Cada día me confirmo más en la idea de que todo es comparativo y de que nada se puede definir sin la presencia de otros elementos con los que ser comparado el concepto. Me vale para la justicia, para el deporte, para la enseñanza, para la religión, para la economía..., para la vida en general. Por eso resulta tan importante abrir los ojos, extender la vista y hacerla panorámica, detenerse un momento a contar y a percibir otros fenómenos, escuchar lo que viene de fuera, no encerrarse demasiado en uno mismo, sentir otros sentidos, notar el latido de otras personas, hacer más relativo lo que ya es relativo. ¿Hay algo absoluto por algún sitio? Y, si lo hubiera, el ser humano, por comparación, ¿no debe situarse en la relatividad de sus acciones y de sus conocimientos? ¿Hasta dónde puede llegar en sus comprensiones?, ¿cuál es el cuajarón de las cosas que relamente percibe?, ¿cuál es la última capa de la cebolla que sabe salada?, ¿hay más capas debajo de esa? No sé si realmente importa porque lo que realmente se percibe es que no todos llegamos a degustar de la misma manera.
No llevo buenos días por razones que no importan al caso. Hoy he sentido la necesidad de llamarme a mí mismo la atención por comparación con algún amigo que está pasando peores ratos. En un momento me he sentido privilegiado y sin derechos para bajar el tono de mi ánimo, con la obligación de hacerle un guiño cómplice a la vida y de decirme, colega, qué suerte tienes.
No hay nada, pues, que roce en lo absoluto, al menos de esas tres o cuatro cosillas que controla el ser humano; somos nosotros mismos los que las hacemos enormes o pequeñas según nuestro carácter, según nuestras escalas de valores. A veces la sonrisa se nos va de la boca, se nos tuerce inútilmente el gesto y parecemos verdaderas almas en pena.
Yo no soy buen ejemplo para el caso. Tampoco para el resto de las cosas. Habrá que andar al quite, echarse la sonrisa por montera y gozar de la vida. Hoy son solo propósitos, mañana ya veremos.
Y esta mañana a salto por los montes. El Cancho de la Muela y sus veredas, con todo el valle del Ambroz al fondo. Esto sí que bordea lo absoluto.
sábado, 5 de abril de 2008
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