miércoles, 9 de abril de 2008

TARDE DE MÚSICA

Hay días cargados de lluvia (ya era hora); hay días cargados de sol; hay días cargados de risas, de llanto y de sal, y hay días cargados de música.
En los últimos días han llegado a mis manos discos con buena música, discos que dormían en la colección de Monolo Casadiego y que ha tenido a bien trasladarlos hasta mi casa para que yo los oiga, los reproduzca y haga con ellos lo que quiera. Gracias, amigo. Hay discos, deuvedés y muchas notas dulces en sus surcos. Hasta once cedés componen solo la colección "Il Giardino Armonico". Y aquí hay música de Bach, Biber, Corelli, Locke, Monteverdi, Rossi o Vivaldi, Uccellini, Rognoni, Piccinini, Torelli y muchos más. Dicen que la música amansa a las fieras. Yo no estoy precisamente hecho un fiera. Pero también la música anima el corazón y le da empuje, lo saca de la niebla y lo sitúa a la luz del sol y le da viento. Con ella "el alma se serena / y viste de hermosura y luz no usada...", y a su amparo se mezclan las imágenes y se armoniza el tiempo,se olvidan otros hechos que perturban la paz.
De modo que aprovecho y me anego con ella, me divierto con Bach interpretado al modo brasileño, con la maravillosa voz de Cecilia Bartoli, o con los pianistas Rosa Savater, Federico Mompou o Esteban Sánchez.
Fuera cae la lluvia, la gente tiene prisas y se enfada, el mundo es contemplado por muy diversos ojos, hasta el punto de hacerse tantos mundos como pares de ojos, y la naturaleza grita su angustia por la vida en estos días de primavera. Qué torbellino es todo, qué cantidad de savia saturando el misterio de la vida. Si en realidad supiéramos encauzar con cabeza tanta energía. O acaso sin cabeza; tan solo con la aguja certera del sentido común y la materia blanda de la buena voluntad.
Hay que vivir, vivir, vivir, y, mientras queda un resquicio de vida, seguir viviendo. Si yo supiera hacerlo con potencia...

Hoy recuerdo este breve poema de hace tiempo:

Amanecer, nacer, amar.
Anochecer, morir, seguir amando.

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