lunes, 14 de abril de 2008

EL BUEN PASTOR

Cada día, cuando voy a mi trabajo, paso por delante de la fachada de la Residencia de El Buen Pastor. A esas horas, ya la actividad ha tomado cuerpo y los ancianos se mueven de un sitio para otro. Me resulta inevitable pensar cuánta experiencia se acumula callada entre esas paredes, cuántos años de vida y de muerte, cuántas energías reducidas, cuántas pasiones calmadas, cuánta vida puesta en stand by.
Leo en algún sitio que esa institución tiene casi un millar de asociados. De sobra sé lo que significa este centro para la ciudad, pero no tenía idea de la cantidad casi ingente de personas que ayuda económicamente a su mantenimiento. Hasta el punto de que resulta difícil pensarlo y creerlo. Hay en esa casa un buen resumen de la buena voluntad de muchas de las personas de esta pequeña ciudad y de la tradición de solidaridad que se encierra entre sus paredes.
Anda El Buen Pastor empeñado en ampliar las instalaciones, y ya tiene muy adelantadas las reformas. Pronto se inaugurarán y, en aquel momento, se pasará de la atención de 8o residentes a 122. Si ya significa un lugar al que acuden muchos bejaranos en sus últimos años, desde ese momento significará que muchos más lo podrán hacer, casi el cincuenta por ciento más. Y, a pesar de todo, tiene una lista de espera larguísima. De su mantenimiento se ocupan diecisiete trabajadores más catorce personas que conforman la junta directiva. Este sí que es un buen ejemplo de austeridad y de economía. Cuántas horas gastadas por los directivos de turno, cuánta necesidad atendida sin pedir nada a cambio.
Pues me entero de que aspiran a doblar el número de benefactores. !Hasta dos mil! ¿Cómo es posible esto? Se me hace difícil hasta pensarlo. Pero no es lo más importante que se consiga o que no se consiga, sino el intento puesto en ello. !Qué cantidad de buenas voluntades! !Cuánta solidaridad! !Qué derroche de bonhomía!
Hay algo que me intranquiliza cuando pienso en el futuro de este centro benéfico: si con el volumen actual de beneficiarios no resulta sencillo el sostenimiento con la estructura de una junta que actúa desde su mejor voluntad pero sin recibir nada a cambio, ¿cómo se va a poder mantener eso si se aumentan tantas plazas? Sospecho que, a pesar de todo, las formas van a tener que cambiar, y las fórmulas tan hermosas de apoyo y de ayuda incondicional se tendrán que adaptar a fórmulas más profesionalizadas. Si ese cambio se hiciera necesario -yo lo veo inevitable-, habrá muchas personas ajenas al día a día de la casa que no lo entenderán fácilmente.
Mientras tanto, la vida y el bullicio tranquilo y diario siguen entre las paredes de la Residencia de El Buen Pastor, dejando pasar el tiempo, dejando correr la vida, viendo de cerca a la muerte, compartiendo ilusiones y fracasos, sosteniendo desilusiones y tristezas, acompañando a los que están más solos, y haciendo un guiño a la vida en su transcurrir diario. Ahí están cada día los ancianos, las gentes de estas tierras más cargadas de experiencia vital, los que se sientan y esperan, y, mientras esperan, nos miran con mirada perdida. Yo sé que están ahí cada día cuando paso. Buen reducto este para reflexionar sobre el paso del tiempo y sobre el sentido de la vida.

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