domingo, 20 de abril de 2008
SE EQUIVOCAN
Andan en el PP a la greña desde el mismo momento en el que perdieron las elecciones. Durante estos últimos días, el asunto se ha hecho más público y ya no se recatan y se tiran los tratos a la cabeza unos a otros. En realidad, me parece que esta situación es falsa y que no se corresponde con una pérdida ni con una victoria en unas elecciones. Sostengo que, de una forma o de otra, en los partidos siempre se anda solapadamente a la greña, si bien es más cómodo y llevadero el asunto cuando los votos son mayoritarios. Cuando hay poder que repartir, parece que todo se vuelve muelle y el dolor queda encallado y adormecido por las prebendas y por la lógica del sistema; cuando hay menos poder, todo se torna graveza (“Todo se torna graveza, / cuando llega el arrabal de senectud”). Múdese senectud por falta de poder y ajusta el cuadro.
Pero me parece que se equivocan también de medio a medio los analistas –así dicen llamarse- al hacer del asunto cuestión personal. Si arrimamos al asunto una deriva importante de cuestión personal, todo se nos va luego en apoyos a este o a aquel y en la necesidad de retirar, evitar, ignorar y hasta menospreciar a los que no son nuestros elegidos. Está pasando con los nombres de Rajoy y Esperanza y pasará otro día con Llamazares y cualquiera, o con Zapatero y el que pase por allí.
Creo que la solución apunta por otros caminos y apunta a otras premisas. Lo he escrito aquí otras veces. Entonces me repito y me repito peligrosamente: me estoy haciendo previsible. El elemento humano sustenta y visualiza las acciones, pero antes que ellas deberían aparecer las ideas y las ideologías, las formas de ver la vida, las trabazones lógicas. Y son estas las que tienen que ser puestas sobre la mesa y contrastadas. ¿Cómo se puede entender que sea solo una persona la que mejor puede representar esas ideas? Es ese el momento en el que caemos en el personalismo, en el culto a la personalidad, en las baronías y en los héroes de papel. Y en las adulaciones, en el sí señor y mande usted, en los congresos a la búlgara y en el jefe siempre tiene la razón. Después llegan las designaciones a dedo, con ronchas por detrás pero caras de sonrisa tonta por delante, las listas de aquella manera y el silencio en lugar de los contrastes serenos y pausados.
Y si hay muchas personas que defienden actitudes e ideologías similares, ¿por qué empecinarse en crear figuras únicas, jefes de todo y mandamases de lo humano y lo divino?
Esto vale para todos los partidos, naturalmente. ¿Alguien piensa que no hay mil personas equivalentes o superiores a Rajoy, Esperanza, Zapatero o De la Vega? Y hasta mil uno. Entonces, menos lobos, y menos rompe y rasga. Pero como todo lo tenemos jerarquizado en mandos y sueldos, a ver quien le dice a Zapatero que, cuando deje el Gobierno, se vaya de secretario de una agrupación en la que no va a tener más que disgustos a diario y ninguna prebenda notable. Y si esto no se lo podemos decir a los de la izquierda, ya me veo la respuesta de los de la derecha, siempre con carrera política, siempre ascendiendo y alcanzando poderes, siempre triunfando.
Tal y como está planteado esto, no creo que tenga solución razonable y en nada nos debía extrañar que anden a la greña. Estos y los otros cuando les corresponda. Si a esto le sumamos el espectáculo mediático que se regodea en los personalismos, en los héroes de un día y en la conveniencia y el morbo que supone la quema de personas en efigie para catarsis de los lectores y aumento de la publicidad, todo se complica. Que la caída del árbol no me coja demasiado cerca del tronco. Pues eso.
Mientras tanto, la otra vida, esa que no hace caso a tantos intereses personales, sigue corriendo rauda, verde y acuosa por estos lugares. Ayer no pude echarme al campo, pero Manolo me trajo recuerdos fotográficos de lo que veo e intuyo desde mi terraza.
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