miércoles, 2 de abril de 2008

SENTIRSE MÁS EL AIRE

Otro día bueno bueno, de los de la incipiente primavera pero con sol y un poco de calor. ¿Cómo se produce este milagro de la explosión de las flores y de las hojas? Los árboles respiran como respiro yo, beben la misma agua y se alimentan del mismo aire. ¿Tendría yo que renacer también en primavera? ¿Cuáles son en mí las flores y las hojas? La naturaleza se hace más densa, todo parece que aumenta de tamaño, el propio aire se deja tocar y manosear, como si se hubiera insuflado aire dentro del mismo aire, lo que antes era un árbol pelado se cubre de pieles, se adorna de vestidos, se pone de mudanza y hasta hace crecer la altura de la tierra. Contemplar un árbol es contemplar con él a todo el bosque, fijarse en sus brotes resulta una mirada para todo el espacio. El hombre está empeñado en reñir con la razón y con la lógica. Todo pide mirar en estos días, salir hacia las calles y los montes, no regresar a casa hasta la noche, sentirse más el aire, el fuego, el agua, la tierra con su hermosa primavera. Y no hay tal. Todos vamos deprisa, acelerados, con deberes encima del cogote. También yo tengo prisa en estas fechas, no sé mirar con calma y con sosiego, miro más mis heridas que este regalo hermoso de los días. Tengo que hacer examen de conciencia.
Esta mañana, en mi paseo matinal hacia mi centro de trabajo, he visto en una acera un pájaro tendido y muerto. Me pregunto por qué se fue en estos primeros días de buena primavera. Allí estaba tendido, asustadillo, como pidiendo perdón por haber muerto. Lo miré, miré al cielo, el sol aún no era cierto, y seguí mi camino.
Alguien lo habrá cogido y lo habrá dejado en la basura: cuando he vuelto la acera estaba vacía. También en primavera mueren seres contra el criterio alegre de la vida.

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