Las prisas, los descuidos, la dejadez, me empujan a no detenerme demasiado delante del espejo. Pero es inevitable cada día, cuando salgo del sueño, me afeito y me preparo para el baño, ver cómo me devuelve el espejo mi cara y mi mirada. Los años se acumulan al otro lado de la frontera y se vuelven contra mí, llenando mi cabeza de consciencia. Me pregunto si seré como me veo; y, aun más, me pregunto si los demás me verán en mi cara como realmente soy. ¿Es acaso la cara el espejo del alma? Como en todos los campos, tengo dudas. Naturalmente preciso que alma se refiere a la forma de ser y a la conciencia. Sí parece evidente que es una de las primeras aproximaciones que hacemos a cualquier ser. Su cara y su mirada nos frenan o nos acogen, nos atraen o nos despiden con cajas destempladas.
Acaso es la mirada la que mejor refleja el estado de ánimo de un ser. Pero con mucho tiento, que la equivocación nos puede llevar a la confusión en cualquier momento. Hay ojos que te miran y te matan; hay ojos que te miran y te aman. Pero hay ojos que evitan la mirada por efecto inmediato de la timidez. Y hay caras y miradas que no pueden esconder nunca un estado de ánimo demasiado exaltado.
Hay seres que caminan cabizbajos, con la mirada al suelo, como buscando el alma de las cosas a ras de las baldosas; los hay con la mirada por montera, perdonando al de enfrente, o tal vez afrontando la vida como quiere manifestarse, sin complejos ni escudos, sencillamente al pairo de los días y de las horas.
Necesito un tratado que me oriente y me guíe. También aquí soy ciego, y quiero mi mirada y las miradas de los que me rodean. Las quiero limpias, claras, sin malicia por dentro ni por fuera, con buena voluntad y sosegadas, con la duda en la esquina y la ilusión en medio. Y con el iris alto, con todos los colores a destajo, que el aire tibio y sano de la buena voluntad se cuele por todas las ventanas, que una mirada indique el espacio abierto de todos los caminos, que no haya demasiados maquillajes que perturben la realidad interna de las cosas. Y quiero que me miren a la cara, con la ternura al hombro, con el cariño al frente. Si yo supiera qué me dice mi mirada...
jueves, 10 de abril de 2008
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1 comentario:
Tienes razon, nosotros mismos desconocemos que dice nuestra mirada para los demás, jamas nos ponemos a habler delante de un espejo cuando tenemos emociones o simplemente tristeza, yo por lo menos no lo hago, pero si son los demas, con nuestras expresiones los que pueden captar esos estados. Tengo una frase perenne mia colgada en mi blog que dice "En realidad lo que queda de nuestro ser, no es lo que somos sino como los demás nos ven".
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