viernes, 18 de abril de 2008

ASÍ, SIN HACER RUIDO.

ASÍ, SIN HACER RUIDO

No sé cómo ni cuándo (¿Quién lo sabe?)
pero es banal y cierta su llegada.
Cualquier tarde me iré sin hacer ruido,
sentado entre la niebla, genuflexo,
apartado y litúrgico, vacío
del sueño de la luz y de los cuerpos.

Quiero que sea así, como un fantasma
que se aleja desnudo y solitario
sin hacer casi ruido: que a mi olvido
solo acudan los más cercanos deudos.

Acaso luzca el sol o llueva frío,
tal vez se despreocupen mis amigos
de hacer saber al mundo
que yo me estoy marchando para siempre.

Seguirá la epidemia en las aceras,
la risa de los niños, los veranos,
de las gentes los malos entendidos.

En un rincón del parque unos muchachos
se seguirán amando cada día,
florecerá la rosa en primavera
y la cigüeña será fiel a su nido.
Habrá besos y lloros, y las noches
recogerán la savia de los días.
Luego amanecerá
y de nuevo la luz se hará sencilla,
como cada mañana.

De aquel fantasma oscuro y solitario
nadie tendrá noticia pues su huella
será camino y senda del olvido.

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