya para sentir las gotas golpeando los tejados, evocando el peinado de una cabeza en agua, dejando su recado de humedad y de sombra mientras se alejaban raudas por detrás de los picos de la sierra hacia otros territorios.
Y yo era el elemento que se quedaba quieto en su refugio, viendo pasar el tiempo y el espacio, notando la verdad de los sentidos, escuchando los ecos de las aguas, abriendo mis pupilas a la luz derramada y a las sombras, tocando los paisajes desde su cercanía, oliendo los aromas de los campos, de ese río que corre ahí mismo, de la lluvia que cae y que casi me moja, de la nieve distante, de las yemas incipientes de los árboles, de la vida que pasa, saboreando el aire con gusto de manzana.
Me pregunto asombrado con Sartre y sus palabras: Lunes. “Nada. He existido.”
En fin, es mi terraza.
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2 comentarios:
He dado un paseo por la Sierra con tu maravillosa descripción, gracias.
Bien, bien, bien...
Pensé que era Juan Ramón quien escribía.
Bien, bien, bien...
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