jueves, 26 de febrero de 2009

CONSUMIRSE Y CONSUMARSE

Últimamente tengo la suerte de que con algún colega (en realidad casi solo con Alfonso, que la realidad es la que es y no da para más) pego la hebra y el nivel de la charla se eleva y hasta me lleva a niveles que realmente me complacen. Tampoco es mucho rato, porque los tiempos aprietan y las ocupaciones también. Cómo me gustaría que se prodigaran con otras personas estos momentos, tan distintos de la simple descripción y de los hechos más mostrencos.

El caso es que hoy mismo el tiempo y el espacio nos llevaron por la calle Mayor y, cada uno a su manera, se fijaba en lo que se veía: en la gente que iba y venía y en su sentido, en los comercios vacíos y en su significado, en la situación general y en su significado, en el sistema económico y vital que nos acoge y en su significado, en…

Y apareció el ser humano desde su realidad numérica como motor del cambio y de la necesidad de nuevos planteamientos, o sea, eso de que sencillamente somos muchos, demasiados, y de que es la presión demográfica la que primero y principalmente empuja en todas direcciones; la necesidad de ajustarse a la realidad física, social y financiera como forma de saber a qué estamos jugando; la importancia de entender que este sistema se consume a sí mismo por principio y que no tiene fin su desajuste; la comprobación de que otros ensayos (socialismo, comunismo…) parecen imposibles con este tipo de ser humano que hemos creado; la sugerencia de que una revolución radical para partir desde cero es impensable y el reconocimiento de que los cambios son parcialísimos y siempre con freno y marcha atrás; la observación de que todo el mundo que ejerce influencia anda a ver cómo capea el temporal y más adelante ya veremos lo que pasa; la necesidad de que los teóricos del asunto digan algo, si es que saben y no andan en la inopia también; y la ilusión de que, si esto no aguanta así mucho tiempo, tal vez a nosotros ya no nos pille por el camino (¡qué egoístas!).

El final de la calle Mayor se ofreció abierto, se bifurcó y nos dejó a cada uno de nosotros camino de nuestras casas respectivas. Yo me marché pensando y rumiando un poco más todas estas variables que me dejaban preocupado y reflexivo.

No sé si este sistema tendrá realmente mucho o poco recorrido, lo que sí parece evidente es que es malvado en sus propios términos, que se consume y nos consume a todos con él y que seguramente no nos consumamos en él y desde él (del verbo consumar, no consumir). Porque echa uno la vista al frente y no vislumbra cambios en esta escala de valores que conforma al hombre. Los partidos políticos y las fuerzas sociales (unos con ideales y otros con intereses) buscan la mejor forma de gestionar este jodido sistema y no hacen otra cosa que tratar de salvar obstáculos para encontrarse con otros al día siguiente del mismo o de mayor calibre.

No apunta un nuevo hombre allá por el otero, ni se vislumbran luces de distintos colores, el patio anda intranquilo, pero todos miramos a nuestro propio ombligo y a sálvese quien pueda.

Ya que nos consumimos -resulta inevitable en este y en cualquier otro sistema-, consumemos las ansias (del verbo consumar, no te equivoques y fastidies la magia), sintamos que hemos llegado lejos en algunos aspectos, y que, en esos momentos, se vaya todo al cuerno, todo menos lo que se está consumando en esa hoguera. Porque en lo otro, a uno le quedan ganas de gritar que eso de consumarse, de llegar a lo sumo, aún queda un poco lejos de eso que llamamos especie humana y no sé si no nos consumiremos antes de consumarnos.

Y no juegues al juego de la lengua: la sílaba, el sonido, la semántica, la vaguedad entera y el deseo, tan lejos y tan cerca.

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