martes, 15 de abril de 2008

CON LA VENTANA AL AIRE

Alguna excursión programada hasta Mérida me permite unos minutos frente al teclado. Sin alumnos, sin clase en esta hora, con el silencio en los pasillos, con la ventana al aire y al fresco de la mañana, con el sol en todo lo alto, fresco y azul, con la mañana limpia, con mi ánimo un poco más entonado, con la sorpresa y la alegría de la página Afinidades Electivas, en la que me encuentro, tras el empeño de José Luis Morante, junto a toda una troupe de poetas de todo pelaje, con las canciones de Serrat y los textos de don Antonio Machado para mis alumnos, con la obsesión del ser español y con el desprecio por los señoritos provincianos, de cabeza hueca y apariencia pura, con todo el mundo moviéndose a sus anchas, con todas las penas despeinadas, con todas las alegrías recogidas, con un sistema educativo tan manifiestamente mejorable, con un teclado antiguo y casposo, con unas impresiones dispuestas para el más y un poco menos para el menos, con esta primavera ya reinante, con todas las palabras al borde de la boca, luchando en desbandada por hacerse camino, con ung ris horizonte en tantas cosas, con el mundo tomado por montera, con esa confusión tan relativa en la que yo me instalo cada día, con...
Todo me conforma y me sostiene, todo me convoca y me encamina y me concreta en estos minutos, tan irreales y tan reales como otros, como los siguientes y como los anteriores, como los de mañana y como los de ayer. La única diferencia es que ahora me hallo ante el teclado, en un espacio abierto hacia la calle y en un tiempo impreciso.
Hace tan solo un rato leía a mis alumnos textos de Antonio Machado y dibujaba un horizonte gris sobre algún estereotipo de ser español, esa preocupación cansina de todo el Grupo del 98 sobre la realidad española. No sé en qué medida se puede aplicar esa crítica a los hombres de hoy. A mí me parecía estar mirando a los hombres de este casino provinciano que tenemos en Béjar, con partida a las tres y partido a las nueve. Tampoco sé en qué medida se pueden dar por aludidos chavales que apenas se abren a la vida y que no tienen criterios prefijados todavía. O sea que, aun sintiéndome yo tan cerca del maestro, me queda la duda razonable de si merece la pena el esfuerzo de su poesía y de su pensamiento en unas mentes que andan muy lejos de su espacio y de su tiempo. Y, si esto es así, ¿cómo hacer más cercano el mundo de la creación, la satisfacción de lo desconocido y el placer de lo bello? Otra vez en la duda, como siempre, como todos los días. Y nada vale nada, ni siquiera don Antonio Machado, si no es para incorporarlo a las vivencias de quien lee sus textos, a las vivencias de todos estos muchachos y muchachas. Sigue fallando algo y hay cosas que no ajustan. Acaso habrá que tirar algún día todos los papeles ya escritos y empezar a escribirlos con nuestras propias manos, con las propias manos de los muchachos, con sus limitaciones y con sus potencialidades, que no son pocas.
Voy a seguir con ellos en un rato, con la lectura y con la escala de valores que destilan los textos de Machado. ¿Servirá para algo?

1 comentario:

Sinda dijo...

Por supuesto que servirá, no a todos pero sí a algunos. Todas las semmillas no germinan nunca, sólo unas pocas. No te desanimes. Yo también como tú tengo una hora libre, y estoy en mi departamento ante un teclado de última generación y un monitor extraplano de 19", eso sí, regalo de una editorial, que los que nos da la Junta no tienen mejor pinta que el que tú tecleas. Me alegra verte más entonado, para el puente quiero verte el ánimo bien arriba, que tengo ganas de pescaítos con risas compartidas.