domingo, 27 de abril de 2008
PEREGRINOS
En mis frecuentes caminatas por algún tramo de la Vía de la Plata me suelo encontrar con peregrinos que “hacen el camino”. Resultan inconfundibles en cuanto los diviso a lo lejos, no se me despintan, como no se me despintaban en tiempos las personas que o eran sacerdotes o lo habían sido. No sabría concretar cuál es el añadido que los señala como tales y que los sitúa en una rama de la taxonomía humana.
Ayer mismo me topé –nos topamos- con tres distintos en un tramo de unos cinco kilómetros de ruta. El primero caminaba lentamente acompañado por un asno enseronado y dos perros. Confesaba venir desde Cádiz.
- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Hacia dónde vamos?
- Camino de Santiago.
- Buen tiempo para andar el camino. ¿Desde dónde viene?
- Desde Cádiz, nada menos que desde Cádiz. Me acompañan este burro y estos dos perros. Es la quinta vez que lo hago.
- ¿Y siempre han venido los animales con usted?
- El asno y el perro grande sí, el perro pequeño es la primera vez que me acompaña.
-¿Hasta dónde tiraremos hoy?
- Hasta la posada del peregrino de Fuenterroble.
- Pues aún quedan unos kilómetros que hollar, pero el día es espléndido y no hay prisa. A unos dos kilómetros de aquí se encontrará con el río Sangusín. Viene crecido y tendrá que cruzarlo subido en el burro. Buen sitio para comer al amparo y a la sombra de los árboles y al sonido de la corriente.
- Así lo haré. Me fiaré de ustedes.
- Que lleve buen camino.
Y así el segundo, que, unos metros por detrás, camina solo y nos pregunta por el hombre del burro. Se conoce que hacen el camino juntos o que, al menos, se han encontrado en los descansos o en algún tramo. Y la tercera, una mujer fondona en bicicleta, con acento centroeuropeo, cargada con mochila y dando lentamente pedales bajo el sol del mediodía.
- ¿Han visto pasar por delante a unos peregrinos?
- Sí, los alcanzará enseguida, en cuanto apriete un poco los pedales. Seguro que en el río la estarán esperando.
- A por ellos voy.
Y siguió en bicicleta, lentamente, contemplando los prados verdes, lo amplio del camino, y como sin ganas de salir de la llanura del Sangusín.
¿Qué llevarán con ellos estos peregrinos? Jamás van solos, con ellos va el paisaje, van las promesas, acaso va la fe en no se sabe qué, tal vez unos principios, quizás unas costumbres, un simple regodeo en la naturaleza, un hondo sentimiento que no es muy sencillo de descifrar, un deshacerse en todo lo que les rodea, un aquietarse al ver y contemplar la vastedad del mundo, un olvidarse un tanto del discurrir diario, un certificar que la vida no siempre es rutinaria, un encontrarse a tiempo consigo mismo…
Nadie sabe muy bien qué suerte de fuerza misteriosa los acompaña, pero ahí están a diario, en el camino, en la naturaleza, hollando cada metro de verde luminoso.
Ayer los vi marcharse, perderse en lejanía, camino de Santiago (Santiago es cualquier parte). Yo me quedé pensando, sintiendo y meditando. Yo también fui camino por un rato.
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